PALESTINA

 TIERRA DE LOS

MENSAJES DIVINOS

 

ROGER GARAUDY

ÍNDICE

 

        TERCERA PARTE: Historia de una invasión

            I.   COMO NACE Y SE MANTIENE EL ESTADO DE ISRAEL

 

 

3)   La financiación del Estado de Israel

Este estudio del lobby americano y de su funcionamiento es válido para los demás países occidentales. Estudiarlo no es una digresión en una «Historia de Palestina», porque precisamente, desde el nacimiento del sionismo cristiano en el siglo XVI, desde la creación del sionismo político por Théodore Herzl, y más aún, desde la Declaración Balfour, la suerte del Palestina se está jugando fuera de ella.

No puede estudiarse ya la historia del Estado de Israel, de todo lo que, desde fuera, ha impuesto en Palestina, como tampoco podría estudiarse el reino franco de Jerusalén, en el tiempo de las Cruzadas, sin mostrar en qué se fundaban las pretensiones de los cruzados sobre Palestina, cómo se hizo, en los espíritus, la preparación de la investigación, ni cómo este reino vivía en base a las colectas y envío de armas y refuerzos desde toda Europa

No sólo es el nacimiento del Estado de Israel lo que está vinculado a la historia de Occidente; su funcionamiento y su desarrollo, como enclave de Occidente en el Próximo Oriente, serían ininteligibles si no se mostrase de dónde sacaba su fuerza. El Estado de Israel, en Oriente Próximo tiene todo el peso de América, de la que depende totalmente en cuanto a sus finanzas, economía y armamento.

Tras la anexión del Golán, en respuesta de las dudas, ver­bales, de la administración Reagan, Begin comunicó al em­bajador de Estados Unidos una nota que decía: «Una vez más, ustedes declaran su intención de castigar a Israel... ¿Qué sig­nifica semejante fórmula? ¿Somos un vasallo de Estados Unidos? ¿Somos una república bananera?... Ustedes no con­siguen atemorizarnos y nosotros hacemos oídos sordos a las amenazas de cualquiera... El pueblo de Israel ha vivido durante 3.700 años sin un acuerdo de este tipo con América, y todavía pasarán otros 3.700 años más».

Esta fanfarronería de Begin no carecía de peligro, porque la política del sionismo israelí corresponde perfectamente a los objetivos de la política mundial de Estados Unidos, y juega un papel tan irremplazable que el gobierno de Israel, seguro de su impunidad, puede permitirse todo.

La financiación del Estado de Israel es, por otra parte, reveladora de la naturaleza de este Estado.

El señor Pinhas Sapir, ministro de Finanzas, en el transcurso de la «Conferencia de los millonarios judíos» (sic)33, celebrada en Jerusalén del 9 al 10 de agosto de 1967, reveló que, entre 1949 y 1966, Israel recibió siete mil millones de dólares. Para evaluar el significado de esta cifra, basta recordar que la ayuda del Plan Marshal, acordada a Europa Occidental desde 1948 a 1954, fue de trece mil millones de dólares, es decir, que el Estado de Israel recibió (sobre un período más largo), para menos de dos millones de habitantes por aquel entonces, más de la mitad de lo recibido por doscientos millones de europeos. Es decir, cien veces más por cabeza que los europeos.

Segundo elemento de comparación: la media de la ayuda anual recibida por los «países subdesarrollados» durante el período 1951-1959 no rebasó los 3.164 millones de dólares[1], mientras que Israel con, en aquella época, 1,7 millones de habitantes, recibía 400 millones, es decir, que con menos de una milésima parte de la población «subdesarrollada» del globo, Israel ha recibido una décima parte del total. Dos millones de israelíes han recibido, por cabeza, cien veces más que dos mil millones de habitantes del Tercer Mundo.

Para ofrecer comparaciones más claras: los siete mil mi­llones de dólares recibidos, en dieciocho años, como donativo a Israel, representan más del total de la renta anual nacional del trabajo del conjunto de los países árabes vecinos (Egipto, Siria, Líbano, Jordania), que, en 1965, era de seis mil millones.

Si se tiene en cuenta únicamente la ayuda americana, nos damos cuenta de que, de 1945 a 1967, Estados Unidos dieron a cada Israelí 435 dólares, y 36 dólares a cada árabe, o, en otras palabras, al 2,5 por 100 de la población se le atribuyó el 30 por ciento de ayuda atribuida al 97,5 por 100 restante.

El economista israelí mundialmente conocido, Don Pa-tinkin, ha señalado hasta qué punto, de 1950 a 1958, el producto nacional bruto israelí no pudo financiar el consumo privado y público ni amortizar sólo el capital existente. En términos sencillos: el producto del trabajo en Israel no cubre las necesi­dades. Según el Anuario de Estadística de la Contabilidad Nacional (1965), publicado por Naciones Unidas, la cobertura de las necesidades totales del Estado de Israel por su P.N.B., osciló entre el 80 y el 83 por 100, mientras que países que, en aquella época, tenían que sostener una guerra permanente, como el Vietnam, alcanzaban más del 87 por 100; Jordania, incluso sin recursos naturales, y desértica en gran parte, sobre­pasaba el 80 por 100. Países tan notoriamente «subdesarrollados» como Bolivia, Ceilán, Sudán y Malta, tienen porcentajes de cobertura superiores al 90 por 100.

Así, el Estado sionista de Israel es el país del mundo cuya dependencia respecto al exterior es más grande.

Para tratar de colmar este vacío, los dirigentes sionistas convocaron, en Israel, tras la guerra de 1967, la conferencia anual de los millonarios judíos de la Diáspora. Al anunciar la primera de ellas, celebrada en Israel en 1967, el Dr. Yaakov Herzog, director general del Gabinete del primer ministro israelí, definió así el objetivo de estas reuniones: «Examinar el modo de cómo atraer mayores inversiones a Israel, y mezclar estrechamente a la economía israelí a los millonarios judíos re­sidentes en el extranjero, de manera que tengan un sentimiento inmediato de responsabilidad y de participación... Ahora estamos planificando otra cosa: un diálogo enorme acerca de la identificación de la Diáspora con Israel, en el marco de la lucha contra la asimilación en el extranjero».

La operación fue enormemente productiva ya que las organizaciones judías americanas envían anualmente, como promedio, a Israel mil millones de dólares. (Estas aportaciones, consideradas como «caritativas» son deducibles de la hoja de impuestos del donante, es decir, que recaen sobre el contribuyente americano, incluso si sirven para sostener «el esfuerzo de guerra de Israel» y a financiar sus agresiones. Pero, lo esencial proviene, sin embargo, y directamente del Estado americano, cuya «ayuda» alcanzaba, a comienzos de la década de los ochenta, más de tres mil millones de dólares por año).

Está previsto que esta ayuda de tres mil millones será aumentada a lo largo de 1982, lo cual puede parecer bastante paradójico ante las reducciones impuestas al presupuesto americano para sus programas de política interior...

Aproximadamente la mitad de esta ayuda —oficial— consiste en donativos y «préstamos» que son «olvidados» rápidamente... El resto va a añadir a la deuda exterior israelí, que está en constante crecimiento, y que en la actualidad ronda cerca de los veinte mil millones de dólares, es decir, una media, sin precedente, de cinco mil dólares por cabeza.

Lo esencial de esta ayuda anual está constituido por partidas de armamento, para las que el Congreso, preocupado por limitar su carácter espectacular, y evitar las críticas de la opinión pública, previo un modo especial de financiación en su Arms Export Control Act, de 1976.

Es así cómo, para el año fiscal 1980, la venta de mil millones de dólares en armamento fue autorizada en beneficio de Israel. Pero, inmediatamente después de la entrega de este armamento, la mitad de su valor, quinientos millones, otorgados bajo forma de préstamos, era olvidada... y el resto pasaba a engrosar la deuda de Israel con el gobierno americano. Una deuda para cuyo reembolso, Israel goza de períodos de gracia de más de diez años. Además, teniendo en cuenta el agravamiento constante de la situación económica de Israel desde 1973, dicho reembolso es ficticio en la medida en que las sumas otorgadas son inmediatamente compensadas por una nueva ayuda anual acrecentada por parte de Estados Unidos...[2].

Cuando la agresión israelí contra Egipto, en 1956, la aportación armamentística americana era enorme: el sionista Michel Bar Zohar escribe: «A partir del mes de junio, cantidades ingentes de armamento comenzaron a llegar a Israel en virtud de un acuerdo ultrasecreto; estas cantidades no serán conocidas en Washington ni por el organismo anglo-americano-francés encargado de vigilar el equilibrio de fuerzas en Oriente Medio, ni por el Quay d'Orsay, opuesto a un acercamiento demasiado arriesgado con Israel que comprometiese los vínculos todavía existentes entre Francia y sus clientes árabes»[3].

La ayuda se incrementa con los contratos de subcontratas, especialmente en el caso de la aviación (por ejemplo, la Israel Aircraft Industries recibe contratos de fabricación de elementos para los F-4 y F-15).

Finalmente, la ayuda económica comporta facilidades acordadas a las exportaciones israelíes a Estados Unidos, que goza de tarifas preferenciales a los «países en vías de desarrollo», con lo cual, el 96 por 100 de estas exportaciones (mil millones de dólares) entran en Estados Unidos libres de cualquier impuesto.

En pocas palabras, una sola cifra basta para definir el carácter del Estado sionista de Israel: el total de la ayuda oficial americana que recibe, por sí solo, corresponde a más de 1.000 dólares por habitante, es decir, como propina añadida a su renta nacional, más de tres veces el producto nacional bruto, por habitante, de Egipto, y de la mayoría de los países africanos[4].

De este modo, desaparecen muchas leyendas, y en primer lugar, el más peligroso de los mitos, a saber, el del pequeño Israel débil y constantemente amenazado por los árabes, condenado a luchar para sobrevivir, al tiempo que dispone, gracias a Estados Unidos, de los medios capaces de alcanzar, en cuarenta y ocho horas, Damasco y Bagdad, Ammán y El Cairo, al igual que ha alcanzado Beirut, y que el peligro es la leyenda según la cual estaría constantemente amenazado de liquidación, mientras que es él quien constituye una permanente amenaza de agresión para todos sus vecinos; la leyenda (gracias a la cual la opinión occidental acepta todo lo de Israel, incluso los crímenes más abominables) del «milagro» permanente del pretendido «pequeño David» frente al Goliat árabe devorador, mientras que el «pequeño David» puede cargar su fronda con todas la armas y dinero de Estados Unidos. Repitámoslo: el Estado sionista de Israel pesa en Oriente Medio, en esa bisagra de Europa y Asia, del este y el Oeste, del Norte y del Sur, con todo el peso de América.

Una reciente tesis doctoral, presentada en la Universidad de París II, por Jacques Bemdélac, y publicada con el título: Los fondos exteriores de Israel[5], ofrece, sobre los diferentes aspectos de las finanzas israelíes, cifras precisas, extraídas de fuentes irrecusables.

El autor estudia particularmente las relaciones entre las aportaciones de la Diáspora y la ayuda directa del gobierno americano.

La evolución de las mismas la caracteriza así: «Si hasta fechas recientes, década de los 70, la Diáspora era el principal abastecedor de capitales a Israel, la tendencia actual indica que la ayuda gubernamental americana (2 mil millones de dólares anuales aproximadamente), rebasa con mucho las aportaciones financieras de la Diáspora (cerca de 900 millones de dólares anuales)».

Por lo que a las aportaciones de la Diáspora se refiere, según Kéren Kayessod, órgano central de la Agencia judía (Organización Sionista Mundial) mientras que se observa un declive de los donantes americanos (que, hasta 1967 aportaban el 80 por 100 de las aportaciones de la Diáspora, y, desde 1974, tan sólo el 65 por 100), las cifras récord de donación provienen del judaísmo de África del Sur que, formando una comunidad judía de 115.000 personas, ya en 1971 ofrecía 138 dólares por persona[6].

Bendélac da la siguiente explicación: dejando de lado la prosperidad de la comunidad judía de África del Sur, el gobierno de este país llegó a un acuerdo con la Federación sionista para la transferencia rápida de fondos: «Excepto durante el período entre 1961-67 (después del único voto de Israel en la ONU que no apoya el régimen del «apartheid»), Israel siempre ha mantenido buenas relaciones con África del Sur (el comercio total entre ambos países ha pasado de 3 millones de dólares en 1967, a 201 millones en 1979)» [7].

Para el conjunto de las transferencias mundiales de la Diáspora, en 1979, el 75 por 100 provenía del movimiento sionista, y el 25 por 100 de otras organizaciones[8].

Una segunda fuente financiera la constituyen los Bonos del Estado de Israel, en dólares vendidos en el extranjero, pero cuyo reembolso e intereses son pagados en moneda israelí.

Estos bonos (de los que el 99,8 por 100, se vendían en Estados Unidos, y el 80 por 100 todavía en 1978) han puesto a disposición de la economía israelí más de 5 mil millones de dólares[9] .

Entre los «donativos» y los «bonos», el Estado sionista ha recibido, de 1949 a 1982, cerca de once mil millones y medio de dólares[10].

Semejante eficacia implica lo que Bendélac llama «la colusión entre el poder y el mundo de las finanzas», en el movimiento sionista. En el caso de Francia ofrece el siguiente ejemplo para el año 1982:

«Guy de Rothschild es presidente del Fondo Social Judío Unificado y del AUJF; David es tesorero del FSJU y miembro francés del Consejo de Administración de la Agencia Judía; Alain ha sido presidente del Consejo Representativo de las Ins­tituciones Judías de Francia y del Consistorio Central Israelita; Elie es presidente del Comité ejecutivo del AUJF; Edmond es presidente de la Organización Europa de Bonos de Israel; finalmente, Alix de Rotschild era presidenta mundial de la «Aliya de los Jóvenes»[11].

Pero la dependencia es todavía mayor respecto del gobierno americano, sobre todo de los 70.

«En el momento de la guerra de los Seis Días, el déficit ex­terior era de 700 millones de dólares, y a comienzos de los años setenta, rebasaba los mil millones. La aportación financiera del judaísmo mundial no bastaba para satisfacer las necesidades de capital de la economía israelí; entonces hubo que recurrir a la ayuda del gobierno americano que, en primer lugar, ofreció créditos militares antes de extender su ayuda al sector eco­nómico, tras la guerra de Kippur. Esta aportación de capitales del gobierno americano se tradujo en un incremento espectacular del endeudamiento exterior de Israel que rebasaba los 20 mil millones de dólares en 1982. Así, el deterioro de la ayuda financiera de la Diáspora, desde comienzos de los 70, puede analizarse en relación a dos aspectos de la dependencia económica de Israel: la ayuda gubernamental americana, y el peso de la deuda exterior[12].

Desde 1948, la ayuda del gobierno americano a Israel ha alcanzado cerca de los 18 mil millones de dólares, repartidos, a partes iguales, entre préstamos y donaciones, y las dos terceras partes a fines militares[13].

La aceleración de esta deuda es vertiginosa: en general in­ferior a 100 millones de dólares en 1975, y a 2 mil millones de dólares en 1981. En enero de 1985, el Estado de Israel todavía exige 12 mil millones de dólares para un período de ocho años.

En cuanto a la deuda exterior, pasa de 6 mil millones de dólares en 1973, a 10 mil millones de 1976 y a 17 millones el primero de enero de 1981, es decir, la cifra récord de 4.350 dó­lares por habitante.

La conclusión de la obra de Jacques Bendélac, que parece benevolente en sus análisis de Israel, valen la pena ser citadas, ya que reposan sobre documentos cifrados y totalmente extraídos de fuentes israelíes:

«Las últimas evoluciones de la ayuda de las comunidades judías de la Diáspora y del gobierno americano, nos permiten poner al día el papel determinante del judaísmo americano en las relaciones entre Estados Unidos e Israel; estas relaciones efectivamente presentan, más allá de su carácter bilateral, un aspecto fundamentalmente multilateral, en el sentido de que la política respectiva de los dos países es «filtrada» y difundida a través de seis millones de judíos que viven en los Estados Unidos, y que gozan de una posición específica, tanto respecto de Estados Unidos, de donde son ciudadanos, como de Israel, hacia el cual sienten profundos vínculos históricos, religiosos y sentimentales. Los vínculos económicos y políticos de Israel con Estados Unidos se ven acentuados por su dependencia respecto del judaísmo americano, cuya influencia sobre la política exterior del gobierno de Estados Unidos es, a veces, determinante. En esta óptica, el descenso relativo al apoyo financiero de la Diáspora ha conducido a que en Estados Unidos se incremente el papel y la importancia de las organizaciones judías, que trabajan directamente para asegurar la continuidad de la exis­tencia de la ayuda gubernamental americana. Sin embargo, la reciente evolución del apoyo financiero de Estados Unidos a Israel nos lleva a pensar, hoy, que este último corresponde más a la expresión de la voluntad del gobierno americano por conservar su influencia política en la región, que al resultado de las presiones ejercidas por el lobby judío americano[14].

La política del Estado de Israel, desde su fundación, no puede comprenderse más que en el contexto internacional lejano que le ha permitido afianzarse.

La ayuda incondicional e ilimitada de Estados Unidos, permite que la lógica implacable del sistema sionista se desarrolle sin trabas:

1) Llevar a cualquier precio judíos a Palestina;

2) Expulsar a los árabes de Palestina;

3) Desempeñar el papel atribuido por Herzl al Estado judío: constituir en Oriente Medio un bastión de la civilización occidental.


 

33 El texto de la alocución del señor Sapir está en The Israel economisl de septiembre de 1967. vol. XXIII. n° 9

[1] Según las estadísticas de la ONU publicadas en Le courant internacional des capitaux a long terme et les donations publiques (1951-1959). Citadas por George Corm, en Les finances d’Israel (IPS 1986).

[2] . Stauffer Christian. Science monitor, del 20 de diciembre de 1981

[3] Michel Bar Zohar: Ben Gurión, le prophete armé. Ed. Fayard, París, 1966, cap. 27.

[4] Recordémoslo una vez más que estas cifras no incluyen los donativos de la Diáspora ni los préstamos gubernamentales americanos rápidamente «borrados». De modo que el total de la aportación representa aproximadamente el doble de esta suma. (Más de mil millones de dólares anuales de la Diáspora, y los «préstamos» americanos camuflados).

[5] Ed. Económica. Colección «Prespectives économiques et jurídiques». París, 1982.

[6] A título de comparación, Francia, con una comunidad de 535.000 per­sonas, entrega 6 dólares por habitante. Estas cifras están extraídas del «Informe del 28° Congreso sionista de Jerusalén», p. 239. Citado por Bendélac p. 15

[7] Ibidem, p. 17

[8] Bank of Israel. «Annual Report», 1979, p. 104 (Bendélac, p. 46)

[9] State of Israel Bonds. Jerusalem New York. American Jewish Yearbook, 1972. p. 273; 1978, p. 205; 1980, p.153

[10] Statistical abstráete of Israel (Anual), y, Bank of Israel. Annual Report

[11] Bendélac, op. cit., p. 76; nota 94

[12] Op. cit.. p. 79.

[13] P. 80. Fuentes: Hasta 1977: Trésor, División des échanges extérieures. De 1978 al 81: Ambassade des Etats Unis (Tel-Aviv).

[14] Op. cit.. p. 90.