Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

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CONCLUSIÓN

        C - Los falsarios y la historia crítica

Finalmente, he tratado de aportar, hasta la más mínima información, la fuente y la prueba de mis afirmaciones para separarme radicalmente de todos los falsarios destinados a arrojar descrédito sobre una religión o una comunidad, y de concitar contra ella el odio y la persecución.

El modelo de este género de infamia son Los Protocolos de los Sabios de Sión, de los que, en mi libro: Palestine, terre des messages divins, he demostrado ampliamente (400) los métodos policiales de fabricación basándome para ello en la irrefutable demostración que hizo Henri Rollin, en 1939, en L `Apocalypse de notre temps (401) que Hitler mandó destruir en 1940 porque aniquilaba uno de los instrumentos favoritos de la propaganda antijudía de los nazis (402).

Henri Rollin desenterró los dos plagios a partir de los cuales fueron fabricados los libelos por la policía del Ministro ruso del Interior, Von Plehve, a comienzos del siglo.

1·- Un panfleto escrito en Francia, en 1864, por Maurice Joly contra Napoleón III: Dialogue aux enfers entre Montesquieu et Machiavel, del que reproduce, párrafo por párrafo, todas las críticas dirigidas contra la dictadura del Emperador y que pueden ser aplicadas a cualquier política de dominación.

2·- Un ensayo dirigido, por un emigrado ruso, Ilya Tsion, contra el Ministro de Hacienda ruso, el conde de Witte, titulado: Où la dictadure de M. Witte conduit la Russie (1985) que, a su vez, era un plagio de los libelos dirigidos anteriormente, en 1789, contra el Sr. de Calonne, y que puede aplicarse a todas las vinculaciones de los Ministros de Hacienda con las Bancas Internacionales. En este caso concreto, era un ajuste de cuentas de Von Plehve contra Witte, a quien odiaba.

Daba así pie, a los sionistas y a los israelíes, para denunciar cualquier crítica de su política en el Oriente Próximo y de sus grupos de presión en el mundo, por asimilarles a este trabajo de falsificadores.

Es por lo que, con riesgo de sobrecargar y fatigar a un lector con demasiadas prisas para llegar a las conclusiones sin pasar por el trabajo, a menudo fastidioso de las pruebas, no hemos avanzado ninguna tesis sin dar sus fuentes.

* * *

Resumamos lo que la historia crítica puede decir, sin sacralizarla con unos mitos puestos al servicio de una política.

A partir de su ideología racista, Hitler, desde sus primeras manifestaciones políticas, tomó a los judíos como blanco así como a los comunistas. Sus primeros pretextos, en la lucha contra los judíos, eran por otra parte contradictorios: de una parte pretendía que la Revolución comunista de Octubre era la obra de los judíos que amenazaba a Europa con instaurar en ella el comunismo, con la complicidad judía, y desarrollaba el tema del judeo-bolchevismo, como la encarnación del comunismo mundial y, al mismo tiempo, denunciaba a los judíos como la encarnación del capitalismo mundial.

El programa del Partido Nacionalsocialista proclamaba ya: un judío no puede ser un compatriota (403).

Excluyendo con ello de la Nación alemana a algunos de sus hijos más gloriosos en todos los campos de la cultura, de la música a la ciencia, con el pretexto de que eran de religión judía, y confundiendo adrede la religión y la raza.

A partir de esta monstruosa exclusión, que reniega del poeta Heine, y expulsaba al gigante Einstein, definía, desde 1919, en una carta del 16 de septiembre a su amigo Gemlich, lo que el llamaba ya su fin último (letzter Ziel) el alejamiento de los judíos. Este fin último permanecerá con él hasta su muerte, como la lucha contra el bolchevismo, en la que se estrellará.

Este alejamiento de los judíos, una de las constantes de su política, adoptará diversas formas según las vicisitudes de su carrera.

Desde su llegada al poder, el Ministro de Economía firmó con la Agencia Judía (sionista) el Acuerdo del 28 de agosto de 1933. Acuerdo que favorecía el traslado (Haavara en hebreo) de los judíos alemanes a Palestina (404).

Dos años más tarde, las Leyes de Nuremberg del 15 de septiembre de 1935, dieron valor legislativo a los artículos 4 y 5 del Programa del Partido, formulado en Munich el 24 de febrero de 1920, sobre la ciudadanía del Reich y la defensa de la sangre (igual que los Reyes Católicos de España lo habían hecho en el siglo XVI, bajo el pretexto de la limpieza de sangre contra los judíos y los moros), inspirándose el uno y los otros en el ejemplo de Esdrás y de Noemí en la Biblia. Estas Leyes permitían excluir a los judíos de los puestos administrativos del Estado y de los puestos rectores de la sociedad civil. Estas Leyes prohibían los matrimonios mixtos y otorgaban a los judíos el estatuto de extranjeros.

La discriminación iba pronto a llegar a ser más salvaje en 1938, con la Noche de los cristales rotos, a raíz de un pretexto.

El 7 de noviembre de 1938, el Consejero de la Embajada alemana en París Von Rath, era asesinado por un joven judío llamado Grynspan.

El suceso, orquestado por la prensa nazi, desencadenó, en la noche del 9 al 10 de noviembre, una verdadera caza al judío, el pillaje y el saqueo de sus comercios, la rotura de sus escaparates (de donde le viene el nombre de la noche de cristal)

El balance fue siniestro:

Pillaje y destrucción de 815 tiendas, 171 casas y 276 sinagogas, más otros 14 monumentos de la comunidad judía, detención de 20.000 judíos, 7 arios, 3 extranjeros, con 36 muertos y 36 heridos (405).

No se trataba de una reacción pasional del pueblo alemán, sino de un progrom organizado por el Partido nazi. Como testimonio el informe del Juez Supremo del Partido Nacionalsocialista, Walkter Buch, encargado de la investigación (406) que debía juzgar a los 174 miembros del Partido arrestados desde el 11 de noviembre por orden de Heydrich por haber organizado este progrom y haber participado en él.

Pero, entre los 174, no figuraban más que cuadros subalternos del Partido.

El Gobierno (con la excepción de Goebbels que aprobaba el crimen) y el propio Führer lo desaprobaron. Pero esto no excluye la hipótesis de directrices venidas desde lo alto. Tanto más cuanto que Goering promulgó pronto tres Decretos agravando la discriminación.

- el primero afectaría a los judíos alemanes a los que se imponía una sanción colectiva de un billón de marcos (407).

- el segundo excluía a los judíos de la vida económica alemana (408).

- el último decidía que las compañías de seguros pagarían al Estado, no al interesado judío, el reembolso de los daños causados a aquel durante la Noche de Cristal (409).

La comparación de los pretextos y los métodos para acabar con los judíos en Alemania y con los árabes en Palestina es elocuente: en 1982 un atentado se cometía en Londres contra un diplomático israelí. Los dirigentes israelíes lo atribuyeron inmediatamente a la O.L.P. e invadieron el Líbano para destruir las bases de la O.L.P., causando 20.000 muertos. Beghin y Ariel Sharon, como en otros tiempos Goebbels, tuvieron su Noche de Cristal con un número muy superior de víctimas inocentes.

La diferencia está en el pretexto del desencadenante de la invasión del Líbano proyectada por los dirigentes israelíes desde hacía mucho tiempo. El 21 de mayo de 1948 Ben Gurión escribe en su Diario:

El talón de Aquiles de la coalición en su Diario árabe, es el Líbano. La supremacía musulmana en este país es artificial y puede fácilmente ser invertida; un Estado cristiano debe ser instaurado en este país. Su frontera sur sería el río Litani (410).

El 16 de junio, el General Moshé Dayan precisó el método:

Todo lo que nos falta por encontrar, es un oficial, aunque fuera un simple capitán. Sería preciso ganarle para nuestra causa, comprarle, para que aceptase declararse como el salvador de la población maronita. Entonces, el Ejército israelí entraría en el Líbano, ocuparía los territorios donde aquel establecería un régimen cristiano aliado de Israel, y todo marcharía sobre ruedas. El territorio del sur del Líbano sería totalmente anexionado a Israel (411).

Lo que hace aún más odioso el crimen del Líbano, desde su principio mismo (dejando aparte las matanzas perpetradas ante los ojos de Sharon, y preparadas gracias a él) es el pretexto mismo que no pudo ser imputado a la O.L.P.

La Sra. Thatcher aportó ante la Cámara de los Comunes la prueba de que este crimen fue obra de un enemigo declarado de la O.L.P. Poco después de la detención de los criminales y en vista de la investigación policial, declaró: Sobre la lista de personalidades a abatir, encontrada a los autores del atentado, figuraba el nombre del responsable de la O.L.P. en Londres Esto prueba que los asesinos no tenían, como lo ha pretendido Israel, el apoyo de la O.L.P No creo que el ataque israelí sobre el Líbano sea una acción de represalia derivada de este atentado: los israelíes han encontrado en él un pretexto para reabrir las hostilidades (412).

La situación de los judíos, tras la Noche de Cristal, era cada vez más dramática. Las democracias occidentales reunieron la Conferencia de Evian en 1938, a la que acudieron 33 países (la U.R.S.S. y Checoslovaquia no estuvieron representadas; Hungría, Rumania, Polonia no enviaron más que observadores para preguntar como se podrían deshacer de sus propios judíos).

El Presidente Roosevelt dio un ejemplo de egoísmo diciendo, en la Conferencia de prensa de Warm Springs que no estaba prevista ninguna revisión ni aumento de las quotas de inmigración a los Estados Unidos (413).

En Evian ninguno se preocupó más que de tomar a su cargo a los perseguidos, ni siquiera de preocuparse seriamente por su suerte (414).

En marzo de 1943, Goebbels, podía aun ironizar:

¿Cuál será la solución de la cuestión judía? ¿Se creará un día un Estado Judío en un territorio cualquiera? Lo sabremos más adelante. Pero es curioso constatar que los países cuya opinión pública se decanta a favor de los judíos rehusan siempre el acogerles (415).

Tras la derrota de Polonia, se intentó otra solución provisional de la cuestión judía: el 21 de septiembre, Heydrich, haciendo alusión al objetivo final (Endziel) ordenó a los Jefes de Seguridad crear, en la nueva frontera de la URSS, una especia de reserva judía (416).

La derrota de Francia abrió a los nazis nuevas perspectivas. Podrían utilizar el imperio colonial francés, y de este modo desde el armisticio de junio de 1940 se lanzó la idea de una expulsión de todos los judíos a Madagascar.

A partir del mes de mayo de 1940, Himmler, en una nota denominada: Algunas reflexiones sobre el tratamiento de las personas extranjeras en el Este escribe: Espero que la noción de judío quede definitivamente borrada mediante la evacuación de todos los judíos hacia Africa o hacia una colonia (417).

El 24 de junio de 1940 Heydrich escribía al Ministro de Asuntos Exteriores, Ribbentrop, en el que le dejaba entrever una solución final territorial (eine territoriale Endlösung) del problema judío (418).

Desde entonces se elaboró técnicamente el proyecto de Madagascar: el 3 de julio de 1940, Franz Rademacher, responsable de los Asuntos Judíos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, elaboró un informe diciendo:

La inminente victoria proporciona a Alemania la posibilidad y, desde mi punto de vista, el deber igualmente, de resolver la cuestión judía en Europa. La solución deseable es: Todos los judíos fuera de Europa (Alle Juden aus Europa).

El Referat D III propone como solución de la cuestión judía: en el tratado de paz, Francia debe dejar la Isla de Madagascar disponible para solucionar la cuestión judía y debe transferir e indemnizar a los 25.000 franceses que allí residen. La Isla pasará a estar bajo mandato alemán (419).

El 25 de julio de 1940, Hans Frank, Gobernador de Polonia, confirmó que el Führer estaba de acuerdo con esta evacuación pero que los transportes por mar de esta envergadura no eran realizables mientras la marina británica tuviese las llaves del mar (420).

Era necesario encontrar una solución provisional de alojamiento.

Así se dice en el atestado:

Fue el Reichsführer de las SS y Jefe de la Policia alemana, quien sería el responsable  del conjunto de medidas necesarias para la solución final (Endlösung der Judensfrage) sin tener en cuenta los límites geográficos (421).

La cuestión judía se colocaba desde entonces en la Escala de Europa, ocupada por los nazis.

El proyecto de Madagascar quedó provisionalmente aplazado, la guerra contra la Unión Soviética nos ha permitido disponer de nuevos territorios para la solución final (für die Endlösung). En consecuencia el Führer ha decidido expulsar a los judíos no a Madagascar sino hacia el Este (422).

El Führer había declarado el 2 de enero de 1942: El judío debe abandonar Europa. Lo mejor es que ellos se vayan a Rusia (423).

Con el repliegue de los Ejércitos alemanes bajo la presión del Ejército soviético, la solución de la cuestión judía reclamó un despiadado rigor (424).

En mayo de 1944, Hitler ordenó utilizar a 200.000 judíos vigilados por 10.000 guardianes de las SS para trabajar en las fábricas de armamento o en los campos de concentración en condiciones tan horribles que las epidemias de tifus hicieron decenas de miles de víctimas, exigiendo la multiplicación de los hornos crematorios.

Después, los deportados, fueron enviados por caminos que ellos mismos debían construir en condiciones de agotamiento y de hambre de tal suerte que la mayoría de ellos, por docenas de miles, sucumbieron.

Así fue el martirio de los deportados judíos y eslavos y la ferocidad de los amos hitlerianos tratándoles como esclavos a quienes no tenían la validez humana de trabajadores útiles.

Estos crímenes no pueden ser subestimados, como tampoco los sufrimientos inefables de las víctimas. Es por lo que no es en absoluto necesario añadir a este horrible cuadro los fulgores de incendios tomados del Infierno de Dante, ni tampoco aportar la caución teológica y sacral del Holocausto, para darse cuenta de esta inhumanidad.

La Historia menos enfática es, por sí misma, más acusadora que el mito.

Y sobre todo no reduce la magnitud de un verdadero crimen contra la humanidad, que costó 50 millones de muertos, a la simple dimensión de un progrom con respecto a una sola categoría de víctimas inocentes, mientras que millones morían con las armas en la mano para hacer frente a esta barbarie.

* * *

Este balance histórico, digámoslo una vez más, es aún provisional. Como para toda Historia crítica y como toda ciencia, es revisable y será revisado en función del descubrimiento de nuevos elementos: toneladas de archivos alemanes fueron incautados y transportados a los Estados Unidos: todavía no han podido ser completamente examinados. Otros archivos, se encuentran en Rusia, cuyo acceso a los mismos ha estado prohibido durante mucho tiempo a los investigadores, y ahora se han comenzado a abrir.

Un gran trabajo queda por hacer con la condición de que no se confunda el mito con la Historia, y de no pretender sacar las conclusiones antes de la investigación, como un cierto terrorismo intelectual ha pretendido imponer hasta el momento presente: la canonización de los textos de Nuremberg se ha revelado muy frágil.

La Historia, aún más que las ciencias, no puede partir de un a priori intocable.

Nuremberg había proclamado cifras de las que las más importantes se han revelado falsas: los 4 millones de muertos de Auschwitz han sido reducidos a algo más de un millón, e incluso las autoridades han debido aceptar esta revisión y cambiar las placas conmemorativas del crimen.

El dogma de los 6 millones, que ya había sido puesto en tela de juicio por los defensores más intransigentes del genocidio como Reitlinger, que apuntaba en su libro: La Solution finale, a 4 millones y medio, ha sido desechado por toda la comunidad científica, aunque pueda quedar un tema de propaganda mediática con respecto a la opinión y a los escolares.

No se trata, mostrando la vanidad de estos a priori aritméticos, de entregarse a una verificación contable que sería macabra. Se trata de demostrar más bien que la voluntad deliberada de perpetuar una mentira conduce a una falsificación sistemática y arbitraria de la Historia.

Fue preciso, para hacer el martirio real de los judíos, bajo el pretexto de no banalizarlo, no sólo pasar a un segundo plano a todos los demás, tales como la muerte de los 17 millones de ciudadanos soviéticos y de los 9 millones de Alemanes, sino incluso conferir a estos sufrimientos reales un carácter sacral (bajo el nombre de Holocausto) que era rehusado por todos los demás.

Ha sido necesario, para alcanzar este objetivo, violar todas las reglas elementales de justicia y del establecimiento de la verdad.

Era imprescindible, por ejemplo, que la solución final significara exterminio, genocidio, mientras que no existe ningún documento que permita esta interpretación, tratándose siempre de la expulsión de todos los judíos de Europa, al Este en una primera fase y posteriormente a una reserva africana cualquiera. Lo que ya es suficientemente monstruoso.

Fue necesario, para ello, falsificar todos los documentos: traducir traslado por exterminio. Este método interpretativo permite hacer cualquier cosa a cualquier texto. Lo que fue una horrible matanza llegaría a ser genocidio.

Para no citar más que un ejemplo de esta manipulación tendenciosa de los textos: en su libro sobre Les Crématoires d'Auschwitz (1993), Jean-Claude Pressac está de tal manera preocupado en añadir horrores suplementarios a esta horrorosa mortandad que cada vez que encuentra la palabra alemana Leichenkeller (depósito de cadáveres), es decir morgue, él la traduce como cámara de gas (425) allí introduce aun la noción del lenguaje codificado diciendo que el verdugo (de nombre Messing) no tuvo el arrojo de escribir que el depósito de cadáveres era un túnel para gaseamientos (426).

Ahora bien, la hipótesis del lenguaje codificado, utilizada constantemente para hacer decir a los textos lo que hubiera gustado que dijeran, no tiene ningún fundamento, en primer lugar porque Hitler y sus cómplices, como lo hemos demostrado (427) no han tratado nunca disimular los demás crímenes y los han proclamado cínicamente en lenguaje claro, además de que los ingleses habían llegado muy lejos en las técnicas y las maquinarias para descifrar los códigos y poner en claro los mensajes, que tendrían que haber sido numerosos para realizar una empresa técnica tan gigantesca como el exterminio industrial de millones de hombres.

El rechazo sistemático de tomar en consideración que la expresión que se utiliza a menudo en los textos hitlerianos de solución final territorial es igualmente revelador de esta voluntad de rehusar todo análisis que no justifique las conclusiones a priori: los 6 millones y el genocidio.

Fue preciso, con la misma arbitrariedad, incluso cuando fue comprobado que a pesar de un número considerable de declaraciones de testigos oculares sobre la existencia de las cámaras de gas, éstas jamás existieron en territorio alemán, continuando en mantener por incuestionables los testimonios idénticos sobre su existencia en los campos del Este.

Finalmente, el rechazo a discutir de una manera a la vez científica y pública los peritajes técnicos y, por el contrario, no responder más que con la represión y el silencio, no pueden más que sustentar la duda.

No existe más eficaz requisitoria contra el hitlerismo que el restablecimiento de la verdad histórica. Es a esto a lo que, con este texto, hemos querido contribuir.