Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

índice

 

II. LOS MITOS DEL SIGLO XX

    2. El mito de la justicia de Nuremberg

        B) Los testimonios

Durante el proceso de Auschwitz, que se celebró en Francfort, del 20 de diciembre de 1963 al 20 de agosto de 1965, en un monumental teatro, como requería una operación política con gran folklore, la formidable puesta en escena judicial no pudo evitar que en la exposición de motivos de su veredicto, el Tribunal de Casación reconociera que contenía elementos irrisorios para sostener su juicio.

Le faltan al Tribunal casi todos los medios de información de los que se disponen en un juicio criminal ordinario para recomponer una imagen fidedigna de los hechos, tal y como realmente se produjeron en el momento del asesinato. Faltaban los cadáveres de las víctimas, los informes de las autopsias, las conclusiones de los peritos sobre las causas de los fallecimientos; faltaban las pistas dejadas por los culpables, las armas del crimen, etc. La verificación de los testimonios sólo fue posible en contados casos (195).

El arma del crimen era, según la acusación, la cámara de gas. ¡Y he aquí que los jueces no encontraban pistas!

Bastaba sin duda que el hecho fuera de notoriedad pública. Como en los tiempos de los juicios contra las brujas, nadie podía poner en duda su comercio carnal con el diablo sin correr el riesgo de ir también él mismo a la hoguera.

Hasta 1757 era de notoriedad pública que el sol giraba alrededor de la tierra. Era un hecho evidente.

El historiador Seignobos subraya que la verdad de un hecho debe consagrarse por el número de testigos que la corroboran, la existencia del diablo en la Edad Media estaría mejor fundada que la de cualquier personaje histórico.

Uno de los juristas enviados por los Estados Unidos a Dachau convertido en campo americano y centro de procesos contra los crímenes de guerra, Stephen S. Pinter escribe:

Viví en Dachau durante 17 meses después de la guerra como juez militar de los Estados Unidos y puedo testimoniar que no existieron cámaras de gas en Dachau. Lo que se enseña a los visitantes se presenta de manera errónea como una cámara de gas, cuando en realidad es un horno crematorio. No existieron tampoco cámaras de gas en los campos de concentración de Alemania. Se nos ha dicho que había una cámara de gas en Auschwitz, pero como Auschwitz estaba en la zona rusa, no obtuvimos, por parte de los rusos, autorización para visitarla Puedo afirmar, tras seis años pasados después de la guerra en Alemania y Austria, que hubo muchos judíos muertos, pero que la cifra de 1millón no se alcanzó jamás, y me considero más cualificado que nadie en este respecto (196).

A falta de pruebas escritas o de documentos irrecusables, el Tribunal de Nuremberg debió fundarse en testimonios.

Los supervivientes, llamados como testigos y que han autentificado la existencia de cámaras de gas, lo han hecho no según lo que ellos habían visto, sino según lo que habían oído decir.

Un ejemplo típico e ilustrativo es el del Dr. Benedict Kautzsky, que sucedió a su padre en la dirección del Partido Social-democrata austríaco.

Después de haber declarado que en Auschwitz el tiempo máximo de supervivencia era de tres meses (aunque él permaneciera internado allí durante tres años), escribió un libro titulado: Teufel und Verdammt (El diablo y el condenado) publicado en Suiza en 1946, a propósito de las cámaras de gas: No las vi con mis propios ojos, pero su existencia me fue confirmada por varias personas dignas de crédito.

Algunos testimonios fueron tenidos por fundamentales, concretamente los de Rudolf Höss, de Saukel y el de Nyiszli, médico de Auschwitz.

El testigo clave fue Rudolf Höss, antiguo Comandante del campo de Auschwitz.

El resumen que dio, desde su detención, y que recoge la sinopsis de sus declaraciones de Nuremberg, respondía a todo lo que el Tribunal esperaba de él.

He aquí su declaración, hecha bajo juramento y firmada el 5 de abril de 1946.

Dirigí Auschwitz hasta el primero de diciembre de 1943 y estimo, que al menos 2.500.000 prisioneros fueron ejecutados y exterminados por gaseamiento y cremación, y que al menos otro medio millón sucumbieron allí de hambre y enfermedad, lo que hace un total de 3.000.000 de muertos aproximadamente. La solución final de la cuestión judía consistía en el exterminio de todos los judíos de Europa.

Yo recibí la orden de preparar el exterminio en Auschwitz en junio de 1941. En aquel tiempo existían ya otros tres campos de exterminio en el Gobierno General: Belzec, Treblinka, Wolzek.

No se podría imaginar una confirmación más perfecta de las tesis que se iban a divulgar durante medio siglo.

Y, sin embargo, en este mismo texto se encuentran ya tres falsedades evidentes:

1 - La cifra de 4millones de muertos en Auschwitz, cifra oficial proclamada en Nuremberg, debe ser reducida al menos en dos terceras partes como lo prueba la nueva placa conmemorativa de Auschwitz-Birkenau que ha reemplazado la cifra de 4millones por la de: algo más de un millón.

2 - Los campos de Belzec y de Treblinka no existían en 1941. No se abrieron hasta 1942.

3 - No se ha podido probar la existencia del campo de Wolzek, jamás ha existido en ningún mapa.

¿Cómo se pudo admitir, sin verificación previa, este testimonio básico?

El propio Höss explicó más tarde que estas primeras declaraciones fueron escritas bajo el control de las autoridades polacas que fueron las que le arrestaron.

Desde mi primer interrogatorio, las confesiones las obtuvieron golpeándome. Ignoraba el contenido de los relatos aunque los hubiera firmado (197).

(Una nota a pie de página: un documento dactilografiado de ocho páginas firmado por Höss a las 2 horas 30 minutos de la madrugada del 14 de marzo de 1946. No difiere esencialmente de lo que él desde entonces dijo y escribió en Nuremberg o en Cracovia.)

El propio Höss describió, en sus notas manuscritas de Cracovia, las circunstancias del primer interrogatorio al que le sometió la policía militar británica.

Fui detenido el 11 de marzo de 1946 a las 23 horas La Field Security Police me infringió malos tratos. Se me arrastró hasta Heide, justamente el cuartel donde ocho meses antes había sido liberado por los ingleses. Es aquí donde se produjo mi primer interrogatorio, para el que se utilizaron argumentos contundentes. Ignoraba el contenido del atestado aunque lo firmara. Tanto el alcohol que me hicieron ingerir como los latigazos, fueron demasiado incluso para mí Algunos días después fui conducido a Minden-sur-Weswe, principal centro de interrogatorios de la zona británica. Allí, se me trató aun peor, ante un fiscal, un comandante (198).

No fue hasta 1983 cuando se tuvo la confirmación de las torturas inflingidas a Rudolf Höss para arrancarle las pruebas de los dos millones y medio de judíos exterminados por él, antes de 1943, en Auschwitz.

El libro fue escrito por Ruppert Butler con el título: Legions of Death (Las legiones de la muerte) (199). En él se aporta el testimonio de Bernard Clarke, que fue quien arrestó a Rudolf Höss después de haber obtenido de su esposa, bajo la amenaza de matarla a ella y a sus hijos, la dirección de la granja donde se escondía, y donde se le detuvo el 11 de marzo de 1946. Butler narra que fueron necesarios tres días de torturas para sacarle una declaración coherente (la que acabamos de citar, firmada el 14 de marzo de 1946 a las 2 de la madrugada).

Desde su detención fue golpeado hasta el punto de que al final el oficial de sanidad intervino con insistencia ante el capitán: mándeles parar o devolverán un cadaver.

La Comisión de Investigación americana compuesta por los jueces Van Roden y Simson, que fue enviada a Alemania en 1948 para investigar sobre las irregularidades cometidas por el Tribunal Militar americano en Dachau que había juzgado a 1.500 prisioneros alemanes, y condenado a muerte a 420 dictaminó que los acusados habían sido sometidos a torturas físicas y psíquicas de toda clase para forzarles a prestar las confesiones deseadas.

De esta forma, de 137 casos sobre los 139 examinados, los prisioneros alemanes habían recibido, en el curso de los interrogatorios, patadas en los testículos que les habían dejado heridas incurables (200).