La palabra árabe

MONSEF CHELLI

 

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        La lengua y el sentido de la acción

        Por otra parte no hay acción sin una organización y una estructuración del mundo, luego el lenguaje nos da la base misma de esa estructuración. La manera en la que el nombre que designa la cosa se relaciona al adjetivo que designa la cualidad y al verbo que designa la acción es de la más alta importancia; es en efecto a través del lenguaje cómo el hombre se comprende a sí mismo y prepara su acción; la mayoría de los filósofos concuerdan en reconocer que el sujeto actuante no es un dato inmediato de la conciencia y discuten indefinidamente sobre el modo de presencia del mundo; si hubiera sido necesario esperar el resultado de estas investigaciones y discusiones, los esquemas y finalidades de su acción según la estructura lingüística de la que dispone, la historia humana no habría comenzado aún. Es pues que el hombre concibe el modo de su relación al mundo, los esquemas y finalidades de su acción, según la estructura lingüística de la que dispone; ello no le impide, naturalmente, reflexionar, percibir las contradicciones de una lengua y sus límites, pero los efectos de una tal reflexión son los de modificar -dentro de estrechos límites, es verdad- las estructuras mismas de la lengua y el sentido de la acción. La relación real de la sustancia y de la cualidad, del sujeto y del objeto, es probablemente impensable y no se tarda en reencontrar las aporías de Aristóteles y las antinomias de Kant y otras que se destilan desde que se busca pensar las relaciones sugeridas por una lengua como verdades; por contra, en la discontinuidad del paso de un sistema lingüístico a otro, se revela la multitud de posibilidades del espíritu humano para concebir esas relaciones modificando por otra parte esos mismos conceptos. Así, analizando las categorías de un sistema lingüístico y sus relaciones, no se descubre solamente la forma de la conciencia de los que pertenecen a ese sistema, sino también la manera con la que se conciben como sujeto de la acción, la manera con la que ven los objetos del mundo y el asidero que esos objetos les ofrecen, la manera con la que aprecian las cualidades y en definitiva su concepción de la felicidad y su ideal. Veremos, por ejemplo, que la presencia o la ausencia del modo infinitivo o de la cópula de las proposiciones atributivas en un sistema lingüístico son hechos de una importancia capital pues por ellos son dados al espíritu ideas como la de la acción, la sustancia o el sujeto que en sus realidades noumenales son estrictamente impensables.

        Pero se puede ir más lejos y afirmar que las cualidades sonoras de una lengua definen ya la sensibilidad fundamental del pueblo que la habla, y su relación primera, todavía inconsciente e infra-lingüística, con el mundo. Frecuentemente se ha dicho, en efecto, que el grito está en el origen de las lenguas, pero el grito no es como lo concibe Gondillac y J. J. Rousseau después, un signo voluntariamente emitido, por el cual yo llamo la atención de otros a aquello que me sucede y sobre lo que amenaza sucederles a su vez si no toman guardia, la mejor prueba es que el grito se me escapa a pesar mío y que no puedo abstenerme a pesar de los esfuerzos que a veces realizo para ocultar al torturador mi sufrimiento; por otra parte el grito significa la alarma pero no es el único sonido vocal emitido por los animales, son conocidos los gemidos de placer cuya intensidad puede ir en aumento. Por tanto no es demasiado adelantarse y afirmar que los primeros son emitidos por todos los hombres como los de los bebés y los animales son la expresión inmediata e involuntaria de sus sensaciones: es una experiencia fácil de realizar que consiste en verificar que el grito de un hombre picado es diferente del de un quemado y de un tercero aterido de frío. Todo pasa como si la sensación buscase exteriorizarse convirtiéndose en una cualidad sonora y eso sin que la voluntad de expresarla intervenga para nada. A1 principio, pues, el hombre no nombraba en absoluto, no imitaba en absoluto, sino que las cualidades vertidas por él en el encuentro de las cosas tenía un aspecto externo, perceptible por todos, cualidades que se han convertido en la materia primera del lenguaje cuando la voluntad de expresión social intervino.