Viendo con ambos ojos

 De Abdul Hakim Murad

Texto de la lección dada en Cardiff en enero de 2000

  

Con el nombre de Allah, el Compasivo, el Misericordioso.

 

     El Dayyal, como todo el mundo sabe, solo tiene un ojo. Aquellos ulemas a los que les incumbe entender y aplicar su intuición, más que simplemente actuar como transmisores históricos, han interpretado este atributo como una referencia a la enfermedad característica de las comunidades religiosas decadentes; una enfermedad que será más prevalente según se aproxima el fin del tiempo. 

 

    Las criaturas humanas han sido agraciadas con dos ojos por razones de utilidad biológica obvia: la capacidad de hacer foco tan espléndida de los músculos ciliares del ojo (una soberbia tecnología por la que debemos dar gracias) no es ni más ni menos que un instrumento para apreciar la distancia. Los seres humanos necesitan la perspectiva [la dimensionalidad]: para cazar y luchar; y para cuidar de forma eficaz a nuestros hijos. Y por eso tenemos dos ojos, como el Corán dice, pidiendo nuestra fe y agradecimiento: ‘¿No les hemos dado dos ojos?’

 

    El Dayyal, sin embargo, solo tiene un ojo, porque está enfermo. Representa, en la forma humana, una posibilidad cósmica que se produce a través de la historia, manifestándose según son olvidadas las restauraciones Proféticas, hasta, que en un momento dado, durante un tiempo durante los últimos tiempos, él es el tuerto que es rey. Hay muchas interpretaciones esotéricas de esto, pero una en particular es probablemente la más satisfactoria y profunda. Señala que los últimos tiempos son el momento en el que hay una perdida de perspectiva. Las distancias y las prioridades se estiman mal, o incluso se invierten. El nombre del enemigo más viejo de Adán, Iblis, señala su habilidad para invertir y cambiar: yulabbis, confunde y siembra la discordia entre la humanidad. Y el Dayyal es en este sentido una manifestación física de Iblis: es el gran mentiroso, hasta tal punto, que muestra la virtud como vicio y viceversa. Los ejemplos nos vienen fácilmente a la mente. Por ejemplo: hubo un tiempo en que los mayores eran respetados más que los jóvenes; hoy, impera lo contrario. Antes los vicios contranaturales estabas proscritos, y ahora su práctica no puede ser criticada, mostrándose abiertamente en la películas o abiertamente en sociedad. Una vez la humildad era elogiada, y el orgullo un pecado; hoy en día se ha invertido completamente. No se nos ha vuelto a exigir que nos controlemos, más bien se nos incita a ‘descubrirnos’ a nosotros mismos. El nafs es el rey del milenio. Ya vísteis como se forzó a la Reina a observar la orgía del Domo de Greenwich, una celebración de erotismo incoherente y juegos atléticos que no tenía nada que ver con el hombre del que se supone se celebraba el milenio. Ésto es muestra suficiente.

 

    Es el principio del Dayyal, que trae consigo todo lo que es malo. Es un mal que es peor que el tradicional, que era solamente un fallo en las práctica de las virtudes extendidas; porque el nuevo mal yulabbis: invierte; transforma la virtud en vicio. En ese sentido está tuerto y sin perspectiva. La vista con la cual observamos el mundo externo esta compuesta del conocimiento que obtenemos de dos instrumentos separados. Cuando hablamos de conocimiento religioso, hablamos de basira, la percepción dirigida por la sabiduría. Y es característico del Islam que la sabiduría consiste en reconocer y establecer el correcto equilibrio entre los dos grandes principios de la existencia: zahir y batin, usando los términos coránicos.

 

    El Dayyal ve con un solo ojo. A la luz de esto, podemos decir que es un hombre de zahir o de batin, pero nunca de los dos. El es un literalísta, o es un librepensador. La consecución mas gloriosa del Islam, que es mostrar un modelo de vida humana que explora y celebra las posibilidades físicas del hombre, que no obstruye, sino que aumenta y mejora sus capacidades metafísicas, es en este contexto negado. La confusión del fin del tiempo es, así, la inversión del ideal islámico.

 

    Al comienzo de nuestra historia, el equilibrio entre zahir y batin era perfecto. El Mensajero, saws, era el hombre de Mi’raj, y también el héroe de Badr. El amaba a las mujeres, los perfumes y la delicia de sus ojos era la oración. La transición entre los momentos de intenso coloquio con el arcángel supremo, y aquellos de asuntos políticos, militares o familiares, eran normalmente solo momentáneos; pero su equilibrio era impecable, porque mostró que el cuerpo, la mente y el espíritu no son rivales, sino aliados para proteger la santidad, que no es sino la totalidad.

 

    Los Compañeros manifestaron muchos de los aspectos de esta extraordinaria totalidad, cuyo termino tradicional es la afiya, y la prueba de su  presencia es el adab. La luminosidad de la presencia Profética los transformó, así que donde una vez no hubo sino un crudo materialismo egoísta de los nómadas paganos, ahora había, veinte años después, una nación unida conducida por santos. Es como si la gente más cruel de la historia de repente, por un milagro, se hubiesen transmutado en los más finos y equilibrados. Los paganos árabes parece como si sirviesen de adelanto al temperamento de nuestra época, y que el hombre que llegó entre ellos, único de entre los profetas en la dificultad de su misión, el alfa y el omega, es la prueba de que la restauración adámica es posible aunque sea bajo las peores condiciones, incluso en tiempos como los nuestros.

 

    La calidad humana soberbia de los Compañeros es el más increíble y consistente de los milagros del Bendito Profeta, saws. Junto con la carga de la revelación, y cargando solo las responsabilidades de la familia y el estado, mantuvo tal santidad, humor y rectitud moral que el mundo se transformó a su alrededor. ‘Aunque hubieses gastado todo lo que hay sobre la tierra, no podrías haber reconciliado sus corazones’, le dice la revelación; ‘pero Allah ha traído la reconciliación entre ellos’. La unificación política de Arabia, un hecho sin precedentes en si misma, solo fue posible por la existencia de un principio espiritual en su centro, que unió, e hizo un nuevo mundo posible.

 

    Los Compañeros, como ejemplos más perfectos del ver con ambos ojos, eran, como dice el dicho, fursanun bi’l nahar, ruhbahun bi’l-layl. Caballeros de día, y monjes de noche. Unían zahir y batin, cuerpo y espíritu, de forma que era, para sus contemporáneos paganos y cristianos, sorprendente, y que es más todavís en nuestros días, cuando el equilibrio de cualquier tipo es raro, incluso difícil ya de imaginar. Sus rostros radiaban la calma interior que viene de la paz interior: ‘ala bi-dhikriLlahi tatma’innu’l-qulub’: ‘es en el recuerdo de Allah que los corazones encuentran la paz’.

 

    De entre los milagros de los Compañeros estuvo la creación de un lenguaje desbordantemente bello. El Domo de la Roca de Jerusalén, construido por los Compañeros todavía sigue vivo, que triunfantemente anuncia el deseo divino de salvar a  la humanidad a través de una nueva orden religiosa. Bajo el Islam se hizo el mundo de nuevo. La guerra de la carne, manifestada en la nueva y extraña forma del celibato cristiano, se terminó. La Sunna, emergiendo, apenas imaginable para su estado de crecimiento humano, se convirtió en el ideal del mundo antiguo; un ideal más impresionante, si cabe, por haberse realizado.

 

    Cuando la civilización islámica estaba en su apogeo, todo lo que tocaban los creyentes se transformaba en oro. El Domo de la Roca puede que sea uno de los edificio más hermosos del mundo, objeto de incontables estudios de fascinados historiadores. Aunque sea octogonal, el limite exterior del espacio del templo de Salomón es reducido a un circulo, y de allí a la infinidad el cielo. Anuncia la supremacía del momento muhammadí, el momento en que la estación de los Dos Arcos de Distancia (qaba qawsayn) fue alcanzada. Ninguna ciencias del Islam antigua ha guardado en su memoria un punto tan exaltado y puramente espiritual de su historia, en el que un mortal se aventuró en el lugar donde ni los más importantes ángeles podrían alcanzar.

Y a pesar de ello regresó a la tierra; este es el secreto de la majestad de la Sunnah. Saboreó el esplendor y el poder de la Divina Presencia, pero sin embargo, regresó a los niveles inferiores de la creación, para reformar a su gente. No porque los prefiriera a ellos, si no porque los amaba. Vio con el corazón puro, como el Corán menciona: ‘El corazón no rechaza lo que ve’. Trajo una verdad que hasta entonces solo se había intuido; el núcleo del ser humano es el corazón, y el corazón es el lugar de la visión trascendente, del que la Revelación solo habla de ella de forma alusiva: ‘Vio, de entre los signos de su Señor, el mayor’.

 

    Cuando tomamos la Sunna, y rechazamos maneras que han sido impuestas y guiadas por el ego y las fantasías de la propia imaginación, declaramos a nuestro creador que aceptamos y reverenciamos la profunda muestra de crecimiento humano ejemplificada por el Mejor de la Creación. Cada acto de la sunna que debemos emular con éxito, declara que nuestro modelo de comportamiento es el hombre que no tiene ego, y al que Allah ha dado la victoria definitiva sobre las fuerzas de la oscuridad. La modernidad mantiene que las opciones de la vida se basan en el ego, y en las más bajas y oscuras posibilidades de la condición humana. Cada palabra de cada revista transpira el mensaje del nafs: explórate a ti mismo, libérate, se tu mismo. Compra un Porche y expresa tu identidad; viste Cacharel y afírmate a ti mismo; déjate ver en buenos lugares. El resultado, claro, es una sociedad que busca la felicidad en una brillantez técnica, pero que se mueve sobre unos altísimos índices de suicidio, abuso de drogas, relaciones rotas, y las formas más aberrantes de auto mutilación. Es una sociedad negativa, una sociedad dolida.

 

    Tomando la Sunna, el ser humano acepta su total y completa reorientación. Porque la Sunna no es solo una forma de vida más entre otras muchas, un toque exótico al menú normal. La sunna destruye el menú existente venciendo sus prejuicios. Viviendo el modelo profético uno persigue el paradigma por excelencia que trae de forma fehaciente la serenidad y la plenitud, y silencia así los murmullos de las revistas de estilo. Viviendo de forma comedida, conociendo a los vecinos y manteniendo el viaje del mi’ray en el recuerdo constantemente, aporta a los hijos de Adán la capacidad de ser jilafas. Viviendo entre deudas, buscando espejismos, sirviendo al nafs, lleva al ser humano a su incapacidad definitiva. Podemos llegar más allá que los ángeles, o más bajos que los animales.

 

    La Sunna, que no tiene igual como vehículo efectivo para la mejora e iluminación humana, abraza en sí todo aspecto humano. La serenidad externa es imposible sin la paz interna, y la paz interna, igualmente, es imposible si el cuerpo se comporta de forma abusiva.

 

    El musulmán, que ve con ambos ojos, ve el mundo moderno como lo que es: una víctima incauta de la más vieja de todas la ilusiones, que cree que el crecimiento humanos se produce cuando todas las necesidades externas se satisfacen, y la excelencia interna no es más que el mito vago de una ciencias del Islam intangible; y es este punto donde el musulmán rechaza este desequilibrio. Pero la adherencia leal y sincera a los detalles del fiqh puede cambiarlo a un comportamiento obsesivo y neurótico que se tiene cuando el significado interno de la Sunna está ausente. De aquí que el Dayyal sea un exoterista. Pero puede ser también un esoterista, que caiga en el orgullo del mito fatídico de que la ciencias del Islam es solo perfección interior, que puede ser alcanzada aunque la conducta externa sea depravada, por un defecto de visión de la forma de vida virtuosa, manifestada en la figura suprema de la más contemplativa y dignificada etapa.

 

    En nuestro días, gracias a las visiones como las del Dayyal, algunos musulmanes son reacios a la tradicional dialéctica entre zahir y batin. Les parece demasiado esotérico, misterioso y elitista. La palabra batin les parece demasiado herética: piensan en la antonimia extrema de los ismailís medievales, por ejemplo. Pero el término es puramente y enteramente coránico, y nunca fue controvertido para los ulamá clásicos.

 

    De hecho, una parte importante de la curación que ofrece el Corán se encuentra en la insistencia de que la ciencias del Islam incluye, y une, la dimensión externa e interna. Dejadme dar unos ejemplos, que nadie en sus sano juicio puede juzgar como controvertidos. Allah dice: 'Wa-aqimi’s-Salata li-dhikri. ‘y establece la oración para Mi recuerdo’. Nos dice que la oración no es un mandato arbitrario, un conjunto de movimientos físicos que nos dan beneficios en el más allá. Tiene un propósito más amplio, que es el ayudarnos a recordar Le. El creyente en la oración no solo está ofreciendo su forma física como una forma de sumisión a la Divina Presencia, cuyo símbolo es la Ka’ba. Él, o ella, están adorando con el corazón. El cuerpo carnal se inclina ante la Ka’ba de piedra, mientras que el espíritu invisible lo hace ante la divinidad invisible. Solo cuando los dos se unen la oración es plenamente efectiva.

 

    Otro ejemplo: Allah dice: ‘el ayuno os está prescrito, y estaba prescrito para aquellos que os antecedieron’. ¿por qué? ‘La ‘allakum tattaqun’- ‘es para que aprendáis taqwa’. Ayunar tiene un zahir y un batin, una parte externa y una interna. Y la una no es útil sin la otra. Como dice el hadiz: ‘Muchos de los que ayunan no ganan nada de su ayuno excepto hambre y sed’. En otras palabras, sin el ayuno batin, el interno, el ayuno es solo formal, mecánicamente correcto. Es un cuerpo sin espíritu, que no es más que un cadáver. El que ayuna, reza, o realiza cualquier acto religioso, sin el espíritu en él, es como un zombi, cuya mente y espíritu lo han abandonado. Y esto es por lo que Allah quiere que Lo adoremos.

 

    Otro ejemplo. Sobre los sacrificios de Aid ul-Adha, Allah dice: ‘su carne y sangre no llegan a Allah; pero es la taqwa la que Le llega’. Sin una intención correcta, la atención, es decir, sin una disposición apropiada hacia el batin, el sacrificio es solo matar a un animal. En cierta manera es hasta peor, pues una matanza que no pretende ser religiosa puede ser hasta sincera; mientras que si pretende contentar a Allah externamente, pero en su realidad interior no, es una forma de hipocresía.

 

    Podemos decir que el zahir sin batin lleva a la nifaq. Si no disfrutamos de la presencia divina durante la adoración, si nuestras mentes están en otro lugar, si conectamos el piloto automático, estamos haciendo rusum: formas externas, una cáscara sin núcleo. Para cualquier observador proclamamos de forma externa la acción de adorar a Allah; pero en nuestra realidad interior no estamos haciendo nada. Riya, ostentación es posible hasta cuando estamos solos. Aunque sepamos que no hay nadie que sepa que estamos rezando, o ayunando, podemos cometer riya. ¿Cómo? Estando complacidos de nosotros mismos. Siguiendo los movimientos de la adoración, gratificamos la imagen pía que tenemos de nosotros mismos, creyéndonos superiores. Hasta el punto de que la adoración mata a su batin, y este es un peligro mortal. Incluso si nuestras mentes están concentradas en el significado, nuestras almas pueden estar en otra cosa. Cuando veamos que la oración, el ayuno, el hayy o el qurbain, tienen una realidad interior, estaremos menos interesados en mostrarnos, en tomar nuestro nafs como qibla. El acto nos dirigirá y no nosotros al acto.

 

    Esto es por lo que Sayyduna Umar, que Allah esté complacido con él, dijo: ‘lo que más temo para la seguridad de esta ummah son lo hipócritas eruditos’. Preguntado sobre como se puede ser erudito e hipócrita, dijo: ‘Cuando su conocimiento no va más allá del conocimiento verbal, cuando su corazón permanece inalterado’.

 

    Otro ejemplo del Corán, y recordad que esta ínterin dependencia entre zahir y batin es puramente coránica. ‘Y dan comida, por amor a Él, a los pobres, los huérfanos y los cautivos. Solo os alimentamos por el don de Allah; no buscamos ni la recompensa ni las gracias de vosotros’. Aquí la revelación insiste en que la caridad también es ibada solo cuando tiene realidad interna y externa. Y la realidad interna no es primariamente mental; como ‘Vale, es hora del zakat, bismiLlah, pongo la intención de hacerlo por Allah’. Este es el requerimiento básico solo. El verso muestra que la caridad debe hacerse ala hubbihi, por amor a Allah. Esto requiere ir más allá de la formulación silenciosa de la intención. Solo se puede alcanzar si el propio corazón está en ello, porque el amor, hubb, reside en el corazón, no en la mente. La caridad sin amor no es de corazón.

 

    Tenemos aquí parte de la brillantez del Corán, en insistir que Allah no es adorado por las formas externas; pero que Él ha establecido ciertas formas externas para, que dentro de las cuales, nosotros podamos realizar la ibada; la ibada, como expresión de la devoción y la servidumbre hacia nuestro Creador que reposa en nuestra corazón. La disposición del corazón es siempre sincera; la del cuerpo puede ser verdadera o falsa.

 

    El mensaje de Corán es inconfundiblemente que la criatura humana es un compuesto, cuyas dimensiones deben armonizarse, unas con otras, para que nuestra posibilidad adámica de ser adoradores sinceros se manifieste. Así que nuestra ciencias del Islam es zahir y batin. Nuestro enemigos no solo ven las formas externas, y creen que esto es solo hipocresía, ‘formalismo fariseo’. Algunos usan el lenguaje del Nuevo Testamento de San Pablo en el que ataca al judaísmo: ‘la letra mata, el espíritu da vida’. De hecho, este es el tema preferido en círculos de cristianos que critican el Islam. Así representan claramente la problemática de un tema antiguo en la teología cristiana: el del antisemitismo, como una arma usable contra los sarracenos. Los musulmanes, desafortunadamente, no son mencionados en la Biblia, pero algunos cristianos han usado la polémica contra la Ley, de San Pablo, como un palo para golpear a los musulmanes, situándolos en un contexto bíblico. Es evidente, que esto no sirve. Hay musulmanes, cierto es, cuyas preocupaciones son exclusivamente el Islam externo, un Islam Fariseo, diríamos, pero esta no es la vía de los musulmanes tradicionales. Porque el Islam tradicional siempre a cultivado de una manera rica y profunda las dimensiones internas de la fe. La mayoría de nuestra poesía, por ejemplo, es sobre batin, y no obre zahir. Si el Islam fuese como se supone, la mayoría de la poesías sería sobre el wudu y sobre sus condiciones de realización. Pero no es así.

 

    Espero que estas miradas hacia el Corán citadas haya servido para explicar porque los ulema tradicionales del Islam hablaban teniendo en cuenta el zahir y el batin sobre temas de ciencias del Islam.  Shaij ShahiduLlah Faridi, el gran santo inglés del siglo 20 dijo:

‘Si es necesario observar las ordenes externas de la fe, es igualmente necesario desarrollar en nosotros mismos las cualidades que son su alma. Son complementarias y no pueden existir la una sin la otra’.

 

    ShahiduLlah Faridi mismo, como todos los conversos al Islam cultos de este país, fue atraído a la ciencias del Islam primero por sus aspectos internos. Aquellos musulmanes que emplean la mayor parte de su tiempo hablando de sharia, y consideran el batin como periférico, no pueden hacer muchos de estos conversos: no hay razón para que gente sensible, educada, se sienta atraída por la hosquedad, si el núcleo está tan escondido, hasta tal punto que puede que no exista. Puede que incluso, por su salvajismo, inmisericordia y carencia de hikma, repelan a miles.

 

    Zahir y batin son los términos que he usado. Son conceptos claros del Corán. Hay otros términos que conviene distinguir. Por ejemplo, los términos sharia y haqiqa. Acto externo y estado interno. De nuevo la distinción es coránica. De acuerdo con el Imam Abu Ali al-Daqqaq, se puede sacar de la Fatiha. Allah nos pide que recemos: ‘iyyaka naubudu wa-iyyaka nastaín’; ‘A Ti adoramos’: esto es sharia, y ‘en Ti buscamos la ayuda’ la repuesta divina, que es la haqiqa. Este par de principios nos hacen una distinción fundamental: la iniciativa es del hombre, lo que es sharia, y la generosidad viene de Allah, lo que es haqiqa.

 

    Imama al-Qushayri diferencia más sutilmente. Dice:

‘Sabed que la sharia es también haqiqa, porque Él mismo lo hizo obligatorio. La haqiqa es también sharia, porque los medios de conocer Lo se hicieron obligatorios con Su orden’.

En otras palabras, la bifurcación que se establece en el Fatiha, que cada día repetimos sin darnos cuenta de su profundidad, son las dos caras de la moneda. La sharia no es sharia sin haqiqa; porque sin realidad interna una aproximación a Allah por las formas externas no tienen sentido; y la haqiqa no es nada sin sharia, porque la sharia son las formas por las cuales la haqiqa puede ser conocida. Cada una tiene sentido solo cuando una señala a la otra.

 

    Imam Abu Bakr al-Ayduris, (r.a.), explica lo explica con los términos del Corán: ‘Aquellos que se esfuerzan en Nosotros, los guiaremos ciertamente a nuestros Caminos’. Escribe: ‘esforzarse es la sharia, y la respuesta activa a las ordenes, que causará el ser llevado hacia Sus ‘caminos’, que es la referencia a la haqiqa’.

Imama al-Qushayri lleva esto más lejos diciendo: ‘Cualquier sharia que no esté soportada por la haqiqa es inaceptable. Y cualquier haqiqa que no esté controlada por la sharia es inaceptable’.

 

    Imam al-Haddad, en uno de sus poemas dice:

Wa-kullun ‘ala nahj al-sabili’s-sawiyyi lam
yukhalif li-amrin akhidhan bi’sh-shari‘ati
Wa-inna’lladhi la yatba‘u’sh-shar‘a mutlaqan
‘ala kulli halinabdu nafsin wa-shahwati
 

Todos los bien guiados estaban en el camino recto,

Sin violar nunca ninguna orden, manteniendo la sharia

Porque ciertamente aquel que no sigue la sharia

Será siempre esclavo de su nafs y propios deseos’

 

    Imam al-Gazzali, (r.a.), empleó gran parte de su vida en ello, de forma muy sofisticada. Dejadme que os lea una defensa apasionada de este principio coránico:

‘Si te estás educando, coge solo aquellas ramas que te sean necesarias respecto de tus necesidades actuales, como aquellas que incumben las acciones externas como aprender los elementos de la adoración, purificación y ayuno. Más importante es, sin embargo, no rechazar la ciencia de los atributos del corazón, sobre aquello que es alabable y que reprensible, porque la gente persiste en estos últimos, como la miseria, hipocresía, orgullos y autosatisfacción, que son todos ellos destructivos, y de lo que es obligatorio desistir. Realiza solo estas tareas externas es como poner un linimento tópico en el cuerpo afectado de sarna cuando lo que necesita es quitar la pus con un escalpelo o una purga. Los falsos ulama recomiendan  las acciones externas, como los falsos médicos aconsejan linimentos [para enfermedades agresivas internas]. Los ulama que buscan el ajira, sin embargo, no recomiendan nada si no la purificación del ego y el retirar los malos elementos destruyendo sus criaderos y desenraizándolos del corazón’

 

    Una clave de esta prescripción de Gazali es el renovar el equilibrio entre lo externo y lo interno. Y el Imam mismo se dio cuenta de que el equilibrio viene primero de cultivar lo interno. Porque el equilibrio, que es el verdadero significado del sirat al-mustaqim, es una cosa sutil, que requiere sabiduría, y la sabiduría solo existe cuando el alma está iluminada.

 

La crisis del mundo moderno es tanto una crisis de batin como de zahir. Toman diferente forma en las ruinas de las diferentes civilizaciones. En lo que fue una vez el mundo cristiano, el zahir se perdió, e incluso se ha puesto boca abajo: bodas homosexuales en la iglesias, aprobar la lotería por los obispos, y otras señales de su colapso Los síntomas son mayores en los países cristianos, porque según lo que San Pablo decía, el cristianismo no tiene sharia. Se ha estado reinventando siempre como algo creíble, como T.S. Eliot puso de manifiesto, y hoy en día tiene lugar bajo la presión de las éticas seculares. En el mundo islámico, hay también serios problemas. Pero no son consecuencia de la sharia como tal, sino de una falta de equilibrio entre lo externo y lo interno. Muchos de los movimientos de reforma islámica se centran en lo externo, y parecen relegar lo interno como secundario. El resultado es un comportamiento salvaje y el consiguiente fallo, porque Allah proclama en el Corán que el éxito en el mundo de las comunidades religiosas despende de su condición espiritual. El no cambia nada hasta que no lo cambiamos dentro de nosotros mismos. El fallo de todo movimiento islámico es la prueba decisiva de que este movimiento no ha llegado a tener la necesaria armonía interno, sabiduría y profundidad espiritual.

 

    El mundo moderno ofrece así, en su demente abundancia, ambas de las aberraciones del Dayyal. Hay preocupación con la forma, y hay también, de forma creciente, una preocupación con las espiritualidades que no requieren ningún código moral. En occidente, la espiritualidad new age remplaza a la cristiandad como la fe de mucha gente joven y educada. Promete la típica oferta del Dayyal: regalos del espíritu sin pagar ningún precio, o sin cambiar el estilo de vida propio.

 

    La sunna es el enemigo del Dayyal más grande del mundo moderno, porque rechaza sus promesas. Ningún ser humano puede crecer en el campo de la Ley pura, o la pura satisfacción física, o de la implicaciones espirituales evitando, las implicaciones sociales o de conducta personal. La Sunna es en si misma, hoy en día, un concepto controvertido. Un mundo materialista influye necesariamente en las formas religiosas que crecen en su interior; y algunos musulmanes adoptan formas de Islam que definen la Sunna desde un solo punto de vista.

   

    Estos abanderados son solo esoteristas, que no se implican con las obligaciones formales dadas por la revelación; o (y esto es lo más frecuente) mutilan la sunna olvidando o negando sus condiciones internas. Cualquier seguimiento de las formas religiosas externas que no profundice, se apasiones y busque conocer por medio de una vida espiritual activa y transformadora, será un cascarón sin núcleo: estéril, hostil, egoísta, que desprecia a los inocentes, buscador de la ruptura y la controversia.

 

    Que Allah abra nuestros dos ojos, para que podamos ver de forma proporcionada, y podamos responder de manera que traigamos la reconciliación, luz y sabiduría entre los descendiente de Adán.