HISTORIA DEL ISLAM

por Loli Soler

 

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EL IMPERIO  TURCO  OTOMANO

 

 

        El empuje mongol hizo que las tribus nómadas turcas del Turquestán ya islamizadas, se desplazasen y se asentasen en la parte occidental de Anatolia. Durante la primera mitad el siglo XIII y tras la decadencia de los Selyúcidas del Rum, se fueron formando pequeños emiratos que poco a poco consiguieron ser independientes.

El emir de Senyuk, Osmán, que era miembro de la comunidad de los ghazis (combatientes por la fe), se independizó de los selyúcidas y gobernó desde 1281 a 1326, con el nombre de Osmán I. Durante su mandato inició un periodo de expansión que continuó su hijo y sucesor Orján I.  

Orján I, en 1326 conquistó Bursa, ciudad de Bitinia, donde estableció la capital del naciente imperio Otomano. En 1331 sus tropas tomaron Nicea, dos años más tarde los bizantinos se vieron obligados a rendirle vasallaje y en 1337 con la toma de Nicomedia, los otomanos concluyeron la conquista de Bitinia.

Orján ayudado por su hermano Alá al Din al que nombró visir, organizó la administración de su reino, creó una moneda propia, mandó construir mezquitas, escuelas y palacios. También se preocupó de modernizar el ejército: creó un cuerpo de caballería ligera y formó las unidades especiales de los jenízaros, que estaban formadas por esclavos cristianos convertidos al Islám desde niños.

Durante la guerra civil bizantina, en el año 1341, Juan Cantacuceno solicitó ayuda Orján que le mandó una unidad de jenízaros y gracias al apoyo otomano pudo triunfar sobre su rival, Juan Paleólogo y proclamarse emperador con el nombre de Juan VI. Los bizantinos seguían solicitando la ayuda de los otomanos, éstos le servían y volvían cargados con la recompensa.  En estas incursiones de los jenízaros a Europa, se iba fraguando la idea de conquistas.

Continuó Orján su política de expansión y en 1349, los otomanos ya ocupaban casi toda el Asia Menor y cinco años más tarde sus ejércitos, al mando de su primogénito Solimán, conquistaron Gallípolis, que fue la primera plaza otomana en suelo europeo. 

En 1361, el sucesor de Orján, Murad I que gobernó desde 1359 a 1389, tras controlar el levantamiento de los Karamidas, conquistó Adrianópolis (Edirne), donde instaló la capital del imperio otomano en Europa.

Los cristianos preocupados por la creciente expansión de los otomanos y con el fin de frenar su avance, formaron una coalición compuesta por: Hungría, Bosnia, Serbia, Valaquia y el papa Urbano II. Pero esta coalición sufrió de mano de los ejércitos de  Murat varias derrotas: en el valle de Maritza en 1363, Salónica en 1366 y Sofía en 1389. Serbia y Bulgaria intentaron años más tarde frenar el empuje otomano, pero Murat al frente de los jenízaros los derrotó en la batalla de Kosovo en el año 1389. Tras esta victoria los otomanos tomaron Tracia, Macedonia y gran parte de Bulgaria y Serbia. En este enfrentamiento encontró la muerte Murad y el príncipe servio Lazar, fue capturado y ejecutado. Servia reconoció la soberanía de los otomanos y les rindió vasallaje.

En tiempo del sultán Bayaceto I, sucesor de Murat, que gobernó desde 1389 a 1402, el rey de Hungría Segismundo, promovió una cruzada contra los turcos otomanos. En esta cruzada tomaron parte tropas de Francia, Alemania, Polonia, Hungría, España y los caballeros Hospitalarios dirigidos por el gran maestre de Roda. Pero los ejércitos cruzados fueron derrotados por Bayaceto en la batalla de Nicópolis, que tuvo lugar en el año 1396 y seguidamente los ejércitos otomanos irrumpieron en Estiria, ocuparon Grecia y en 1397 llevaron a cabo la conquista de Atenas.  Llegaron hasta los muros de Constantinopla, pero Bayaceto tuvo que levantar el cerco y acudir en defensa de sus posesiones en Anatolia, que estaban en peligro debido al empuje del mongol Tamerlán que quería adueñarse de la zona.

En el 1402, los ejércitos turcos y mongoles se enfrentaron en la batalla de Ankara, en la que fue derrotado y hecho prisionero BayacetoI. Esto supuso el hundimiento de la hegemonía otomana en Asia Menor. Los turcos se reconocieron vasallos de Tamerlán y Bayaceto encontró en la prisión la muerte.

Los sultanes sucesores de Bayaceto, Mehmet I y Murad II, mantuvieron y fortalecieron el poderío turco en Europa. En 1430 los ejércitos de Murat tomaron Salónica. Años después, el papa Eugenio IV predicó una nueva cruzada contra los otomanos. A su llamada acudieron húngaros y polacos y en el 1444, el ejército cruzado al mando de Juan Hunyadi es derrotado por los otomanos en la batalla de Varna.

Mehmet II el conquistador, subió al poder en el año 1451 y su primera misión fue la conquista de Constantinopla, en la que reinaba el emperador Constantino XI. Poco a poco los ejércitos otomanos fueron apoderándose de todas las poblaciones próximas a la ciudad. Ante el temor de la invasión, Constantino pidió ayuda a los reinos europeos, pero pocos acudieron a su llamada. El 29 de Mayo de 1453, tras un asedio de ocho semanas sus muros fueron derribados por grandes cañones y los jenízaros entraron en la ciudad, derrotaron a los ejércitos bizantinos, genoveses y venecianos encargados de la defensa y Constantinopla quedó bajo el dominio otomano. En la lucha perdió la vida Constantino. Esta conquista supuso el final del imperio romano de oriente (Imperio bizantino) y la consolidación del gran Imperio turco otomano que trasladó su capital a Constantinopla, que  desde entonces pasó a llamarse Estambul. Tras la toma de Constantinopla, Bosnia y Serbia Pasaron a ser provincias otomanas y Albania, tras ser sofocada la sublevación popular encabezada por Jorge Kastrioti, quedó también incorporada al Imperio en el Año 1468 y gran parte de su población se convirtió al islamismo.

Continuó Mehmet sus conquistas y a su muerte ocurrida en el año 1481, había incorporado al Imperio, el Nordeste de Asia Menor, Morea, el nordeste de Anatolia, Epiro y las islas de Negroponto y Lemnos.

La toma de Constantinopla por los otomanos, supuso para los europeos la pérdida del acceso al mar Negro y por consiguiente la dificultad de comunicación con la India. Los venecianos y genoveses libraron interminables contiendas en defensa de sus puertos mercantiles en los mares Egeo y Negro, pero tuvieron que reconocer la soberanía otomana, que les concedió el derecho de libertad comercial previo pago de unos impuestos.

Bayaceto II sucesor de Mehmet, llevó a cabo una política de sosiego. Durante su mandato (1481-1512), se consolidaron las actuaciones que había llevado a cabo su padre y se resolvieron los problemas políticos y económicos que amenazaban al Imperio. Supo apaciguar los ánimos de los que pretendían gobernar en parte del Estado y de este modo mantuvo la unidad. También supo defenderse de las acciones externas haciendo frente a los ataques que venían del exterior. Creó así unas bases firmes que permitieron a sus sucesores hacer nuevas conquistas y engrandecer el Imperio.

Sucedió a Bayaceto su hijo Selim I que gobernó desde 1512 a 1520. Para consolidarse en el poder, tuvo que enfrentarse al príncipe Ahmed que  apoyado por la aristocracia turca, ocupó Bursa con la pretensión de derrocar a Selím y convertirse en Sultán. Selím, tras derrotar a Ahmed, llevó a cabo la matanza de todos sus posibles herederos excepto de Solimán, al que nombró su sucesor. También separó el cuerpo de los Jenízaros del resto de las unidades del ejército y lo convirtió en la guardia militar y personal del sultán.

Una vez que se hizo con el control absoluto del Imperio, comenzó a organizar la política exterior, para dar riendas sueltas a sus inquietudes de conquistas. Firmó pactos de paz con los reinos europeos, a fin de poder emprender con tranquilidad las conquistas por el Este.

Dirigió sus primeros ataques al imperio de Irán, del que le separaban diferencias religiosas, ya que los safawies eran musulmanes shiíes y los otomanos eran suníes. Las tropas del sha Ismail y las del sultán Selím midieron sus fuerzas. En el año 1514 libraron la batalla de Çaldirán, a orillas del río Eúfrates. Selim ganó la batalla y se apoderó del Azerbaiyán, pero Ismail en su retirada fue quemando las tierras que dejaba atrás y esto motivó el descontento de las tropas otomanas pues no sólo no conseguían el botín deseado, sino que ni siquiera podían alimentarse. Esta situación hizo que los otomanos se retirasen a Anatolia en donde consolidaron su poder conquistando a las tribus que aún mantenían su independencia y Azerbaiyán volvió a formar parte de Irán.

Los mamelucos de Egipto que rivalizaban con los otomanos por el control del mundo islámico, se enfrentaban en esa época a problemas económicos causados por la intención de los portugueses de desviar las rutas marítimas comerciales entre Europa y el lejano Oriente, hacia el sur de África. Los piratas portugueses apoyados por el sha Ismail, intentaban cerrarles el paso por el mar Rojo y por el golfo Pérsico.

En 1516 Selím organizó una segunda expedición hacia el Este. Sus tropas cruzaron el Eúfrates y marcharon hacia Alepo. Los ejércitos mamelucos quisieron cortarles el paso, pero fueron vencidos en la batalla de Marc Dabik. Tras este triunfo, los otomanos sin encontrar resistencia, en el año 1517 se apoderaron de Egipto, Siria y Arabia. Después de la toma de La Meca los sultanes otomanos adoptaron el título de califas.

Estas conquistas fueron muy importantes para los otomanos, pues no sólo doblaron la superficie de su Imperio, sino que el sultán otomano se convirtió en el gobernante islámico más importante y en uno de los gobernantes más poderosos de Europa. Además ostentaba el poder marítimo en el Mediterráneo, en el mar Rojo y en el golfo Pérsico. También consiguieron compartir el legado artístico, intelectual y administrativo de la gran civilización musulmana. Desde Damasco y El Cairo, llegaron a Estambul grandes intelectuales, artesanos, artistas y también grandes administradores.

         Cuando Solimán II el legislador subió al poder, se encontró con un Imperio estable y rico. Esto propició que durante su mandato (1520-1566), los otomanos vivieran años de grandeza y que se considerara esta época como la Edad de Oro del Imperio. Dispuesto a seguir con la política de expansión de su antecesor, este califa se enfrentó a poderosos Estados tanto del este como del oeste. Ambicionaba hacer conquistas en Europa y se enfrentó a los Habsburgos por el poder naval en el Mediterráneo. Carlos V contrató los servicios de Andrea Doria que era un marino con gran prestigio en Europa. En 1522 los ejércitos otomanos vencieron a los Caballeros hospitalarios de San Juan y ocuparon la isla de Roda. Carlos tomó Túnez  que en 1535 se convirtió en una importante base naval y Andrea Doria ocupó varios puertos otomanos en Morea, lo que dificultaba las comunicaciones marítimas entre Egipto y Estambul. Esta situación animó a Solimán a nombrar gran almirante de sus flotas a Barbarroja, que era un experimentado marino turco con base en Argel. Las fuerzas navales de Andrea Doria y Barbarroja se enfrentaron y en 1538 libraron la batalla de Prebedsa en la que los otomanos lograron una gran victoria sobre los Habsburgos. Tras esta victoria los turcos consiguieron las posesiones que Venecia tenía en Morea y Dalmacia y además algunas islas del mar Egeo. Alcanzaron la supremacía naval en el este del Mediterráneo y esto supuso la paz y la seguridad en las regiones costeras y la libre comunicación con Egipto. En el año 1543 Barbarroja navegó por la costa occidental de Italia y arrasó sus puertos. Ese mismo año se alió con la flota francesa y tomaron Niza. La flota otomana permaneció invencible tanto bajo el mando de Barbarroja, que murió en el 1547, como con su sucesor el almirante Dragut que murió en 1565.

         La flota otomana intervino también en el norte de África, rivalizando con la hispana en la conquista de la zona. En 1551 se llevó a cabo la conquista de Trípoli y años más tarde ya habían conquistado Bugía, Túnez y la Goleta. En 1587 el Magreb central y occidental estaba ocupado por tres provincias otomanas: Argelia, Túnez y Trípoli. Marruecos no formó parte del Imperio.

         Quiso Solimán ampliar sus posesiones en suelo europeo y en el año 1525 tomó Belgrado, enclave que le facilitó el camino para nuevas conquistas al norte del Danubio. Centró Solimán su interés en la conquista de Hungría, también codiciada por los Habsburgos. Hungría era un estado independiente que por aquellos años vivía en un clima de debilidad política debido a las luchas internas en las que se enfrentaban por el poder los partidarios de que el heredero de Luis II fuese de la casa de Habsburgo y los que querían al príncipe de Transilvania Juan Zapolya. Esta situación se vio agravada cuando en 1517, Martín Lutero promovió la reforma en la iglesia católica y comenzaron los enfrentamientos entre católicos y protestantes. En el año1526 los ejércitos turcos atacaron a los húngaros que ofrecieron una débil resistencia y fueron fácilmente vencidos en la batalla de Mohaçs, en la que murió Luis II. La parte  central y la meridional del país, quedó controlada por los turcos otomanos y fue gobernada por Juan Zapolya, que se reconoció vasallo de los otomanos.

         Para frenar el avance de los turcos, la casa de Habsburgo (España y Austria) consiguió el apoyo de Polonia y Venecia, en tanto que los franceses se aliaron con los otomanos. Solimán otorgó a Francia los privilegios de las capitulaciones, por los que los súbditos y mercaderes franceses tenían libertad para viajar y comerciar en todo el Imperio y además gozaban de privilegios especiales en los tribunales otomanos.

 Los Habsburgos conquistaron algunas regiones fronterizas del norte de Hungría y nombraron a Fernando rey de esa parte de Hungría. En 1528 Fernando llegó con sus conquistas hasta la Hungría central, lo que obligó a los ejércitos de Solimán a reanudar la lucha con los Habsburgos  hasta que en 1529 los otomanos recuperaron esas tierras. Ese mismo año llegó solimán a las puertas de Viena y la sitió. Tuvo Solimán que levantar el sitio de Viena, debido a la dificultad que entrañaba el abastecer a sus tropas tan lejos de sus bases y a la resistencia que oponían los Habsburgos.

Años más tarde Solimán insistió en las conquistas europeas y en 1532 se adentró en las zonas norte de Hungría y Austria. Tras estos ataques, firmó con Fernando de Hungría un acuerdo de paz, por el que Fernando seguía gobernando el norte de Hungría a cambio de pagar tributos. El resto de la nación quedó gobernada por Juan Zapolya, bajo la autoridad de los otomanos. Este acuerdo se rompió en 1541 cuando Zapolya quiso ceder sus tierras a Fernando. Los otomanos lo impidieron y tras la muerte de Zapolya, subió al trono Húngaro su hijo Segismundo y toda Hungría quedó anexionada al Imperio turco. Esta situación fue refrendada por un tratado firmado entre los otomanos y los habsburgo en 1547. En 1543 Fernando de Austria, le rindió vasallaje a Solimán y se comprometió a pagar al imperio turco otomano un tributo anual de treinta mil ducados.

No sólo no descuidó Solimán las posesiones de su Imperio en Oriente, sino que ambicionó nuevas conquistas. En Irán, tras la muerte de Ismail subió al trono su hijo Tahmasp. Pero la ambición de varios príncipes Safawíes en lucha por el poder provocó un ambiente de desorden que fue aprovechado por las tropas otomanas que se adentraron en tierras iraníes. Esto provocó que ambos Imperios firmasen  en 1555 la paz de Amasya, por la que los otomanos se anexionaron la Anatolia oriental e Iraq. A cambio permitieron que los persas shiíes pudiesen peregrinar a La Meca y Medina y a sus lugares santos en Iraq.

         Tras la toma de Iraq y de varios puertos estratégicos en el mar Rojo y en el golfo Pérsico, los otomanos reabrieron las antiguas rutas comerciales internacionales, por las que se  podía navegar libremente a cambio del pago de impuestos. Pero los portugueses ya habían establecido unas rutas alternativas libres de impuestos, que perjudicaron a la economía del Imperio.

Maximiliano de Austria rompió el acuerdo de vasallaje que su país acordó en su día con los otomanos y se negó a pagar el tributo establecido. Para poner fin a esta situación Solimán, en 1566, puso sitio a Sigetvar. Esta ciudad fue heroicamente defendida por el húngaro Zriny y en el enfrentamiento murió Solimán.

 

 

ORGANIZACIÓN E INSTITUCIONES DEL IMPERIO OTOMANO

  

       El Imperio turco otomano fue un gran Estado no sólo por su extensión y su poderío militar, sino también por su organización y su cultura. Bajo el reinado de Solimán, el Imperio disfrutó de un gran auge cultural. La corte protegió la pintura, la medicina y la historia. En el museo de Topkapi en Estambul se guarda el álbum de pinturas de Fatih en el que se refleja el interés intelectual y el humanismo de la época. Los otomanos también Se interesaron por los descubrimientos de nuevas tierras llevados a cabo por los europeos y por los  avances que en esa época se hicieron en los estudios de geografía y de navegación. Pero sobretodo fue muy importante su arquitectura y bajo la dirección del arquitecto Minar Sinán, se construyeron por todo el Imperio mezquitas con un estilo característico: espaciosas, llenas de luz, con altos minaretes y cúpulas bajas.

         También alcanzó gran auge la cerámica. El centro productor fue Nicea (Iznik) y la producción fue muy extensa. En las primeras piezas se representaron motivos vegetales y los colores empleados fueron el azul y el blanco. En la época más importante surgieron varios estilos: En el estilo Damasco predomina el azul y el verde; otro estilo representa motivos chinos, pintados en azul y turquesa sobre fondo blanco y el estilo conocido como cuerno de oro, plasma grandes espirales en azul. Posteriormente surgió el estilo de Rodas en el que se representan flores de una gran variedad de colores entre los que predomina el rojo escarlata.   

         En los primeros tiempos del Imperio la principal ocupación de los otomanos fue la guerra y su institución más importante era el ejército. Los primeros gobernantes eran jefes ghazis, pero tras la toma de Constantinopla, que pasó a ser la capital del Estado con el nombre de Estambul, los sultanes establecieron una monarquía absoluta con una organización social y administrativa propia, que proporcionó seguridad y solidez. El sultán era el jefe temporal y espiritual y su primer ministro, el gran visir, le asistía en las tareas administrativas.

         Los otomanos eran musulmanes sunníes y la Sharia, fue el derecho común oficial para todos los musulmanes. Pero los sultanes agruparon en un cuerpo gubernamental oficial, a los mufti, que interpretaban la ley, a los qadí que administraban justicia y a los mudarris que enseñaban en las madrasas y esto supuso la pérdida de la independencia para llevar a cabo sus cometidos. Los ulemas también pasaron a ser funcionarios del gobierno y como tales estaban bajo el control del sultán y por lo tanto estaban obligados a aplicar la ley según sus directrices. Esta situación de control absoluto, acabó por devaluar un poco la postura crítica de los ulemas ante cambios que entraban en conflicto con las enseñanzas del Corán. Así la Sharia fue favorable al sistema de monarquía absoluta, que no se correspondía con el ideal musulmán. De esta manera, el sultán no encontraba mucha oposición a la hora de introducir cambios en las instituciones otomanas.

         La sociedad otomana estaba formada por la clase dominante que era  la de los osmalíes u otomanos y la clase de los súbditos que era la de los re’ayas (rayas).

         Los osmalíes prometían lealtad al sultán y a su Estado, eran considerados como miembros de su familia y sus vidas y sus propiedades  estaban a disposición del sultán.  Profesaban la religión islámica, hablaban la misma lengua y seguían un mismo código de comportamiento. Su función principal era preservar la religión islámica en el Estado y gobernar y defender el Imperio. Estaban obligados a proteger, explotar y aumentar las riquezas en beneficio del sultán.

         La clase de los rayas estaba formada por cristianos, judíos, ortodoxos y miembros de otras religiones. (En aquellos tiempos tanto en la sociedad otomana como en el resto de Europa, la religión era muy importante). Los otomanos respetaron las religiones y costumbres de los pueblos conquistados. Cada grupo religioso estaba autorizado a organizarse en millet, que eran comunidades relativamente autónomas, con sus propias leyes, y organización administrativa y con su propio jefe religioso. Estos jefes eran los responsables ante la clase dominante de que los miembros de la millet cumpliesen con el pago de los impuestos y de que vivieran respetando las medidas de orden y seguridad. Tenían además sus propias escuelas, sus hospitales, su sistema de hacienda y sus propios tribunales, todo esto bajo la supervisión de la clase dominante. Todos los millet tenían un punto de unión en los gremios. Los gremios aglutinaban siervos de distintas millet, unidos por las actividades económicas y las necesidades sociales. El primer deber de los súbditos era producir riqueza mediante el cultivo de la tierra, la industria y el comercio.

         La administración se ejercía a través del Diwán, institución que bajo la dirección del gran visir congregaba a los altos funcionarios de justicia, a los jefes militares y a los altos cargos administrativos. La administración de las posesiones del Imperio y la recaudación de los impuestos que llenaban las arcas del sultán, se llevaban a cabo de varias maneras: Una de esas formas fue el timar, que era una especie de feudo. El sultán concedía tierras a los jefes militares que habían participado en sus conquistas y estas tierras eran trabajadas por los campesinos que percibían un salario por su trabajo y el resto de los beneficios eran para el propietario, que tenía la obligación de contribuir con sus ingresos al mantenimiento y engrandecimiento del ejército.

         Otra forma de recaudación fue el emanet que estaba a cargo del emín. El emín era un recaudador de impuestos que tenía que rendir cuentas al gobierno central y que percibía un salario por sus servicios. Este sistema se llevó a la práctica en las aduanas y en las policías urbanas. Pero la forma  más extendida en el Imperio fue la de “la finca de impuestos” (iltizam) cuyo concesionario, el mültezim, era el responsable de la recaudación de los impuestos en una zona determinada. Su salario era un porcentaje de lo recaudado y el resto iba a parar a las arcas del sultán. El mültecim procuraba ser lo más eficiente posible, ya que si la recaudación era cuantiosa sus honorarios también eran abundantes. Las fincas de impuestos se solían conceder por subasta, en la que tomaban parte las personas cualificadas para el cargo. El dinero recaudado en las pujas iba a parar a las arcas del sultán. Esta fórmula se practicaba en Anatolia y en las provincias árabes conquistadas durante los siglos XV y XVI.