JUTBAS

     INDICE

Primera Parte  

     al-hámdu lillâh...  

        

        La palabra árabe kasb significa ‘ganancia’, ‘adquisición’. Además, en árabe, ‘acto’ y ‘trabajo’ se funden en un mismo término: ‘ámal. Por su acción, el ser humano adquiere cosas, añade a su ser nuevas riquezas, se aumenta a sí mismo. Con la ‘Ibâda -con la práctica del Islam- y con el ‘Ilm -la ciencia, el conocimiento- crece en espíritu. Con su esfuerzo físico, con su trabajo, el hombre se alimenta y alimenta a su gente, hace más cómoda y amable su vida y la de los demás. Ambas actividades se complementan, y el Islam no descuida ninguna de las dos.

         Hemos hablado en jutbas anteriores del ‘Ilm y de la ‘Ibâda, fuentes de bienes para el corazón de quien se esmera con acciones positivas sobre esas dos sendas que confluyen en la Vida con mayúscula. Es conveniente ahora ver las ‘cortesías’ que deben regir los esfuerzos del musulmán por ganarse el sustento.

         El trabajo, en el Islam, no es un castigo ni un premio, es algo que forma parte de la naturaleza: es la acción, y todo lo que existe actúa de un modo u otro, todos los seres se esfuerzan de algún modo por proteger, acrecentar y adornar sus vidas. Allah sentencia en el Corán: “Y del día hemos hecho que, para vosotros, sea tiempo para el ma‘âsh”. Ma‘âsh significa todo aquello con lo que se alimenta a la vida. Mientras que la noche es momento para el reposo, la calma, la meditación, el Salât, la vida interior, el día es para el esfuerzo y la actividad. Son esos dos complementos que sólo hacen incompatibles los destinados al fracaso ante Allah. El Corán también dice: “No tengáis reparos en desear el Favor de vuestro Señor”, y el Favor de Allah -el Fadl- es todo lo bueno, para el corazón, el cuerpo y para tu gente.

         Rasûlullâh (s.a.s.) dijo en cierta ocasión: “El esfuerzo por ganar un sustento halâl (legítimo y honesto) es Yihâd. Allah ama al hombre que tiene una profesión”. Este es un hadiz hermoso que enseña cosas grandes en pocas palabras y que ha determinado la forma de ver cosas dentro del Islam. Por un lado, se nos dice que trabajar y ganarse la vida legítima y honestamente es Yihâd, es decir, es “acción por Allah”. Todo lo que es bueno para la vida nos guía hacia el Hacedor de la Vida, lo mismo que, por el contrario, la negación de la vida, la huida de ella, es negación y rechazo de Allah. Redundando en lo anterior, el hadiz nos dice que Allah ‘ama’ al ser humano que tiene una profesión, es decir, que en el ejercicio de nuestra actividad, Allah nos ama, se acerca a nosotros, nos bendice aumentando sus dones en nuestros esfuerzos, nos ilumina. Nuestro trabajo, no sólo no es un castigo, sino que es nuestra senda en Allah y hacia Allah. En otro momento, Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “El hombre nunca come nada mejor de lo que es resultado del esfuerzo de sus manos”, y dio un gran ejemplo añadiendo: “David, el profeta de Allah, comía del fruto de sus manos”, y David no sólo era nabí, sino además era rey, pero en lugar de apoltronarse en ambas condiciones, se hizo herrero. Sabemos que Zacarías era carpintero, que Adam era agricultor, que Noé era carpintero, que Idrîs era sastre, que Abraham y Lot eran también agricultores, que Sâlih era comerciante, que Moisés, Shu‘áib y Muhammad (s.a.s.) fueron pastores... Y Luqmân el Sabio dio este consejo a su hijo: “Dedícate a la ganancia honesta, porque la pobreza tiene tres defectos: hace ligera la espiritualidad, debilita la mente y te abandona a la indignidad, pero peor que estas tres cosas es que pierdes la consideración de la gente”. Se le preguntó al Imâm Ahmad ibn Hánbal: “¿Qué piensas de alguien que diga: ‘Me sentaré en mi casa o en mi mezquita y no trabajaré sino que esperaré que me venga por sí solo mi sustento?...”, y el Imâm respondió: “Que es un ignorante desprovisto de la ciencia del Islam. ¿Es que no ha escuchado las palabras del Profeta (s.a.s.)? Él dijo: ‘Allah ha puesto mi sustento a la sombra de mi lanza’...”.

         Con su trabajo, el musulmán debe pretender lograr la independencia que lo emancipe de la gente, y alcanzar una dignidad que lo haga ser tenido en consideración, de modo que no deba nada a nadie y su opinión y su acción sean libres y meritorias, por ello, ante Allah.

            En su actividad debe procurar cumplir con cuatro condiciones: Sihha, validez o corrección, es decir, que su actividad se desarrolle en el marco de la Sharî‘a, para lo que el musulmán debe pertrecharse de conocimientos de Fiqh de modo que sepa sus derechos y obligaciones; ‘Adl, justicia, es decir, honestidad en sus transacciones, no causándose daño a sí mismo ni a nadie; en tercer lugar, Ihsân, excelencia, pues Allah ha ordenado que seamos excelentes en todo, es decir, tolerantes, indulgentes, comprensivos, generosos; por último, ash-Sháfaqa ‘alà d-Dîn, es decir, no desatender el Islam, y esta cualidad tiene varios pilares: el primero, que la actividad sea regida por una buena intención, que es la que hemos señalado antes, la de independizarse y no tener que depender de nadie, ganando en dignidad; el segundo pilar consiste en limitar la ambición de modo que no ponga todo su ser y todo su esfuerzo en obtener cada vez mayores ganancias, entregando todo el tiempo a los negocios y desatendiendo otros deberes; el tercero es que el mercado del mundo no lo aparte del mercado de Allah que se celebra en las mezquitas y que es donde se producen los intercambios en los que saldrá ganando verdaderamente; el cuarto es que no se debe olvidar el Dzikr ni cuando se está ejerciendo la profesión a la que uno se dedique, porque el musulmán debe tener a Allah siempre en su boca y en su corazón; por último, en la medida de lo posible, evitar, no sólo lo harâm, lo ilícito y claramente deshonesto, sino también todo lo dudoso para que las ganancias que se obtengan sean claras y nos alimenten y haga cómoda nuestras vidas sin que nada las enturbie.

               

 

       al-hámdu lillâh...  

    

        El musulmán debe hacer de su vida un todo en el que se sienta pleno. No tiene que renunciar a nada, sino engrandecer lo que tiene. Esto es lo que pretende el Islam. La sabiduría debe conducir nuestros pasos, y en ella, en la sabiduría, debe haber prudencia, discreción, gratitud, esmero e inteligencia. Todo lo contrario a lo que rige al hombre en nuestros tiempos, que lo negativiza todo y no está satisfecho con nada. En nuestras manos, es decir, en nuestro trabajo y en nuestro esfuerzo, está lo que podemos ser. Y Allah dispensa su favor al que se orienta en la buena vía, que es la de disfrutar de lo bueno, presente en todo y que nos negamos a ver porque nuestros caprichos, nuestras frivolidades, nuestra ignorancia, nos conducen a la nada. Como musulmanes, debemos erigir lo mejor y lo mejor siempre lo tenemos al alcance de la mano. Debemos olvidar la eterna queja del hombre vacío, del que se lamenta para no hacer nada, del que sufre para entretenerse en lugar de comenzar de una vez por todas su Yihâd, su combate hacia Allah, hacia lo Infinito.          

          

du‘â ...

 

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