JUTBAS

     INDICE

Primera Parte

           al-hámdu lillâh...

       

        Después de la lectura del Corán, no hay ‘Ibâda oral más noble que el Dzikr y el Du‘â, es decir, no hay práctica espiritual que se realice con la lengua -después de la recitación del Libro- mejor que el mencionar a Allah y elevar a Él nuestras necesidades e invocaciones. Recordar su Nombre y suplicarle con sinceridad constituyen algunas de las actividades más hermosas y meritorias de los musulmanes, y son fuentes de luz y bien que aprovechan al que se sumerge en esas prácticas y, sin duda, también a quienes le rodean.

Allah ha dicho en el Corán: “Recordadme y os recordaré”, y ha elogiado a “quienes recuerdan a Allah estando de pie, sentados o postrados sobre sus costados” y también ha elogiado a “los que le recuerdan mucho y a las que le recuerdan mucho”. El Nabí (s.a.s.) dijo que Allah ha dicho: “Yo estoy junto a mi siervo mientras me menciona y mueve sus labios recordándome”, y en otro hadiz qudsi recogido por Muslim, Allah dice: “Cuando un grupo de gente se sienta para recordarme, los ángeles los envuelven, la misericordia los embarga, la calma desciende sobre ellos y Allah los menciona ante quienes están junto a Él”. En un hadiz, Rasûlullâh (sa.s.) dejó dicho: “Cuando un grupo de gente se separa después de haber estado reunido sin haber mencionado a Allah es como si hubiesen sido dispersados por el hedor del cadáver de un asno, y esa reunión será causa de lamento para ellos el Día de la resurrección”. Son muchos los hadices en los que Sidnâ Muhammad (s.a.s.) habló de la fadîla del Dzikr, es decir, del mérito de la mención del Nombre de Allah.

Igualmente, sobre el Du‘â, la invocación, el Nabí (s.a.s.) dijo: “Nada hay más querido por Allah que el que se le invoque. La ‘Ibâda más noble es el Du‘â. Allah se encoleriza contra quien no le pide”. Y dijo en otro hadiz: “Pedidle a Allah su favor, porque a Él le gusta que se le pida”. El Du‘â, según otros hadices, es el núcleo de las ‘Ibâdas, es su ‘inteligencia’, la ‘sabiduría’ que hay en ellas, y el Du‘â, también, ‘es lo único capaz de cambiar el destino’. Esta práctica ocupa, por tanto, un lugar central en el Islam y tiene secretos sutiles y efectos desmesurados.

El Du‘â tiene cortesías, como el que se realice en momentos nobles: en el día de ‘Árafa al año, durante Ramadán entre los meses, el viernes en la semana, poco antes de que amanezca cada día... También son momentos nobles y apropiados para el Du‘â el tiempo que hay entre el adzân y la iqâma, inmediatamente después de cada Salât, cuando llueve, en el combate durante el Yihâd, al acabar la recitación del Corán, en el suÿûd (cuando se lleva la frente al suelo), al romper el ayuno, cuando se está concentrado con el corazón presente y limpio. En realidad, la nobleza del momento está vinculada a la nobleza de las circunstancias que se dan en él, y, así por ejemplo, es noble el amanecer porque es un instante en que la mente está libre, y es noble el suÿûd porque es un instante de absoluto abandono...

También pertenece al número de cortesías que hay que respetar durante el du‘â el volverse hacia la Qibla, alzar las manos y pasarlas después por el rostro, así como hacer el Du‘â con un tono de voz bajo. El Du‘â debe empezar con Dzikr, mencionando y elogiando el Nombre de Allah, y después hay que saludar y bendecir a Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Pero lo más importante es que la cortesía que da fuerza a la invocación es que vaya acompañada de Tawba, esto es, que sea un instante de profundo retorno a Allah habiendo saldado las deudas con las criaturas...

Esos momentos en que el musulmán, después de haber realizado las abluciones previas y aprovechando el secreto de alguna hora especial, se sienta -sólo o en compañía de otros musulmanes- para mencionar el Nombre de Allah y elogiarle y después alzar las manos y exponerle sus necesidades, son momentos extraordinarios en los que el cielo y la tierra se juntan y se mezclan. El Dzikr es un acto de conocimiento y el Du‘â es un acto de reconocimiento. Con el Dzikr nos sumergimos en la inmensidad de Allah y con el Du‘â nos sujetamos a Él en la plena conciencia de nuestra absoluta dependencia y necesidad. Con el Dzikr saboreamos lo esencial de las enseñanzas del Islam, saboreamos la Unidad y Unicidad de Allah, y con el Du‘â nos volvemos hacia Él con lo que somos, que es Nada en sus Manos... El Dzikr nos pone ante el Rey y el Du‘â es sometimiento a Él.

El Dzikr y el Du‘â son una práctica en la que se pone en acento en lo que debe ser una actitud que luego se debe traspasar a todo. Dzikr y Du‘â son una experiencia que el musulmán tiene que convertir en estado permanente, y toda su vida será Dzikr y Du‘â. Su Salât, su Ayuno, su estudio, sus esfuerzos, su trabajo, sus viajes, sus relaciones, todo debe  inspirarse en el Dzikr y el Du‘â. Ambos -el Dzikr y el Du‘â- son sencillos y pueden realizarse sin problemas, y es así para que sirvan de cimiento. Por eso se han aconsejado con tanta intensidad y se recomienda que se practiquen con abundancia. Según el Músnad, en cierta ocasión Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Insistid en el Recuerdo de Allah hasta que se os llame locos”. Quien no recuerda a Allah no debe merecer la confianza de los musulmanes porque está vacío de todo bien, tal como Allah dice en el Corán: “No obedezcas a aquél cuyo corazón hemos hecho que descuide Nuestro Recuerdo y siga su capricho, y todo lo suyo es insolencia que se pierde en la nada”.

El Dzikr y el Du‘â son, en el fondo, un constante llamar a la puerta de Allah, y por ellos mismo son fuentes inagotables de saberes y sabores espirituales. Se ha dicho: “Con el Dzikr se abre la puerta y se accede a Allah, y el Dzikr es un árbol cuyos frutos son conocimientos profundos y experiencias en el interior de la realidad, que son las cosas en pos de las cuales se arremangan las túnicas los  dotados de aspiración poderosa. Y esos frutos no se recogen de otro árbol más que el del Dzikr”. 

 

Segunda Parte

 

         al-hámdu lillâh...  

 

          Vivimos inmersos en un ajetreo que nos puede y nos engulle, apartándonos de nosotros mismos y de Allah, confundiéndonos y estafándonos, y por ello son importantes los momentos en que ‘nos retiramos’ del bullicio para centrarnos en nuestros corazones y contemplar lo que hay en ellos. La práctica del Dzikr y del Du‘â, como dicen los hadices, retira el hollín que se va acumulando sobre el corazón. Rasûlullâh (s.a.s.) enseñó que el corazón se oxida, y el desoxidante por excelencia es el Dzikr. El corazón se oxida en la vida cotidiana, en el sin fin de querellas en las que existimos, pero esos momentos en que ‘nos retiramos’ son capaces de devolverle al corazón la frescura que tiene en sus orígenes. Repetir hasta la saciedad lâ ilâha illâ llâh es ir alimentando nuestro mundo interior, es suministrarle un tema para que lo ‘digiera’ en las profundidades a las que sólo el corazón es capaz de asomarse.

         Por ello, no se insiste lo bastante cuando se repite una y otra vez que los musulmanes deben tener horas consagradas al Dzikr y al Du‘â. Quien esté preocupado por su salud espiritual tiene que atender este consejo. Y el Dzikr, a su vez, es repetitivo, y debe serlo porque tiene que incidir una y otra vez en lo mismo, hasta que realmente se produzca el Recuerdo y el corazón despierte, y la luz de Allah se desborde inundando al recordador y su entorno...

 

du‘â ...

 

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