Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

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III.- LA UTILIZACIÓN POLÍTICA DEL MITO

        1. El Lobby en los Estados Unidos

El Primer Ministro de Israel tiene mucha más influencia
sobre la política exterior de los Estados Unidos en el Oriente Medio
que la que tiene en su propio país.
(Paul Findley, The dare to speak out, p. 92)

¿Cómo mitos semejantes han podido suscitar creencias de tan difícil desarraigo entre millones de personas de buena fe?

Por la creación de todopoderosos lobbies capaces de influir en la actuación de las políticas y de condicionar a la opinión pública. Los modos de actuación se adecuan a los respectivos países.

En los Estados Unidos, donde viven 6 millones de judíos, el voto judío puede ser decisivo, pues la mayoría electoral (por causa del elevado número de abstenciones y la ausencia de proyectos globales diferentes entre los dos partidos) depende, a veces, de cosas baladíes y la victoria puede ser alcanzada con un pequeño margen.

Además, la volubilidad de la opinión que depende en gran medida del carisma del candidato o de la habilidad de sus intervenciones televisadas, está en función de los presupuestos de sus comités y de las posibilidades de su marketing político. En 1988, las elecciones americanas a los escaños del senado exigían un presupuesto publicitario de 500 millones de dólares (299).

El lobby más poderoso oficialmente acreditado en el Capitolio es el A. I. P. A. C. (American Israelí Affairs Commitee).

El poder de los sionistas en los Estados Unidos era tal ya en 1942 que en el Hotel Baltmore, de Nueva York, una Convención maximalista decidió que era necesario pasar del Hogar judío en Palestina (prometido por Balfour: la colonización lenta por adquisición de terrenos, bajo protectorado británico o americano) a la creación de un Estado judío soberano.

La hipocresía que caracteriza toda la historia del sionismo se expresa en las interpretaciones de lo que fue el resultado de los esfuerzos de Herzl: la Declaration Balfour (en 1917). La fórmula del hogar nacional judío está sacada del Congreso de Basilea. Lord Rothschild había preparado un proyecto de declaración que preconizaba el principio nacional del pueblo judío. La declaración final de Balfour no habla para nada de toda Palestina, sino solamente del establecimiento en Palestina de un Hogar nacional para el pueblo judío. De hecho todo el mundo decía hogar como si se tratara de un centro espiritual y cultural, y pensaba, en realidad en: Estado. Como el propio Herzl, Lloyd George escribió en su libro: The Truth about the Peace treaties: No debería existir ninguna duda sobre lo que los miembros del Gabinete tenían en aquella época en su cabeza Palestina llegaría a ser un Estado independiente. Es significativo que el General Smuts, miembro del Gabinete de guerra, declaraba en Johannesburg, el 3 de noviemhre de 1915: En el transcurso de las generaciones venideras, veréis levantarse allí (en Palestina) una vez más un gran Estado judío (300).

Ya el 26 de enero de 1919 Lord Curzon escribe: Mientras que Weizmann os decía algo, y vosotros pensabais en un hogar nacional judío, el tenía proyectaba algo completamente diferente. El contemplaba un Estado judío, y una población árabe sometida, gobernada por los judíos. Buscaba para realizar esto último la pantalla y la protección de la garantía británica.

Weizmann había explicado con toda claridad al Gobierno británico que el objetivo del sionismo era crear un Estado judío (con cuatro o cinco millones de judíos). Lloyd George y Balfour le aseguraron que utilizando el término hogar nacional, en la Declaración Balfour, entendíamos por ello un Estado judío.

El 14 de mayo de 1948, Ben Gurión proclamó en Tel-Aviv la independencia: El Estado judío en Palestina se llamará: Israel.

A pesar de la divergencia entre los que, como Ben Gurión, consideraban como un deber para cada judío en el mundo venir a vivir a este Estado y los que pensaban que la actuación de los judíos en los Estados Unidos era más importante, para el propio interés de Israel, esta última tendencia prevaleció: de los 35.000 americanos o canadienses que inmigraron a Israel, sólo se quedaron allí 5.400 (301).

El Estado de Israel fue admitido en las Naciones Unidas gracias a las presiones vergonzosas del lobby.

Eisenhower no quería enemistarse con los países petrolíferos árabes: una poderosa fuente de poderío estratégico y una de las mayores riquezas de la Historia del mundo, decía (302).

Truman acalló sus escrúpulos por razones electorales, lo mismo que sus sucesores.

Sobre el poder del lobby sionista y del voto judío, el Presidente Truman en persona había declarado en 1946, ante un grupo de diplomáticos: Lo siento, señores, pero debo ayudar a centenares de miles de personas que esperan el éxito del sionismo. No tengo a miles de árabes entre mis electores (303).

El antiguo Primer Ministro británico Clement Atlee aporta el siguiente testimonio: La política de los Estados Unidos en Palestina estaba modelada por el voto judío y por las subvenciones de varias grandes firmas judías (304).

Eisenhover, de acuerdo con los soviéticos, había detenido la agresión israelí en 1956 (apoyada por los dirigentes ingleses y franceses) contra el Canal de Suez.

El Senador J. F. Kennedy no había mostrado ningún entusiasmo en este asunto.

En 1958, la Conferencia de Presidentes de Asociaciones Judías encargó a su Presidente Klutznik, contactar con Kennedy, posible candidato. Le dijo crudamente: Si dice lo que debe decir, puede contar conmigo. De lo contrario no seré yo el único que le vuelva la espalda.

Lo que debía decir, lo resume así Klutznik: la actitud de Eisenhower en el asunto de Suez era mala mientras que en el 48 Truman estaba en el buen camino Kennedy siguió este consejo en 1960, cuando fue designado por la convención demócrata como candidato. Después de sus declaraciones en Nueva York, ante las personalidades judías, recibió 500.000 dólares para su campaña, nombró a Klutznik como consejero, y contó con el 80 % del voto judío (305).

Durante su primer encuentro con Ben Gurión, en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, en la primavera de 1961, John F. Kennedy le dijo: Sé que he sido elegido gracias a los votos de los judíos americanos. Les debo mi elección. Dígame que debo hacer por el pueblo judío (306).

Tras Kennedy, Lyndon Johnson irá más lejos todavía. Un diplomático israelí escribe: Hemos perdido un gran amigo. Pero hemos encontrado a uno mejor Johnson es el mejor de los amigos que el Estado judío haya tenido en la Casa Blanca (307).

Johnson apoyó, en efecto, poderosamente la Guerra de los Seis Días en 1967. A continuación el 99 % de los judíos americanos defendieron al sionismo israelí. Ser judío hoy significa: estar unido a Israel (308).

La resolución 242 de las Naciones Unidas, en noviembre de 1967, exigió la evacuación de los territorios ocupados durante la Guerra. De Gaulle, después de esta agresión, solicitó el embargo de armamento con destino a Israel. El Parlamento americano lo aceptó. Pero Johnson, en diciembre, lo levantó y, por las presiones de la A. I. P. A. C., envió aviones Phantom hacia Israel (309).

Como consecuencia de aquello, Israel no criticó la guerra de Vietnam (310).

Cuando en 1979, Golda Meir visitó los Estados Unidos, Nixon la comparó con la Debora bíblica y la llenó de elogios sobre la prosperidad (el boom) de Israel (311).

El Plan Rogers que contenía lo esencial de la Resolución 262 de la O.N.U. fue rechazado por Golda Meir (312).

Nixon envió a Israel 45 Phantom de más y añadió de propina 80 bombarderos Skayhawk.

Nasser murió el 8 de septiembre de 1970 y Sadat ofreció firmar la paz con Israel. Moshé Dayan, Ministro de Defensa, la rechazó, a pesar del criterio del Ministro de Asuntos Exteriores Abba Eban.

Sadat, el 6 de octubre de 1973, lanzó entonces la ofensiva que recibió el nombre de Yom Kippur y destruyó la reputación de la Sra. Golda Meir que tuvo que dimitir el 10 de abril de 1974, igual que Moshé Dayan.

Entretanto, el lobby judío del Capitolio obtuvo de Washington un gran éxito por el rearme acelerado de Israel: 2 billones de dólares, con el pretexto de combatir a un lobby árabe de la competencia (313).

El dinero de los bancos judíos de Wall Street se sumó a la ayuda gubernamental (314).

De las 21 personas que entregaron más de 100.000 dólares al Senador Hubert Humphrey,15 eran judías, al frente de ellos los jefes de la mafia judía de Hollywood como Lew Wasserman. En conjunto aportaron más del 30 % de los fondos electorales del Partido demócrata (315).

La A. I. P. A. C. se movilizó de nuevo y obtuvo en tres semanas, el 21 de mayo de 1975, la firma de 76 senadores pidiendo al Presidente Ford apoyar igual que ellos a Israel (316).

La senda de Jimmy Carter estaba trazada: en la Sinagoga de Elisabeth, en New Jersey, investido con la toga de terciopelo azul, proclamó:

Yo honro al mismo Dios que Uds. Nosotros (los baptistas) estudiamos la misma Biblia que Vds. Y concluyó: La supervivencia de Israel no depende de la política. Es un deber moral (317).

Era la época en la que Beghin y los partidos religiosos habían aupado en el poder a los laboristas en Israel: Beghin se consideraba más judío que israelí, escribe su biógrafo (318).

En noviembre de 1976, Nahum Goldman, Presidente del Congreso Mundial Judío, vino a Washington para ver al Presidente y a sus consejeros, Vance y Brzezinki. Dio a la Administración Carter el siguiente consejo, que no fue atendido: romper el lobby sionista en los Estados Unidos (319).

Goldman había dedicado su vida al sionismo y desempeñado un papel de primer orden en el lobby en la época de Truman, y hoy dice, que su propia creación, la Conferencia de Presidentes, era una fuerza destructiva y un gran obstáculo para la paz en Oriente Medio.

Beghin estaba en el poder y Goldman estaba decidido a minar su política, aunque fuera destruyendo su propio grupo de presión.

Seis años más tarde, Cyrus Vance, uno de los interlocutores de este encuentro, confirmó las palabras de Goldman: Goldman nos ha sugerido romper el lobby, pero el Presidente y el Secretario de Estado respondieron que no tenían poder para ello, y que por otra parte hubiera podido abrir la puerta al antisemitismo (320).

Beghin, compartiendo el poder con los laboristas, nombró a Moshé Dayán Ministro de Asuntos Exteriores en el lugar de Simon Peres. El Presidente de la Conferencia de los Presidentes Judíos de los Estados Unidos, Schindler, hizo aceptar este cambio en favor de los extremistas y subrayó el pragmatismo de Dayán. Beghin, durante un tiempo, no se preocupó apenas de los sionistas americanos, a quienes consideraba como los protectores de los laboristas.

Pero los hombres de negocios norteamericanos, constatando la influencia de los rabinos sobre Beghin y sobre todo la vinculación de aquel a la libre empresa (contrariamente a las intervenciones estatales de los laboristas), saludaron los acuerdos de Camp David (de septiembre de 1978). Sadat, firmando una paz separada con Israel, no tocaba a Cisjordania (Judea y Samaria, tierras bíblicas según Beghin) y no se quedaba más que con el Sinaí que, para Beghin, no era tierra bíblica (321).

En 1976, Carter había recogido el 68 % del voto judío; en 1980 no obtuvo más que el 45 %, ya que en el intervalo, vendió aviones F-15 a Egipto y los Awacs a Arabia Saudita, asegurándose de que jamás se utilizarían contra Israel puesto que el ejército americano los controlaba y los derribaría en ese caso.

Fue sin embargo vencido por Reagan en 1980, quien por el contrario, concedió 600 millones de dólares en créditos militares a Israel para los siguientes dos años.

Asegurado Beghin, después de Camp David, de no ser atacado por la espalda por Egipto, y confiando en el hecho de que los Awacs vendidos a Arabia Saudita estaban completamente bajo control norteamericano, pudo mostrar a los Americanos su poder para una guerra preventiva procediendo (como los japoneses en Pearl Harbour y los israelíes contra la aviación egipcia durante la Guerra de los Seis Días) a la destrucción, sin declaración de guerra, de la Central Nuclear iraquí de Ozirak, construida por los franceses. Beghin invocaba siempre el mismo mito sagrado:

No habrá jamás otro Holocausto (322).

Envalentonado por la debilidad de la protesta americana y temiendo un agravamiento de la situación en el Oriente Medio, Beghin, un mes más tarde, el 17 de julio de 1981, bombardeaba el Oeste de Beirut para destruir, según él, las bases de la O. L. P.

Reagan anunció entonces el proyecto de venta, por un importe de 8 billones y medio, de Awacs a Arabia Saudita, y otros misiles, siempre bajo la condición de que no amenazaran a Israel en absoluto pues el control americano sobre ellos era total.

Una mayoría en el Senado aceptó este buen negocio económico y el refuerzo de la presencia americana en el Golfo (los Saudíes se habían comprometido a no sobrevolar ni Siria, ni Jordania, y tampoco Israel) (323).

Beghin, obsesionado siempre por la visión del Gran Israel de la leyenda bíblica, continuó con la implantación de las colonias israelíes en Cisjordania (comenzada por los laboristas) que Carter había declarado como ilegales y contrarias a las Resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas. Pero Reagan veía en Israel un medio para bloquear las intenciones de la Unión Soviética sobre el petróleo del golfo. En noviembre de 1981, Ariel Sharon, Ministro de la Guerra de Beghin, se entrevistó con su homólogo norteamericano Caspar Weinberger, y elaboró con él conjuntamente un plan de cooperación estratégica para disuadir cualquier amenaza soviética en la región (324).

El 14 de diciembre, Beghin se anexionó el Golán. Reagan protestó contra esta nueva violación de la resolución 242. Beghin se subleva: ¿Somos una república bananera? ¿un Estado vasallo del vuestro? (325).

Al año siguiente Beghin invadió el Líbano. El General Haig, responsable del Departamento de Guerra, da luz verde a esta invasión, destinada a imponer un Gobierno cristiano en Beirut (326).

Pocos americanos criticaron esta invasión como pocos israelíes habían criticado la de Vietnam. Sin embargo las matanzas de Sabra y Chatila, ante los ojos de Sharon y de Eytan, y con su complicidad, y las imágenes que de ellas se dieron por la televisión, obligaron al lobby judío a romper el silencio.

El Vice-presidente del Congreso Judío Mundial, Hertzberg, y un buen número de rabinos, criticaron a Beghin, en octubre de 1982. Beghin reprochó al rabino Schindler, que había hecho esta crítica en televisión, de ser más americano que judío, y uno de sus adjuntos le denunció como traidor (327).

Un portavoz del A. I. P. A. C. explicó la estrategia de los que, como él, aprobaban la invasión:

Queremos reforzar nuestro apoyo a Israel hacia la derecha con las personas que no se preocupan de lo que pasa en la West Bank pero que miran a la Unión Soviética (328).

En esta ocasión los cristianos sionistas apoyaron la agresión israelí y su jefe Jerry Falwell, a quien Beghin denominaba el hombre que representa a 60 millones de cristianos americanos en un país donde no hay más que 6 millones de judíos recibió la más alta condecoración sionista: el premio Jabotinski por los servicios prestados a Israel, más de 100 millones de dólares del Estado de Israel y 140 millones de dólares de la Fundación Swaggert (329).

El poder financiero y, en consecuencia, político en un mundo donde todo se compra y se vende, resultó cada vez más determinante.

Desde 1948 los Estados Unidos han proporcionado a Israel 28 billones de dólares en ayuda económica y militar (330).

* * *

Desde entonces se encontraban confortados por el flujo financiero que acudía a Israel de diversas maneras; por las reparaciones alemanas y austríacas; por las liberalidades incondicionales de los Estados Unidos y por los desembolsos de la Diáspora.

Los dirigentes israelíes podían concebir, en política exterior, las miras más ambiciosas de un Gran Israel. Un testimonio preciso nos lo proporciona un artículo de la revista Kivounim (Orientaciones) publicada en Jerusalén por la Organización Sionista Mundial sobre los planes estratégicos de Israel para la década de los 80:

Como cuerpo de poder centralizado, Egipto es ya un cadáver, sobre todo si se tiene en cuenta el enfrentamiento cada vez más duro entre musulmanes y cristianos. Su división en provincias geográficas distintas debe ser nuestro objetivo político para los años 80, en el Frente Occidental.

Una vez que Egipto se halle de esta manera desmembrado y privado de poder central, países como Libia, Sudán y otros más apartados, conocerán la misma disolución.

La formación de un Estado copto en el Alto Egipto y la de pequeñas entidades regionales de mínima importancia, es la clave de un desarrollo histórico actualmente retrasado por el acuerdo de paz, pero ineluctable a largo plazo.

A pesar de las apariencias, el Frente Oeste presenta menos problemas que el del Este. La división del Libano en cinco provincias prefigura lo que ocurrirá en el conjunto del mundo árabe. El estallido de Siria e Irak en regiones concretas sobre la base de criterios étnicos o religiosos debe ser, a largo plazo, un objetivo prioritario para Israel, siendo la primera etapa la destrucción de la potencia militar de estos Estados.

Las estructuras étnicas de Siria la exponen a un desmantelamiento que podría acabar en la creación de un Estado Chiita a lo largo de la costa, de un Estado Sunita en la región de Alepo, de otro en Damasco, y de una entidad drusa que podría aspirar a constituir su propio Estado quizá sobre nuestro Golán en todo caso con el Houran y el norte de Jordania Un Estado así sería, a la larga, una garantía de paz y seguridad para la región. Este es un objetivo que está ya a nuestro alcance.

Rico en petróleo, y presa de luchas intestinas, Irak está en el punto de mira israelí. Su disolución sería para nosotros más importante que la de Siria, pues aquel representa, a corto plazo, la más seria amenaza para Israel (331).

Para la realización de este vasto programa, los dirigentes israelíes disponen de una ayuda americana sin restricciones. De los 507 aviones que tenían en la víspera de la invasión del Líbano, 457 procedían de los Estados Unidos gracias a las donaciones y préstamos concedidos por Washington. El lobby americano se encargaba de obtener los medios necesarios, aunque esto fuera bajo la presión del lobby sionista, contra los intereses nacionales.

Aún cuando los objetivos del plan Kivounim estaban demasiado alejados y el enfrentamiento era demasiado arriesgado, el lobby israelí lograba realizar la operación por los Estados Unidos. La Guerra contra Irak es un ejemplo elocuente.

Dos poderosos grupos de presión empujan a los Estados Unidos al desencadenamiento del conflicto.

1- El lobby judío porque la eliminación de Sadam Hussein apartaría la amenaza del país árabe más poderoso Los judíos americanos desempeñan en el sistema mediático del otro lado del Atlántico un papel esencial. El compromiso permanente entre el Presidente y el Congreso conduce a la Casa Blanca a tener en cuenta sus peticiones.

2- El lobby de los negocios que piensa que la guerra podría relanzar la economía. La Segunda Guerra Mundial, y los enormes pedidos que supuso para los Estados Unidos, ¿no fue la que puso fin a la crisis de 1929 de la cual no había realmente salido? la Guerra de Corea ¿no ha provocado un nuevo boom?

Bienvenida la guerra que trae la prosperidad a América (332).

Es difícil subestimar la influencia política de la American Israelí Public Affairs Committee (A. I. P. A. C.) Disponen de un presupuesto que se ha cuadruplicado desde 1982 a 1988(1.600.000 dólares en 1982; 6.900.000 dólares en 1988)(333).

Los dirigentes sionistas no ocultan este papel de su lobby. Ben Gurión declaraba claramente: Cuando un judío, en A mérica o en Africa del Sur, habla a sus compañeros judíos de nuestro Gobierno, se refiere al Gobierno de Israel (334).

En el XXIII Congreso de la Organización Sionista Mundial precisó respecto a los deberes de un judío en el extranjero, que: la obligación colectiva de todas las organizaciones sionistas de las diversas naciones era la de ayudar al Estado judío en cualquier circunstancia de forma incondicional, incluso si una actitud semejante entra en contradicción con las autoridades de sus respectivas naciones (335).

Esta confusión del judaísmo como religión (tan respetable como cualquiera) con el sionismo político que comporta la fidelidad incondicional al Estado de Israel, sustituyéndolo por el Dios de Israel, no hace más que alimentar el antisemitismo.

El Departamento de Estado fue obligado a reaccionar. En una carta dirigida al Consejo Americano para el Judaísmo hecha pública por éste el 7 de mayo de 1864, el Secretario de Estado Talbot, refiriéndose a los principios mismos de la Constitución americana, con relación a los cuales las exigencias de los dirigentes sionistas constituían un desafío, recordaba que su país reconoce al Estado de Israel como Estado soberano, y la ciudadanía del Estado de Israel. No reconoce ninguna otra soberanía o ciudadanía a este respecto. No reconoce las relaciones político legales que se basen en una identificación religiosa de los ciudadanos americanos. No existe ninguna discriminación entre los ciudadanos americanos en lo que concierne a su religión. Por consiguiente, debería quedar claro que el Departamento de Estado no considera el concepto de pueblo judío como un concepto de Derecho Internacional (336).

Declaración puramente platónica por otra parte puesto que es evidente que el recordatorio jurídico no fue seguido en medida alguna contra el lobby.

El asunto Pollard nos proporciona un ejemplo.

En noviembre de 1985, un militante sionista americano Jonathan Pollard, analista del Estado Mayor de la Marina, fue detenido cuando se llevaba a su casa algunos documentos secretos. Interrogado por el F. B. I. reconoció haber recibido 50.000 dólares desde el comienzo de 1984 por enviar estos documentos a Israel.

El asunto Pollard no ha surgido de improviso, ex novo. Se inscribe en el sistema actual cada vez más malsano de las relaciones americano-israelíes caracterizadas por una excesiva dependencia, lo que favorece las actitudes imprudentes.

Esta situación se creó en 1981, cuando la Administración Reagan dio a Israel lo que fue interpretado como carta blanca a su aventurismo militar, bajo el pretexto de la autodefensa El primer resultado fue la invasión del Líbano.

Era previsible que semejante complacencia de Washington envalentonase la arrogancia de Jerusalén Es bien sabido que los lazos de estrecha dependencia segregan resentimiento y agresividad Por parte de Israel, este resentimiento adopta formas desconsideradas. El bombardeo de Túnez es una de ellas, y se podría decir que el asunto Pollard fue otra (337).

Desde hace decenios los judíos americanos se esfuerzan por convencer a la opinión

pública americana que su apoyo incondicional a Israel no conlleva perjuicios a su lealtad con respecto a los Estados Unidos. Parece que ahora será difícil dar credibilidad a este respecto, y los que hablan de doble fidelidad no van a encontrar oídos complacientes (338).

No faltan los ejemplos en los que el lobby israelí-sionista pretende imponer a los Estados Unidos una actitud contraria a los intereses americanos pero útil para la política de Israel.

He aquí algunos de ellos:

El Presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado, el senador Fullbright, decidió hacer comparecer a los principales dirigentes sionistas ante un Comité que sacara a la luz sus actividades subterráneas. Resumió los resultados de su investigación en una entrevista cara a la nación en la C. B. S. del 7 de octubre de 1973: Los israelíes controlan la política del Congreso y del Senado, y añadía: Nuestros compañeros del Senado, alrededor del 70 % de ellos, se pronuncian más bajo la presión de un lobby que sobre su propia visión de lo que consideran como principios de libertad y de Derecho.

En las siguientes elecciones Fullbright perdió su escaño de Senador.

Desde la investigación del Senador Fullbright, el lobby sionista no ha dejado de incrementar su influencia sobre la política americana. En su libro: They dare to speak out (Han osado hablar) publicado en 1985 por Lawrence Hill and Company, Paul Findley, que fue durante veintidós años Diputado en el Congreso de los Estados Unidos, describió el funcionamiento actual del lobby sionista y su poder. Esta verdadera sucursal del Gobierno israelí controla el Congreso y el Senado, la Presidencia de la República, el Departamento de Estado y el Pentágono, al igual que los medias, y ejerce su influencia tanto en las Universidades como en las Iglesias.

Las abundantes pruebas y ejemplos muestran como las exigencias de los israelíes se anteponen a los intereses de los Estados Unidos: el 3 de octubre de 1984, la Cámara de los Representantes, por una mayoría de más del 98 %, deroga cualquier limitación en los intercambios entre Israel y los Estados Unidos, a pesar del informe desfavorable del Ministerio de Comercio y de todos los sindicatos (339). Cada año sean cuales fueren las restricciones a todos los demás capítulos del presupuesto, los creditos para Israel se incrementan. El espionaje es tal que los dossiers más secretos están en manos del Gobierno de Israel. Adlaï Stevenson (antiguo candidato a la Presidencia de los Estados Unidos) escribió en el número de invierno 75-76 del Foreign Affairs: Prácticamente ninguna decisión que se refiera a Israel puede ser tomada o ni siquiera discutida, a nivel del Ejecutivo, sin que sea inmediatamente conocida por el Gobierno israelí (340). A pesar del rechazo del Secretario de Estado para la Defensa basado en la ley americana, de enviar a Israel, en plena agresión al Líbano, bombas rompedoras, arma dirigida contra los civiles, los israelíes las consiguieron de Reagan y se sirvieron de ellas en dos ocasiones para masacrar a la población de Beirut (341).

En 1973, el Almirante americano Thomas Moorer (Jefe del Estado Mayor del Ejército) atestigua: el Agregado Militar israelí en Washington, Mordecaï Gur (futuro Comandante en Jefe de las Fuerzas Israelíes) solicitó a los Estados Unidos aviones armados con un misil muy sofisticado (llamado: Maverick). El almirante Moorer recuerda que dijo a Gur: No puedo entregaros estos aviones. Tan sólo tenemos una escuadrilla. Hemos jurado ante el Congreso que tenemos necesidad de esos aviones. Gur me respondió: entregadnos los aviones. En cuanto al Congreso yo me encargo de eso. Fue así, añade el Almirante, como la única escuadrilla equipada con Mavericks se fue a Israel (342).

El 8 de junio de 1967, la Aviación y la Marina de guerra israelíes bombardearon el navío americano Liberty, equipado con detectores muy sofisticados, para impedir que descubriera sus planes de invasión del Golán. Treinta y cuatro marines murieron y ciento setenta y uno resultaron heridos. El navío fue sobrevolado durante 6 horas y bombardeado durante 70 minutos. El Gobierno israelí se excusó por este error y el asunto se archivó. Fue en 1980 cuando uno de los testigos presenciales, Ennes, Oficial de Puente en el Liberty, pudo restablecer la verdad, desmintiendo la versión oficial del error, confirmada por la Comisión de investigación de aquella época, presidida por el Almirante Isaac Kid. Ennes probó que el ataque fue deliberado y que se trató de un asesinato. El Almirante Thomas L. Moorer, mientras el libro de Ennes era silenciado por los esfuerzos del lobby sionista, explicó por qué este crimen había sido guardado en silencio: El Presidente Johnson temía las reacciones del electorado judío El Almirante añade: El pueblo americano se volvería loco si supiera lo que pasó (343).

En 1980, Adlaï Stevenson que había propuesto una enmienda solicitando una reducción del 10 % de la ayuda militar que se daba a Israel para exigir que no continuase instalando colonias en los territorios ocupados, recordaba que el 43 % de la ayuda americana iba destinada a Israel (con 3 millones de habitantes) para su rearme, en detrimento de los 3.000 millones de habitantes que pasan hambre en el mundo.

Adlaï Stevenson concluía: El Primer Ministro de Israel tiene mucha más influencia sobre la política extranjera de los Estados Unidos en el Oriente Medio de la que tiene en su propio país (344).

Los ejemplos abundan:

M. Rabin, que ha abandonado desde hace mucho tiempo la táctica de anexión de tierra querida por el partido laborista israelí desde 1967(duna tras duna, cabra tras cabra ) ha creído llegado el momento de acelerar la colonización y la judaización de la Ciudad, confiscando 53 hectáreas más en el sector de Jerusalén-Este (del que los judíos ya se han apropiado un tercio desde 1967, para su uso exclusivo) el objetivo era crear una situación tal que cuando tengan lugar las negociaciones previstas para 1996, no haya nada que negociar.

Esta nueva provocación suscitó encendidas protestas de los países árabes molestos entre otras cosas por la proposición del Senador Dole (el mismo que en 1990, llamaba a Israel niño mimado) de trasladar la Embajada de los Estados Unidos a Jerusalén.

La Liga Arabe solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad, al igual que lo hiciera Francia el 2 de mayo. A la salida de esta reunión, 14 de los 15 Estados miembros votaron una Resolución solicitando a Rabin retractarse de este proyecto de confiscación, y los EEUU decidieron entonces, por 30a vez desde 1972, hacer uso de su derecho de veto, para apoyar a Israel

Este aislamiento americano inquietó a algunos representantes del lobby en los Estados Unidos como al Sr. Thomas Friedman: La cuestión crucial no es la del Estatuto de Jerusalén que será de cualquier manera la capital de Israel es la de la credibilidad de los Estados Unidos como único mediador en el conflicto árabe-israelí y de la marcha de las negociaciones con los palestinos (345).

Después de la reunión anual de la A. I. P. A. C., a la cual había sido invitado, el Presidente Clinton ha subrayado el incremento de la ayuda militar de los Estados Unidos a Israel:

Los Estados Unidos han mantenido sus promesas: la potencia militar de Israel es hoy más eficaz que nunca. Hemos dado nuestra conformidad a la venta de los F-15 si, el mejor aparato del mundo de largo radio de acción. Hemos continuado la entrega, comenzada tras la Guerra del Golfo, de 200 aviones y helicópteros de combate. Nos hemos comprometido a participar, con una aportación de 350 millones de dólares en la fabricación del Arrow, que debe proteger a Israel de cualquier nuevo ataque con misiles. Le hemos entregado un sistema ultramoderno de lanzador múltiple de cohetes

Para aumentar su capacidad de alta tecnología le hemos provisto de super-ordenadores y les hemos dado acceso, algo sin precedente por parte de los Estados Unidos, al mercado americano de lanzamiento de artefactos al espacio.

Nuestra cooperación en materia de estrategia y de información no había sido nunca tan estrecha. Tenemos incluso, este año, maniobras conjuntas de gran envergadura, y tenemos prevista una expansión de nuestras instalaciones de depósito de material militar en Israel. El Pentágono ha suscrito contratos por más de3 millones de dólares para comprar material de alta tecnología por parte de compañías israelíes (346).

Cualquier medio es bueno para el lobby sionista: desde la presión financiera hasta el chantaje moral, pasando por el boycot de los medios de comunicación y de los editores, e incluso por las amenazas de muerte.

Paul Findley concluye: Cualquier crítica a la política de Israel debe atenerse a dolorosas e incesantes represalias e incluso a la pérdida de los medios de existencia por las presiones del lobby israelí. El Presidente le tiene miedo. El Congreso cede a todas sus exigencias. Las más prestigiosas Universidades vigilan en sus programas para eliminar todo lo que se le oponga: los gigantes de los medias y los jefes militares ceden a sus presiones (347).