ÍNDICE

 

Periodo de Mec

570-622

Búsqueda de asilo

 

            El fracaso de la embajada makkí acrecentó la enemistad de los quraishíes, y no perdieron ocasión alguna para perseguir y molestar a los musulmanes. Les insultaban en la calle y les impedían el acceso a la gran mezquita (ya antes del Islam se llamaba mezquita (Másÿid) al recinto en el que estaba la Ka‘ba). Ese nombre, que literalmente significa lugar de prosternación, sería el de todos los edificios que los musulmanes levantaran por Allah y para la comunidad.

            La vida se hizo difícil en Makka y Muhammad (s.a.s.) se dio cuenta de que la situación era insoportable. Pensó que era necesario abandonar definitivamente esa ciudad. Fue a Taîf –pequeña ciudad al este de Makka- en el año 620. El Rasûl (s.a.s.) esperaba que la tribu de los Zaqif -instalada en Taîf-, recibirían de mejor modo el mensaje que transmitía, pero le respondieron con burlas y palabras hirientes. Mandaron a los niños y a los esclavos para que lo expulsaran a pedradas. El tumulto fue aumentando y mucha más gente se unió a la cacería. Muhammad (s.a.s.) se refugió en un huerto sintiéndose vencido y diciendo: “Allah, expongo ante ti mi debilidad, mi incapacidad y mi falta de recursos. Ante ti me presento humillado por las gentes. A ti acudo pues Tú eres el Señor de los oprimidos...”.

            Sin embargo, Muhammad (s.a.s.) pronto se repuso y ya en ningún momento tuvo la intención de abandonar su mensaje. Nada dependía ya de él. Espiritualmente, no era dueño de sí ni de su destino. El Qur-ân lo refleja: “Di: No puedo cambiar el Qur-ân, ni puedo dejar de seguir lo que me es revelado”.

            Volviendo a Makka tuvo que pasar una noche en un sitio llamado Najla. Ahí tuvo lugar un acontecimiento extraño. Mientras él recitaba a solas el Qur-ân, un grupo de genios (seres de fuego) se le acercaron y lo escucharon atentamente. La belleza de las palabras que oyeron les emocionó y abrazaron secretamente el Islam. El Qur-ân se refiere a este suceso en el Capítulo de los Genios. Cuando los quraishíes y sus aliados se negaban a dar importancia y credibilidad a Muhammad (s.a.s.), los terribles "Seres del Fuego" se mostraron más receptivos, y es porque el corazón del hombre puede llegar a ser más duro que el de los demonios. Esta es la enseñanza contenida en ese relato.

            Pasaron algunos meses, durante los cuales los Quraishíes seguían comportándose duramente con todos aquellos que abrazaran el Islam.

            Como ya sabemos, cada año se celebraban las fiestas de la peregrinación. La peregrinación a Makka (el Haÿÿ) había sido establecida mucho antes del advenimiento del Islam. Los árabes acudían a esa ciudad para celebrar el recuerdo de sus ancestros Abraham (a.s.) e Ismael (a.s.). La peregrinación, siguiendo antiguas costumbres, atraía a un gran número de tribus árabes. El Rasûl Muhammad (s.a.s.) comenzó a aprovechar la ocasión para desacreditar la idolatría y elevar su voz contra los ídolos. La ocasión era idónea no sólo porque se congregaba una gran cantidad de gente sino también por la significación de esa peregrinación que conmemoraba el recuerdo del profeta Abraham, que había enseñado la Unidad y Señorío del Creador.

            En una de esas ocasiones, un peregrino llamado Mafrûq ibn ‘Amr, del clan de los Banu Shaibán ibn Za’laba de la tribu de los Rabi’a preguntó al Rasûl (s.a.s.): “¿Qué es lo que predicas, hermano de Quráish?”, y Muhammad (s.a.s.) le contestó: “Os invito a reconocer a Allah como vuestro único Señor, rechazando a los ídolos. Yo soy su mensajero (Rasûl)”. Mafrûq le pidió que le recitara algo del Qur-ân y Muhammad (s.a.s.) dijo: “Di: Venid a saber lo que Allah quiere de vosotros. Que no le asociéis nada y que hagáis el bien a vuestros padres y vuestras madres. Que la pobreza no os haga matar a vuestros hijos, pues es Allah el que mantiene vuestras existencias y la suya. No realicéis nada indigno, ni de manera manifiesta ni en secreto, no atentéis contra ninguna vida, a menos que sea con razón. Esto es lo que se os ordena hacer. ¿Lo comprendéis? No os apropiéis de los bienes del huérfano, guardádselos hasta que alcance la edad madura. Usad en todo una buena medida y no engañéis a nadie. Allah declara responsable a cada ser humano de lo que puede hacer. Cuando habléis, sed justos, incluso cuando tengáis que declarar contra un pariente próximo, respetad y ejecutad lo que Allah os ordena. Esto es lo que os recomienda hacer. ¿Lo recordaréis? En esto consiste mi vía, que es el camino recto. Seguidlo y no os desviéis. Esto es lo que se os ha recomendado hacer. ¿Tendréis presente a Allah?”.

            Mafrûq, admirado ante la claridad de la enseñanza, pidió a Rasûlullâh (s.a.s.) que le siguiera enseñando, y Muhammad (s.a.s.) le recitó el siguiente fragmento del Qur-ân: “Allah os ordena la justicia y la excelencia, que atendáis a vuestros familiares, y os prohíbe la torpeza, lo detestable y la violación de los derechos. Allah os enseña para que recordéis”.