Los Mitos Fundacionales
del Estado de Israel

Roger Garaudy

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¿POR QUÉ ESTE LIBRO?

Los integrismos, generadores de guerra y violencia, son la enfermedad mortal de nuestro tiempo. Este libro forma parte de una trilogía que he dedicado a combatirlos:

Grandeza y decadencia del Islam, en la que denuncio el epicentro del integrismo musulmán: Arabia Saudita. Allí tildé al Rey Fahd, cómplice de la invasión americana en el Oriente Medio, como prostituta política, que hace del islamismo una enfermedad del Islam.

Dos obras dedicadas al integrismo católico romano que, pretendiendo defender la vida, diserta sobre el embrión, pero se calla cuando 13 millones y medio de niños mueren cada año de desnutrición y de hambre víctimas del monoteísmo del mercado impuesto por la dominación americana, cuyos títulos son: ¿Tenemos necesidad de Dios? y ¿Hacia una guerra de religión?.

La tercera obra del tríptico: Los mitos fundacionales del Estado de Israel, denuncia la herejía del sionismo político que consiste en sustituir al Dios de Israel por el Estado de Israel, portaaviones nuclear e insumergible de los maestros provisionales del mundo: los Estados Unidos, que pretenden apoderarse del petróleo de Oriente Medio, nervio del desarrollo occidental. (Modelo de crecimiento que, por mediación del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.), le cuesta al Tercer Mundo el equivalente en muertos a los de Hiroshima cada dos días).

Desde Lord Balfour, quien declaraba, al tiempo que entregaba a los sionistas un país que no les pertenecía: Poco importa el sistema que adoptemos para conservar el petróleo de Oriente Medio. Es fundamental que este petróleo permanezca accesible (1), hasta el Secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull quien opinaba: Es preciso comprender bien que el petróleo de Arabia Saudita constituye una de las más poderosas palancas del mundo (2), una idéntica política asigna la misma misión a los dirigentes sionistas israelíes. Joseph Luns, antiguo Secretario General de la O.T.A.N. la ha definido así: Israel ha sido el mercenario menos costoso de nuestra época moderna (3). Un mercenario sin embargo bien retribuido puesto que, por ejemplo, de 1951 a 1959, 2 millones de israelíes percibieron, por cabeza, cien veces más que 2 millones de habitantes del Tercer Mundo. Es además un mercenario bien protegido, ya que de 1972 a 1996, los Estados Unidos han ejercido treinta veces su derecho de veto en las Naciones Unidas a cualquier condena a Israel, al mismo tiempo que sus dirigentes aplicaban su programa de desintegración a todos los Estados de Oriente Medio. Programa publicado por la revista Kivounim (Orientaciones) en su n· 4, de febrero de 1982, páginas 50 a 59, durante la época de la invasión del Líbano. Esta política descansa, gracias al apoyo incondicional de los Estados Unidos, en la consigna de que la ley internacional es un papel mojado (Ben Gourion) y que por ejemplo, las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas, que exigen que Israel se retire de Cisjordania y de los altos del Golán, están destinadas a quedar en letra muerta, lo mismo que la condena unánime por la anexión de Jerusalén, condena que los Estados Unidos votaron, aunque excluyendo cualquier sanción.

Una política tan inconfesable en su fondo exige el desenmascarar el disfraz que mi libro trata de desvelar.

En primer lugar, una pretendida justificación teológica de las agresiones debido a una lectura integrista de los textos revelados, transformando así el mito en historia. El grandioso símbolo de la sumisión incondicional de Abraham a la voluntad de Dios y su bendición a todas las familias de la tierra, se transforma en lo contrario, la tierra conquistada se convierte en tierra prometida, como pasa en todos los pueblos de Oriente Medio, desde Mesopotamia a los Hititas hasta llegar a Egipto.

Lo mismo puede decirse del Exodo, ese símbolo eterno de la liberación de los pueblos contra la opresión y la tiranía, invocado tanto por el Corán como por los actuales teólogos de la liberación. Al tiempo que esta consigna es válida para todos los pueblos fieles a la voluntad de un Dios Universal, en este caso concreto se transforma en milagro único y en el privilegio otorgado por un Dios partidista y parcial a un pueblo elegido. Lo mismo sucede en todas las religiones tribales y todos los nacionalismos, que pretenden ser el pueblo elegido, cuya misión sería cumplir la voluntad de Dios. Así es Gesta Dei per Francos, para los franceses, Gott mit uns, para los alemanes y In God we trust para los americanos, blasfemia inscrita en cada dólar, dios todopoderoso del monoteísmo del dinero y del mercado.

Y por último una mitología más moderna: la del Estado de Israel que sería la respuesta de Dios al Holocausto, como si Israel fuera el único refugio de las víctimas de la barbarie de Hitler, cuando el propio Isaac Shamir (quien ofreció su alianza a Hitler hasta su detención por los ingleses, por colaboración con el enemigo y por terrorismo) escribe: Al contrario de la opinión común, la mayor parte de los inmigrantes israelíes no son los restos supervivientes del Holocausto, sino judíos de paises árabes, indígenas de la región (4).

Era necesario inflar las cifras de las víctimas. Por ejemplo, la placa conmemorativa del monumento de Auschwitz decía, en diecinueve lenguas, hasta 1994: 4 millones de víctimas. Las nuevas lápidas proclaman hoy: alrededor de un millón y medio. Era preciso hacer creer, con el mito de los 6 millones, que la humanidad había asistido allí al mayor genocidio de la historia, olvidando a los 60 millones de indios de América, a los 100 millones de negros, olvidando incluso Hiroshima y Nagasaki y los 50 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial, entre ellos 17 millones de eslavos; como si el hitlerismo no hubiese sido más que un vasto progrom y no un crimen contra toda la humanidad ¿Se es antisemita por decir que los judíos han sido muy duramente golpeados, pero que no fueron los únicos, cuando la televisión no habla más que de aquellas víctimas pero no recuerda a las demás?

Además, para completar el camuflaje, se hacía imprescindible poner un nombre teológico: Holocausto ; así se da un carácter de sacrificio a estas matanzas reales, y se pueden incluir de alguna manera, dentro de un plan divino, como por ejemplo, la crucifixión de Jesús.

Mi libro no tiene más objeto que el de denunciar el camuflaje ideológico de una política, que impida que se la confunda con la gran tradición de los profetas de Israel. Junto a mi amigo Bernard Lecache, fundador de la L. I. C. A. (que más tarde se convirtió en L.I.C.R.A. ), deportado en el mismo campo de concentración que yo, enseñábamos en los cursos nocturnos, a nuestros compañeros, la grandeza, el universalismo y la potencia liberadora de estos profetas judíos.

Nunca dejé de ser fiel a este mensaje profético, ni siquiera durante mis treinta y cinco años de militancia en el Partido Comunista, donde llegué a ser miembro de su Comité Central político y de donde fui excluido, en 1970, por haber dicho, que: la Unión Soviética no es un país socialista. Al igual que digo hoy: la teología de la dominación de la Curia romana no es fiel a Cristo; el Islamismo traiciona al Islam, y el sionismo político se halla en las antípodas del gran profetismo judío.

Ya en tiempos de la guerra del Líbano, en 1982, el Padre Lelong, el Pastor Matthiot, Jacques Fauvet y yo fuimos llevados a los tribunales por la L.I.C.R.A., por haber dicho, en Le Monde del 17 de junio de 1982, con el beneplácito de su director, que la invasión del Líbano estaba dentro de la lógica del sionismo político. El Tribunal de París, en el juicio celebrado el 24 de marzo de 1983, confirmada ya la sentencia en la apelación y posteriormente en el Tribunal de Casación, decía que considerando que se trata de la crítica lícita de la política de un Estado y de la ideología que le inspira, y no de una provocación racial se desestiman todas las peticiones (de la L.I.C.R.A.) y se la condena con expresa imposición de costas. El presente libro es estrictamente fiel a nuestra crítica política e ideológica de entonces, a pesar de que la perversa ley del comunista Gayssot haya querido reforzar, desde entonces, la represión contra la libertad de expresión haciendo del Juicio de Nuremberg el criterio de la verdad histórica e instituyendo un delito de opinión. A este proyecto de ley se opuso, en la Asamblea Nacional de entonces, el actual Ministro de Justicia.

Pensamos aportar una contribución a la lucha por una paz verdadera, basada en el respeto a la verdad y en la ley internacional.

Valerosamente, en el propio Israel, quedan judíos fieles a sus profetas, los nuevos historiadores de la Universidad Hebraica de Jerusalén y los partidarios israelíes de una paz justa que tras la revelación de su malignidad se interrogan preocupados por la política del Estado de Israel y por la paz del mundo sobre los mitos del sionismo político que han llevado a los asesinatos cometidos por Baruch Goldstein en Hebrón y por Ygal Amir contra el Primer Ministro Ytzhak Rabin.

El terrorismo intelectual de un lobby ya denunciado por el General De Gaulle por su excesiva influencia sobre la información me ha obligado en Francia a realizar una prepublicación de este texto en un número especial fuera del circuito comercial, reservado a los abonados de una revista. Este hecho, expresión de la situación en el país vecino, parece haber llamado mucho más la atención de los comentaristas que el propio contenido de mi texto.

Lo publiqué yo mismo, bajo mi única responsabilidad, en forma de Samizdat, en el sentido estricto del término que en ruso significa: editado por el autor.

Este libro ha sido ya traducido y está en curso de publicarse en Estados Unidos, Italia, Líbano, Turquía y Brasil.

Al texto francés se puede acceder a través de la red telemática Internet.

Contra las mitologías descarriadas, ésta será una nueva contribución a la historia crítica del mundo contemporáneo.

Roger Garaudy