PALESTINA

 TIERRA DE LOS

MENSAJES DIVINOS

 

ROGER GARAUDY

ÍNDICE

 

SEGUNDA PARTE: Historia de un mito

 

             III.   LAS RAZONES DEL ÉXITO DEL SIONISMO POLÍTICO

2.  El sionismo y el antisemitismo

 a)  Herzl y al antisemitismo como «fuerza motriz» del movimiento

En el prefacio del Estado judío (1896), Herzl define cla­ramente sobre qué fuerza va a apoyarse para realizar su pro­yecto de lucha contra «la asimilación» de los judíos por sus países respectivos, y para la emigración a Palestina.

Herzl escribe: «Este proyecto comporta la utilización de una fuerza motriz que existe en la realidad... Todo rueda sobre la fuerza motriz. Y, ¿cuál es la fuerza? La angustia de los ju­díos» [1].

El sabe muy bien que no es una nostalgia espiritual («El año próximo en Jerusalén») el motor de un «retorno». Son esencialmente las persecuciones antisemitas las que impulsaron a los judíos a emigrar, y no necesariamente, a Palestina. Toda la historia es testigo de ello. En las épocas en que tenían a Pa­lestina completamente abierta, los judíos de todo el mundo no manifestaron el más mínimo deseo de instalarse en ella: en vísperas de las Cruzadas no había obstáculo alguno a la entrada de judíos, y, sin embargo, un peregrino judío, Benjamín de To­ledo, no encuentra judíos en Palestina en 1440. La Cruzadas serán feroces, pero cuando Saladino reconquista Jerusalén, restaura las sinagogas y abre Palestina a los judíos, en el año 1187. Pero ninguno acude. Otro peregrino judío, Nahum Gerondi, en 1257, sólo encuentra a dos familias judías en Jerusalén. Jerusalén es, para los judíos más piadosos, el símbolo de su fe (al igual que para los cristianos es la «Jerusalén celeste» de las catedrales góticas), en el sentido en que Pierre Abélard escribía, en el siglo XIII:

«En verdad, Jerusalén es la ciudad

de esta paz y de esta bienaventuranza suprema,

cuya realidad no precede al deseo

y cuyo deseo ya es recompensa.

En el mejor de los casos, es un lugar de peregrinaje, como para los cristianos, a «Tierra Santa».

Incluso en los períodos de persecución, y cuando el acceso a Palestina es libre, los judíos dejan el país de sus angustias y se refugian en otros lugares: cuando, en 1492, tras expulsar a los árabes de España, los Reyes Católicos expulsan, obligan a con­vertirse o masacran tanto a judíos como a musulmanes, se produce una emigración masiva de judíos.

La inmensa mayoría emigra tanto hacia el Norte, a Francia, Holanda, Italia y hasta los Balcanes, como hacia el Sur, a Marruecos, al Magreb, a Chipre y a Egipto, pero un número insignificante se instala en Palestina, muy cerca sin embargo de los Balcanes, de Chipre y de Egipto, en donde se fijan. La misma situación se produce cuando acontecen los salvajes progroms de Bogdan Khmielnitzty, en Ucrania, en el año 1658. Aunque en 1845, época en la que 10 millones de judíos de todo el mundo hacían cada día la oración admirable de «el año próximo en Jerusalén», en Palestina sólo había 12.000 judíos.

Lo mismo sucede hasta nuestros días: cuando, en 1964, se produce la liberación de Argelia, al igual que otros franceses los judíos abandonan Argelia, fueron a Francia y no a Israel, a pesar de los esfuerzos de los israelíes, que ya habían instalado agencias para «el retorno», teniendo que volverlas a replegar por falta de clientes.

Incluso después de las ruidosas campañas de Herzl en favor de la unidad universal del «pueblo judío», cuando ya había señalado en «El Estado judío» el poder movilizador de la evocación de Palestina: «Tan sólo este nombre sería un grito de reunión poderosamente conmovedor para nuestro pueblo»[2], incluso después del clamor triunfalista que siguió a la De­claración Balfour, en los cinco años subsiguientes (entre 1917 y 1922), 28.000 judíos solamente fueron a instalarse en Palestina.

El verdadero «motor» sigue siendo el antisemitismo. La primera oleada del «retorno (alyah) se produjo entre 1871 y 1890, como consecuencia de los primeros progroms de Rusia.

La segunda oleada (de 1903 a 1914) comenzó con las masacres de Kichinev, en 1903, pero fue sobre todo con el antisemitismo nazi cuando se aceleró el movimiento (lento, por otra parte, ya que la emigración se hizo más bien hacia los países occidentales, a pesar de sus leyes restrictivas, que hacia Palestina. De Alemania acudieron sólo 30.000 inmigrantes en 1933,42.000 en 1934, 62.000 en 1935.

Cuando los judíos no son perseguidos, no sienten necesidad alguna de abandonar sus países para ir a instalarse en Palestina.

El ejemplo americano es típico: sobre 5 millones y medio de judíos americanos, solamente 10.000 (menos del 2 por mil) emigraron a Israel entre 1948 y 1965. La corriente es incluso inversa: hay infinitamente más israelíes que van a instalarse a América que judíos americanos a instalarse en Israel.

Mientras en 17 años 10 mil judíos americanos han ido a vivir a Israel, en un solo año más de 5.000 llegaron de Israel a América.

«En 1961, el Consulado israelí en Nueva York registró 3.935 peticiones de israelíes decididos a emigrar definitivamente, de los cuales 2.441 a Estados Unidos. El número real de emigrantes del continente americano es elevado, ya que, en el mismo año, Canadá anunciaba que más de 3.000 israelíes habían solicitado la nacionalidad canadiense. Al abandonar Israel, muchos sabrás no comunican oficialmente su intención de emigrar. Llegaron a Estados Unidos, unos como estudiantes, otros en misión oficial o privada, y se quedan allí, otros llegan como turistas y se casan» [3].

Un sociólogo americano, Erich Rosenthal, ha dado cifras exactas: en Washington, en la tercera generación, el número de matrimonios mixtos se ha duplicado, pasando del 17,9 por 100 al 37 por 100[4].

En el Jerusalem Post, del 2 de mayo de 1964, y luego en junio, se levantó una apasionada controversia por un artículo cuyo título resumía la situación: «Los israelíes en Estados Unidos, perdidos para Israel».

En la perspectiva de Herzl, esto era fácilmente previsible: desde el momento en que la judeidad no se define como una fe, sino como una nación, no se puede contar sobre las motivaciones religiosas (ya hemos visto que, en el pasado, no jugaron como «motor», ya que esta concepción «materialista» de Jerusalén era contraria a la vieja tradición judaica, cuya idea esencial era la obediencia a Dios: la «Torah es nuestra patria»).

Por lo tanto, lo único que podía hacer Herzl era exaltar un «nacionalismo extranacional», presentando a los judíos como extranjeros en los países en que vivían (lo cual era el mejor alimento para el antisemitismo, al igual que, recíprocamente, el antisemitismo es el mejor estimulante para provocar la emigración). Ya hemos visto, por la carta de Plehve y la uti­lización que de ella hizo Herzl, la complementariedad y com­plicidad entre sionismo y antisemitismo.

El mismo Herzl hizo de ello un misterio. El sabía perfecta­mente adonde conducían sus tres postulados:

1)  Los judíos, a través de todo el mundo y en cualquier país en que residan no constituyen una comunidad religiosa, sino un «pueblo». Con frecuencia dice, en El Estado judío, «una raza» (op. cit., pp. 20, 25, 112, etc.).

2)  En todo tiempo y en todo lugar, han sido objeto de per­secuciones.

3)  Son cuerpos extraños no asimilables por las naciones en que viven (postulado que compartía con los nacionalistas, ra­cistas y antisemitas).

En El Estado judío (p. 23), discierne perfectamente esta vinculación entre sionismo y antisemitismo: «Una seria objeción consiste en decir que, llamándonos un pueblo único, ayudo a los antisemitas, que impido la asimilación de los judíos». Esta objeción se producirá especialmente en Francia...» A lo cual replica diciendo: «Si los judíos franceses protestan contra el proyecto... mi respuesta es sencilla: el asunto no les afecta... Se trata de franceses israelitas. Es perfecto. Mientras que esto es un tema interno de los judíos» (ibídem, p. 24).

En su Diario (que no estaba destinado al público, al contrario de El Estado judío), es mucho más cínico. El 16 de noviembre de 1895, en París, resumía del modo siguiente su entrevista con el gran rabino Zadok Kahn: «El también pretende ser sionista. Pero el "patriotismo" francés tiene también sus exigencias. Sí, un hombre tiene que elegir entre Sion y Francia»[5].

En el año 1895, a un interlocutor alemán, Speidel, le precisa: «Yo comprendo el antisemitismo. Nosotros, los judíos, hemos seguido siendo, incluso si no es nuestra culpa, unos cuerpos extraños en las diferentes naciones...»[6].

«Al Kaiser le diría: Dejad marchar a nuestro pueblo. Somos extranjeros»[7] .

Y es él quien da también esta esclarecedora fórmula: «Los antisemitas serán nuestros más seguros amigos; los países anti­semitas, nuestros aliados»[8].

Y, efectivamente, eso fue lo que se produjo. El sionismo realizaba el sueño de todos los antisemitas: expulsar a los judíos, encerrándoles a todos en un ghetto mundial.

El Presidente del parlamento austriaco, el barón Johann Von Chlomeski, le advertía a Herzl: «Si la intención y objetivo de vuestra propaganda son fomentar el antisemitismo, lo po­dréis conseguir. Estoy totalmente convencido de que con seme­jante propaganda el antisemitismo aumentará, y que usted con­ducirá a los judíos hacia una carnicería».

Herzl le respondió diciendo: «En modo alguno indicaría que los sionistas trabajan de acuerdo con los antisemitas».

Los antisemitas acogían, sin embargo, con entusiasmo las tesis sionistas.

Cuando Herzl presenta su plan al Gran Duque de Bade, Herzl anota en su Diario (23 de abril de 1896): «La única reti­cencia proviene de que, al apoyar nuestra causa, teme que se le pueda acusar de antisemitismo»[9].

Por el contrario, los antisemitas acogieron su tesis con fervor: el 3 de febrero de 1896, Herzl anota la reacción de los editores en su libro: «Ambos eran, al parecer, antisemitas. Me han acogido con una sincera cordialidad. Mi libro les había gustado»[10].

El 26 de febrero de 1896 señala: «El periódico Westunga-risher Grenzbote ha publicado una editorial sobre mi libro, fir­mado por el diputado antisemita Simonyi. Me ha tratado de­masiado bien»[11].

En su odio contra quien pretendiera definir el judaismo como una religión y no como una nación, llega a ver como anormal que un rabino pudiera predicar la fe judía fuera de su país de origen. Utiliza argumentos dignos de jóvenes antise­mitas: «El héroe del patriotismo británico es el gran rabino de Londres, M. Adler, un alemán. Las lecciones sobre el patriotis­mo prusiano son impartidas por el rabino Maxbaum, de Berlín, que es húngaro. Y, recientemente, el rabino de Bruselas se adhirió a la protesta como belga: El Sr. Bloch, que, por su nombre, no es flamenco ni valón» [12].

A propósito de la Declaración Balfour, el único miembro judío del gobierno británico, Lord Montagu, dirigía, el 23 de agosto de 1917, un memorandum a sus colegas titulado: «El an­tisemitismo del gobierno actual», en el cual decía: «No insinúo que el gobierno es deliberadamente antisemita, pero quiero precisar que la política del gobierno de Su Majestad es antise­mita por sus resultados y que constituirá una plataforma de unión para los antisemitas del mundo entero...

«El sionismo me ha parecido ser, desde siempre, un credo político nefasto, inadmisible para cualquier ciudadano patriota del Reino Unido. Si un judío inglés vuelve sus ojos" hacia el Monte de los Olivos, y sueña el día en el que se sacudirá de sus sandalias el polvo del suelo británico... me parece que ha acep­tado unos objetivos incompatibles con la ciudadanía británi­ca... Siempre he creído que quienes se alineaban con este credo estaban motivados por el rechazo de las libertades opuestas a los judíos de Rusia... Pero me parece inconcebible que el sionismo reciba del Gobierno británico un reconocimiento oficial, y que el señor Balfour sea autorizado a decir que en Palestina sea reconstruido un "Hogar nacional judío". No sé lo que esto implica, pero me parece que quiere decir que los mu­sulmanes y los cristianos tiene que dejar sitio a los judíos, y que los judíos gozan de una situación privilegiada... de manera que los turcos y los demás musulmanes de Palestina serán conside­rados como extranjeros.

«Yo afirmo que no hay una nación judía... No es más cierto decir que un judío inglés y un judío marroquí son de la misma nación que afirmar que un cristiano inglés y un cristiano francés son de la misma nación, de la misma raza...

«Lo que pretendo es que la vida que han llevado los judíos ingleses, que los objetivos que han perseguido, que el papel que han desempeñado en nuestra vida pública o en nuestras institu­ciones les han dado derecho a ser considerados no como judíos ingleses, sino como ingleses de religión israelita. Yo condeno tajantemente el sionismo, y estoy tentado de pedir que sea pros­crito como organización ilegal, contraria al interés nacional...

«Niego que, hoy, haya un vínculo entre los judíos y Palestina.

Es completamente cierto que Palestina juega un gran papel en la historia judía, pero lo mismo sucede respecto a la historia musulmana. Y, después de la época judía, juega un papel mucho más importante en la historia cristiana que cualquier otro país. El templo estuvo en Palestina, pero también allí tuvo lugar el sermón de la Montaña y la crucifixión... Quiero decirle a lord Rothchild que el gobierno debería hacer todo lo que esté en sus manos para garantizar a los judíos toda la liber­tad de instalarse en Palestina y vivir allí en un mismo plano de igualdad que los habitantes de este país que profesan otras creencias religiosas. Pido al gobierno que no vaya más allá»[13] .

Pero, desde que comenzó el movimiento sionista político, Herzl estaba decidido a ir mucho más lejos al apoyarse en el antisemitismo.

El primer obstáculo a vencer, para Théodore Herzl, era la oposición de la inmensa mayoría de los judíos a su proyecto. Su primer objetivo, por tanto, fue el de conquistar a las comuni­dades. «Yo dirijo los asuntos de los judíos aunque no esté mandatado. Sin embargo, soy responsable ante ellos de lo que hago»[14] .

La organización que crea es necesariamente muy jerarqui­zada, porque se trata de hacer aceptar unos objetivos y una táctica a una masa judía que los rechaza. Se trata de organizar militarmente a la juventud: «Tengo que entrenar a los jóvenes para que sean soldados. Crear exclusivamente un ejército profesional..., educarlo con canciones patrióticas, la tradición de los macabeos, etc..»[15] .

A millares de judíos que en su inmensa mayoría luchaban para hacer desaparecer los vestigios de discriminación: por la asimilación a sus países respectivos, en el respeto a su fe reli­giosa, a su cultura y a su modo de vida, Herzl quería imponer una orientación completamente diferente: considerarse como extranjeros en las naciones de las que eran ciudadanos, y con­gregarse en un ghetto mundial.

Para llevar a cabo esta primera fase de su misión, la conquista de las comunidades, Herzl concibió una organización elitista, con varios escalones, a los que iría revelando el pro­yecto por etapas[16].

En la cúspide de la jerarquía, colocó al «Consejo de fami­lia», el cual tendría que conocer, desde los comienzos, la totalidad de su plan. En el segundo escalón, situó a las élites de los diferentes centros judíos del mundo, quienes, bajo secreto, tendrían derecho a una breve explicación de las grandes líneas del sistema. Estos grupos se encargarían, entonces, de selec­cionar un tercer escalón, al cual le sería revelado el plan de emi­gración organizada, sin mencionar, por ello, la creación de un Estado. En cuanto a las masas judías, estaban destinadas a ser manipuladas por esta jerarquía elitista, y, una vez llegadas al territorio del futuro Estado, serían organizadas en batallones de trabajo de inspiración militar nacionalista[17].

Toda la juventud tendrá que estar organizada según un modelo militar, en batallones de trabajo y en unidades arma­das para vencer la resistencia de los autóctonos cuya tierra habría sido sistemáticamente ocupada. Agentes especiales se «encargarían de misiones peligrosas recabadas por el Estado, ya se tratara de vacunar contra el cólera, o para combatir un enemigo nacional. De este modo, los riesgos de una lucha se­mejante se reducirían a la mínima expresión, y obtendríamos enorme provecho»[18].

Herzl murió en julio de 1904. En octubre del mismo año, el Jewish Quarierly Review publicó los resultados de un profundo examen, realizado por el científico inglés Lucien Wolf, sobre el antisemitismo y el sionismo: sus causas, relación y significado para las comunidades judías emancipadas en Europa Oc­cidental, y para las todavía no emancipadas de la Europa del Este (Rumania, Rusia).

En cuanto al antisemitismo en los países de la emancipa­ción, Wolf constata lo siguiente:

«Medidos ya por su representación parlamentaria, los signos de declive del antisemitismo organizado están muy marcados, y ello a pesar de que el problema de la asimilación todavía presenta dificultades».

Pero, la propaganda sionista, según Wolf, «todavía dará un cierto respiro a la agitación antisemita, la cual, de otra manera, seguiría un declive». Wolf concluye diciendo: «Para resumir: el peligro característico del sionismo es que es el aliado natural y permanente del antisemitismo, así como su más poderosa justificación».

Estas previsiones no tardaron en verse confirmadas, ya que el libro de Herzl: El Estado judío, de 1896, y el Congreso de Basilea, de 1897, fueron la ocasión aprovechada por los antise­mitas para desencadenar una campaña sin precedentes.

La policía rusa se preocupó de modo especial por el Con­greso de Basilea, ya que una tercera parte de los asistentes procedían del Imperio de los zares. El director de la policía, que había infiltrado a sus agentes en el Congreso, A. Lopoukhine, hizo un voluminoso informe para su gobierno.

La tesis central de Herzl era: somos un pueblo, y la diplo­macia que ejercía en toda Europa, haciendo a cada gobierno las promesas que pudieran seducirle para organizar, a escala inter­nacional, la invasión de Palestina, la firme decisión del Con­greso de crear en todos los países una red de propaganda y de organización con vistas a desarrollar un nacionalismo judío, unificarlo a escala mundial, todo ello proporcionaba a los an­tisemitas los argumentos necesarios para proclamar que se estaba organizando una «conspiración» internacional.

Tan sólo quedaba por darle al asunto una confabulación dramática, para crear en la opinión una psicosis antijudía.

Eso es lo que se realizó, nada más concluir el Congreso de Basilea, mediante la elaboración de un documento falsificador que, en los primeros momentos, no tuvo un amplio eco: en primer lugar, circuló en una versión editada en ciclostil, en el año 1897, en Rusia y bajo el título: Los protocolos antiguos y modernos de las reuniones de los sabios de Sion; Posteriormente se imprimió, por vez primera, en 1903 en San Petesburgo, editados en los números del 28 de agosto y 7 de septiembre del mismo año, de la revista Znamia (La Bandera), dirigida por el antisemita P. C. Krouchevane, uno-de los principales instigado­res del programa de Kichiniev, de abril de 1903, bajo el título: «Programa de la conquista del mundo por los judíos».

Es muy importante subrayar que se trata de un documento cuya falsedad y secretos de fabricación han sido demostrados desde hace más de sesenta años. La utilización de este texto por los sionistas actuales les ofrece un «argumento» clave para rechazar cualquier análisis de su política de agresión bajo el pretexto de que se trata todavía de una fabricación similar a los falsos Protocolos de los Sabios de Sion.

Por ello, en el informe en el que ofreceremos las pruebas materiales irrecusables de esta política expansionista, tenemos que suprimir la hipoteca de este documento prefabricado, porque aludir a él significa hacerles el juego a los sionistas.

El inspirador de la fabricación de esta falsedad no podía ser más que el Ministro del Interior, Von Plehve. La carta que este sangriento antisemita dirigía a Théodore Herzl el 12 de agosto de 1903 precisaba dos puntos esenciales: desembarazarse de los judíos enviándoles a un ghetto mundial, en Palestina o en otro lugar; seguidamente, Plehve señalaba que los discípulos de Herzl, en Rusia, tenían otra orientación: crear, en Rusia, un nacionalismo judío. El mismo Herzl, en su Diario confirma la «rebelión» de los dirigentes sionistas judíos contra él cuando propuso Uganda (véase p. 282).

Plehve no toleró semejante propuesta y decretó la prohibi­ción de este movimiento.

Por tanto, era necesario que la policía de Plehve justificase esta nueva represión acaecida después de los progroms (que habían precedido y seguido a los de Kichinev), demostrando que se trataba de luchar contra una «conspiración mundial», tanto para luchar contra los liberales rusos que rechazaban este antisemitismo, como para legitimar estas medidas de excepción respecto a la opinión internacional.

El segundo objetivo de la fabricación de esta falsedad era una operación de política interior: desacreditar al rival de Plehve, el conde de Witte, Ministro de Finanzas, a quien Plehve y la extrema derecha acusaban de hacer una política de­magógica tendente a ganarse popularidad para acaparar el poder. El objetivo consistía en insinuar que era el instrumento de los judíos, a quien los grandes banqueros le concedían prés­tamos e inspiraban su política.

El análisis del texto revela que se fabricó a partir de dos fuentes principales:

1.a  Un panfleto escrito en Francia, en 1864, contra Napoleón y que describía inteligentemente los mecanismos de todo tipo de dominación.

2.a Dos ensayos dirigidos contra Witte por un emigrante ruso: Uya Tsion (que, en Francia, se hacía llamar Elie de Cyon): «El señor de Witte y las finanzas rusas» (París, 1895), y, sobre todo: «¿A dónde conduce a Rusia la dictadura del señor Witte?» (París, 1895).

 *   *   *

1) Los falsificadores fueron, en primer lugar, unos plagia­rios. El armazón de su documento fue extraído de un panfleto del escritor francés Maurice Joly, el cual, en 1864, había lanzado un ataque contra Napoleón. La obra, editada clandes­tinamente en Bruselas, se titulaba: Diálogo en los Infiernos entre Montesquieu y Maquiavelo[19] (124). En la boca de Maquiavelo el autor ponía la tesis más cínica del déspota, los métodos y prin­cipios más odiosos de su política, mientras que Montesquieu representaba las opiniones de los liberales opuestos al Imperio.

De este modo, gracias a los propósitos prestados a Maquiavelo, Maurice Joly describe los principales rasgos de toda dictadura y de toda empresa de dominación. Al igual que Kafka, con genio, en El Proceso describirá el diseño de todo sistema totalitario, y que, después de los regímenes de Hitler y de Stalin, tendrá un valor profético.

En 1939, el escritor francés Henri Rollin[20] demostrará de manera irrebatible el plagio: cada uno de los 24 protocolos reproducía, en el mismo orden, y en la misma formulación, las ideas maestras de los 24 diálogos.

El mecanismo común a todas las empresas de dominación era descrito así: desacreditar a la religión y respetar los valores morales de la juventud, controlar todos los centros financieros, los cuerpos políticos, los medios de comunicación, las editoria­les, destrucción de las antiguas aristocracias terratenientes para concentrar todo el poder económico en las manos de los industriales y de la banca. En una palabra, poder desencadenar, en el momento adecuado, una crisis o un cataclismo del que surgiría un destino de nuevo cuño.

Para Maurice Joly se trataba de denunciar el cesaropapismo plebiscitario de Napoleón III.

Los falsificadores de los «Protocolos» utilizaron este esquema para demostrar lo que sería un dominio mundial de los judíos. El plagio era tan grosero que, por ejemplo, deseando demostrar cómo se podía desencadenar una crisis económica, en los «Protocolos» 20 y 21 se reproducían las mismas cifras utilizadas por Joly para el caso de Francia (Diá­logos 20 y 21).

Sin hacer el exhaustivo análisis que hizo Henri Rollin, extraigamos algunos de los más llamativos paralelismos:

Cuarto diálogo[21]:

«Habréis atacado a todas las fuerzas contrarias, suscitado to­das las empresas, entregado ar­mas a todos los partidos. Habréis expuesto el poder al asalto de to­das las ambiciones, y convertido al Estado en un escenario en el que se desencadenarán las rivali­dades.»

 

Protocolo III

«Hemos enfrentado una a otra todas las fuerzas...

Hemos impulsado, con este objetivo, cualquier empresa, he­mos armado a todos los partidos, hemos hecho del poder el blanco de todas las ambiciones. Hemos transformado en plazas de toros a los Estados en donde existen desórdenes.»

Séptimo diálogo

«Crearé inmensos monopolios financieros, reservas de fortuna pública, de los que dependerá completamente la suerte de todas las fortunas privadas que desapa­recerían con el crédito del Estado inmediatamente después dé cual­quier catástrofe política.»

 «La aristocracia, como fuerza política, ha desaparecido; pero la burguesía terrateniente es todavía un peligroso factor de resistencia para los gobiernos, porque de por sí es independiente; puede ser ne­cesario empobrecerla, o incluso arruinarla completamente. Para ello basta con gravar los impues­tos sobre los bienes raíces, mante­ner la agricultura en estado de in­ferioridad relativa, favorecer a ul­tranza el comercio y la industria, pero principalmente la especula­ción, ya que una exagerada pros­peridad puede convertirse en un peligro, al generar un considera­ble número de fortunas indepen­dientes...»[22]

 

Protocolo VI

«Muy pronto instituiremos enormes monopolios, reservas de riquezas colosales, cuyas fortu­nas, incluso grandes, de los cris­tianos, dependerán de ellas; que serán absorbidas, al igual que el crédito de los Estados, al día si­guiente de una catástrofe política...»

 «La aristocracia cristiana, como fuerza política, ha desapa­recido, ya no tenemos que contar con ella; pero, como propietaria de bienes territoriales, puede per­judicarnos en la medida en que sus recursos son independientes. Por tanto, tenemos que despo­seerla de sus tierras. Para ello, el mejor medio es aumentar los im­puestos sobre la propiedad de los bienes raíces... Estas medidas mantendrán a la propiedad de es­tos bienes en un estado de absolu­ta sumisión. Al mismo tiempo, hay que proteger al comercio y a la industria, y sobre todo, la espe­culación: sin especulación, la in­dustria multiplicaría los capitales privados...»

 

Decimoprimer diálogo

«Maquiavelo: No sólo pretendo refrenar al periodismo.

Montesquieu: Es la misma im­prenta.

Maquiavelo: ... Usted puede comprender perfectamente que de nada serviría escapar de los ataques de la prensa, si tuviése­mos que permanecer expuestos a los de los libros.

Yo decreto que, en el futuro, sólo podrá fundarse un periódico con la autorización guberna­mental...

Yo atacaré a todos los periódi­cos actuales o futuros por medio de medidas fiscales que obstaculi­zarán, como conviene, a las em­presas de publicidad; someteré las hojas públicas a lo que usted deza»[23].

nomina hoy el timbre y la fian­za»[24][25].

«Si hay escritores no demasia­do atrevidos para escribir obras contra el Gobierno, no podrán encontrar ningún editor... Antes de proceder a editar libros nuevos, los impresores, los editores, ven­drán a informarse, y, así, el Go­bierno estará perfectamente in­formado de las publicaciones que se preparan contra él»130.

 

Protocolo XII

«Acallaremos a la prensa y la pondremos fuertes trabas.

De igual modo procedemos res-respecto a otras obras impresas, porque, ¿de qué nos serviría de­sembarazarnos de la prensa si te­nemos que ser víctimas de libritos y de libros?

Transformaremos la publici­dad, que hoy nos cuesta cara, por­que es ella la que nos permite cen­surar a los periódicos, y convertir­la en objeto de renta para nuestro Estado. Crearemos un impuesto especial para la prensa. Exigire­mos una fianza cuando se funden periódicos o imprentas. De este modo, nuestro gobierno estará a salvo de todo ataque proveniente de la prensa.»

«Si hay personas deseosas de escribir contra nosotros, no habrá personas que impriman. Antes de aceptar una obra, el editor o im­presor tendrá que acudir a las autoridades para obtener la co­rrespondiente autorización. Así conoceremos de antemano las trampas que nos tienden.»

Decimosegundo diálogo

«Como el dios Wishnou, mi prensa tendrá cien brazos, los cuales darán la mano a todos los matices de cualquier opinión que se manifieste a lo largo y ancho del país.

Se será de mi partido sin saber­lo. Aquellos que crean hablan su lengua, hablarán la mía; quienes crean agitar a su partido, agitarán al mío; quienes piensen avanzar bajo su bandera, avanzarán bajo, la mía»129 .

 

Protocolo XII

«Ellos tendrán, como el dios hindú Wishnou, cien manos... que guiarán a la opinión por la di­rección que convenga a nuestro objetivo... Los imbéciles que crean repetir la opinión del perió­dico de su partido, repetirán la nuestra o aquella que nos agrade. Se imaginarán que siguen el órga­no de su partido, y, en realidad, seguirán la bandera que arbolee­mos por ellos.»

 

Decimoséptimo diálogo:

«Montesquieu: Ahora comprendo la apología del dios Wishnou; tenéis cien brazos, como el ídolo indio, y cada uno de vuestros dedos toca un resorte. De la mis ma manera que tocáis todo, ¿podréis ver todo?»130     

 

Protocolo XVII

Nuestro régimen será la apologia del reino de Vishnou, que es su símbolo, nuestras cien manos- tendrán cada una un resorte de la máquina social.»).

 No sólo se trata de una copia literal constante, cuyos ejem­plos podríamos multiplicar [como lo hicieron Henri Rollin, o, más recientemente Norman Cohn [26]], sino que esa copia es todavía más llamativa en la expresión, porque nosotros sólo poseemos la retroducción del ruso del texto francés de los «Protocolos». El orden mismo de los «Protocolos» es el de los «Diálogos» (los desfases provienen del hecho de que los dos primeros diálogos se encuentran reunidos en el primer pro­tocolo).

2) No es necesario que hagamos aquí la misma demostra­ción respecto a la segunda fuente, ya que se trata de un proble­ma de política interior rusa (la rivalidad entre Plehve y Witte), y, por tanto, no entra en nuestro propósito, salvo para confir­mar el proceso de la fabricación de los documentos.

Los inspiradores de la fabricación de los Protocolos perte­necían manifiestamente a los grupos adversos al conde Witte, a quien acusaron de minar la aristocracia zarista y de preparar su propia dictadura apoyándose en los bancos judíos de todo el mundo.

Esta última fuente de lo falso viene confirmada por el hecho de que las interpolaciones al texto de Maurice Joly introdu­jeron todas las quejas de esta facción contra el ministro de Finanzas, el conde Witte: su introducción del patrón-oro, que, según ellos, ponía a las finanzas rusas a merced de los bancos judíos internacionales, su decisión de instituir el monopolio del Estado sobre las bebidas alcohólicas, lo cual, para ellos, pro­baba su voluntad de envilecer al pueblo por el alcoholismo. De Cyon, uno de los más feroces enemigos de Witte, escribió: «que él transforma por vía legislativa el Imperio ruso siguiendo los principios de Marx»[27]. El segundo «Protocolo» define el éxito ideológico de la destrucción moral de los pueblos: «Ob­servar los éxitos que hemos sabido dar al darwinismo, al mar­xismo, al nietzscheísmo».

En resumen, se trataba de mostrar que el conde de Witte era un instrumento de los «Sabios de Sion», y que aplicaba su política al pie de la letra. La única solución consistía en restau­rar un régimen autocrítico absoluto.

En el momento de realizar las primeras publicaciones, in­cluso dando versiones rocambolescas del origen del documento, los difusores (por ejemplo, en las ediciones de 1905, 1911, 1912 realizadas por Nilus) señalaban que no había que confun­dir a los «Sabios de Sion» con «los representantes del movi­miento sionista». Aun diciendo que los «Protocolos» habían sido elaborados en el Congreso de Basilea de 1897, los atri­buían a la Alianza Israelita Universal, cuya sede estaba en París.

Atribuírselo en estos momentos a la Alianza Israelita Uni­versal resulta inverosímil, por cuanto ejercía una política opuesta a la del sionismo: no preconizaba en absoluto el nacio­nalismo y el «retorno», sino la asimilación.

Quienes querían explotar eficazmente lo falso tenían que buscar una fuente más plausible. El mismo Nilus, en su edición de los Protocolos, de 1917, atribuía otro origen al «documen­to»: «Hoy es cuando puedo saber —escribía— de modo cierto que estos Protocolos no son más que el plan estratégico de la conquista del Universo..., sometido al Consejo de Ancianos por el Príncipe del Exilio, Théodor Herzl». Y añadía este comentario: «Los Protocolos han sido sacados secretamente del registro completo de los procesos-verbales del primer con­greso sionista de Basilea, celebrado en agosto de 1897»[28].

«Los Protocolos» habían sido traducidos en todo el mundo por antisemitas, pero con una difusión mínima hasta el año 1923. Tanto más cuanto que el periódico inglés Times, que en un primer momento había creído en estas «revelaciones», pu­blicó en 1921 los artículos de su corresponsal en Constantinopla, el cual, por casualidad, había descubierto el libro de Maurice Joly y, comparándolo con los «Protocolos», daba la prueba del montaje. El Times de los días 16, 17 y 18 de agosto de 1921, reconocía con toda lealtad que había sido víctima de una mitificación.

La utilización masiva de esta falsedad comenzó, en realidad, después de la Primera Guerra Mundial, principalmente en la década de los años veinte.

Por razones evidentes: primero, se trataba de demostrar que la Revolución rusa era obra de judíos, y de su conspiración subversiva.

En América, por ejemplo, el rey del automóvil, Henry Ford, fue el difusor más encarnizado de los «Protocolos», dados los gigantescos medios de que disponía. A través de la prensa y en un libro titulado The InternaüonalJew. The World's foremost problem, dio a conocer la ¡dea de que la Revolución bolchevique era «una revancha colosal de los judíos».

En 1927 reconoció que cometió un error al creer «ciegamen­te a unos informadores que habían abusado de su confianza».

Pero su obra fue ampliamente explotada. Primero, por los emigrantes rusos, los antiguos compañeros de Koltchak en par­ticular, que revelaron que los «Protocolos» eran un libro de cabecera de la Emperatriz de Ekaterinenbourg, y que, tras su fracaso en Rusia, esperaban poder utilizar los «Protocolos» en favor de la creación de una cruzada contra los bolcheviques, que, según ellos y según Ford, era la irrefutable prueba de su papel subversivo.

En Alemania, la idea de cruzada antibolchevique servía de pretexto para conseguir de los aliados la autorización para aumentar sus efectivos militares. Los «Protocolos» fueron entonces utilizados al máximo sin que el tema de su autenticidad desempeñara papel alguno. El mismo Hitler es­cribió en Mein Kampf, a este respecto lo siguiente: «Es comple­tamente indiferente de qué cabezas judías han podido salir estas revelaciones; lo esencial es que muestran con terrible exactitud la naturaleza y la actividad del pueblo judío, sus métodos y su objetivo final. La mejor crítica a los "Protocolos" es la realidad» [29].

Sin embargo, en 1923, el movimiento sionista aportará agua al molino de Hitler, al publicar el Diario de Herzl en alemán.

Todos los párrafos del Diario referentes a «la organización militar» de la juventud, a la estructura internacional jerarqui­zada del movimiento, al edificio financiero proyectado por Herzl, con la confesada dualidad en la realización del proyecto, Fondo Nacional Judío y sus ramificaciones internacionales, los contactos diplomáticos narrados complacientemente por Herzl, con la confesada dualidad en la realización del proyecto, todo lo cual permitió dar aires de autenticidad a la novela policíaca de los falsos «Protocolos».

Para valorar la importancia de la contribución realizada por el sionismo al desarrollo del antisemitismo, el destino de este libro de política-ficción que son los Protocolos de los Sabios de Sion, es revelador de los siguiente:

—El libro fue fabricado en 1897, es decir, dos años des* pues de El Estado judío, de Herzl, y después del Congre­so de Basilea.

—El libro comienza a tener una difusión mundial masiva después de la Declaración Balfour, de 1917.

—El apogeo de su explotación por el antisemitismo hitleria­no se produce después de 1923, es decir, después de la publicación, en alemán, del diario de Herzl: Théodor Herzl Tagebücher (tres volúmenes in-octavo) por los «Jüdischer Verlag in Berlín» (1922-1923).

Era necesario hacer esta denuncia, porque la novela policíaca de ciencia ficción desmontando los mecanismos de todo sistema de cominación, ya se tratara de Napoleón III, Hit­ler, Stalin, dictaduras sudamericanas o de dirigentes sionistas, ya que siendo una grosera falsedad invocarlos como un docu­mento real es proporcionar a los sionistas un argumento de peso para asimilar cualquier crítica a su política de Oriente Próximo y a sus grupos de presión por todo el mundo a esta tarea de falsedad.

La denuncia de las atrocidades del sionismo político no necesita recurrir a ninguna mentira. Por tanto, lo importante era recusar las supercherías de los «Protocolos» sustituyéndo­las por documentos reales, cuyas fuentes sean accesibles a todos, con sus referencias precisas, lo cual permite constatar­las, o incluso reproducirlas íntegramente.


 

[1] Théorodore Herzl, El Estado judío, op. cit.. p. 11

[2] Op. cil

[3] Georges Friedman. Fin du Peuple juif, Gallimard, 1965. p. 275

[4] Erich Rosenthal. American Jewish Yearbook. 1963

[5] Herzl, The Diaries, op. cit., p. 73

[6] Ibídem. p. 9

[7] Ibídem. p. 19

[8] Complete Diaries (Patay), op. cit., vol. I, p. 84

[9] Diaries. Lowenthal, p. 108

[10] Ibídem. p. 91

[11] Ibídem, p. 101

[12] Alocución de Théodore Herzl en el Congreso de Basilea de 1897. En Zionist Schriften. Berlín, 1920, p. 154

[13] Edwin Montagu. Cabinet. n° 2A/24, 13 de agosto de 1917

[14] Complete Diaries..., Patay, op. cit., vol. I, p. 48. En los Diaries de Marwin Lowenthal, op. cit., p. 37, 7 de junio de 1895

[15] Diaries, Lowenthal, op. cit., p. 36. Añade: «Los húngaros serán húsares de Judea: serán espléndidos maestros de caballerías», ibídem, p. 43

[16] Complete Diaries of Théodore Herzl, op. cit., tomo I, p. 42

[17] Ibídem. tomo I, p. 38

[18] Ibídem. tomo I, p. 58. Añade, tomo I, p. 38: «En el transcurso de los veinte años que precedieron al descubrimiento del proyecto, tengo que entrenar a nuestros jóvenes para convertirlos en soldados».

[19] La primera edición de esta obra está en la Biblioteca Nacional de París, bajo la anotación Lb.-56, 1469. Fue reeditada en 1968 por Ediciones Calman-Lévy de París

[20] Henri Rollin, L'Apocalypse de notre temps (Ed. Gallimard, 1938). Cuando los nazis ocuparon París, en 1940, exigieron la destrucción de la obra para que no quedase traza alguna de un libro que destruía uno de los instru­mentos favoritos de la propaganda antijudía de Hitler

[21] Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu, ediciones Calmann-Lévy, París, 1968, p. 33

[22] Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu, Maurice Joly., página 59. Todas nuestras referencias están tomadas de la edición Calmann-Lévy, de 1968, a su vez la de más fácil acceso

[23] Ibídem. pp. 59-60

[24] Ibídem. p. 114

[25] Ibídem. p. 166

130 Ibídem. p. 166

129 Ibídem. p. 114

130 Ibídem. p. 166

[26] Norman Cohn, Warrant for genocide. A Pelican Book, 1970, pá­ginas 306-310

[27] E. de Cyon, Oú la dictature de M. Witte conduit la Russie, p. 99. De Cyon, por otra parte, era un habitual del plagio y de lo falso: él mismo confesaba que su panfleto contra Witte lo había extraído del libro de Gomel: Causes de la révolution francaise. De Cyon cambió el nombre de Calonne por el de Witte.

[28] La afirmación es tanto más absurda por cuanto el informe detallado de este Congreso, realizado por los agentes de la policía rusa que se habían infiltrado en el mismo (p. 349), no hacen la más mínima mención a este documento

[29] Adolf Hitler, Mein Kampf, Ed. Munich, 1923, p. 337