Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

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III.- LA UTILIZACIÓN POLÍTICA DEL MITO

        3. El mito del milagro israelí: la financiación exterior de Israel

La fuerza del puño judío proviene del guante de acero americano
que le recubre, y de los dólares que le acolchan.
(Yeshayahou Leibowitz, Judaïsme et Israël, p. 253)

En lo que respecta a las sumas entregadas por Alemania al Estado de Israel, dejo la palabra a quien fue el principal negociador del importe de las reparaciones, al Sr. Nahum Goldman, quien ha relatado el detalle en su Autobiografía que tan amigablemente me dedicó el 23 de abril de 1971, para agradecerme las misiones que había cumplido, dos años antes, acerca de Nasser, después de la Guerra de los Seis Días.

Al comienzo del año 1951, Israel entró por primera vez en escena dirigiendo a los cuatro Aliados dos notas en las que las reivindicaciones judías concernientes a las indemnizaciones por la nueva Alemania ascendían a la suma de un billón y medio de dólares de los cuales una mitad debería ser abonada por Alemania del Oeste y la otra por la Alemania del Este. Este total se basaba en el siguiente cálculo:

Israel había acogido a 500.000 judíos aproximadamente, y la reintegración económica de un fugitivo costaba alrededor de 3.000 dólares. Tras haber salvado a estas víctimas del nazismo, y tras haber asumido personalmente una enorme carga financiera, Israel se atribuía el derecho de imponer sus exigencias en nombre del pueblo judío aunque sin base legal, puesto que el Estado judío no existía durante el régimen nazi (373).

Fue en estas circunstancias cuando el Ministro israelí de Asuntos Exteriores se dirigió a mien el transcurso del verano de 1951 en mi condición de Presidente de la Jewish Agency para Palestina y me solicitó convocar una Conferencia a las grandes Organizaciones Judías de los Estados Unidos, de los países de la Commonwealth británica y de Francia, a fin de apoyar las reivindicaciones israelíes y encontrar un medio para hacerlas admitir (374).

Las negociaciones que contemplábamos deberían ser de una naturaleza muy particular. No tenían ningún fundamento jurídico (375).

Con mucho coraje y generosidad, el Canciller Federal había aceptado como base de discusión la suma de un billón de dólares pero yo sabía que un partido hostil a una suma tan gigantesca se había ya formado en el seno del Gobierno, entre los jefes de los partidos políticos en el mundo de la banca y de la industria. Me fue repetido desde diferentes lados que era inútil contar con sumas ni siquiera aproximadas.

En la primera fase de las negociaciones entre los alemanes y la delegación de la Claims Conference, se llegó a un acuerdo general respecto a las indemnizaciones y a la legislación que reglamentaría las perjuicios. Se remitió para una ulterior fase el problema de la reivindicación global que ascendía a la suma de 500 millones de marcos Tras largas conversaciones, esta parte de las entrevistas concluyó con el acuerdo de la delegación alemana que se comprometió a recomendarante el Gobierno una reivindicación israelí de 3 millones de marcos (un 25 % menos de lo que nosotros habíamos solicitado) (376).

Debí regresar de nuevo a Bonn el 3 de julio donde hice las siguientes concesiones el 10 % de 500 millones serían destinados a las víctimas no judías del nazismo y repartido por el propio Gobierno alemán (377).

los tratados deberían ser firmados el 10 de septiembre de 1952 en Luxemburgo, el Canciller representaría a Alemania, el Ministro de Asuntos Exteriores Moshé Sharett a Israel, y yo mismo a la Claims Conference (378).

Ias remesas alemanas han sido un factor decisivo en el desarrollo económico de Israel durante estos últimos años. No sé cual hubiera sido la suerte de Israel en algunos momentos críticos de su economía, si Alemania no hubiera cumplido sus compromisos Las vías férreas, los teléfonos, las instalaciones portuarias, los sistemas de riego, las ramas completas de la industria y de la agricultura no estarían en su estado actual sin las reparaciones alemanas. En fin, centenares de miles de víctimas judías del nazismo han recibido estos últimos años sumas importantes en base a la Ley de indemnización (379).

Cuando la mañana de mi llegada fui a la casa del Primer Ministro israelí David Ben Gurión, éste vino hacia mí con un aire solemne: tú y yo hemos tenido la suerte de vivir dos milagros, la creación del Estado de Israel y la firma del acuerdo con Alemania. Yo he sido responsable del primero y tu del segundo (380).

En otro de sus libros: The Jewish Paradox, Nahum Goldman no relata sólo sus negociaciones con Alemania, sino la manera con la que obtuvo también las reparaciones de Austria y del Canciller Raab. Le dijo al Canciller: ¡Ud. debe pagar las reparaciones a los judíos!

- -¡Pero si nosotros hemos sido víctimas de Alemania! dijo Raab.

A lo que respondió Goldman: En ese caso voy a alquilar la mayor sala cinematográfica de Viena, y, cada día, pasaré la película mostrando la entrada de las tropas alemanas y de Hitler, en Viena, en marzo de 1938.

Raab dijo entonces: ¡De acuerdo, tendréis vuestro dinero!

Era una suma por un importe de unos 30 millones de dólares. Un poco más tarde Goldman insistió: ¡Son necesarios 30 millones más!

- -Pero, dijo Raab, si estábamos de acuerdo en 30 millones.

-- ¡Ahora, debe dar más! dijo Goldman y los obtuvo. Volvió por tercera vez y obtuvo la misma suma.

Hubo otras dos fuentes de financiación de lo que algunos llamaron el milagro israelí en el plano económico, y también del gigantesco armamento (comprendido el nuclear) del Estado de Israel, que hace risible la imagen tan a menudo utilizada de un pequeño David con su honda enfrente del gigante Goliat. En las guerras actuales, la fuerza no se mide por la cantidad de soldados movilizados, sino por el equipamiento técnico del Ejército: el de Israel, gracias a los flujos financieros que han convergido para el país, dispone de una potencia infinitamente superior a la de todos los Estados árabes juntos.

Además de las reparaciones, Israel dispone de un aprovisionamiento prácticamente ilimitado, en armas y en dinero, procedente, esencialmente, de Estados Unidos, donde su lobby se ha mostrado particularmente eficaz; y también de las donaciones procedentes de la diáspora.

Pinhas Sapir, entonces Ministro de Hacienda de Israel, en Jerusalén, reveló, en 1967, en la Conferencia de los Multimillonarios Judíos (sic), que de 1949 a 1966, el Estado de Israel recibió 7 billones de dólares (381).

El Doctor Yaakov Herzog, Director General del Gabinete del Primer Ministro israelí, definió, de esta manera, el fin de estas reuniones: Examinar cómo atraer las más importantes inversiones a Israel, y vincular estrechamente la economia israelí con los poseedores de capitales judíos residentes en el extranjero, de tal suerte que tengan un sentimiento inmediato de responsabilidad y de participación... Ahora planificamos otra cosa: una especie de diálogo grandioso sobre la identificación de la Diáspora con Israel, en el marco de la lucha contra la asimilación por el extranjero.

La operación se ha revelado rentable, puesto que las Organizaciones judías americanas envían cada año, de media, un billón de dólares a Israel. (Estas contribuciones, consideradas como caritativas, son deducibles de la hoja de impuestos del donante, es decir que repercuten sobre el contribuyente americano, aunque ellas sirvan para respaldar el esfuerzo de guerra de Israel. Pero lo esencial llega, sin embargo, directamente del propio Estado americano, cuya ayuda se eleva a más de 3 billones de dólares al año.)

Casi la mitad de esta ayuda oficial consiste en donaciones y en préstamos que se olvidan muy deprisa El resto va añadirse a la deuda externa israelí, que tiene un crecimiento rápido, y actualmente se acerca a 20 billones de dólares es decir una media, sin precedente, de 5.000 dólares por cada habitante.

Lo esencial de esta ayuda anual lo constituyen las entregas de armamento, con las que el Congreso, cuidadoso en disimular el carácter espectacular y de evitar las críticas del público, ha previsto un modo especial de financiación en su Arm Export Control Act, de 1976.

Para medir el significado de estas cifras de financiación exterior, es necesario recordar que la ayuda del Plan Marshall, acordada de 1948 a 1954 para Europa Occidental, ascendió a 13 billones de dólares, es decir que el Estado de Israel ha recibido, para menos de 2 millones de habitantes, más de la mitad de lo que recibieron 200 millones de europeos. Es decir cien veces más, por cabeza, que los europeos.

Segundo elemento de comparación: la media de ayuda anual recibida por los países subdesarrollados durante el período 1951-1959 no ha superado los 3.164 billones de dólares mientras que Israel (en este periodo) con 1,7 millones de habitantes, recibía 400 millones, es decir que con menos de una milésima de la población subdesarrollada del globo, Israel recibió una décima parte del total. Dos millones de israelíes recibieron, por cabeza, cien veces más que 2 billones de habitantes del Tercer Mundo.

Siempre para hacer comparaciones claras: los 7 billones de dólares recibidos, en dieciocho años, como donativos, por Israel, representan más que el total de la renta nacional anual del trabajo del conjunto de países árabes vecinos (Egipto, Siria, Líbano, Jordania) que era, en 1965, de 6 billones.

Si sólo se tiene en cuenta la contribución americana uno se da cuenta que, de 1948 a 1967, los Estados Unidos han dado 435 dólares a cada israelí, y 36 dólares a cada árabe, o, en otras palabras, que se le ha atribuido al 2,5 % de la población el 30 % de la ayuda atribuida a los 97,5 % restantes (382).

Pero los métodos de financiación del Estado de Israel son todavía más ambiciosos: tienden a crear, a favor de este Estado, una red financiera mundial, por la que orientarían las inversiones (con ocasión, en 1967, de la primera Conferencia de Multimillonarios Judíos).

Una reciente tesis doctoral, presentada en la Universidad de París II, por Jacques Bendélac, y publicada bajo el título: Les Fonds extérieurs d'lsraël facilita sobre estos diferentes aspectos de las finanzas israelíes cifras precisas, tomadas de fuentes de toda solvencia (383).

El autor se refiere esencialmente al estudio de las relaciones entre las contribuciones de la Diáspora y la ayuda directa del Gobierno norteamericano.

Caracteriza de esta forma la evolución de estas relaciones: Si la Diáspora era hasta una fecha reciente (los años 70), el principal proveedor de capitales de Israel, la tendencia actual indica que la ayuda gubernamental americana (2 billones de dólares al año aproximadamente), rebasa ampliamente las contribuciones financieras de la Diáspora (alrededor de 900 millones de dólares por año).

Fue así como, para el ejercicio fiscal de 1980, fue autorizada la venta de un billón de dólares en armamento a beneficio de Israel. Pero, inmediatamente después de estas entregas, la mitad de dicha suma 500 millones, autorizados bajo la modalidad de préstamos era borrada y el resto iría a engrosar la deuda de Israel bilateral con el Gobierno norteamericano Una deuda para cuya amortización se beneficia de la demora de gracia para las de más de diez años. Además teniendo en cuenta la agravación constante de la situación económica de Israel desde 1973, estos reembolsos son ficticios, en la medida en que los reintegros son también compensados por una nueva ayuda anual creciente por parte de los Estados Unidos (384).

Ya, durante la agresión israelí de 1956 contra Egipto, la ayuda norteamericana en armamento era gigantesca; el sionista Michel Bar Zohar escribe: A partir del mes de junio, cantidades ingentes de armamento comenzaron a llegar a Israel, de conformidad con los términos de un pacto ultra-secreto, y estas entregas no eran conocidas ni por Washington ni por el Organismo anglo-franco-americano encargado de vigilar el equilibrio de fuerzas en el Oriente Medio, ni por el Quai d'Orsay, celosamente opuesto a una aproximación demasiado arriesgada con Israel, que comprometería lo que queda de los vínculos entre Francia y su clientela árabe (385).

Una segunda fuente de financiación está constituida por los Bonos del Estado de Israel, títulos en dólares, vendidos en el extranjero, pero cuyo reembolso e intereses son pagados en moneda israelí.

Estos bonos (cuyo 99,8 %, en 1951, fueron vendidos en los Estados Unidos, y todavía en 1978 un 80 %) han puesto a disposición de la economía israelí más de 5 billones de dólares (386).

Entre las donaciones y los bonos, el Estado sionista ha recibido, desde 1948 a 1982, casi 11 billones y medio de dólares (387).

Una eficacia semejante implica lo que el Sr. Bendélac llama la colusión entre el poder y el mundo de las finanzas en el movimiento sionista. Da de ello, en Francia, una ilustración sorprendente, el hecho de que en 1982:

Guy de Rothschild es Presidente del Fondo Social Judío Unificado y de la A. U.J.F.;

David es el Tesorero del F. S. J. U. y miembro francés del Consejo de Administración de la Agencia judía;

Alain ha sido Presidente del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia y del Consistorio Israelita Central.

Elie es Presidente del Comité ejecutivo del A.U.J.F.;

Edmond es el Presidente de la Organización Europea de los Bonos de Israel;

Finalmente Alix de Rothschild era Presidenta mundial de la Aliya de los Jóvenes (388).

Pero la dependencia es mayor aún con respecto al Gobierno norteamericano, sobre todo desde los años 70.

En el momento de la Guerra de los Seis Días, el déficit exterior alcanzaba los 700 millones de dólares, y rebasaba el billón de dólares al comienzo de los años setenta. El aporte financiero del judaísmo mundial no era suficiente para satisfacer las necesidades de capital de la economia israelí: fue preciso entonces hacer una llamada a la ayuda del Gobierno norteamericano, que otorgó en primer lugar créditos militares, antes de ampliar su ayuda al sector económico, tras la Guerra del Kippur. Este aporte de capitales del Gobierno norteamericano se tradujo en un incremento espectacular del endeudamiento exterior de Israel, que superaba los 20 billones de dólares en 1982. De esta forma, el deterioro de la ayuda financiera de la Diáspora, desde el comienzo de los años setenta, puede analizarse en relación con dos aspectos de la dependencia económica de Israel: la ayuda gubernamental americana y el peso de la deuda exterior (389).

Desde 1948, la ayuda del Gobierno norteamericano a Israel ha alcanzado casi los 18 billones de dólares, distribuidos, a partes iguales, entre préstamos y donaciones, siendo destinadas sus dos terceras partes a fines militares (390).

La aceleración de esta ayuda ha sido vertiginosa: en general inferior a 100 millones [129] de dólares hasta 1975, y de 2 billones de dólares hasta 1981. En enero de 1985 el Estado de Israel reclamó todavía 12 billones de dólares durante ocho años más.

Por lo que respecta a la deuda externa, pasó de 6 billones de dólares en 1973, a 10 billones en 1976, a 17 billones de dólares en enero de 1981, ¡lo que arroja una cita récord de 4 350 dólares por habitante!

La ayuda se incrementa con los contratos de mantenimiento, especialmente para la aviación (por ejemplo la Israel Aircraft Industries recibió contratos de fabricación de piezas para los F-4 y F-15).

Finalmente la ayuda económica conlleva facilidades concedidas a las exportaciones israelíes a los Estados Unidos, que se beneficia de tarifas preferenciales de país en vías de desarrollo mediante lo cual el 96 % de sus exportaciones (un billón de dólares) entran en los Estados Unidos libres de impuestos.

En resumen, una sola cifra es suficiente para definir el carácter del Estado sionista de Israel: el total de la ayuda oficial norteamericana que recibe, corresponde a más de 1000 dólares por habitante, es decir, como propina anadida a su renta nacional, más de tres veces la renta nacional bruta, por habitante, de Egipto y de la mayor parte de los países africanos.

El profesor Yeshayahou Leibowitz, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, que escribió un gran tratado sobre La Loi de Maïmonide (391) y que dirigió, durante veinte años, la composición de la Encyclopédie hébraique, en su libro: Israël et Judaïsme. Publicado en hebreo, en Jerusalén, en 1987(y traducido al francés, por las Editions Desclée de Brouwer en 1993, poco antes de su muerte), resume así, desde el punto de vista de un judío rabioso de su fe de sionista religioso que había vivido en Palestina desde 1934, su opinión sobre el sionismo político:

Nuestro sistema está podrido desde la base (392). Y ello por dos razones:

1·- La desgracia proviene de que todo se reduce al problema de la Nación y del Estado (393). Si el Estado y la Nación son considerados como un fin en sí mismos, entonces el judaísmo es rechazable puesto que lo más importante es el Estado de Israel (394).

El nacionalismo es la destrucción de la esencia del hombre (395). El Estado de Israel no es un Estado que posea un Ejército, sino un Ejército que posee un Estado (396).

2·- La dependencia de este Estado con relación a los Estados Unidos: Entre nosotros el hundimiento total se puede producir en una noche: como consecuencia de la estupidez total que hace depender toda nuestra existencia de la ayuda económica norteamericana (397).

Los americanos no están interesados más que por la idea de mantener aquí un Ejército de mercenarios americanos con el uniforme de Tsahal (398). La fuerza del puño judío proviene del guante de acero americano que le recubre, y de los dólares que lo acolchan (399).