¡Si las piedras pudiesen hablar!
Un cuento de James Petras
con mensaje de esperanza para Palestina en 2008
Los cananeos molieron trigo y hornearon pan sobre mí
Los hijos de Abrahán me llevaron al templo y me convertí en
el Muro de las Lamentaciones.
Luego los romanos y los judíos helenizados me instalaron en un jardín donde bebían vino y hablaban sobre las virtudes de
los estoicos, y ridiculizaban
los relatos tribales de sus ancianos y de los rabinos barbudos.
Cuando los macabeos se sublevaron y saquearon las casas y los
jardines de los helenizados,
fui muro en la fortaleza de Masada
destruida en la batalla final.
Durante varios siglos me volví piedra en los campos yermos
hasta que algunos monjes y santos ermitaños
me incorporaron en
su monasterio... en el excusado, para ser precisa.
Y aunque mi rostro daba a un fresco manantial y a un huerto de
olivos y almendros en flor
el olor de la mierda de aquellos
santos varones me tambaleaba.
Así que me sentí feliz con las conquistas y reconquistas-árabes musulmanes, otomanos y cruzados
pues fui mezquita,
iglesia, sagrada como una reliquia y profana como un orinal.
Muy a mi pesar mordí el polvo de los campos vacíos cuando
los lugares sagrados fueron demolidos
Siglos después me lavaron y
serví al fin para algo meritorio: fui piedra de
amasar y hornear pan
Las ovejas pacían a mi sombra y los niños jugaban a mi alrededor mientras que un gallo travieso
despertaba a las gentes
encaramado sobre mí para anunciar el amanecer.
Luego llegó la época de las balas que arrancaban esquirlas
de mi piel
los otomanos huyeron pero yo me quedé sólidamente implantada, sin ninguna utilidad,
sólo como
asiento de niños que reían y de abuelas que contaban una y
otra vez relatos de hombres sabios y de magos: sus pies
pequeños y morenos no me hacían daño al marcar sobre mí
el compás de música y canciones
Vino el tiempo de la Nakba, las balas silbaban y la sangre corría.
Y las abuelas de los niños huyeron
Las casas fueron saqueadas, los olivos arrancados, pero a mí
no me dañaron
Seguí siendo una piedra, frotada por generaciones de
contadores de cuentos y de aquellos que los escuchaban.
A mi alrededor sólo crecían malas hierbas y cardos
Fertilizados por las defecaciones del ejército conquistador de
la liberación judía
Desde lejos, en un lado, vi las llamas de pueblos ardiendo
y, en el otro, jardines y casas, azulejos y piletas
No estuve sola mucho tiempo, pues el asfalto pronto cubrió los
caminos.
A mi alrededor apilaron adoquines provenientes de pueblos
exclusivos para judíos
Me pregunté ¿por qué?.
Eran para una decoración rústica en un restaurante al aire
libre de Tel Aviv, donde servían aceitunas y queso
Que no provenían ni de los olivos quemados ni de los
cráneos y los huesos de corderos sacrificados durante su
liberación
Solitaria bajo el sol llameante
Yací en el camino estéril hasta que un día los niños
de pies descalzos
Que ahora calzaban zapatos adolescentes, regresaron y arrojaron
piedras
Contra los automóviles que pasaban a toda velocidad sobre la
autopista de asfalto, y luego se escondieron tras de mí.
Mientras que las balas rebotaban en mi superficie de granito
Salvé una vida o dos o quizá sólo por un minuto o una
hora
Los carros blindados vinieron y enterraron a los heridos y a los
muertos en una fosa común.
Ni siquiera serví de lápida
(quizá después, mucho
después)
Se erija un memorial, un monumento a los niños y niñas
descalzos que cayeron
Y, ahora, formo parte de un muro
El muro de un gueto gigantesco, coronado de alambres con púas
Divido praderas y rotulo con cicatrices los campos de naranjos
muertos.
Un día perdí mi turbia soledad. Me cargaron en un camión
Y pasé a ser lo que soy... muro de prisión
He perdido la gracia, desnaturalizada y disputada
Pero, sobre todo, me han llevado desde un lugar de amor a un
lugar de desolación
Me dicen que todo depende de en qué lado estoy.
A mi espalda hay jardines colgantes, hierba verde y apartamentos
de lujo
De un pueblo elegido
según establecen sus sagradas escrituras.
En frente, veo el rostro de los desposeídos que viven del recuerdo de su lejana nación
Mientras que sus niños ya no escuchan más historias de
magos y hombres sabios
Sino de luchadores de la resistencia y de mártires y devisiones de una nación sin muros
Junto a ellos, tengo la esperanza de que cuando caiga el muro
pueda regresar a mi turbia soledad
Traducido
por Manuel Talens