SUBVERTIR EL ISLAM

LA FUNCIÓN DE LOS CENTROS ORIENTALISTAS

Dr. Ahmad Ghorab

 

    Hemos recibido en Musulmanes Andaluces la traducción al castellano, realizada por Abu Dzarr Manzolillo, de un texto en el que el Dr. Ahmad Ghorab (cuyos datos encontraréis al final de este extenso artículo) denuncia las estrategias anti-islámicas de célebres instituciones orientalistas occidentales cuyo objetivo es subvertir el Islam y cambiarlo para dominarlo. El trabajo del Dr. Ghorab, notable especialista en ciencias islámicas, merece ser difundido para contrarrestar la tergiversación que hacen del Islam los 'expertos' occidentales, muchos de ellos auténticos funcionarios al servicio descarado del imperialismo.

 

    He aquí, a continuación, el índice del trabajo. 

   

    1- Introducción.

    2- El Centro Oxford para Estudios Islámicos.

    3- La lealtad saudí a los kuffâr (los no-musulmanes).

    4- Difamación de los dirigentes del renacimiento islámico por agentes musulmanes al servicio de los orientalistas.

    5- Addenda: Arrojando más luz sobre los centros académicos que propagan el Islam norte-americanizado.

    6- Anexos.

 

 

 Bismi-llahi  r-Rahmani  r-Rahim

INTRODUCCION

 

   Este ensayo sobre la subversión del Islam pergeñada por los orientalistas y sus agentes o discípulos musulmanes fue publicado originalmente de manera separada en distintos periódicos de lengua árabe. Aquí se lo presenta en un solo volumen, ahora en castellano, de modo que las importantes reflexiones que encierra sean accesibles a un público más amplio. Los ensayos exponen al conocimiento de todos la actitud de esos eruditos musulmanes (conocidos como “junta de eruditos” o “Ulama” as Sultan) que colaboran con  los orientalistas en sus esfuerzos tendientes a debilitar el Islam como una forma de vida amplia, (abarcadora de todos sus aspectos). El autor ha escrito verdades de manera sencilla para enfrentarlas a la falsedad y el engaño de los anteriormente mencionados.

 

Lo que plantea no puede ser dejado a un lado como si fuese algo que preocupara solamente a los académicos. Todos saben que los eruditos musulmanes que impulsan la colaboración con los orientalistas son los mismos que buscaron legitimar la demolición de Irak por los poderes occidentales que operaron desde las tierras santas del Islam; son los mismos que mantienen silencio frente a la opinión pública respecto a la continuación de la presencia militar occidental en los estados del Golfo y acerca de las guerras que son (y fueron) llevadas contra los musulmanes en Bosnia, Cachemira, Burma, Argelia, Egipto, Túnez y, en realidad, en cualquier lugar donde los musulmanes se atreven a identificarse como tales.

 

Los argumentos presentados aquí se basan en principios y órdenes inequívocas del Corán y la Sunnah (costumbres del Profeta - BP -), lo que constituye en ese sentido una prueba contra el programa de los orientalistas y sus agentes musulmanes que buscan hacer del Corán y la Sunnah algo irrelevante e ineficaz.

 

     Las palabras del Corán y los hadices (relatos del Profeta - BP-) tienen un sentido preciso respecto a los sucesos actuales que aquí se relatan; y además, contienen orientaciones muy precisas acerca de cuál debería ser la respuesta de los musulmanes. Por lo tanto, aparte de exponer la malicia de quienes desean destruir el Islam como una forma de vida así como la hipocresía de quienes al tiempo que afirman ser eruditos al servicio del Islam trabajan activamente junto a los primeros. Este ensayo puede servir a un segundo propósito: despertar a muchos musulmanes sinceros que están aturdidos y algo anulados por el acoso pleno, la fuerza y la persistencia de la hostilidad occidental hacia el Islam; debido a lo cual, cuando se dirigen al Corán lo hacen (solamente) para buscar consuelo o atraídos por su bella expresión de los valores y sus narraciones, que las que aprecian con cariño.

 

El Corán es, ciertamente, una misericordia Divina. Un medio para la curación de los corazones y mentes de los creyentes; pero el Corán además de todo esto, es también una guía. Los musulmanes en general, por diversas razones, han perdido el hábito de leer el Corán como guía para la acción diaria, como un medio para comprender las realidades actuales y un recurso por medio del cual dar forma a una estrategia de respuesta coherente, relevante y apropiada. Por lo tanto, tenemos la esperanza de que los lectores no solamente obtendrán de este libro información y argumentos acerca de las evoluciones en el campo de la erudición, lo cual es motivo de gran preocupación, sino también una comprensión de cómo servirse del Corán y la Sunnah de modo de volverse activos en sus esfuerzos para que el hecho de que sus vidas sean guiadas por el Islam se convierta en una realidad.

 

 

  EL CENTRO OXFORD PARA “ESTUDIOS ISLAMICOS”

 

 1.- El Centro y Porqué Existe. Desde el mismo comienzo del renacimiento islámico alrededor de principio de este siglo, los orientalistas -sin cambiar nunca sus objetivos- han estado repensando su enfoque general y ajustando sus tácticas. Una de las tácticas nuevas ha sido persuadir a algunos de sus estudiantes musulmanes a actuar como sus agentes, especialmente en los países islámicos (hombres como Taha Hussein y Ali Abdur Raziq en Egipto).

 

El primero intentó desacreditar la veracidad del Corán en su totalidad  pues en su trabajo sobre poesía pre islámica (3) negó que sean ciertos los relatos coránicos de los Profetas Ibrahim (P) e Ismail (P). Esto en particular -como así también los argumentos y propósitos que le acompañan- es lo que enseñan específicamente los eruditos orientalistas como Margoliouth, Hurgronje y otros.

 

Por su parte Ali Abdur Raziq, en su trabajo sobre Islam y sus principios de gobierno (4) sostiene que el Islam es simplemente un culto, el cual no tiene para nada un orden político. El propósito de esta tesis, familiar (en ciertos círculos) y claramente absurda, es persuadir a los musulmanes, a través de un musulmán nominalmente erudito, que se puede aceptar que sobre ellos mande cualquier tipo de gobierno, incluso uno hostil al Islam y a su saricah (la sharia, ley) .

 

Luego de haber inducido los orientalistas tales pensamientos en la mente de los musulmanes (a través de esos “eruditos” aliados a ellos), pasaron a hacerlos conocer por todos lados alabando su trabajo, a la vez que les recuerdan a las generaciones subsiguientes seguir igual camino. Al mismo tiempo, ni mencionan ni recomiendan el trabajo de los verdaderos musulmanes que rechazan totalmente los argumentos de Taha Hussein y Ali Abdur Raziq. En los casos en que no pueden impedir que se difundan ciertos trabajos, por provenir de escritores muy conocidos, como Saied Qutb o al-Mawdudi, los orientalistas se ven obligados a marginar y difamar sus obras o tratarlos de “extremistas”, “fanáticos”, “fundamentalistas”, etc ...

 

En términos generales, se opera una estrategia en dos vertientes: por un lado se da importancia a esos musulmanes que colaboran con el programa de los orientalistas, y por otro lado vinculan con lo oprobioso a quienes lo rechazan. Esto significa otorgar la autoridad y el prestigio de los eruditos occidentales a los musulmanes que concuerdan con los propósitos de occidente, y a la vez negar dicha autoridad o prestigio y despreciar a esos musulmanes que rechazan los objetivos occidentales. Dinero y prestigio se concede a los primeros y se niega a los últimos.

 

Una extensión más reciente de esta estrategia es el establecimiento en occidente de nuevos centros para estudios orientales bajo la denominación de centros para “estudios islámicos”. La intención es atraer a dichos centros a eruditos musulmanes, como cooperantes de los orientalistas, con el objeto de legitimar el enfoque de estos últimos y, más importante aún, ganar credibilidad como eruditos del Islam, ante los ojos de los musulmanes. Pero cambiar el nombre no cambia la sustancia de lo que es vuelto a nominarse.

 

Cualquier estudio genuino del Islam tiene las siguientes condiciones necesarias (y enfatizo condiciones necesarias):

1) Estudiar el Islam como religión revelada (es decir, estudiarlo como la verdad de Dios, cuya autoridad no se presenta para ser discutida  sino para ser comprendida y, por lo tanto, reconocida inteligentemente).

2) Tomar el Islam de sus propias fuentes originales y auténticas (es decir, del Corán y la Sunnah).

3) Aprender el Islam como conocimiento y práctica. (Quiere decir que los frutos del estudio no deben tomarse como un pasatiempo académico y que el propósito inmediato no es exhibir el trabajo en una biblioteca o en un museo. Por el contrario, el objetivo es mejorar y expandir la conciencia respecto a Dios y enseñar (lo que significa) la sumisión a Su Voluntad).

4) Recibir el Islam de eruditos musulmanes cualificados. (La cualificación en cuestión es sobre iman (fe), ilm (conocimiento) y taqwa (temor a Dios) ).

 

Hay otras condiciones, también importantes, pero estas son el mínimo exigible. Y si nos familiarizamos con la tradición occidental moderna (es decir, la post renacentista), veremos que sus condiciones mínimas para el estudio del Islam son exactamente las opuestas.

1) Los eruditos occidentales que se ocupen del Islam no deben aceptar que éste es una religión revelada. Si estos eruditos consideran el Corán como la palabra de Dios, su trabajo debe ser calificado como no académico.

2) No deben tomar al Islam de sus propias fuentes. Por el contrario, deben buscarlo específicamente fuera de las mismas con el objeto de tener una representación o cuadro “auténtico”. Precisamente porque los orientalistas consideran al Corán y a la Sunnah como el equivalente islámico  de lo que los cristianos llaman documentos “canónicos”, estas fuentes deben ser vistas como las menos  seguras, y en caso de conflicto con otras fuentes, son estas últimas las que deben preferirse.

3) No se debe, bajo ninguna circunstancia, promover el Islam como una forma de vida, o aunque más no sea, como una forma de creencia. Debe ser visto como algo del pasado, solamente importante para la disciplina del investigador en el campo de la antropología, la sociología, la filosofía, la historia, etc. ... Los resultados de dichos estudios deben ser trabajos que puedan ser puestos en las bibliotecas de las universidades, ministerios gubernamentales o misiones cristianas.

4) El erudito occidental no debe tener ningún compromiso con el Islam. El ser musulmán es una seria desventaja que arrojaría  dudas sobre el trabajo que realice. Mientras que cristianos y judíos son confiables en relación con el estudio del Islam (y también referido a la cristiandad y el judaísmo), los musulmanes son de desconfiar en sus estudios de cualquiera de las tres religiones reveladas. El musulmán que está trabajando en el medio ambiente académico occidental debe aprender a dejar a un lado sus creencias mientras estudia el Islam.

 

Es obvio que los orientalistas no consideran al Corán como un Libro Divinamente revelado, sino como creación humana, obra del Mensajero (BP), quién habría trabajado solo o con otros, cuyas identidades son obscuras. Ni siquiera consideran al Mensajero (BP) como tal, ni lo mencionan como el último de los Mensajeros (BP). Lo más que pueden hacer es decir que fue un gran rector, un gran reformador social o algo parecido, pero así y todo solamente en relación con su época y lugar. De esta manera quieren  relativizar  su grandeza y hacerla objeto, hoy día, de un tema solamente para el estudio académico, sin ninguna relevancia en lo que hace a la actualidad.

 

Aunque más no fuese por esta sola razón, no se pueden aceptar los estudios de los orientalistas sobre el Islam. Pero si también tenemos presente sus prejuicios históricos, la única conclusión a la que podemos llegar es que no están capacitados para enseñar el Islam. De la misma forma, tampoco pueden enseñar el Islam quienes comparten sus maneras, tradiciones y condiciones para juzgar la verdad, independientemente   de que las personas en cuestión se presenten como musulmanes prácticos. Los musulmanes deben estudiar, por todos los medios posibles, los escritos de los orientalistas, pues de otra manera no estarán lo suficientemente capacitados para refutarlos con la energía necesaria. Y la refutación o réplica no se puede confundir para nada con favorecer, ayudar o pasar por alto el trabajo de los orientalistas, creyendo que con ello se obtendrá su aprobación o reconocimiento (aunque sea) de mal grado, para que también se permita a los musulmanes pensar y escribir acerca de ellos mismos.

 

Dicho lo anterior, podemos ver ahora un caso específico, la reciente inauguración del Centro Oxford para “Estudios Islámicos”, cuyo nuevo patrocinador oficial, como fue orgullosamente anunciado por el Boletín del propio Centro, es el futuro jefe de la Iglesia Anglicana, Carlos, el Príncipe de Gales, y su principal financista es la familia real Saudí. ¿Cuáles son los objetivos de esta institución?. Debe tener objetivos distintos a los del departamento “Islam” del Instituto Oriental de la Universidad de Oxford, el cual lleva mucho tiempo de vida y posee un buen cuerpo directivo. Veamos lo que dijo el vocero del Centro sobre sus objetivos al preguntársele sobre los mismos:

... producir libros e investigaciones que sirvan como fuente de consulta, escritas desde un punto de vista islámico o desde un punto de vista moderadamente no islámico. Por lo tanto resulta natural que el Centro abra las páginas de su periódico (es decir, el Journal of Islamic Studies, publicado por la Oxford University Press) a cualquiera que quiera escribir un ensayo o un artículo académico de nivel elevado, incluso aunque el ensayo o artículo fuese a estar en conflicto con el punto de vista islámico, porque el proceder así no solamente es parte de la libertad académica sino también parte substancial del propio Islam, en tanto que los musulmanes han tenido (en su historia) diálogos y discusiones públicas  con sus oponentes o seguidores de otras religiones (5).

 

Esta manifestación contiene una serie de proposiciones muy engañosas y falaces :

1) Ofrecer los escritos de no musulmanes sobre el Islam como fuentes para ser consultadas, va contra el Corán, la Sunnah y el consenso de los eruditos musulmanes a lo largo de la historia islámica.

2) Dividir los escritos de lo no musulmanes en “moderados” y “no moderados”, nunca ha sido reconocido por el Islam de manera que vaya a autorizar a los no musulmanes a enseñar Islam a los musulmanes (o, en realidad, a los no musulmanes), independientemente de lo moderados que sean. (Ya se explicó antes a quién se le permite enseñar sobre el Islam).

3) La distinción que se hace de moderado y no moderado es aparentemente plausible. “Moderado” significa realmente que cualquier cosa que sea cruelmente insultante para la creencia o sensibilidad musulmana se expresa en una forma que no aparezca tan dura o inhumana, manteniéndose la sustancia y el contenido. Por ejemplo, en la época del Medioevo se requería como prueba de fidelidad cristiana condenar al Profeta Muhammad (BP) como un impostor y mentiroso que engañaba deliberadamente para obtener el dominio de las mentes de sus seguidores. La versión “moderada” de esta prueba de fidelidad cristiana está ejemplificada por el Reverendo Montgomery Watt (6), cuyos estudios biográficos del Profeta (BP) dicen que probablemente no fue un mentiroso o un impostor, pero que la revelación que recibió proviene de la “imaginación creativa”, producto de un estado mental perturbado. Lo que se infiere es que el Profeta (BP) no engañaba a otros intencionalmente sino que él mismo se auto-engañaba. Para los musulmanes, la consecuencia de una u otra posición es la misma: se condena la autenticidad del Corán en términos calculados por Watt, no solamente para insultar la creencia de los musulmanes sino también su inteligencia. Watt dice explícitamente que “no ... todas las ideas coránicas son ciertas y cabales”, que es lo mismo que decir que el Corán contiene falsedades. Además, dado que de acuerdo a Watt la “imaginación creativa” puede ser buena o mala, piensa que es plenamente apropiado clarificar su sentido por medio de la comparación: “En Adolfo Hitler la imaginación creativa estaba bien desarrollada y sus ideas tenían una gran atracción, pero se acepta normalmente que era un neurótico y que esos alemanes que le seguían más devotamente se vieron infectados por su neurosis”(7). Para los estimados lectores del Profeta (PB) y de sus Compañeros es tan obvio, como su mala intención, el sentido de dicha comparación.

 

Pero es mejor juzgar las intenciones del Centro Oxford para “Estudios Islámicos” por sus producciones y no simplemente por las palabras en las cuales esas intenciones son tan ineptamente enmascaradas por su vocero. Observaremos resumidamente los escritos que el Centro ha presentado, usando el recurso económico de los musulmanes, en su primer gran obra del ingenio, el Journal of Islamic Studies, publicado como un trabajo al que pueden dirigirse los musulmanes para sus consultas acerca del Islam y la historia y civilización islámicas.  

 

 

2.- El “Negocio” del Centro.

 JOURNAL OF ISLAMIC STUDIES

 La diferencia entre forma y contenido

 

 En contraste con un libro o artículo suelto, un periódico es como una institución. Tiene un carácter y una función independiente de los contenidos particulares de cualquier libro singular o de cualquier elemento singular de esos contenidos. Por lo tanto, es necesario una consideración más completa y separada de la “forma” que del “contenido”.

 La “Forma” del Periódico.

 

 La primera publicación en dos tomos del Journal tiene claramente la determinación de declarar las intenciones del Centro, definir el matiz o tono y el espacio académico que quiere ocupar el periódico. La "Nota" preliminar anuncia que el Journal está abierto a una serie de opiniones y a una serie de temas que tienen que ver con el Islam y la civilización islámica, lo que significa hacer posible la tolerancia y la comprensión ofreciendo un “espacio compartido” para la reflexión y pesquisa académicas, cosa que es posible gracias a los muchos académicos de “distintas formaciones” que han apoyado la empresa en su conjunto, ya sea como escritores, consultores o árbitros académicos. Cualquier persona honrada que lea esta nota se ve obligada a suponer que el Journal tendrá artículos escritos por musulmanes como así también por no musulmanes, que la perspectiva y criterios de los autores serán, asimismo, islámicos y no islámicos. Pero la realidad es totalmente otra. La realidad es que el conjunto del Journal, es decir, su carácter de principio a fin, es occidentalista en su perspectiva y estilo: no hay lugar alguno para artículos o autores cuyos estilos o contenidos conceptuales se ubiquen dentro de la tradición islámica. Por el contrario, todos esos escritores que publican en el Journal, y cuyos nombres sugieren que son musulmanes, han sometido (de antemano) su ser musulmán al ethos o rasgo distintivo de las posturas académicas occidentales, las cuales dominan absolutamente dicha publicación. (Ya explicamos anteriormente que ese ethos es directamente contradictorio e incompatible con las condiciones y requerimientos de la erudición musulmana). Todo trabajo musulmán se ve sometido a una serie de coacciones, lo cual lo conforma a un ethos  no islámico.

 

La primera coacción es que ninguno de los que escriben para esta publicación puede, bajo ninguna circunstancia, señalar su creencia. Por lo tanto, está prohibido comenzar cualquier artículo con bismillah (en el nombre de Dios). Igualmente, esta prohibido escribir, después de nombrar al Profeta, (BP) (Bendiciones y Paz). Admitir estas fórmulas traiciona el primer propósito del Journal, el cual es preparar autores musulmanes que remeden el respeto y la neutralidad que falsamente se adjudican a sí mismos los académicos occidentales cuando escriben acerca del Islam. Implícitamente en esta coacción está la aceptación de que todo trabajo presentado por autores musulmanes debe adecuarse a los modales académicos occidentales y no debe ser presentado como parte de su existencia musulmana. El supuesto no expresado que yace detrás de esta aparentemente pequeña cuestión de modales, es que el valor, calidad y coherencia intelectual de la información o de los argumentos se puede cimentar solamente en la separación o disociación de los modales propios de un musulmán escribiendo como musulmán. Por lo tanto, cualquier musulmán que desea contribuir con el Journal parte de una posición de inferioridad. Al ser no musulmanas todas las contribuciones en sus propósitos y modales, el lector no tiene forma de saber si la argumentación e información que comunican son, desde un punto de vista musulmán, confiables y fidedignas. (Ya dijimos antes, que aunque la contribución sea de un musulmán éste debe escribir como no musulmán, dejar a un lado su Islam, pues de otro modo no le publicarían su trabajo. Por lo tanto, todo lo que aparece escrito allí tiene el carácter de “neutral”, es decir, no musulmán). La única manera que tiene el lector de enterarse si el escritor busca ser leído como musulmán es conjeturando sobre esa intención a partir del nombre del erudito, o por la clasificación del artículo como estrictamente “religioso”. De esta manera el lector musulmán está forzado a leer de acuerdo  a las normas cristiano-occidentales de separación entre lo secular y lo religioso. Con esos criterios, totalmente inaceptables para un musulmán, el artículo de Jaafar Sheikh Idris en el primer volumen  sobre el tema del hombre como viceregente de Dios, es estrictamente “religioso”, no siendo así el artículo  de John Wilkinson sobre la ley islámica de aguas. (En realidad, cuando analizamos el contenido del artículo de Idris vemos que no es para nada “religioso” y que, ciertamente, es no islámico).

 

Más serio aun, es el hecho que esta división en los tipos de temas tratados significa que dado que este Journal es una publicación occidental debe, para asegurarse la credibilidad, dar más espacio a lo que no es estrictamente “religioso”. En otras palabras, la gran mayoría de artículos deben tocar temas referidos  a la civilización islámica en general, antes que en eso que creen los musulmanes. Así, los artículos como el de la viceregencia del ser humano, escrito por Idris, tienen la apariencia de estar colocados para apaciguar a los musulmanes y dejarlos contentos con la idea de que el Journal publica cosas que les preocupan como creyentes. En cambio, es improbable que un lector occidental no musulmán tenga algún interés en conocer las discusiones o ponencias de los musulmanes acerca de la naturaleza del papel del ser humano en la creación. La única manera de interesar a un académico no musulmán en este tema particular sería un estudio comparativo de distintas religiones sobre la naturaleza  del ser humano. En otras palabras, habría que modelar la presentación como una discusión dentro de la disciplina de la mitología comparada occidental, lo cual es una subdisciplina de la antropología o lingüística. Así de potente es la coacción a la que se somete cualquier trabajo de algún musulmán antes de ser admitido en el Journal. Y aunque el escrito de Idris, como dijimos antes, no es más que una especie de soborno para apaciguar los sentimientos de los musulmanes, el mismo finaliza con un ataque  sobre dos líderes del renacimiento islámico, Saied Qutb y al-Mawdudi, diciendo que la discusión que ellos hacen sobre el papel del ser humano en la creación está fuera de lugar, es impertinente. Después de dedicar algunas páginas a desacreditar los esfuerzos hechos por Qutb y al-Mawdudi con el objeto de contraponer el concepto islámico del ser humano como jalifah (representante) al concepto occidental del ser humano como agente sin ataduras ni límites  y con autoridad incondicional en el mundo, Idris termina afirmando que no vale la pena seguir esa línea de estudio. Sería mejor que los musulmanes -según Idris- se queden con la definición   de dicha palabra que brinda el diccionario o la simple definición familiar tradicional. Esta propuesta significa que solamente vale la pena una discusión académica o teórica del concepto: de acuerdo a Idris no vale la pena buscar derivaciones de ideas o propósitos políticos actuales  a ese debate. (No necesitamos cansarnos en explicar cómo esa conclusión se ajusta al objetivo general cristiano-occidental de tratar al Corán -es decir, las órdenes de Dios- como algo extemporáneo para cualquier situación o consideración actual de orden político-social) (8).

 

Intercalando un tipo de trabajo como el de Idris, con el objeto de engañar al musulmán, el resto de los artículos en el Journal  se pueden dedicar a presentar el Islam en el lenguaje apropiado a la disciplina occidental en particular. Todos los musulmanes que escriben sobre las más vastas cuestiones de la civilización y de la historia se hacen así conscientes que deben decir el tipo de cosas “correcto” del modo “correcto”. La tercera coacción, entonces, consiste en que cualquier cosa que los musulmanes presenten al Journal debe ponerse a la altura de las expectativas académicas occidentales y debe ser juzgada por medio de los propósitos y normas occidentales. Por lo tanto, la línea seguida por la "Nota" es el engaño más espantoso. No hay nada que, ni siquiera remotamente, justifique la impresión que premeditadamente da la nota preliminar en cuanto a que el Journal instituye un lugar común y tolerante donde, para decirlo de una manera figurativa, bien intencionados vecinos se apoyan sobre sus cercas respectivas y dialogan entre sí pacíficamente en idiomas distintos. Pero en realidad no hay sino un único idioma: el idioma pro occidental hasta la médula. Las fuentes o recursos a las que los escritores, sean musulmanes o no, hacen referencia, no son islámicas sino occidentales. De ello se sigue que en cualesquiera de los artículos de orientación islámica no puede haber  ideas generales ni tesis centrales. Por supuesto, se puede suponer razonablemente que los eruditos musulmanes que contribuyen con el Journal son conscientes de esta situación. Esto es así, pero dichos eruditos son evidentemente incapaces (indolentes) para hacer algo al respecto.

 

Los artículos publicados en el Journal por escritores que tienen nombres efectivamente musulmanes, son de dos tipos. Están esos que presentan modificaciones menores a los argumentos occidentales, generalmente aceptadas. Un ejemplo de esto, en el primer número publicado, son los comentarios de Muhsin Mahdi sobre las contribuciones occidentales a la filosofía medieval musulmana y el comentario de Halt Inalcik sobre los relatos occidentales de la planificación de las ciudades islámicas.

 

Por otro lado encontramos a quienes abandonaron cualquier pretensión de debate y simplemente se dedicaron a reunir y presentar información que sirva de antecedente para futuros trabajos. El grueso de la referencia de Ali A. Mazrui a la secularización de Kiswahili, o el relato de Khaliq Nizami a la expansión de la influencia  de Ibn Taymiyyah en el subcontinente indio, son artículos publicados en el primer número del Journal que sirven de ejemplo en tal sentido. Están compuestos por partes breves y con pocos argumentos para el debate.

 

La primera opción se puede describir como la aceptación -por parte de esos escritores- del campo de batalla y la forma de lucha elegidos por occidente. La segunda forma de presentar los escritos ya es como quedarse fuera de la zona de lucha, fuera de la batalla, alejado de la línea de fuego. Ninguna de las dos posturas es muy digna para los musulmanes o el Islam.

 

Entonces, ¿no hay lugar en el Journal para la erudición musulmana tradicional?. En realidad sí. Sería posible incluir la erudición tradicional bajo la característica de estilo de una época o incluso de una forma literaria (literatura piadosa). Así, por ejemplo, dada la aparición del Journal, sería posible incluir una traducción de la presentación de al-Ghazali a las obligaciones de la fraternidad musulmana, o al rezo musulmán, porque esas obras, con el correcto modo musulmán de partir del Corán y los hadices y su propósito reconocido de hacer que sus lectores se eleven (espiritualmente) ante los ojos de Dios, son composiciones literarias del período medieval que el Journal puede ofrecer como piezas de museo. Debemos tener en cuenta que el equivalente moderno y actual de las propuestas que encierran esas “piezas de museo” -es decir, animar a la fraternidad y realizar el rezo de la manera apropiada- no sería admitido por el Journal, excepto bajo la forma de estudio de un escrito como el de al-Ghazali. Trabajos así serían juzgados como sin valor en sí mismos dado que no debaten o discuten suficientemente las autoridades en las que se basan, es decir, el Corán y la Sunnah.(O sea, el Journal no subraya y afirma enfáticamente el valor e importancia básica y fundamental del Corán y la Sunnah, por lo menos a los ojos y el criterio occidentales). El Journal adopta la postura occidental convencional de que una cosa es la “exhortación piadosa” y otra totalmente distinta la “investigación académica”. La única manera de operar con ambas, en forma conjunta, es hacer una “investigación académica” acerca de la “exhortación piadosa”.

 

De esta forma el Journal, de una manera general, aplaude y transmite al Islam una postura académica occidental. Mientras tanto los musulmanes, particularmente en los países occidentales, son confundidos por la presencia de nombres musulmanes en la lista de los consultores (o de los colaboradores), por lo que piensan que el contenido del Journal es confiable y apropiado. Esto resulta extremadamente pernicioso. El Journal  no aplaude para nada (como promete) la postura musulmana para el tratamiento del Islam, ni transmite a los eruditos occidentales lo que los musulmanes, como musulmanes,  piensan acerca del Islam.

 

En realidad lo que hace es lo mismo que desde hace tiempo están haciendo las publicaciones académicas de los Institutos de Oriente, es decir, promover el modo de pensamiento occidental acerca del Islam. El peligro es que la apariencia colaboracionista del Journal y el hecho de que los eruditos musulmanes presten sus nombres a tal emprendimiento puede engañar a los musulmanes haciéndoles creer que el modo de pensar occidental es el único que merece considerarse.

 

Al igual que otros periódicos de este tipo, el Journal of Islamic Studies tiene una sección substancial de reseñas bibliográficas que analiza unos 30 ó 40 libros. Los editores envían sus publicaciones (a menudo costosas) de manera gratis a este tipo de periódicos porque las reseñas académicas son parte esencial del proceso de publicidad de los libros. No es para nada sorprendente que los libros elegidos por el Journal  para ser analizados deben promover ideas y trabajos que reflejen las perspectivas y preferencias de los académicos occidentales, no las perspectivas y preferencias islámicas. La perspectiva occidental es metida en el lector no solamente por medio de la clara contundencia de la omisión -es muy difícil sino imposible que figuren las publicaciones islámicas, incluso aunque están escritas en inglés- sino también insidiosamente por medio de dar cabida a las ideas de escritores no musulmanes, e incluso anti-musulmanes.

 

Por ejemplo, ¿cuántos lectores musulmanes saben que Daniel Pipes, a quien el Journal le publicita sus trabajos (vol.2, p. 146), es el mismo Daniel Pipes que escribió un importante documento en el que resumió una investigación sobre “Los Musulmanes Fanáticos y la Política Norteamericana” y lo presentó al Centro para Estudios del Medio Oriente en la Universidad de Harvard?. En dicho trabajo Pipes recomienda a EEUU y a los gobiernos árabes aliados de EEUU:

1) No dar ninguna asistencia a los “fanáticos”, si bien, de todos modos, hay que mantener el contacto con ellos con el objeto de comprender cómo piensan y poder calibrar su influencia.

2) No permitirles participar en los gobiernos de sus países o darles cualquier participación influyente -por ejemplo, la de profesores universitarios- que podrían usar contra los intereses de los EEUU.

     3) EEUU debería tener una relación o comunicación con los “fanáticos” de manera reservada, no pública, a través de gobiernos árabes “amigos”.

4) EEUU no debería permitir que los dirigentes de gobiernos árabes “amigos” determinen cómo debe ser su relación con ellos. Por el contrario, solamente EEUU debería determinar los términos de esa relación.(9)

 

Si tuviésemos espacio para hacerlo, podríamos dar muchos ejemplos sacados de las páginas de reseñas del Journal para demostrar que trabaja contra los intereses del Islam en general y del renacimiento musulmán en particular.

 

Daremos a los lectores dos ejemplos de esto, deliberadamente elegidos, como muestra de trabajos aparentemente inocentes, simplemente “académicos”.(Ambas reseñas son substanciosas, de obras importantes, nada pequeñas).

 

El primero es un juicio crítico al trabajo de Richard Netton, “Allah Trascendente: Estudio de la Estructura y Semiótica de la Filosofía, Teología y Cosmología Islámica”, a cargo del Saied Hossein Nasr en el volumen uno del Journal (pp. 150-53). El tema trata en esencia sobre lo que cree el musulmán acerca de la Realidad de Dios. No es nada secundario. Por lo tanto estamos autorizados a esperar que un crítico musulmán se ocupe de poner de relieve las distorsiones que resultan del estudio occidental de las obras de Ibn Sina, Ibn Rushd, al-Farabi, etc., porque los filósofos musulmanes de esta línea de pensamiento fueron influidos por los filósofos griegos antiguos y por lo tanto, a su vez, como la influencia de esos musulmanes sobre la filosofía del medioevo y el Renacimiento europeo fue considerable, recibieron una atención enorme en occidente. Entonces resulta importante que se señale que los mismos no se centran en la civilización islámica. Pero el crítico no lo señala. Se refiere a errores del libro por vincular la filosofía islámica -la cual, afirma, se basa en la creencia en Dios- con técnicas de interpretación derivadas de la llamada escuela desconstruccionista francesa “post moderna” (así como por aceptar solamente a algunos autores sufis como filósofos). Pero no emprende la tarea central más importante que es la de corregir la perspectiva general del libro. Esto significa que esa perspectiva es considerada tácitamente como aceptable, independientemente que los pormenores censurados pudiesen ser (a juicio del revisor) beneficiosos para una mayor erudición.

 

Del mismo modo en gran medida, el revisor de “Derecho Islámico: Contextos Históricos y Sociales”, editado por Aziz al-Azmeh, en el vol. 2.1 del Journal  (pp. 117-21), acepta totalmente la perspectiva tomada por el editor de este ensayo. Esa perspectiva insiste en que la saricah solamente puede ser estudiada de manera apropiada dentro de la relatividad de su(s) contexto(s) temporal(es). Por supuesto, esto minimiza la importancia de la saricah para los tiempos actuales y niega totalmente la afirmación que hace cualquier musulmán respecto a su origen Divino y a su universalidad. Por lo tanto, el lector puede llegar a encontrarse con el extraordinario espectáculo de un revisor no musulmán defendiendo las demandas de los musulmanes de fidelidad al derecho islámico. La defensa se aplicaría al hecho de que (ciertos) gobernantes musulmanes  se presentan aparentemente como respetuosos de la saricah, aunque en verdad dan importancia real solamente a las leyes y regulaciones que no son de la saricah y que se presentan bajo el nombre de qanun. Escribe el revisor: “Se dio a menudo el caso donde el qanun prestó un apoyo fingido a la saricah, cuando en realidad legislaba de acuerdo a los dictados del estado (de los que gobernaban el estado). Esto es perfectamente razonable. Con el objeto de mantener la paz muchas sociedades han tenido que armonizar las directivas de sus gobiernos con las de la religión” (p. 119). Pero desde un punto de vista islámico esto es “perfectamente no razonable”. Además de cuestionar la verdad histórica de lo que aquí es aceptado como una realidad -respecto a la inaceptabilidad de la saricah-, un musulmán debería cuestionar muy seriamente el punto de vista común de la jurisprudencia occidental, el cual ve la moralidad de las leyes como simplemente racionales o utilitarias, es decir, como si las leyes sociales deben reflejar los valores morales de esa sociedad porque -y solamente porque- eso es lo que provee cohesión a dicha sociedad. En realidad hay muchísimas cuestiones que un musulmán desearía plantearle a esta tesis, pero no es este el lugar donde hacerlo. Lo que importa aquí es entender, percibir, el mal potencial que resulta, no de la malicia del revisor como individuo, sino del funcionamiento de una institución, es decir, del Journal of Islamic Studies, el cual está preparado de tal manera que un no musulmán termina apareciendo en una postura de defensa de una causa musulmana por las peores razones.

 

El “Contenido” del Periódico.

 Por razones obvias resulta totalmente impracticable entrar en consideraciones detalladas de cada artículo del Journal. Sin embargo, en su primera aparición como volumen doble, hay un artículo que encierra perfectamente el propósito del mismo como institución y la forma en que hace su trabajo. Dicho artículo es “La Encyclopædia de Bustani”, escrito por Albert Hourani (vol.1, pp. 111-20). No hay ninguna duda que este bien conocido orientalista podía haber contribuido con muchos trabajos que inmediatamente los musulmanes encontrarían ofensivos. Pero elegí deliberadamente un tema menor aparentemente totalmente “académico” y apacible, lo cual quiere decir que es inocente en el tema y en el estilo.

 

Sin embargo, un lector musulmán no necesita leerlo de manera muy cuidadosa para comprobar que el artículo lejos de ser inocente es un esfuerzo muy bien calculado en un programa orientalista de largo alcance perfectamente establecido.

 

En dicho escrito Hourani glorifica a al-Bustani y sus actividades misioneras y occidentalistas entre los árabes musulmanes de El Líbano, especialmente en el campo de la cultura, la educación y la edición de escritos. Es sabido que Butrus al-Bustani después de convertirse al protestantismo trabajó con la misión Protestante Norteamericana en Beirut como maestro y traductor de folletos y libros a fines del siglo XIX. También trabajó durante varios años ayudando a la misión a traducir la Biblia al árabe. Impulsó en gran medida la educación protestante en El Líbano y estableció una escuela para ese propósito, la cual sin embargo fue llamada escuela “Nacional”. Ismail, el Jedive de Egipto en esa época, dio apoyo financiero y moral a al-Bustani para la Encyclopædia. El programa de la Encyclopædia se ajustaba muy bien a los febriles esfuerzos del propio Jedive para someter Egipto culturalmente a occidente: dicha persona es conocida por afirmar que “Egipto es parte de Europa”, con lo que quería decir que no era parte del mundo islámico. Este es el mismo tipo de línea seguido por Taha Hussein en su Mustaqbal ath-Thaqa-fah fi Misr (El Futuro de la Cultura en Egipto). Y esa línea, la de glorificar la cultura occidental y reclamar a Egipto como parte de la misma, es lo que Hourani enfatiza en su capítulo sobre Taha Hussein en Pensamiento Árabe en la Epoca Liberal 1798-1939 (10). Al-Bustani deja claro en la introducción de su Encyclopædia que está presentando lo que los árabes musulmanes necesitan: en particular, la historia y civilización de Europa y, más significativo incluso, la literatura e historia general de los árabes como es vista desde el punto de vista europeo. Por lo tanto al-Bustani se concentra en la Encyclopædia en los orígenes de la cultura y civilización occidental y dedica muchos artículos a la historia, a la mitología, a la literatura y a la filosofía griega. También enfatiza en sus artículos sobre Europa que la civilización europea  es la más importante en la historia de la humanidad, y que el principal objetivo de su Encyclopædia es llevar esa civilización al idioma y personas árabes, o más bien, llevar a los árabes musulmanes al “nuevo mundo” creado por la civilización europea. Se ocupa de la historia de los árabes y del Islam no como una sola serie de fenómenos que tienen su propia dinámica, vocabulario y estructura, sino como una historia que debería ser estudiada con los criterios europeos y a la luz de la civilización europea.

 

Demostraremos que el gran objetivo de la Encyclopædia de al-Bustani, misionero protestante y occidentalizador entre los musulmanes árabes, es también el gran objetivo de Journal of Islamic Studies en su conjunto y como institución. No es más que de esperar que la gente del Libro no musulmana establezca ese tipo de instituciones con sus propios recursos si tiene las facultades para hacerlo. Pero, en el nombre de Dios, ¿cuál es el negocio de los eruditos musulmanes que recaudan dinero para tales proyectos y contribuyen con ellos?. ¿Cómo es posible justificar esto?.

 

Surge claramente de los ejemplos dados antes y de su discusión que:

1) Todas las cuestiones a las que nos hemos referido tienen que ver con los Usul (Principios del Islam): Aqidah (credo), Ibadah (adoración) y Hadarah (civilización), cuestiones nada pequeñas ni secundarias. Incluso cuestiones menores, como señalamos antes, se pueden someter a la ijtihad (interpretación) solamente de musulmanes cualificados.

2) El Centro no distingue, ni hace esfuerzo alguno para distinguir, entre llamar a la gente del Libro al Islam y llamarla a escribir o enseñar sobre el Islam.

 

Entonces nos preguntamos:

1) ¿Está permitido en el Islam, para cualquier musulmán, usando los recursos de los musulmanes, publicar artículos de ese tipo (como los del Journal) sobre esos temas?. ¿Está permitido para los musulmanes financiar la publicación de escritos que presentan al Islam a través de la perspectiva de los secularistas y misioneros?

2) Si no está permitido, -y el caso es que no lo está-, ¿cómo justifican los musulmanes eso que están haciendo?

3) ¿Cómo la Ulama as-Sultan, que no puede alegar ignorancia de lo que el Islam prohíbe y no prohíbe, permite que tales materiales sean publicados? ¿Sabían o no sabían lo que esas publicaciones contienen y la intención que tienen? Ya sea que lo supieran o no, son responsables por lo que se publica bajo su autoridad, pues ciertamente son sus nombres los que aparecen en la lista de consejeros de los editores y/o Juntas Directivas.

 

La realidad es que la autoridad, el mando, está en el Centro en manos de no musulmanes y no en la de los musulmanes. Los no musulmanes tienen cargos muy altos en la Universidad. Entre ellos hay rectores, decanos, jefes de departamentos, profesores de los últimos años de la escuela secundaria, y están siempre disponibles para ser “consultados”.

 

La influencia decisiva, como siempre fue la intención, la tienen ellos, no los musulmanes, quienes mayoritariamente quedan afuera. Y cuando concurren a alguna reunión -cosa bastante rara- es poco con lo que pueden contribuir, aparte de darle una fachada de legitimidad con su presencia. Esta política o forma de proceder va contra el Corán: “... Dios no permitirá que los infieles prevalezcan sobre los creyentes” (4:141).(La misma situación del control no musulmán de los asuntos de los musulmanes se presentó una vez más durante la crisis del Golfo y la guerra que le siguió, estando esos mismos eruditos musulmanes  involucrados en buscar legitimizarla de manera falsa). (Ver capítulo 3, subtítulo “Colaboración Política y militar Saudí con los Kuffar”).

 

Por último, la reivindicación de las elevadas normas académicas en Oxford no se aplican en absoluto en el caso del estudio del Islam. El Instituto de Oriente de dicha Universidad, establecido hace tiempo, tiene una larga historia de prejuicios contra el Islam y de distorsión del mismo. En cuanto al director del Centro Oxford para Estudios Islámicos, apenas puede ser considerado como cualificado para administrar y supervisar el estudio del Islam: ni siquiera sabe árabe.

 

 

CONTINUACIÓN