Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

índice

 

II. LOS MITOS DEL SIGLO XX

    1. El mito del antifascismo sionista

En 1941, Itzac Shamir cometió un crimen imperdonable desde el punto de vista moral: recomendar una alianza con Hitler, con la Alemania nazi contra La Gran Bretaña (Bar Zohar, Ben Gurión, El Profeta armado, Paris, 1966, p. 99)

Cuando comenzó la guerra contra Hitler, la casi totalidad de las organizaciones judías se pusieron al lado de los aliados e incluso algunos de sus más destacados dirigentes, como Weizmann, tomaron posición en favor de los aliados, pero el grupo sionista alemán, que en aquella época era muy minoritario, adoptó una actitud inversa y de 1933 a 1941 estuvo vinculado a una política de compromiso e incluso de colaboración con Hitler. Las autoridades nazis al principio, al mismo tiempo que perseguían a los judíos, arrojándoles, por ejemplo, de la función pública, dialogaban con los dirigentes sionistas alemanes y establecían un trato de favor distinguiéndoles de los judíos integracionistas a quienes se perseguía. La acusación de colusión con las autoridades hitlerianas no se dirigía a la inmensa mayoría de los judíos, algunos de los cuales ni siquiera esperó a la guerra para luchar contra el fascismo. Lo hicieron en las Brigadas Internacionales en la guerra civil española entre 1936 y 1939 (86). Otros, hasta en el ghetto de Varsovia, crearían un Comité judío de lucha y supieron morir combatiendo. Pero esta acusación es aplicable a la minoría fuertemente organizada de los dirigentes sionistas cuya única preocupación era la de crear un Estado judío poderoso. Su preocupación exclusiva de crear un Estado judío poderoso e incluso su visión racista del mundo, les hacían mucho más anti-ingleses que anti-nazis. Tras la guerra Menahem Beghin o Itzac Shamir llegaron a ser dirigentes de primer rango en el Estado de Israel.

Con fecha de 5 de septiembre de 1939 -dos días después de la declaración de guerra de Inglaterra y Francia contra Alemania- Chaim Weizmannn, Presidente de la Agencia Judía, escribía a M. Chamberlain, Primer Ministro de su majestad el Rey de Inglaterra, una carta en la que le informaba de que nosotros los judíos, estamos al lado de Gran Bretaña y combatiremos por la Democracia, precisando que los mandatarios judíos estaban dispuestos a firmar inmediatamente un acuerdo para permitir la utilización de todas sus fuerzas en hombres, de sus técnicas, de su ayuda material y de todas sus capacidades. Reproducida en el Jewish Chronicle del 8 de septiembre de 1939, esta carta constituía una auténtica declaración de guerra del mundo judío contra Alemania. Exponía el problema del internamiento de todos los judíos alemanes en campos de concentración como súbditos de un pueblo en estado de guerra con Alemania, al igual que lo hicieran los americanos con sus propios súbditos de origen japonés a los que internaron mientras duró la guerra contra Japón.

Los dirigentes sionistas dieron pruebas, en la época del fascismo hitleriano y mussoliniano, de un comportamiento equívoco que iba del sabotaje de la lucha antifascista a la tentativa de colaboración. El objetivo esencial de los sionistas no era el de salvar vidas judías sino el de crear un Estado judío en Palestina. El primer dirigente del Estado de Israel, Ben Gurión, proclamaba sin ambages, el 7 de diciembre de 1938, ante los dirigentes sionistas del Labour: Si supiera que era posible salvara todos los niños de Alemania trayéndoles a Inglaterra, y solamente la mitad de ellos transportarlos a Eretz Israel, escogería la segunda solución. Ya que debemos tener en cuenta no sólo la vida de estos niños, sino también la historia del pueblo de Israel (87). El salvamento de los judíos en Europa no figuraba alprincipio de la lista de las prioridades de la clase dirigente. Era la fundación del Estado lo que era primordial ante sus ojos (88).

()¿Debemos ayudar a todos los que tengan necesidad sin tener en cuenta las características de cada cual? ¿No deberíamos dar a esta acción un carácter nacional sionista e intentar salvar prioritariamente a los que puedan ser útiles a la Tierra de Israel y al judaísmo? Sé que puede parecer cruel exponer la cuestión de esta manera, pero desgraciadamente debemos establecer claramente si somos capaces de salvar a 10.000 personas entre las 50.000 que pudieran contribuir a la construcción del país y al renacimiento nacional o bien a un millón de judíos que pudieran llegar a ser para nosotros un fardo o mejor dicho un peso muerto. En este caso nos limitaríamos a salvar a los 10.000 que pudieran ser salvados a pesar de las acusaciones y los llamamientos del millón abandonados a su suerte (89).

Este fanatismo inspira, por ejemplo, la actitud de la delegación sionista en la Conferencia de Evian, en julio de 1938, en la que 31 naciones se reunieron para discutir la absorción de los refugiados de la Alemania nazi. La delegación sionista exigió, como única solución posible, la de admitir a 200.000 judíos en Palestina. El Estado judío era más importante para ellos que la vida de los judíos. El enemigo principal, para los dirigentes sionistas era la asimilación. Centraban en esto la preocupación fundamental de todo racismo, incluido el hitleriano: la pureza de la sangre. Es por ello por lo que, en función misma del antisemitismo sistemático que les animaba hasta perseguir el propósito monstruoso de dar caza a todos los judíos de Alemania y después a los de Europa cuando llegara la hora, los nazis consideraban a los sionistas como interlocutores válidos puesto que también ellos servían a este propósito

De esta colusión existen pruebas evidentes. La Federación Sionista de Alemania dirigía al Partido nazi el 21 de junio de 1933 un memorándum en el que expresamente se declaraba:

En la fundación del Nuevo Estado, que ha proclamado el principio de la raza, deseamos adaptar nuestra comunidad a las nuevas estructuras nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía nos permite establecer relaciones claras y sinceras con el pueblo alemán y sus realidades nacionales y raciales. Precisamente porque nosotros no queremos subestimar estos principios fundamentales, es por lo que también nos pronunciamos contra los matrimonios mixtos y en favor del mantenimiento de la pureza del grupo judío Los judíos conscientes de su identidad, en el nombre de los cuales hablamos, pueden encontrar sitio en la estructura del Estado alemán, pues están libres del resentimiento que los judíos asimilados deben experimentar; creemos en la posibilidad de relaciones leales entre los judíos conscientes de su comunidad y el Estado alemán. Para alcanzar sus objetivos prácticos, el sionismo espera ser capaz de colaborar incluso con un gobierno fundamentalmente hostil a los judíos La realización del sionismo no está molesta más que por el resentimiento de los judíos en el exterior, contra la orientación alemana actual. La propaganda para el boycot -- actualmente dirigida contra Alemania- - es por definición, no sionista (90). El Memorándum añadía: en el caso de que los alemanes aceptaran esta cooperación, los sionistas se esforzarían en convencer a los judíos del extranjero a que renunciaran a participar en el boycot contra Alemania (91). Los dirigentes hitlerianos acogieron favorablemente la orientación de los mandatarios sionistas que, por su preocupación exclusiva por constituir su Estado en Palestina, aunaban sus esfuerzos para desentenderse de los judíos. El principal teórico nazi, Alfred Rosenberg, escribe: el sionismo debe ser vigorosamente sostenido a fin de que un contingente anual de judíos alemanes sean llevados a Palestina (92).

Reinhardt Heydrich, que fue más tarde el Protector en Checoslovaquia, escribía en 1935, durante el tiempo en que era jefe de los Servicios de Seguridad de las S.&nbspS. en el Das Schwarze Korps, órgano oficial de las S.S., un artículo sobre El enemigo visible en el que se establecían distinciones entre los judíos: Nosotros debemos dividir a los judíos en dos categorías: los sionistas y los partidarios de la asimilación. Los sionistas profesan una concepción estrictamente racial, y, para la emigración en Palestina, ayudan a edificar su propio Estado judío nuestros mejores votos y nuestra buena voluntad oficial para ellos (93).

El Betar alemán recibió un nuevo nombre: Herzlia. Las actividades del movimiento en Alemania debían obtener a buen seguro la aprobación de la Gestapo; en realidad, Herzlia actuaba bajo la protección de esta última. Un día, un grupo de las S.S. atacó un campamento de verano del Betar. El jefe del movimiento se quejó entonces a la Gestapo y, algunos días más tarde, la policía secreta le comunicó que los S. S. en cuestión habían sido castigados.

Gestapo y, algunos días más tarde, la policía secreta le comunicó que los S. S. en cuestión habían sido castigados. La Gestapo preguntó al Betar que compensación le parecía la más adecuada. El movimiento solicitó que la reciente prohibición que se les había impuesto de no poder llevar camisas pardas les fuera levantada; la solicitud fue atendida (94).

Una circular de la Wilhelmstrasse indica: los objetivos propuestos por esta categoría (la de los judíos que se oponen a la asimilación y que son favorables a un reagrupamiento de sus correligionarios en el seno de un hogar nacional), en cuyo primer rango se encuentran los sionistas, son los que se apartan menos de los fines que persigue realmente la política alemana en relación con los judíos (95).

No hay ninguna razón, escribía Bülow-Schwante al Ministerio de Interior, para poner trabas con medidas administrativas a la actividad sionista en Alemania pues el sionismo no está en contradicción con el programa del nacional-socialismo cuyo objetivo es el de que salgan progresivamente los judíos de Alemania (96).

Esta directiva confirmando las medidas anteriores se aplicó al pie de la letra. En virtud de este estatuto privilegiado del sionismo en la Alemania nazi, la Gestapo de Baviera, el 28 de enero de 1935, dirigía a la policía la siguiente circular: los miembros de la organización sionista, por su actividad orientada a la emigración hacia Palestina, no deben ser tratados con el mismo rigor que es necesario para los miembros de las organizaciones judías alemanas (aislacionistas) (97).

La organización sionista de los judíos alemanes tuvo una existencia legal hasta 1938, cinco años después de la llegada del Hitler al poder La Jüdische Rundschau (periódico de los sionistas alemanes) salió hasta 1938 (98).

En compensaclón por su reconocimiento oficial como únicos representantes de la comunidad judía, los dirigentes sionistas se ofrecieron para romper el boycot que pretendían realizar todos los antifascistas del mundo. Así en 1933 iniciaron la colaboración económica y fueron creadas dos compañías: la Haavara Company en Tel-Aviv y la Paltreu en Berlín. El mecanismo operativo era el siguiente: un judío que deseara emigrar depositaba en la Wasserman Bank de Berlín o en la Warburg Bank de Hamburgo, una cantidad mínima de 1.000 libras esterlinas. Con esta suma, los exportadores judíos podían comprar mercancías alemanas con destino a Palestina y pagaban el valor correspondiente en libras palestinas, en la cuenta de la Haavara, en la Banca Anglo-palestina en Tel-Aviv. Cuando el emigrante llegaba a Palestina, recibía el equivalente de la suma que había depositado en Alemania. Varios futuros Primeros Ministros de Israel participaron en la empresa de la Haavara, concretamente Ben Gurión, Moshé Sharret (que entonces se apellidaba Moshé Shertok), la Sra. Golda Meir, que la apoyó desde Nueva York, y Levi Eshkol, que era su representante en Berlín (99).

La operación era ventajosa para ambas partes; los nazis conseguían así romper el bloqueo (los sionistas hacían fortuna vendiendo mercancías alemanas incluso a Inglaterra); y los sionistas realizaban una inmigración selectiva, tal y como deseaban.

Sólo podían inmigrar los millonarios (cuyos capitales permitirían el desarrollo de la colonización sionista en Palestina). De acuerdo con los fines del sionismo era más importante salvar de la Alemania nazi los capitales judíos, permitiendo el desarrollo de su empresa, que las vidas de los judíos pobres, o ineptos para el trabajo o para la guerra, lo que hubiera supuesto una carga. Esta política de colaboración duró hasta 1941 (es decir durante ocho años tras la llegada de Hitler al poder). Eichmann tenía contacto con Kastner. El proceso de Eichmann descubrió, en parte al menos, los mecanismos de estas connivencias, de estos intercambios entre judíos sionistas útiles para la creación del Estado judío (personalidades ricas, técnicos, jóvenes aptos para el ejército, etc.) v una masa de judíos menos favorecidos, abandonados en las manos de Hitler.

El Presidente de este Comité, Ytzhak Gruenbaum declaraba el 18 de enero de 1943: El sionismo es lo primero...

Van a decir que soy antisemita, respondió Gruenbaum, que no quiero salvar el Exilio, que no tengo a warm yiddish heart () Dejémosles decir lo que quieran. No exigiría de la Agencia Judía que asigne la cantidad de 300.000 ni de 100.000 libras esterlinas para ayudar al judaísmo europeo. Y pienso que quien quiera que exija tales cosas realiza un acto antisionista (100).

Este era también el punto de vista de Ben Gurión:

La tarea del sionismo no es la de salvar al resto de Israel que se encuentra en Europa, sino la de salvar la tierra de Israel para el pueblo judío (101). Los dirigentes de la Agencia Judía estaban de acuerdo sobre el hecho de que la minoría que podía ser salvada debería ser escogida en función de las necesidades del proyecto sionista en Palestina (102).

Hannah Arendt, una de las más eminentes defensoras de la causa judía en sus estudios y en sus libros, asistía a los debates. A ellos les dedicó un libro: Eichmann en Jerusalén. En él demuestra (103) la pasividad e incluso la complicidad de los consejos judíos (Judenrat) cuyos dos tercios estaban dirigidos por sionistas.

Otro libro, escrito por Trunk (104) dice: De acuerdo con los cálculos de Freudiger, el cincuenta por ciento de los judíos podrían haberse salvado si no hubieran seguido las instrucciones de los Consejos judíos (105). Es significativo que durante la celebración del 50 aniversario de la sublevación del ghetto de Varsovia, el Jefe del Estado israelí solicitó a Lech Walesa que no concediera la palabra a Marek Edelman, jefe adjunto de la insurrección y uno de los sobrevivientes. En 1993, Marek Edelman concedió una entrevista a Edward Alter del periódico israelí, Haaretz, en la cual recordaba quienes habían sido los verdaderos instigadores y héroes del Comité judío de lucha del ghetto de Varsovia. Los socialistas del Bund, los antisionistas, los comunistas, los troskistas, los Mihaïl Rosenfeld y los Mala Zimetbaum, junto a Edelman y una minoría de sionistas de izquierdas del Poalei Zion y del Hashomer Hatzaïr. Fueron los que lucharon contra el nazismo empuñando las armas, como lo hicieron los judíos voluntarios de las Brigadas Internacionales en España y durante la ocupación en Francia, los miembros judíos de la M.O.I. (Mano de Obra Inmigrada).

Nahum Goldman, Presidente de la Organización Sionista Mundial y más tarde del Congreso Mundial Judío, narra, en su Autobiografía, su dramático encuentro con el Ministro de Asuntos Exteriores checo, Edouard Bénès, en 1935, que reprochaba a los sionistas haber quebrantado el boycot de Hitler por la Haavara (Ios acuerdos de transferencia) y el rechazo de la Organización Sionista Mundial a organizar la resistencia contra el nazismo.

En mi vida,he debido tomar parte en numerosos encuentros penosos, pero jamás me sentí tan desgraciado y avergonzado como durante aquellas dos horas. Sentía, en todas las fibras de mi ser, que Bénès tenía razón (106).

Apostando por la oposición a Inglaterra, los dirigentes sionistas tomaron contacto con Mussolini desde 1922. Les recibió tras la Marcha sobre Roma de 1922, concretamente el 20 de diciembre (107). Más adelante Weizmann fue recibido por Mussolini el 3 de enero de 1923 y en otra ocasión el 17 de septiembre de 1926. Nahum Goldman, Presidente de la Organización Sionista Mundial, se entrevistó el 26 de octubre de 1927 con Mussolini que le dijo: Os ayudaré a crear el Estado judío (108).

Esta colaboración constituía un sabotaje a la lucha antifascista internacional, subordinaba toda la política sionista al único propósito de construir un Estado judío en Palestina. Continuó durante la guerra, incluso en el momento en el cual la persecución hitleriana de los judíos europeos fue más atroz. Durante la deportación de los judíos húngaros, el Vice-presidente de la Organización Sionista, Rudolf Kastner, negoció con Eichmann sobre la siguiente base: si Eichmann permitía la salida hacia Palestina de 1684 judíos útiles para la edificación del futuro Estado de Israel, Kastner le prometía a Eichmann convencer a los 460.000 judíos húngaros que no se trataba de una deportación a Auschwitz, sino de un simple traslado.

El juez Halevi recordaba durante el proceso de Eichmann que Kastner intervino para salvar a uno de sus interlocutores nazis: uno de los ejecutores de Himler, el Standarteführer Kurt Becher. El testimonio de Kastner, en el proceso de Nuremberg, consiguió que escapara al castigo. El juez fue taxativo: no hubo ni verdad, ni buena fe en el testimonio de Kastner Kastner perjuró a sabiendas, en su declaración ante este Tribunal, cuando negó que intercedió en favor de Becher. Además ocultó este importante hecho: su diligencia en favor de Becher la hacía en nombre de la Agencia Judía y del Congreso Mundial Judío Está claro que la recomendación de Kastner no fue efectuada a título personal, sino en nombre de la Agencia Judía y del Congreso Mundial Judío y fue por lo que Becher fue puesto en libertad por los Aliados.

Tras el juicio, la opinión pública israelí se estremeció. En el diario Haaretz el Dr. Moshé Keren escribía, el 14 de julio de 1955: Kastner debió ser inculpado por colaboración con los nazis Pero el diario vespertino Yediot Aharonoth (23 de junio de 1955) explicaba el por qué no podía ser así Si Kastner es llevado ante los tribunales, el gobierno en pleno correría el riesgo de derrumbarse totalmente ante la nación, como consecuencia de lo que tal proceso descubriría.

Lo que corría el riesgo de ser descubierto era que Kastner no había actuado solo sino en combinación con otros dirigentes sionistas que formaban parte, en el momento del proceso, del Gobierno. La única forma de evitar que Kastner hablara y estallara el escándalo, era que Kastner desapareciera. Murió en efecto de forma providencial, asesinado en los peldaños del Palacio de Justicia y el Gobierno israelí interpuso un recurso ante el Tribunal Supremo para rehabilitarle. Fue lo que obtuvo. La política de colaboración alcanzó su punto culminante en 1941, cuando el grupo más extremista de los sionistas, el Lehi (Combatientes para la Liberación de Israel) dirigido por Abraham Stern y tras su muerte por un triunvirato del que formaba parte Itzak Shamir, cometió un crimen imperdonable desde el punto de vista moral: proponer una alianza con Hitler, con la Alemania nazi, contra Gran Bretaña (109).

M. Eliezer Halevi, sindicalista, laborista conocido, miembro del Kibbutz Gueva, reveló en el semanario Hotam de Tel-Aviv (en fecha 19 de agosto de 1983) la existencia de un documento firmado por Itzak Shamir (que por aquel entonces se llamaba Yezernitsky) y Abraham Stern, enviado a la Embajada de Alemania en Ankara, cuando la guerra en Europa estaba en su punto crítico y las tropas del Mariscal Rommel se encontraban ya en suelo egipcio.

En él se decía expresamente: En la filosofía de los conceptos, nos identificamos con Vds. ¿Por qué entonces no colaborar unos con otros? Haaretz, en su edición del 31 de enero de 1983, cita una carta marcada con la estampilla de secreto, remitida en enero de 1941 por el embajador de Hitler en Ankara, Franz Von Papen, a sus superiores, dando cuenta de los contactos con los miembros del grupo Stern. Se adjuntaba un memorándum del agente de los servicios secretos nazis en Damasco, Werner Otto Von Hentig, sobre las conversaciones con los emisarios de Stern y de Shamir, donde se dice entre otras cosas que la cooperación entre el Movimiento de Liberación de Israel y el Nuevo Orden en Europa será de acuerdo con uno de los discursos del canciller del III Reich en el que Hitler subrayaba la necesidad de utilizar cualquier combinación de coalición para aislar y vencer a Inglaterra. Y allí se dice además que el grupo Stern está estrechamente vinculado a los movimientos totalitarios en Europa, a su ideología y a sus estructuras. Estos documentos se encuentran en el Memorial del Holocausto (Yad Vachem) en Jerusalén, clasificados bajo el número E234151-8.

Uno de los jefes históricos del grupo Stern, Israël Eldad, confirma, en un artículo publicado en el periódico de Tel-Aviv, Yediot Aharonoth, del 4 de febrero de 1983, la autenticidad de estas conversaciones entre su Movimiento y los representantes oficiales de la Alemania nazi. Afirma sin ambages que sus compañeros habían explicado a los nazis que una identidad de intereses entre un Nuevo Orden en Europa, según la concepción alemana, y las aspiraciones del pueblo judío en Palestina, representada por los combatientes para la libertad de Israel (el grupo Stern) era posible.

Transcribimos los principales párrafos de ese texto:

Principios básicos de la Organización Militar Nacional (NMO) en Palestina (Irgún Zevaï Leumi) relativos a la solución de la cuestión judía en Europa y la participación activa del NMO en la guerra al lado de Alemania.

Se desprende de los discursos de los dirigentes del Estado Nacionalsocialista alemán que una solución radical de la cuestión judía implica una evacuación de masas judías de Europa (Judenreines Europa). Esta evacuación de las masas judías de Europa es la primera condición para la solución del problema judío, pero esto no es posible más que por la instalación de esas masas en Palestina, en un Estado judío, con sus fronteras históricas. Resolver el problema judío de manera definitiva y liberar al pueblo judío es el objetivo de la actividad politica y durante largos años de lucha del Movimiento para la Liberación de Israel (Lehi) y de su Organización Militar Nacional en Palestina (Irguen Zevaï Leumi).

El NMO, conociendo la posición benévola del Gobierno del Reich hacia la actividad sionista en el interior de Alemania, y los planes sionistas de emigración estima que:

1) Podrían existir intereses comunes entre la instauración en Europa de un Orden Nuevo, según la concepción alemana, y las verdaderas aspiraciones del pueblo judío como son encarnadas por el Lehi.

2) La cooperación entre la nueva Alemania y una nación hebraica renovada (Völkisch Nationalen Hebräertum) sería posible.

3) El establecimiento del Estado histórico judío sobre una base nacional y totalitaria unida por un tratado al Reich alemán podría contribuir a mantener y reforzar, en el futuro, la posición de Alemania en el Oriente Próximo.

A condición de que sean reconocidas, por el Gobierno alemán, las aspiraciones nacionales del Movimiento, para la Libertad de Israel (Lehi), la Organización Militar Nacional (NMO) ofrece participar en la guerra al lado de Alemania.

La cooperación del Movimiento de Liberación de Israel iría en el sentido de los recientes discursos del Canciller del Reich alemán, en los cuales Hitler subrayaba que toda negociación y toda alianza debía contribuir a aislar a Inglaterra y a combatirla.

Conforme a su estructura y su concepción del mundo, el NMO está estrechamente vinculado con los movimientos totalitarios europeos (110).

Según la prensa israelí, que ha publicado una decena de artículos sobre este tema, en ningún momento los nazis tomaron en serio las propuestas de Stern, de Shamir y de sus amigos. Las conversaciones se cortaron cuando las tropas aliadas detuvieron en junio de 1941 al emisario de Abraham Stern e Itzak Shamir, el Sr. Naftali Loubentchik, en la propia Oficina de los servicios secretos nazis en Damasco. Otros miembros del grupo prosiguieron los contactos hasta la detención, por las autoridades británicas, de Itzak Shamir, en diciembre de 1941, acusado de terrorismo y colaboración con el enemigo nazi. Un pasado semejante no fue obstáculo para que Itzak Shamir llegara a ser Primer Ministro y ser, aun hoy, el Jefe de una poderosa oposición, la más encarnizada en mantener la ocupación en Cisjordania. Ya que en realidad, los dirigentes sionistas, a pesar de sus rivalidades internas, continúan con el idéntico objetivo racista: expulsar por el terror, la expropiación o la expulsión, a todos los autóctonos árabes de Palestina, para quedarse como los únicos invasores y los únicos amos.

Ben Gurión declaraba: Beghin pertenece indiscutiblemente al tipo hitleriano. Es un racista dispuesto a destruir a todos los árabes en su sueño de la unificación de Israel, preparado, para realizar este objetivo sagrado, a utilizar todos los medios (111). El propio Ben Gurión jamás ha creído en la posibilidad de una coexistencia con los árabes. Cuantos menos árabes haya en los límites del futuro Estado (de Israel) mejor les irá. No lo dice explícitamente, pero la impresión que se desprende de sus intervenciones y de sus observaciones está clara: una gran ofensiva contra los árabes no sólo cortaría sus ataques sino también reduciría al máximo el porcentaje de población árabe en el Estado () Se me puede acusar de racismo, pero en este caso se debería hacer el proceso a todo el Movimiento Sionista, que se basa en el principio de una entidad puramente judía en Palestina (112). En el juicio de Eichmann en Jerusalén, el Procurador General Haïm Cohen recordaba a los jueces: si no coincide con vuestra filosofía, podéis criticar a Kastner... Pero ¿qué tiene esto que ver con la colaboración? Ha existido siempre en nuestra tradición sionista seleccionar una élite para organizar la inmigración en Palestina Kastner no ha hecho otra cosa (113). Este alto magistrado invocaba en efecto una doctrina constante del Movimiento Sionista: no tenía por objetivo salvar a judíos sino construir un Estado judío fuerte. El día 2 de mayo de 1948, el Rabino Klaussner, encargado de las Personas desplazadas, presentaba un Informe ante la Conferencia Judía Americana:

Estoy convencido de que es necesario obligar a la gente a volver a Palestina Sugiero la palabra fuerza Siempre ha sido efectiva y ha servido incluso recientemente. Para la evacuación de los judíos de Polonia y en la historia del Exodo

Para aplicar este programa, es preciso, en lugar de proporcionarles comodidades a las personas desplazadas, crearles las mayores incomodidades posibles En un segundo tiempo, continuar haciendo un llamamiento a la Haganah para hostigar a los judíos (114). Las variantes de este método de incitación e incluso de coerción han sido múltiples. En 1940, para suscitar la indignación contra los ingleses que habían decidido salvar a los judíos amenazados por Hitler, acogiéndoles en la Isla Mauricio, el barco que los transportaba, el mercante francés Patria, hizo escala en el puerto de Haïfa. El 25 de diciembre de 1940, los dirigentes sionistas de la Haganah (cuyo jefe era Ben Gurión) no vacilaron en hacerlo estallar, causando la muerte de 252 judíos y miembros ingleses de la tripulación (115). Yehuda Bauer confirma la realidad de este sabotaje llevado a cabo por la Haganah y el número de víctimas, en su libro Juifs à vendre (116).

Otro ejemplo lo encontramos en Irak donde la comunidad judía (compuesta por 110.000 personas en 1948) estaba bien arraigada en el país. El gran Rabino de Irak, Khedouri Sassoon, había declarado: Los judíos y los árabes han gozado de los mismos derechos y privilegios desde hace mil años y no se consideran como elementos separados en esta nación.

Entonces, comenzaron las acciones terroristas israelíes de 1950 en Bagdad. Ante las reticencias de los judíos iraquíes a inscribirse en las listas de inmigración hacia Israel, los servicios secretos israelíes no dudaron en convencer a los judíos de que se encontraban en peligro El ataque contra la Sinagoga Shem-Tov mató a tres personas e hirió a algunas decenas. De esta forma comenzó el éxodo bautizado como: Operación Alí Baba (117). Existe una doctrina constante desde que Théodore Herzl reemplazó la definición de judío en lugar de por su religión, por su raza. El articulo 4b de la Ley Fundamental del Estado de Israel (que carece de Constitución), que define la Ley del retorno (5710 de 1950), estipula: Se considera judío a la persona nacida de madre judía, o convertida (Criterio racial o criterio confesional) (118).

Esto se hallaba en la recta línea de la doctrina fundadora de Théodore Herzl. Este no cesa de insistir sobre ello en sus Memorias. Desde 1895, precisa de un interlocutor alemán (Speidel): Comprendo el antisemitismo. Los judíos hemos permanecido, aunque no haya sido por nuestra culpa, como cuerpos extraños en las diferentes naciones (119). Algunas páginas más adelante es todavía más explícito: Los antisemitas serán nuestros más seguros amigos, los paises antisemitas nuestros aliados (120).

El objetivo era común: reunir a los judíos en un ghetto mundial. Los hechos dieron la razón a Théodore Herzl. Los judíos piadosos, como también por otra parte muchos cristianos, repiten cada día: El año próximo en Jerusalén. Hacían de Jerusalén no un determinado territorio, sino el símbolo de la Alianza de Dios con los hombres y el esfuerzo personal para merecerla. Pero el Retorno no se produciría mas que bajo el impulso de las amenazas antisemitas procedentes de los países extranjeros. El 31 de agosto de 1949, dirigiéndose a un grupo de americanos de visita en Israel, Ben Gurión declaraba: Aunque hemos realizado nuestro sueño de crear un Estado judío, estamos todavía en el comienzo. No hay hoy más que 900.000 judíos en Israel, m1entras que la inmensa mayoría del pueblo judío se encuentra aún en el extranjero. Nuestra futura tarea es la de traer a todos los judíos a Israel.

El objetivo de Ben Gurión era el de traer a Israel a 4 millones de judíos entre 1951 y 1961. Llegaron 800.000. En 1960 no hubo, en todo el año, más que 30.000 inmigrantes. En 1975-76 la emigración de Israel superaba a la inmigración. Tan sólo las grandes persecuciones, como las de Rumania, dieron un cierto impulso al "Retorno". Tampoco las atrocidades hitlerianas consiguieron satisfacer el sueño de Ben Gurión. Entre las víctimas judías del nazismo que buscaron refugio en el extranjero entre 1935 y 1943, apenas el 8,5% fueron a instalarse en Palestina. Los Estados Unidos limitaron su acogida a 182.000 (menos del 7%); Inglaterra a 67.000( menos del 2%). La inmensa mayoría, es decir el 75%, encontró refugio en la Unión Soviética (121).

Un ejemplo típico de las manipulaciones de la Historia por los historiadores oficiales nos la ofrece el último libro de Yehuda Bauer, miembro del Instituto de Historia Contemporánea de los Judíos de la Universidad Hebraica de Jerusalén. Su libro lleva por título: Juifs à vendre, con el siguiente subtítulo: "Les négociations entre nazis et juifs. 1933-1945" (122). La obra tiene todas las apariencias externas de un trabajo científico, con sus 252 notas de referencias que ocupan 49 páginas del libro, con bibliografía, índice, etc.

Sólo apariencias, pues algunas fuentes que tratan sobre el mismo tema y que el autor no puede ignorar, se silencian (sin duda porque están en contra de su tesis que tiende a demostrar la predisposición de los dirigentes sionistas para arrancar a los judíos más desposeidos de las garras de Hitler, mientras que ellos practicaban, también, una selección (123). Entre los testimonios sobre la posición de Ben Gurión no hace ninguna alusión a la célebre biografía, por otra parte apologética, escrita por Bar Zohar: Ben Gourion, le prophète armé. Ed. Fayard, 1966, que no figura ni en la bibliografía, ni en el índice. Sin duda la aprobación por Ben Gurión de la Haavara, su principio de salvación selectivo de los judíos que acogería en Palestina, sus apreciaciones de Shamir como perteneciente al tipo hitleriano, la excluyen del horizonte histórico de Bauer.

Los trabajos de Yvon Gelbner que figuran en el Yad Vashem studies Vol.XII, p.189, por idénticas razones, tampoco se mencionan. Estos trabajos emanan por consiguiente de su familia espiritual sionista. Entre otras omisiones de este género: Le Septième Million de Tom Segev, que hizo, igualmente, sus estudios en la Universidad Hebraica de Jerusalén. En la actualidad es cronista de Haaretz, el diario de mayor tirada israelí.

Tampoco, en las siete líneas que consagra al Irgoun Tzvai Leumi (sin una nota siquiera) se evoca la hostilidad de esta organización contra Inglaterra en 1944. Ni la menor alusión a sus propuestas de colaboración con Hitler en 1941, cuyos autores, entre los que se encuentra Shamir, ni siquiera se citan (¡En un libro dedicado a las negociaciones entre nazis y judíos!).

El libro de Hannah Arendt sobre el mismo problema: Eichmann à Jerusalem y sus duros juicios sobre los Consejos judíos en sus relaciones con los nazis, se pasa en silencio, tanto en la bibliografía como en el índice. Lo mismo sucede con el libro de Marek Edelman, jefe adjunto de la insurrección del ghetto de Varsovia, que naturalmente no figura, en la página 352 del libro de Yehuda Bauer, en su palmares de héroes en el que figuran Kasztner, aunque fuera el "culpable de haber sustraido a nazis a la acción de la justicia", como reconoce Bauer y que se hubiera adueñado, en beneficio de Hitler, de la mayor fábrica de armamento de Hungría, la empresa Weiss. Bauer confecciona una lista de estos negociadores con Hitler añadiendo (124): todos fueron héroes, Todos merecen tal reconocimiento (125) sin el menor homenaje a los resistentes judíos caídos en la lucha contra el fascismo a los que nos referíamos en páginas anteriores.

Pero aparte de los aspectos científicos de estas distorsiones de la realidad cometidas por historiadores oficiales, que exalta o justifica cualquier negociación con Hitler (ocultando lo esencial), qué decir del a priori, político y moral: ¡sólo son héroes, los que han negociado con Hitler! ¡no los que le han ofrecido resistencia empuñando las armas! Incluso, aquellos que postulaban el boycot a Hitler a escala mundial, a los que Bauer minimiza su importancia estratégica al evocar sólo los intercambios económicos entre la Alemania nazi y Palestina (favorecidas por la negociación de la Haavara, enemiga del boycot) no son tampoco héroes. La intención del libro consiste en tratar de enmascarar una verdad fundamental: la preocupación central de los dirigentes sionistas, durante el régimen de Hitler, no era la de salvar a los judíos del infierno nazi, sino, según el plan del sionismo político fundado por Théodore Herzl, crear un Estado judío poderoso. Este programa exigía pues que, como en toda negociación se selecciona para la inmigración un material humano útil (que lleve consigo capitales o bien calificaciones técnicas o militares) y que no se conmueva por la suerte que corran los más desfavorecidos (viejos inmigrantes sin recursos y enfermos por las malas condiciones de los campos) y que hubiesen sido una carga y no una ayuda para construir el bastión.

La segunda tesis maestra del libro de Bauer consiste en hacer creer que la Guerra de Hitler era una guerra contra los judíos (126) y no, sobre todo una guerra contra el comunismo, lo que llevó a concentrar lo esencial de su potencia militar en el Este, buscando por el contrario firmar una paz separada con los Estados Unidos e incluso con Inglaterra, para asegurarse el dominio de toda Europa sin tener que combatir en dos frentes.

Todos los historiadores están de acuerdo en decir que Himmler prefería una paz separada con Occidente para consagrar todas sus fuerzas contra la amenaza bolchevique (127). Von Papen creía firmemente en una futura entente entre los Estados Unidos y Alemania para contener al comunismo (128). Las negociaciones entre los sionistas y los nazis tenían precisamente este objeto y es por lo que Bauer se siente obligado a reconocerlo, e incluso a recordarlo con frecuencia: Hitler permitía a Himmler negociar con los sionistas. Una nota personal de Himmler, redactada el 10 de diciembre de 1942 dice: He preguntado al Führer lo que opinaba sobre la idea de liberar a los judíos mediante el pago de un rescate. Me ha dado plenos poderes para aprobar operaciones de este tipo (129). Estas relaciones económicas y estos intercamblos tenían una razón política más profunda que el propio Bauer reconoce: utilizar las gestiones judías para ponerse en contacto con las potencias occidentales (130). Esta preocupación predominaba sobre las demás, los nazis conocían el peso de los lobbies sionistas acerca de los dirigentes occidentales.

Los nazis sabían que, al contrario que los rusos, el Gobierno de Su Majestad y el de los Estados Unidos tienen la debilidad política de sufrir las presiones que los judíos ejercen sobre ellos (131).

Estos dirigentes hitlerianos hacían pasar con facilidad su antisemitismo a un segundo plano: Era evidente que a finales de 1944 la voluntad de Himmler era la de establecer contacto con el Oeste, sirviéndose para este fin, entre otros, de los judíos (132). Los dirigentes sionistas desempeñaban muy bien este papel de intermediarios.

En abril de 1944, Eichmann propuso al delegado sionista Brand, intercambiar un millón de judíos por 10.000 camiones (133) que se utilizarían exclusivamente en el Frente ruso.

Ben Gurión y Moshé Sharett (Shertok) apoyaron esta oferta, Ben Gurión haciendo un llamamiento personal a Roosevelt para que no permitiera dejar pasar esta oportunidad única y quizá la última de salvar a los últimos judíos de Europa (134). La finalidad estaba clara: Cambiar judíos por equipos estratégicos o incluso aún más establecer contactos diplomáticos con el Oeste, contactos que podrían conducir a una paz separada, o hasta tal era la esperanza a una guerra que asociara a los alemanes y a los occidentales contra los soviéticos (135). Este era el objetivo de Himmler, y los dirigentes sionistas aceptaron servirle de intermediarios. El complot fracasó cuando los americanos y los ingleses informaron a los soviéticos de que estos tratos llevarían a una verdadera traición, con respecto a los propios judíos, a todos los resistentes y a todas las víctimas del nazismo, pues el propio Bauer está obligado a reconocer: El papel esencial de la URSS en la lucha contra la Alemania nazi fue el principal apoyo de la firmeza aliada. La Wehrmacht fue derrotada en Rusia por el ejército rojo: la invasión de Francia, el 6 de junio de 1944, contribuyó ciertamente, a esta victoria final, pero no fue el factor decisivo. Sin los soviéticos, sin sus terribles sufrimientos y su heroísmo indescriptible, la guerra hubiese durado aún varios años, y quizá no se hubiera en verdad ganado (136).

¿Que pensar entonces de los que, por su egoísmo colectivo, como dice Bauer, aprovisionarían a Hitler de material estratégico basado en la promesa de que sólo se utilizaría en el Frente ruso? Si este mercadeo entre los dirigentes sionistas y los nazis se hubiera logrado, el sistema del que Auschwitz es el símbolo habría podido continuar sus crímenes. Además, y ésta es una idea que impregna todo el libro, se trataba sin duda de un egoísmo colectivo. Para ceñirnos al período tratado por Bauer diremos que entre 1933 y 1945, todas las negociaciones de los dirigentes sionistas con los nazis gozan del beneplácito de Bauer. Desde la Haavara que rompía el boycot contra Hitler, hasta el asunto de los camiones que iban a dirigirse contra los que en Stalingrado habían herido mortalmente a la bestia nazi y soportaban, en 1944, el peso de 236 divisiones de los nazis y sus satélites, al tiempo que tan sólo 19 divisiones alemanas se oponían en Italia a las tropas americanas, y 64 estaban repartidas desde Francia hasta Noruega.

Resultó que, desde el principio hasta el final, los dirigentes sionistas no pensaban más que en construir un Estado fuerte en Palestina, trayendo para ello un material humano utilizable y, subsidiariamente, a judíos menos eficaces, pero en ningún momento pensaron en las responsabilidades que incumbía a toda la comunidad de los resistentes a Hitler, como si los nazis no hubieran tenido más enemigos ni más víctimas que los judíos, y que se tratara de socorrer únicamente a los judíos. También los ingleses terminaron por indignarse por esta voluntad de ignorar el sufrimiento de los 50 millones de víctimas del hitlerismo y de pedir socorro en favor de los judíos exclusivamente y ni siquiera de todos sino de aquéllos que podían ayudar a la creación de un Estado fuerte en Palestina.

La delegación londinense del Congreso Judío Mundial al sugerir la idea de una declaración común del Papa y de las Potencias occidentales, un miembro del Foreign Office apuntó: ¿seremos los instrumentos de estas personas? ¿Por qué el Papa debería condenar la exterminación de los judíos de Hungría, antes que la utilización de bombas incendiarias contra nuestro país? (137)