Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

índice

 

II. LOS MITOS DEL SIGLO XX

    2. El mito de la justicia de Nuremberg

          C) El juicio de Auschwitz

La suerte del principal acusado, el último Comandante de Auschwitz Richard Baer, que moriría antes del inicio del juicio, es particularmente digna de interés. Fue detenido en diciembre de 1960 en los alrededores de Hamburgo donde vivía como un trabajador forestal. En junio de 1963, murió en prisión en misteriosas circunstancias.

Según varias fuentes, que tienen por origen los informes de la prensa francesa, Baer, durante su prisión preventiva, había rehusado de forma obstinada confirmar la existencia de las cámaras de gas en el sector que antaño tuvo bajo su responsabilidad (201).

El informe de la autopsia del Instituto médico-forense de la Universidad de Francfort dice que la ingestión de un veneno inodoro y no corrosivo no se puede excluir.

El abogado de Nuremberg, Eberhard Engelhardt, cita este pasaje del informe de la autopsia en una carta dirigida al Ministerio Fiscal de Francfort el 12 de noviembre de 1973 y afirma que Baer fue envenenado durante la investigación.

El informe Garstein, oficial de las Waffen SS, es tan visiblemente aberrante que fue rehusado como prueba por el Tribunal Militar de Nuremberg el 30 de enero de 1946, aunque posteriormente fuera utilizado parcialmente por el Fiscal francés Dubost, por las facturas del Zyklon B que en el se adjuntaban, en el proceso de Eichmann en Jerusalén en 1961.

Según este testigo el número de víctimas (60.000 al día en tres campos: Belzec, Treblinka y Sobibor) ¡ascendería a 25millones de víctimas! (202).

Vió además a 700 u 800 personas apiladas, dentro de una estancia de 25 metros cuadrados (¡más de 28 por metro cuadrado!).

Henri Roques escribió una tesis que demuestra la inconsistencia del informe Gerstein, y que obtuvo la mención de cum laude. Alain Decaux, en Le Matin de Paris del 13 de septiembre de 1986, escribía que todos los investigadores deberían en adelante tomar en cuenta estos trabajos añadiendo que el profesor Roques era el hombre mejor informado en la actualidad sobre el asunto Gerstein.

Pero se buscaron motivos administrativos para que su tesis no fuera tomada en consideración. Roques preparó su tesis en París bajo la dirección del Profesor Rougeot y trasladó el expediente para la defensa de la tesis a Nantes donde tuvo lugar, bajo la dirección del profesor Rivière, pero no abonó los derechos de matrícula en la Facultad de Letras de Nantes y por ese motivo se le retiró el título de Doctor.

Otro de los testigos más célebres fue el Dr. Miklos Nyiszli, médico húngaro deportado que escribió el libro Médecin à Auschwitz (203).

Su primera afirmación es que, cuando llegó al campo (a finales de mayo de 1944) los exterminios por gas se practicaban desde hacía cuatro años. Ahora bien, el documento de Nuremberg (204) indica que la puesta en marcha de los crematorios no se realizó hasta agosto de 1942 y el documento 4.463 dice que no estuvieron listos hasta el 20 de febrero de 1943.

En agosto de 1960, el Instituto de Historia Contemporánea (Institut für Zeitgeschichte) daba el siguiente comunicado de prensa:

Las cámaras de gas de Dachau no fueron nunca acabadas ni puestas en servicio Los exterminios masivos de los judíos por gas comenzaron en 1941-42 y sólo en pocos lugares de la Polonia ocupada, por medio de instalaciones técnicas preparadas para tal fin, pero en ningún caso en territorio alemán (205).

El testimonio de Sauckel, uno de los principales acusados, en la sesión del 30 de mayo de 1946 del Tribunal de Nuremberg también puede generar dudas.

Confirmo que mi firma aparece en este documento. Solicito al Tribunal permiso para explicar cómo fue obtenida esta firma.

Este documento se me presentó concluido. Pedí permiso para leerlo y estudiarlo, para decidir si debía firmarlo. Este me fue denegado Después un policía polaco o ruso entró y preguntó: ¿Donde está la familia de Sauckel? Nos llevaremos a Sauckel con nosotros pero su familia se quedará en territorio soviético. Soy padre de diez hijos y, pensando en mi familia, firmé este documento.

* * *

Entre los testimonios de los criminales, el del General Ohlendorf es particularmente revelador. Este dirigió, desde el verano de 1941 hasta el verano de 1942, los Einsatzgruppen encargados de ejecutar a los comisarios políticos que dirigían la actividad de los partisanos en el Sur de Rusia. En el juicio del I.M.T. (206) declaró que había recibido órdenes verbales para añadir a sus funciones la de exterminar a los judíos utilizando los camiones dispuestos para ello incluidas las mujeres y los niños (207).

El testimonio del General Ohlendorf durante su segundo juicio (208) fue completamente diferente. En primer lugar se retractó de sus declaraciones al I.M.T. en lo concerniente a la orden verbal de exterminio de los judíos: reconoció haber matado a judíos y gitanos pero en el contexto de la lucha contra los partisanos pero en absoluto siguiendo un plan específico de exterminio de judíos y gitanos. Reconoció también haber matado a 40.000 personas y no a 90.000 como había dicho en el I.M.T. (209).

* * *

A los historiadores críticos no se les ha opuesto ninguna refutación crítica, ninguna discusión científica contradictoria: sólo les han opuesto, en el mejor de los casos, el silencio y, en el peor, la represión.

Mientras subsista esta represión y esta conspiración del silencio respecto a las investigaciones críticas y siga por el contrario un financiamiento pletórico persistirán en mí las dudas e incluso el escepticismo, que la experiencia de una parcialidad semejante y una discriminación tal no hacen más que reforzar.

De esta discriminación y de esta parcialidad tengo experiencia desde hace 14 años. Desde el juicio de 1982 instado por la L.I.C.R.A. porque situé la guerra del Líbano en la lógica del sionismo político, y aunque las pretensiones de la L.I.C.R.A. fueran invariablemente desestimadas e incluso condenada en costas, en primera instancia, en apelación y en casación.

Mi libro L'Affaire Israel, ediciones Papyrus, París, 1983, ha llevado a su editor a la quiebra más inmediata.

Otro libro mío, Palestine, terre des messages divins, ediciones Albatros, París, 1986, no pudo ser distribuido normalmente. Los libreros que se atrevían a exponerlo eran sistemáticamente amenazados con la rotura de sus escaparates. La mayor parte de los ejemplares fueron devueltos al editor y fue prácticamente retirado de la circulación. Al igual que el presente libro sobre el que se ensaña la prensa, desde el Canard Enchaîné a Le Monde, pasando por Le Parisien, La Croix y L'Humanité, sin darme la menor posibilidad de respuesta, con la única excepción de Le Figaro, que aceptó publicar mi respuesta, en una versión, sin embargo, mutilada.

Estos silencios, estas persecuciones, estas represiones contra una Historia crítica de los crímenes hitlerianos se apoyan en pretextos completamente difamatorios y mentirosos. Para mostrar los inmensos crímenes de Hitler, tanto los que infrigió a los judíos como a todos sus enemigos, comunistas alemanes, o eslavos que le acabarían derrotando, no había necesidad de mentira alguna.

Ignorar que los crímenes nazis no se redujeron únicamente contra los judíos sino que originaron decenas de millones de muertos en la lucha contra el fascismo es otra clase de racismo que puede incitar a la discriminación y al odio racial.

Es contra esa orquestación de odio contra los investigadores críticos contra la que tenemos hoy que luchar y aportar los datos de la información, con la esperanza de que sirvan para suscitar una discusión verdadera sobre las realidades objetivas de aquel pasado, sin tildar a tal o cual investigador de prejuicios políticos ocultos; sin condenarle por anticipado a la represión o al silencio. No se forja el porvenir perpetuando los odios y alimentándolos con la mentira.

La crítica verificada de los testimonios históricos y los estudios científicos permitirán ofrecer a la opinión pública la posibilidad de reflexionar sobre los crímenes de ayer para prevenir los de mañana. Es una obligación moral a la par que científica.

* * *

Hasta ahora, sólo se han dado cifras arbitrarias y falsas algunas de ellas por personalidades de gran talento y de una perfecta buena fe.

No han salido verdaderas obras maestras, como por ejemplo, la novela de Robert Merle: La mort est mon métier, que reconstruye, en primera persona, el itinerario de Höss, Comandante de Auschwitz. Incluso citando las cifras arbitrarias de los falsos testigos, Robert Merle alcanza a veces un estilo digno de Stendhal:

...el Fiscal gritó: ¡ Vd. ha matado a tres millones y medio de personas!

- Tomé la palabra y dije: os pido perdón ¡no he matado más que dos millones y medio!

Se escucharon entonces murmullos en la sala No podía hacer otra cosa sin embargo, que rectificar una cifra inexacta (210).

En el ámbito cinematográfico la película de Alain Resnais Noche y niebla ofrece una imagen emocionante, inolvidable, de la barbarie y el martirio, aunque se encuentra desfigurada la evocación de la cifra de 9millones de víctimas judías solamente en Auschwitz.

Toda una literatura, y sobretodo un maremoto cinematográfico y televisivo, se ha consagrado a esta tergiversación del sentido del crimen hitleriano. ¿Cuántas veces por ejemplo se ha proyectado, tras la Liberación y cuando toda una generación podía conocer y juzgar las hazañas de quienes más eficazmente lucharon contra los nazis, la película: La batalla del agua pesada, que evoca la gesta decisiva de Joliot-Curie y de su equipo para ocultar, en Noruega, los depósitos de agua pesada que hubieran permitido a Hitler construir y utilizar el primero la bomba atómica?

La misma pregunta podíamos formular, para La batalla del rail que revive cómo los ferroviarios sabotearon los transportes alemanes para paralizar las concentraciones de tropas. ¿Cuántas películas, como ¿Arde París? muestran, a pesar de la exageración del papel desempeñado por los Estados Mayores exteriores, la sublevación del pueblo de París liberando por sí solo su ciudad y capturando al Gobernador alemán Von Choltitz, para obligarle a la capitulación?

Por el contrario, ¿cuántas veces nos han pasado Exodo, Holocausto, Shoah y tantas y tantas cintas noveladas? Como si el sufrimiento de unos no pudiera compararse con el sufrimiento de todos los demás y con sus heroicas luchas.

Para este Shoah-business los comanditarios son generosos. En primer lugar el Estado de Israel. Menahem Beghin manda subvencionar al film Shoah con 850.000 dólares para, decía él, este proyecto de interés nacional (211).

Una de las películas que más ha contribuido a manipular la opinión mundial fue la serie televisiva Holocausto. El telefilm Holocausto es un crimen contra la verdad histórica. El objetivo principal era que un acontecimiento tan masivo, el exterminio de 6millones de judíos, no podía pasar desapercibido para el pueblo alemán en su conjunto. Si los alemanes no se enteraban, es porque no habían querido enterarse y, por tanto, eran culpables (212).

Y he aquí los frutos venenosos que acarrean estos breviarios del odio.

A todos estos agentes del enemigo se les debería expulsar del territorio metropolitano. Hace dos años que nos preguntamos la posibilidad de hacerlo. Lo que nos falta es muy simple y muy claro: la autorización y suficientes barcos. El problema que consistiría en hundir esos barcos no depende, por desgracia, del Consejo Municipal de París (213)

Se trataba de un propósito muy meditado. El Sr. Moscovich lo confirmaría el 15 de enero de 1963 con motivo de un juicio por difamación instado por él mismo: Efectivamente siento que los enemigos de Francia no sean exterminados ¡y aún lo lamento! (214)

Tras una primera obra digna y sobria, escrita justamente a la salida del campo de Buchenwald: L'Univers concentrationnaire, Ediciones de Minuit, París, 1946, David Rousset ha suministrado bajo una forma literaria y sutil, en Les Jours de notre mort la mayoría de los tópicos que constituirán el molde de la literatura concentracionaria.

Hasta Martin Gray, en Au nom de tous les miens, utiliza los servicios de un gran escritor francés para describir un campo en el que jamás había puesto los pies. Desde los falsos archivos del Ministerio de Antiguos combatientes descubiertos por Serge Klarsfeld, hasta las falsedades apocalípticas de Elie Wiesel (Premio Nobel) que vió también con sus propios ojos llamas gigantescas salir de una fosa al aire libre a donde se arrojaban niños pequeños (en las llamas no repararon ninguno de los aviones americanos que no cesaron de sobrevolar el campo). En un crescendo de la atrocidad y del delirio, añade: más tarde he sabido por un testigo que durante meses y meses el suelo no había dejado de temblar; y que de cuando en cuando, los geysers de sangre habían salpicado (en esta ocasión se trata de un testimonio sobre Babiyar) (215).

La apoteosis de esta literatura novelesca lo constituye el best-seller mundial del Diario de Ana Frank. La novela, maravillosamente conmovedora, suplanta lo real, y una vez más el mito se transforma en Historia.

El historiador inglés David Irving, que participó en el juicio de Toronto los días 25 y 26 de abril de 1988 (216) aportó sobre el Diario de Ana Frank, el siguiente testimonio:

El padre de Ana Frank, con quien mantuve correspondencia durante varios años, ha aceptado por fin dar su permiso para que se someta el manuscrito del Diario a un examen de laboratorio, lo que se exige siempre que hay discrepancia sobre un documento.

El laboratorio que se encargó de esta peritación fue el laboratorio de la policía criminal alemana de Wiesbaden. La conclusión fue que una parte del Diario de Ana Frank había sido escrito con un bolígrafo (este tipo de bolígrafos no fue comercializado hasta 1951 mientras que Ana Frank murió en 1945).

David Irving continua: Mi propia conclusión sobre el Diario de Ana Frank es que fue en gran parte auténticamente escrito por una judía de unos diez años. Los textos han sido recogidos por su padre, Otto Frank, tras la muerte trágica a causa del tifus de su joven hija en un campo de concentración: su padre y otras personas a las que no conozco, corrigieron este Diario para darle una forma vendible que enriqueciera a la vez al padre y a la Fundación Ana Frank. Pero, como documento histórico, la obra no tiene ningún valor puesto que el texto ha sido alterado.

Existen testimonios que evocan las diversas formas de gasear a las víctimas, aunque nunca se nos haya enseñado el funcionamiento de una sola cámara de gas (de las que el ingeniero Leuchter demostró su imposibilidad física y química). Tampoco se ha podido encontrar rastro de los innumerables camiones que sirvieron, para las emanaciones del Diesel, de cámaras de gas ambulantes, ni las toneladas de cenizas de cadáveres enterrados tras la cremación.

No existe ninguna fotografía de las cámaras de gas y los cadáveres se han esfumado. Sólo quedan los testigos (217).

El interminable rollo de Claude Lanzman se explica así en palabras del propio autor: era necesario hacer este film con nada, sin documentos de archivos, todo inventado (218).