AHMAD IBN HANBAL VIDA Y OBRA |
La Vida de Ahmad ibn Hanbal
164 - 241 de la hégira
El Examen (Mihna): sus causas y etapas
La causa de la mihna, que tan doloroso papel habría de jugar en la vida del Imam Ahmad, fue que el califa al-Ma’mun llamó a los alfaquíes y sabios del hadiz para que adoptasen las posturas mu’atazilíes y declarasen que el Corán fue creado. Debían afirmar que el Corán fue creado y originado en el tiempo, tal como sostenían los mu’atazilíes. El califa al-Ma’mun adoptó los puntos de vista mu’atazilíes y apoyó a sus seguidores. Hay discrepancias entre la gente en lo relativo al posicionamiento de Ahmad en esta cuestión y por ello la trataremos en detalle cuando examinemos sus opiniones; pero los eruditos están de acuerdo en que Ahmad no se mostró de acuerdo con la postura de al-Ma’mun y que rehusó hacer las declaraciones que éste le solicitaba por lo que tuvo que soportar duras persecuciones a este respecto. La mihna comenzó en tiempos de al-Ma’mun pero continuó a través del gobierno de al-Mu’tasim y de al-Waziq bajo las instrucciones de al-Ma’mun.
Al-Ma’mun quería obligar a Ahmad a que declarase que el Corán fue
creado. El primero en sostener este punto de vista fue al-Ja’d ibn Dirham en
los tiempos de lo omeyas. Jalid ibn ‘Abdullaha-l-Qasri lo ejecutó en la
fiesta del ‘Id al-Adha en Kufa. Fue encadenado y presentado ante Jalid
quien dijo a la gente, “Id y haced vuestros sacrificios. Serán aceptados, in
sha Allah. Voy a ejecutar a al-Ja’d ibn Dirham. Él sostiene que Allah no habló
directamente a Moisés y que Allah no tomó a Ibrahim como Amigo. ¡Exaltado sea
Allah por encima de lo que dice!”. Algo similar se dice también de al-Jahm
ibn Safwan quien negaba que Allah había hablado y sostenía que el Corán fue
creado y no era eterno.
Entonces aparecieron en escena los mu’atazilíes negando la realidad de
los Atributos de Allah. Negaban que Allah Todopoderoso hable, diciendo que lo
que se relata en el Corán acerca de Allah hablando a Moisés no significa un
lenguaje directo, sino que las palabras eran creadas antes de que Moisés las
escuchara. Ellos no aceptan que Allah pueda ser descrito como hablante, sino que
sostienen que Él creó todas las lenguas de la misma forma en que creó todo lo
demás. De la misma forma afirman que el Corán es creado. Los mu’atazilíes
profundizaron bastante en el tema de la creación del Corán en los tiempos de
los abassíes. Por aquel entonces se les adhirieron unos cuantos alfaquíes,
tales como Bishr al-Marisi a quien Abu Yusuf expulsó de su asamblea cuando se
negó a retractarse de tales afirmaciones.
Sus esfuerzos se intensificaron en los tiempos del califa ar-Rashid y
empezaron a hacer llamamientos a la gente para que se sumara a sus posturas. Ar-Rashid
no quiso entrar en debates polémicos y filosóficos con ellos, y por tanto los
mu’atazilíes no se vieron respaldados por el califa, quien, incluso se dice,
llegó a encarcelar a algunos de los mismos. Pero cuando al-Ma’mun llegó al
poder, su séquito y sus hombres más cercanos eran mu’atazilíes; los
distinguió hasta tal extremo que se cuenta que cuando Abu Hisham al-Qawti, uno
de los líderes mu’atazilíes, llegó a visitarle, el califa se levantó para
honrarle –algo que no hizo nunca por nadie más. La razón de esta inclinación
de al-Ma’mum por las tesis mu’atazilíes, fue que había sido alumno de
Abu’l-Hudhayl al-‘Allaf uno de los líderes mu’atazilíes.
Cuando al-Ma’mum convocaba reuniones con el propósito de debatir
acerca de posiciones religiosas, los mu’atazilíes probaron ser los más
eficientes en la arena del debate contra sus oponentes debido a sus extensos
estudios en el campo de la filosofía. Esto tuvo tanta influencia en al-Ma’mun
que eligió a mu’atazilíes entre sus compañeros y oficiales, especialmente a
Ahmad ibn Abi Du’ad. Cuando los mu’atazilíes se dieron cuenta de que eran
los preferidos del califa, comenzaron a propagar abiertamente sus puntos de
vista acerca de la creación del Corán. Al-Ma’mun se mostró de acuerdo con
ellos y proclamó en el año 212 de la Hégira que esa era también su posición,
después de haber examinado las pruebas y evidencias que le habían presentado.
No obstante, dejó libertad a la gente en lo tocante a sus creencias y no trató
de imponer las suyas, de hecho, no llegó a considerar esta posibilidad.
Pero en el año 218, el año en el que murió, al-Ma’mun decidió
utilizar el poder de las autoridades para forzar a la gente a que aceptara la
creación del Corán. Mientras se hallaba en Raqqa, envió unas cartas a Isaac
ibn Ibrahim, su regente en Bagdad, ordenándole que interrogara a los alfaquíes
y eruditos del hadiz para obligarles a que dijeran que el Corán fue creado. Por
tanto, parece que empezó a forzar en primer lugar a aquellos que detentaban
cierta autoridad, y que estaban conectados con el gobierno, para que aceptaran
la posición mu’atazilí por cualquier medio, incluso con testigos ante
jueces. La primera carta que envió a Bagdad termina como sigue:
‘Reúne
a los cadíes y léeles la carta del Amir al-Muminin. Comienza examinando
lo que ellos dicen e investigando sus creencias referentes a la creación y
origen del Corán. Infórmales que con respecto a la postura oficial el Amir
al Muminín no buscará la ayuda, ni confiará su séquito a nadie cuyo Din
no sea seguro y cuyo tawhid y certeza no sea puro. Si ellos afirman esto y están
de acuerdo con el Amir al-Muminín y siguen la senda recta y de la
salvación, entonces ordénales que proporcionen una lista de testigos y solicítale
sus puntos de vista en relación al Corán. Rechaza el testimonio de aquellos
que no afirmen que el Corán es creado y prohíbeles registrarse. Escribe al Amir
al-Muminín con la lista de los cadíes en tu distrito que llegaron hasta ti
referente a esta cuestión. Ordénales hacer lo mismo, y después supervísalos
para que los juicios de Allah tan solo sean expuestos por el testimonio de
aquellos con visión interna en el Din y sinceridad en el tawhid.’ (at-Tabari)
Podemos ver después de esto que en principio el único castigo era
perder el cargo oficial y la no aceptación del testimonio. El gobernador del
califa, Ishaq ibn Ibrahim, llevó a cabo estas instrucciones con respecto a los
cadíes; luego convocó a los eruditos del hadiz y a todos aquellos que daban
fatwas, les interrogó y remitió sus respuestas a al-Ma’mun. Posteriormente,
al-Ma’mun envió a su gobernador una segunda carta mucho más dura, expresando
su opinión por las tonterías de las respuestas que había recibido, subrayando
las sanciones para aquellos que no aceptasen su postura y ordenándole al
gobernador que le enviase encadenados a todos aquellos que rehusaran sumarse a
su postura. Dijo, “Menciona a aquellos que han rehusado contestar y que no
afirmaron que el Corán fuese creado. Envíalos a todos, bajo custodia y
encadenados, al ejército del Amir al-Muminín. Si no se retractan y
arrepienten, él (el califa) les obligará a punta de espada, in sha Allah.”
Ishaq se apresuró a cumplir con sus instrucciones y convocó a los eruditos del hadiz, a los alfaquíes y muftis, incluido Ahmad ibn Hanbal, amenazándoles con severos castigos si no adoptaban la postura del califa. Todos menos cuatro aceptaron la imposición del gobernador. Los corazones de aquellos cuatro permanecieron firmes, satisfechos con el decreto de Allah, prefiriendo la vida eterna a la vida efímera. Estos cuatro hombres eran, Ahmad ibn Hanbal, Muhammad ibn Nuh, al-Qawariri y Sayyada. Todos fueron encadenados y arrestados. A la mañana siguiente, Sayyada se retractó y fue puesto en libertad, pero el resto permaneció arrestado. Al día siguiente fueron de nuevo interrogados, y al-Qawariri cedió, dijo lo que ellos querían escuchar y por lo tanto fue puesto en libertad, pero los dos restantes fueron enviados encadenados hasta Tartus donde se hallaba el califa. Ibn Nuh alcanzó el martirio en el camino. Durante el viaje llegó la noticia de la muerte de al-Ma’mun, no obstante, había dejado instrucciones a su hermano, al-Mu’tasim para que adoptara su postura acerca del Corán y que obligara por la fuerza a la gente a adoptar tal creencia. Y así sintió que debía hacerlo. La mihna alcanzó su punto álgido durante el gobierno del al-Mu’tasim y de al-Waziq. Veamos brevemente las cartas de al-Ma’mun.
La
primera carta de al-Ma’mun
“El derecho debido a Allah por parte de los Imames y los califas de los
musulmanes es luchar para establecer el Din de Allah, el cual deben preservar, y
salvaguardar el legado del Profeta, del cual son herederos. Ellos deben elegir
el conocimiento que les fue confiado, actuar guiados por la Vedad en todos sus
asuntos, y obedecer a Allah. Allah requiere del Amir al-Muminín que sea
bien guiado en sus juicios y que sea justo con respecto a lo que Allah le ha
confiado gracias a Su Misericordia y Gracia. El Amir al-Muminín sabe que
la gente común no investiga o deduce por la evidencia y la guía de Allah, ni
busca la iluminación por la luz de Allah y Sus pruebas en todas las áreas.
Ellos son ignorantes y ciegos a la realidad de Su Din y tawhid...Son incapaces
de valorar a Allah como Él se merece; de reconocerlo como debe ser reconocido,
o de distinguir entre Él y Su creación, a causa de su deficiente inteligencia
y de su incapacidad para pensar lógicamente. Y es por esto por lo que han
establecido una equivalencia entre Allah y el Corán que Él ha revelado,
manteniendo que éste es eterno, no creado.
Allah Todopoderoso dice en Su Libro, del cual ha hecho medicina para los
corazones, misericordia y guía para los creyentes, “Lo hemos hecho un Corán
en árabe.” (43:3). ‘Hacer’ significa crear. Y también dice, “”Alabanzas
a Allah que ha creado los cielos y la tierra y ha señalado la oscuridad y la
luz.” (6:1). Y también, “De esta forma os hemos informado de lo que
ha sido antes de vosotros.” (20:99). Por tanto, informa de acontecimientos
una vez que estos han sucedido. Él dice, “Alif Lam ra. Un Libro cuyos
versos están perfectamente construidos, y luego demarcados, provenientes
directamente del Uno el Más
Sabio.” (11:1). Toda cosa ‘construida’ y ‘demarcada’ debe ser
creada y originada.
Luego hubo gente que presentaron falsos argumentos, llamando a la gente a
suscribir sus posiciones, reclamando parra sí ser los mantenedores de la Sunna,
mientras que por otro lado en cada parte del Libro de Allah hay historias cuyas
palabras invalidan sus posiciones y refutan sus pretensiones y sus
creencias...”
El resto de la carta, como ya se ha mencionado, ordena examinar la posición de los cadíes y de los testigos e informar de ello al califa. La carta está fechada en el mes de Rabi’ al-Awwal del 218 de la hégira.
La
segunda carta
En la carta anterior al-Ma’mun
escribía a Ishaq ibn Ibrahim acerca de siete individuos en particular, entre
los que se encontraba Muhammad ibn Sa’d al-Waqidi entre otros, dando
instrucciones para que fuesen examinados y cuestionados acerca de la creación
del Corán. Todos se mostraron de acuerdo en que el Corán fue creado. Se
trataba de personajes famosos dentro del fiq y del hadiz.
Posteriormente al-Ma’mun escribió a Ishaq ibn Ibrahim una segunda
carta:
“Uno de los derechos debidos para con Allah por parte de Sus califas en
la tierra, y de aquellos a los que les ha sido confiado la autoridad sobre Sus
esclavos, a quienes a designado para establecer Su Din, preservar Su creación,
llevar a cabo Sus juicios y sunnas, guiarse por la justicia, es que ellos mismos
deben luchar por amor a Allah para ser fieles con Él en lo que custodian y guían
con el mejor de los conocimientos de los que Él les ha confiado y con el
reconocimiento que Él ha colocado en ellos...Lee a Ya’far ibn ‘Isa y a
’Abdurrahman ibn Isaac, el cadí, la carta del Amir al-Muminín que te
he escrito y examina su conocimiento en lo referente al Corán. Infórmales de
que el Amir al-Muminín no buscará ayuda en los asuntos de los
musulmanes en nadie excepto en aquellos en cuya sinceridad y tawhid confíe, y
que nadie posee un auténtico tawhid excepto aquellos que afirmen que el Corán
es creado. Todo aquel que diga que no es creado, su testimonio será inválido y
su juicio no servirá para fortalecer el mismo. Haz lo mismo con todos aquellos
a los que has nombrado cadíes. Investígalos de forma que Allah pueda aumentar
tu percepción interior. Escribe al Amir al-Muminín acerca de todo
ello.”
He aquí las dos cartas oficiales que dieron lugar al comienzo de la mihna.
Isaac comenzó a examinar a la gente después de recibir la primera carta y
completó sus exámenes tras recibir la segunda misiva. Transcribió las
respuestas que iba recibiendo y se las iba mandando al califa, o más bien a
Ahmad ibn Abi Du’ad. Convocó a un grupo de alfaquíes, jueces, y eruditos del
hadiz, incluyendo a Bishr ibn al-Walid, Sayyada, al-Qawariri, Ahmad ibn Hanbal,
Qutayba, Sa’dawayh al-Wasiti, ‘Ali ibn Muqatil y otros. Empezó leyéndoles
la carta de al-Ma’mun dos veces de forma que comprendieran bien lo expresado
en ellas y a continuación empezaba a interrogarles.
Le preguntó a Bishr ibn al-Walid, “¿Qué dices acerca del Corán?”,
“Tu conoces mis primeras aseveraciones que le hice al Amir al-Muminín.””
Repite de nuevo para el Amir al-Muminín lo que piensas”. “Yo digo
que el Corán es la Palabra de Allah”. “No te estoy preguntado por esto,
sino ¿si es creado?”. “Allah crea todo”, respondió Bishr. “¿Es el Corán
una cosa?”. “Es una cosa”, replicó. “Entonces es creado”. “No es
una criatura”. “No te estoy preguntando eso, sino ¿si es creado?. “Nada
bueno se puede decir más allá de lo que ya te he dicho. Hice un trato con el Amir
al-Muminín de que no hablaría nada sobre ello. No tengo nada más que añadir
a lo que ya he dicho.”
Ishaq tomó el papel y leyó lo que había respondido, entonces Bishr
dijo, “Yo testifico que no hay otra realidad mas que Allah, solo, único. No
hay nada delante de Él ni hay nada tras Él. Él no se asemeja en absoluto a
nada de cuanto hay en Su creación.”
El gobernador le dijo al escriba, “Recoge lo que ha dicho”.
Después le dijo a ‘Ali ibn Abi Muqatil, ¿Y tú que dices ‘Ali?.
“Tú has escuchado mi respuesta al Amir al-Muminín más de una vez. No
tengo nada más que añadir de lo que ya has escuchado de mi”. Ishaq leyó lo
recogido en el documento y le preguntó, “¿Es creado el Corán?”, “El Corán
es la Palabra de Cllah”, respondió ‘Ali. “No te estoy preguntando
esto”, respondió Ishaq. “Es la Palabra de Allah y el Amir al-Muminín
nos ha mandado algo y nosotros obedecemos.” Ishaq le dijo al escriba,
“Registra lo que ha dicho”.
Tuvo una conversación similar con ad-Dayyal, y luego le preguntó a Abu
Hasan az-Ziyadi, “¿Y tú que dices?”, “Pregunta lo que quieras”, dijo
Abu Hasan. Ishaq le leyó el documento, Abu Hasan se mostró de acuerdo con él
y dijo, “Aquel que no diga esto es un infiel”, añadiendo, “El Corán es
la Palabra de Allah y Allah creó todo y todo lo que no sea Allah es
creado....nosotros obedecemos la orden del Amir al-Muminín.”
Entonces le tocó el turno a Ahmad ibn Hanbal, y le preguntó “¿Qué
dices acerca del Corán?”, “Es la Palabra de Allah”, “¿Es creado?”,
“Es la Palabra de Allah. No añado nada más.” Entonces le leyó la carta y
cuando llegó a las palabras, “Él no se asemeja a nada de Su creación”,
Ahmad dijo, “Yo digo, ‘No hay nada como Él y Él es el Oyente, El que
Ve’”. Ibn al-Bakka se dirigió a él y le dijo, “Que Allah te corrija.
Quieres decir que oye con un oído y ve con un ojo.” “¿Cuál es el
significado de ‘Oír y Ver’?”, le preguntó Ishaq a Ahmad. “Él es tal y
como se describe a Sí mismo,” respondió Ahmad. “¿Qué significa eso?”,
repitió de nuevo Ishaq. “No lo sé. Él es tal y como se describe a Sí
mismo.”
Entonces llamó uno tras otro a todos ellos y registró sus respuestas
para enviárselas a al-Ma’mun. Nueve días más tarde después de que la carta
de Ishaq hubiera llegado a al-Ma’mun, los volvió a convocar de nuevo.
La
tercera carta
El
Amir al-Muminín, en respuesta a la carta de Ishaq, dijo que había
reflexionado en las respuestas de aquellos que figuraban sus nombres en la
carta. Declaró que Bishr al-Walid, quien había negado todo parecido entre lo
creado y Allah y quien se había abstenido de decir que el Corán era creado
debido al pacto que había contraído con el califa, eran un mentiroso y un
infiel. Ni el califa había mantenido con él conversación alguna sobre el tema
ni había pactado acuerdo alguno con él: Bishr debe proclamar que el Corán es
creado.
Al-Ma’mun dijo acerca de Ibn Hanbal: “En cuanto a Ahmad ibn Hanbal y
a lo que has escrito referente al mismo, hazle saber que el califa conoce la
importancia de aquellas palabras y de su método y que son evidencia de su
ignorancia.”
Antes de ver con más detenimiento la persecución y humillación a la
que fueron sometidos aquellos que discrepaban con la opinión del califa,
debemos ver qué fue lo que motivó a Al-Ma’mun a emprender aquellas acciones
que elevarían el rango del Imam Hanbal al extremo de que se ha dicho, “Si él
hubiera sido de la tribu de Israel, hubiera sido un Profeta.”
La causa del comportamiento de Al-Ma’mun resulta evidente y la historia
recoge claramente quien fue el instigador de su actuar.
Al-Ma’mun designó a Ahmad ibn Abi Du’ad al-Mu’tazili como su
ministro e hizo de él su escriba y agente oficial dentro de su gobierno. Lo tenía
en tan buena estima, que ordenó a su hermano que a su muerte lo mantuviera en
la misma posición dentro del gobierno que la que había tenido con él. Las
cartas que escribió el califa denotan claramente el lenguaje de Ibn Abi Du’ad.
Ningún califa había escrito hasta entonces tan extensamente y con tanta
profusión de detalles. Lo que es más, la expresión está casi siempre en
tercera persona, solo en escasas ocasiones se desliza la primera persona. Las
cartas atacan las fatwas de un individuo y acusa a otro de permitir la usura.
Al-Ma’mun nunca hubiera descendido a tales niveles. Por tanto, tan solo
podemos suponer que estas cartas fueron escritas mientras al-Ma’mun permanecía
enfermo en cama. De haber estado sano y fuerte, nunca hubiera permitido que una
carta en su nombre hubiera contenido acusaciones particulares ni hubiera entrado
en trivialidades.
Sabemos que al-Ma’mun creía en la creación del Corán desde su
llegada al poder e incluso antes de esto. Solía establecer debates a este
respecto sin preocuparse por saber lo que se ocultaba en los corazones de las
personas, sin imponer ni castigar a aquellos que diferían de él. ¿Por qué
cambió de repente al final de su vida?, ¿por qué hizo de esta cuestión un
asunto donde se perseguía y castigaba? No hay duda de que fue Ahmad ibn Abi Du’ad
quien escribió estas cartas e instigó la persecución, aprovechándose de la
enfermedad y debilidad del califa. Si no fue este el caso, entonces ¿por qué
no reunió al-Ma’mun a los sabios para examinarlos mientras estaba en Bagdad y
todos aquellos se encontraban en la ciudad?, ¿por qué esperó hasta ausentarse
de Bagdad para enviar estas cartas ya al final de su vida? No cabe duda de que
fue Ahmad ibn Abi Du’ad, utilizando la autoridad del nombre de al-Ma’mun, el
responsable de todo esto.
Dejando al lado las verdades y falsedades del curso de tales
acontecimientos, al Ma’mun murió mientras Ahmad era conducido encadenado
hasta la presencia del califa, pero su muerte no detuvo la persecución, de
hecho entró en una fase más dura y de mayor alcance. La razón fue que al-Ma’mun
dejó dos instrucciones al respecto a su hermano y sucesor: una era continuar
con los interrogatorios de la gente acerca de la creación del Corán, y la
segunda era la de mantener en el poder a Ahmad ibn Abi Du’ad.
Al-Mu’tasim no fue un hombre de conocimiento. Fue un hombre de espada,
la cual nunca envainó, y el asunto de la creación del Corán lo dejó en manos
de Ibn Abi Du’ad. Cuando al-Ma’mun murió, Ibn Hanbal fue devuelto a la
prisión de Bagdad hasta que su caso fuese juzgado. Con posterioridad fue
enviado a al-Mu’tasim sujeto a la amenaza y a la promesa. Cuando el chantaje y
la amenaza no funcionaba, se llevaba a cabo la ejecución de la amenaza y era
azotado una y otra vez. Se le azotaba hasta que perdía la conciencia y permanecía
insensible al pinchazo de la punta de una espada. La tortura se repitió a lo
largo de todo el cautiverio del Imam Ahmad que duró alrededor de veinte y ocho
meses. Cuando perdieron la esperanza de arrancarle la confesión, empezaron a
sentir compasión por él y lo pusieron en libertad, enviándolo a casa exhausto
por las heridas, los continuos azotamientos y la prisión prolongada en oscuras
mazmorras.
Ahmad regresó a su casa en la que tuvo que permanecer debido a la
debilidad de su estado. Ayudado por su temor a Allah, derrotó a aquellos que
eran más fuerte. No pudo seguir enseñando, quizás al precario estado de salud
en el que quedó tras las torturas recibidas, pero sí salía para ir a la
mezquita. Cuando Allah restauró su salud y su cuerpo se recuperó, aunque quedó
con secuelas y dolores en algunas partes del mismo, continuó relatando hadices
y enseñando en la mezquita hasta la muerte de al-Mu’tasim. Cuando al-Waziq
llegó al poder reemprendió la persecución de Ahmad, sin embargo no lo azotó
porque comprendió que aquello redundaría en el aumento de la fama de Ahmad
entre la gente y encolerizaría al pueblo. Al-Waziq le dijo, “No mantengas
reuniones con nadie y no vivas en la ciudad en la que yo esté.” Así el Imam
Ahmad tuvo que vivir recluido sin poder asistir a la mezquita ni a ningún otro
sitio hasta la muerte de al-Waziq.
Estas persecuciones no se circunscribieron solo al Imam Ahmad, aunque él fue el caso más notorio por la firmeza de sus convicciones. También otros sufrieron la prisión y la muerte encadenados como fue el caso de al-Buwayti, un discípulo de ash-Shafi’i.