Reflexiones en torno al Tiempo

 

        Muchas son las reflexiones que acerca del tiempo se han hecho a lo largo de la historia. Hay ciertos momentos en la vida en los que uno tiene la certeza de vivir un tiempo cualitativamente diferente. Nuestra vida cotidiana nos tiene acostumbrados a vivir, percibir y sentir el tiempo como una sucesión de instantes lineales cualitativamente similares, sin embargo hay “agujeros negros” en el tiempo, al igual que hay agujeros negros en la vastedad infinita del universo. En esos “agujeros negros” el tiempo es cualitativamente diferente, en ellos se transmuta la realidad espacio-temporal habitual y cotidiana. El Corán dice que la noche del Destino es mejor que mil meses, y efectivamente hay “tiempos” que encierran en sí mismos la cualidad de lo “numinoso” que diría Rudolff Otto, tiempos en los que la trascendencia de lo infinito, de lo inexplicable y preracional, embarga los cinco sentidos y cada fibra del ser humano que en ellos se sumerge. Ejemplo de estas rupturas espacio-temporales, es el que acontece en la zawiya Alawiya de Fez bajo la presencia, y digo presencia y no dirección, del Shayj Mulay Bashir. Yo siempre he sido reacio a escribir lo que allí acontece, no obstante, y ahora que tengo mis experiencias a flor de piel porque he vuelto de uno de esos viajes al “no tiempo lineal”, quería poner por escrito estas percepciones y sensaciones antes que el paso del tiempo lineal, que diría Mircea Eliade, borre de la superficie, que no de la profundidad, de mi interior, lo que allí se experimenta.

 

        La gran lección de este viaje ha sido “aprehender” que “hay tiempos mejores que mil meses”, que el hombre puede vivir una larga vida y no haber sacado nada de provecho de la misma, y que se pueden vivir minutos y llevarse la certeza de lo eterno, y lo inmutable. Aparentemente en esta sobria, humilde pero digna zawiya de Fez no pasa nada de extraordinario, nada fuera de lo habitual, sin embargo, lo extraordinario, lo portentoso, es que lo habitual, lo cotidiano, es el soporte de una espiritualidad profunda, inmensa que no puede ser descrita con palabras. Un sufí, Ibn Ayiba, decía, lo milagroso, no es andar sobre las aguas, levitar sobre el aire, u otras proezas sobrenaturales, lo milagroso es asentarse y tener la firmeza en el “Sirat al Mustaqim”, el “Sendero Recto”; solo cuando se vive el tiempo de forma cualitativa, como es el caso de la zawiya de Fez, solo entonces se tiene la certeza plena de estar en el Sirat al Mustaqim, el mayor de los milagros posibles.

 

        El tiempo allí vivido es una salida, una ruptura, con el tiempo amorfo y lineal, solo recuerdo haber tenido una experiencia similar, Meca, en ambos casos uno se sumerge en “ese agujero negro”, donde las coordenadas espacio-temporales quedan abolidas, y digo esto porque solo cuando se regresa a “nuestro mundo” se puede comparar por contraste el “otro mundo”, gracias a que existe el día sabemos de la noche, como gracias a que existe la salud sabemos de la existencia de la enfermedad, de igual forma, gracias a este tiempo nuestro donde la cadencia de los sucesivos instantes imprimen la monotonía y el tedio a veces a la vida, sabemos que existe ese otro “tiempo” del que habla el Corán, y que a veces toma cuerpo en espacios singulares, Meca o la zawiya de Fez; son tiempos que sin duda alguna dejan su impronta en lo más profundo del ser humano, su corazón, asiento del Iman; así como el tiempo cotidiano va dejando sus huellas indelebles con el paso del mismo en las arrugas y el deterioro físico, el tiempo cualitativo va dejando sus huellas en el corazón del hombre en forma de huellas indelebles en el Iman de aquel, y a diferencia del tiempo del reloj que siempre gana la partida al ser humano y hace de él polvo en el viento, el tiempo cualitativo, ese tiempo donde Allah se muestra con toda Su Majestad, lo hace firme como una roca en el Sendero Recto, de ahí la importancia de darse un “baño” en estos lugares y momentos depositarios de ese poder, al que los musulmanes denominamos “baraka”, para que nuestro Iman crezca y se haga sólido como una roca ante el desgaste del paso del tiempo lineal; esos “tiempos no lineales” son los catalizadores espirituales del musulmán, por eso tal vez se ha dicho que el sufí es “el hijo del tiempo”, del tiempo que se vive en la compañía de los hombres sabios, éste es el tiempo que realmente aprovecha y que  nos alimenta, el otro tiempo no es mas que desgaste y encaminarnos hacia nuestra propia destrucción.