Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

índice

 

I.- LOS MITOS TEOLÓGICOS

    2. El mito del pueblo elegido

 

El Señor ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.
Exodo IV, 22
.

La lectura integrista del sionismo político

Los habitantes del mundo pueden ser repartidos entre Israel
y las demás naciones consideradas en bloque.
Israel es el pueblo elegido: dogma capital
(Rabbin Cohen, en su libro, El Talmud, Ed.
Payot, París 1986, p. 104).

Este mito es la creencia, sin fundamento histórico, según la cual el monoteísmo habría nacido con el Antiguo Testamento. Resulta ser lo contrario de la propia Biblia, puesto que sus dos principales redactores, el Yahvista y el Elohista, no eran, ni el uno ni el otro, monoteístas. Ellos proclamaban solamente la superioridad del Dios hebreo sobre los demás dioses. El Dios de Moab: Kamosh, es reconocido (39) como uno de los otros dioses (40). La Traducción Ecuménica de la Biblia (T. E. B.) subraya en una nota: Durante mucho tiempo en Israel se creyó en la existencia y en el poder de los dioses extranjeros (41).

No es sino después del exilio, y especialmente entre los Profetas, cuando el monoteísmo se afirmará. Se reclamará la obediencia a Yahvé No andaréis en pos de dioses ajenos (42) y se proclamará Yo soy Dios y no hay más (43). Esta afirmación indiscutible del monoteísmo data de la segunda mitad del siglo VI (entre el año 550 y el 539).

El monoteísmo es el fruto de una larga maduración de las grandes culturas de Oriente Medio, Mesopotamia y Egipto. Desde el siglo XIII, el Faraón Akhenatón había ordenado borrar de todos los templos el plural de la palabra Dios. Su Himno al sol se parafrasea casi literalmente en el Salmo 104. La religión babilónica se encamina hacia el monoteísmo, al evocar al Dios Marduk, el historiador Albright marca las etapas de esta transformación: Cuando se reconoció que las numerosas divinidades no eran más que las manifestaciones de un solo Dios No quedaba más que un paso para alcanzar un cierto monoteísmo (44). El Poema babilónico de la Creación (que data del siglo XI antes de nuestra era) aporta el testimonio de estos últimos pasos:

Los humanos se dividen en cuanto a los dioses, nosotros, aunque le designemos con muchos nombres sabemos que Él, es nuestro Dios.

Esta religión alcanzó un grado de interioridad en el que aparece ya la imagen del Justo doliente:

Quiero alabar al Señor de la sabiduría Mi Dios me ba abandonado

Presumiré como un Señor y demoleré las murallas

Cada día gimo como una paloma y las lágrimas queman mis mejillas.

Y por consiguiente la plegaria era para mí sabiduría, y el sacrificio mi ley.

Creo estar al servicio de Dios, pero los designios divinos, en el fondo de los abismos ¿quién puede comprenderlos?

¿Quién si no Marduk, es el maestro de la resurrección? El es quien modeló la arcilla original.

Cantad la gloria de Marduk (45).

Esta imagen de Job le precede en varios siglos. Una imagen parecida del justo sacrificado, la de Daniel (no el de la Biblia hebrea) castigado por Dios y devuelto por Él de nuevo a la tierra, la encontramos en los textos agáricos de Ras Shamra, en la que se ha dado llamar la Biblia cananea anterior a la de los hebreos puesto que Ezequiel cita a Daniel al lado de Job (46). Se encuentran aquí palabras cuya significación espiritual no depende para nada de la verificación histórica. Es el caso, por ejemplo, de aquella maravillosa parábola de la resistencia a la opresión y de la liberación que se encuentra en el relato del Exodo.

Poco importa que el paso del mar Rojo no pueda ser considerado como un acontecimiento histórico, escribía Mircea Eliade (47) y no concierna al conjunto de los Hebreos sino a algunos grupos de fugitivos. Es por el contrario significativo que la salida de Egipto, en esta grandiosa versión, haya sido relacionada con la celebración de las Pascuas revalorizada e integrada en la historia santa del Yahvismo (48).

A partir del 621 antes de J. C. la celebración del Exodo toma, en efecto, el lugar de un rito agrario cananeo de la Pascua en primavera: la fiesta de la resurrección de Adonis. El Exodo se convierte, de esta manera, en el acto fundacional del renacimiento de un pueblo liberado de la esclavitud por su dios.

La experiencia divina de este desarraigo del hombre de sus antiguas servidumbres se encuentra entre los más diversos pueblos. La hallamos en la larga deambulación, en el siglo XIII, de la tribu azteca mexica que tras más de un siglo de pruebas llega al valle guiada por su dios que les abre un paso allí donde ninguna ruta existía previamente trazada hasta entonces. El mismo significado tienen los viajes iniciáticos hacia la libertad del Kadaïra africano. La fijación a la tierra de las tribus nómadas está unida en todos los pueblos -en particular en Oriente Medio a la donación de la tierra prometida por un dios. Los mitos jalonan el camino de la humanización y de la divinización del hombre. El del Diluvio, por el cual Dios castiga los pecados de los hombres y reinicia su creación, se encuentra en todas las civilizaciones desde el Gilgamesh mesopotámico hasta el Popol Vuh de los Mayas. Los himnos de alabanza a Dios nacen en todas las religiones como los salmos en honor de Pachamama, la diosa madre o del Dios de los Incas.

Wiraqocha, raíz del ser,
Dios siempre cercano
quien crea diciendo:

¡hágase el hombre!
¡hágase la mujer!
Wiraqocha, Señor luminoso,
Dios que da la vida y la muerte
Tu que renuevas la creación
Protege a tu criatura
por largos días
para que pueda perfeccionarse
marchando por la recta vía.

Ya hemos hablado aquí de las religiones del Oriente Próximo, en el seno de las cuales ha germinado el monoteísmo y en ellas se han formado los hebreos. En otras culturas, no occidentales, la marcha hacia el monoteísmo es todavía más antigua. Por ejemplo en la India entre los Vedas.

Los sabios dan al Ser Unico más de un nombre (49)

Vrihaspati: Es nuestro Padre, quien cont1ene a todos los dioses (50). Aquel que es nuestro Padre, ha engendrado y contiene a todos los seres. Dios único, El crea a los otros dioses. Todo lo que existe le reconoce por Maestro Conoced a quien todo lo ha creado; es el mismo que está entre vosotros (51).

Sus nombres son múltiples pero El es Uno.

Estos textos sagrados se escalonan entre los siglos XVI y el VI antes de Jesucristo y el Padre Monchanin (S. J.) en su esfuerzo intuitivo para situarse en el interior de los Vedas lo designaba como El poema litúrgico absoluto (52).