El fundamentalismo de Karen Armstrong

’Abdullâh Carral

Lo que sigue es una crítica a los planteamientos principales que Karen Armstrong expone en la sección «Fundamentalismo» de su libro El islam.1 Estos planteamientos, que pretenden pasar como neutrales en medio de un discurso aparentemente moderado entre fundamentalismo y laicismo, se tratan en realidad de una crítica progresista, falsa y subrepticia de los fundamentos de la tradición islámica.

«Los medios de comunicación occidentales suelen dar la impresión de que la empecinada y, en ocasiones, violenta forma de religiosidad conocida como fundamentalismo constituye un fenómeno puramente islámico.»2

En el original inglés, la palabra traducida como empecinada es embattled, un adjetivo que, según el Merriam-Webster Collegiate Dictionary , significa: «1 a: preparado para luchar. 2 a: lugar de lucha, conflicto o controversia; b: caracterizado por el conflicto o la controversia».

Armstrong empieza asociando el fundamentalismo con «lucha», «conflicto» y «controversia» bajo una luz ligeramente negativa, tal como se refleja en empecinada, la palabra elegida por el traductor español para embattled. Según el Diccionario de uso del español de América y España VOX, empecinada es un adjetivo que significa: «1: que se mantiene excesivamente firme en una idea, intención u opinión, generalmente poco acertada, sin tener en cuenta otra posibilidad».

Pero, ¿solo existe un fundamentalismo?, ¿son todos los fundamentalistas personas agresivas y cortas de miras que defienden ideas poco acertadas? Este ensayo pretende demostrar que, lejos de ser verdad, la mayoría de los despectivamente llamados fundamentalistas son personas que se limitan a ser fieles a los buenos valores tradicionales en medio de un creciente proceso de decadencia moral y falta de sentido.

«El fundamentalismo es un hecho universal […] como respuesta a los problemas planteados por nuestra modernidad. Al principio las personas religiosas tratan de reformar sus tradiciones y de efectuar una fusión entre ellas y la cultura moderna […] Pero cuando estas medidas moderadas resultan vanas, algunas personas recurren a métodos más extremos y nace un movimiento fundamentalista.»3

En este comentario vemos uno de los problemas del razonamiento de Armstrong: las generalizaciones, que resultan en una imagen empobrecida, limitada y falseada de la realidad.

¿Todas las personas religiosas tratan de reformar sus tradiciones y fusionarlas con la modernidad? Esta idea parece una majadería.

Veamos qué opina sobre la modernidad Robert H. Bork, conocido fundamentalista estadounidense, en su exitoso Slouching Towards Gomorrah: Modern Liberalism and American Decline [Arrastrándose hacia Gomorra: el liberalismo moderno y el declive de occidente]:

Las características que definen el liberalismo moderno son el igualitarismo radical (la igualdad de resultados en vez de oportunidades) y el individualismo radical (la drástica reducción de límites a la gratificación personal). […] Los impulsos del individualismo radical y el igualitarismo radical cooperan en ocasiones. Ambos, por ejemplo, son antagonistas de la moral tradicional de la sociedad: el individualista porque solo puede maximizar sus placeres liberándose de la autoridad y el igualitario porque le molestan las distinciones entre las personas o las formas de comportamiento que sugieren superioridad. Cuando el igualitarismo refuerza al individualismo, negando la posibilidad de que una cultura o visión moral sea superior a otra, el resultado es el caos cultural y moral, destacadas y destructivas características de nuestro tiempo.4

A lo largo del libro, Bork analiza algunos de los problemas de la sociedad actual: la obscenidad de la cultura popular, el divorcio exprés, las madres solteras, el aborto, la eutanasia, el feminismo radical, la normalización de la homosexualidad… y la decadencia religiosa:

La religión se encuentra en decadencia porque quienes se identifican con ella en realidad no creen. Parece imposible decir que una persona cree en una religión cuando rechaza lo que esa religión proclama. Es difícil decir incluso que una religión existe si sigue abandonando sus principios fundamentales para contentar a sus miembros y críticos.5

¿Cuál cree Bork que es la solución para estos males?

Al menos para la sociedad como conjunto parece que la principal y quizá única alternativa al «relativismo intelectual y moral y/o al nihilismo» es la fe religiosa.6

A la luz de esta presentación del fundamentalismo realizada por uno de sus reconocidos representantes, ¿podemos tomarnos en serio a Armstrong cuando afirma que los creyentes tratan de reformar sus tradiciones?

Las personas a las que Amstrong llama «religiosas» son aquellas de las que dice el Qur’ân:

Hay personas que dicen: «Creemos en Allâh y en el último día», pero no son creyentes. Pretenden engañar a Allâh y a los que creen, pero solo se engañan a sí mismas sin darse cuenta. En sus corazones hay una enfermedad que Allâh les acrecienta. […] Cuando se les dice: «No corrompáis las cosas en la tierra», responden: «Pero si solo las hacemos mejores». ¿Acaso no son corruptoras aunque no se den cuenta? Y cuando se les dice: «Creed como han creído los hombres», dicen: «¿Es que vamos a creer como los necios?». ¿No son ellas las necias sin saberlo? Cuando se encuentran con los que creen, les dicen: «Creemos», pero cuando se quedan a solas con sus demonios, les dicen: «La verdad es que estamos con vosotros y solo queremos burlarnos». Allâh se burlará de ellas y les dejará vagar errantes fuera de los límites. (2:8-15)

En resumen, según Allâh, las «personas religiosas» de Armstrong son en realidad «no creyentes».

¿Podemos imaginarnos a un creyente afirmando, por ejemplo, que el sexo recreativo fuera del matrimonio, el aborto libre o los mal llamados matrimonios homosexuales son compatibles con su fe? Ninguna persona sensata lo haría.

Analicemos ahora la segunda parte del juicio de Armstrong: «cuando estas medidas moderadas [es decir, las reformas progresistas de los incrédulos que se autodenominan creyentes] resultan vanas, algunas personas [es decir, los creyentes] recurren a métodos más extremos y nace un movimiento fundamentalista».

¿Cuáles son estos «métodos extremos»? ¿Una manifestación en contra del divorcio exprés o de mal llamado matrimonio homosexual? ¿La objeción de conciencia de los padres ante una asignatura que pretende adoctrinar a sus hijos con valores que son contrarios a su fe? En realidad, parece que Armstrong pretende, de manera indirecta, que asociemos el «movimiento fundamentalista» con la violencia.

«Este tipo de fe afloró inicialmente en el mundo cristiano, en Estados Unidos, a comienzos del siglo xx.»7 «Retrospectivamente, resulta fácil ver que era lógico que el fundamentalismo se diera a conocer inicialmente en Estados Unidos, el escaparate de la modernidad, y no apareciera en otros lugares del mundo hasta más tarde.»8

Esta afirmación de Armstrong es sencillamente falsa y parece que su objetivo consiste en situar a Estados Unidos en el centro de la diana, algo muy propio de la visión progresista que informa su trabajo, reacia a reconocer la pluralidad de fuerzas culturales coexistentes en ese país.

Dejando a un lado el fundamentalismo tradicional, podemos considerar, como ejemplo de fundamentalismo moderno temprano, un comentario de Samuel Heilman, profesor de Estudios Judaicos y Sociología, sobre el origen de los llamados judíos ultra-ortodoxos (quienes a sí mismos se denominan simplemente jaredim ‘temerosos de Dios’):

Para rastrear los orígenes sociales y psicológicos de la angustia jaredí y del tradicionalismo, debemos retroceder a la Europa de hace al menos doscientos años, en la que vivían la mayoría de los judíos. La ortodoxia, de la que emergieron los jaredim, se originó allí como un movimiento organizado e identificable en oposición al cambio rápido y a la reforma religiosa que estaban comenzado a barrer la vida judía.9

Resulta evidente que el fundamentalismo moderno no se inició en el Estados Unidos cristiano de principios del siglo xx.

«Los movimientos fundamentalistas de todas las religiones comparten ciertas características. Revelan una profunda decepción y un profundo desencanto respecto al experimento de la modernidad […]»10

Si analizamos las palabras con las que Armstrong caracteriza aquí a los movimientos fundamentalistas: disappointment ‘disilusión’ y disenchantment ‘desencanto’ en el original, comprobaremos lo erróneo de su juicio.

Según el Concise Oxford English Dictionary, disappointment es un nombre que significa «tristeza o disgusto causado por el incumplimiento de esperanzas o expectativas». Y según el Concise Oxford Thesaurus, disenchantment es sinónimo de desilusión.

¿Sinceramente piensa Armstrong que los creyentes, a los que ella llama fundamentalistas, podrían tener algún tipo de esperanza en el relativismo moral del mundo moderno? En realidad, los creyentes nunca se ilusionaron con la modernidad, sino que desde el principio vieron claramente sus corrientes corrosivas.

«Todos [los fundamentalistas] son innovadores y, a menudo, radicales en su reinterpretación de la religión.»11

Encontramos una nueva generalización que nos pone en guardia: ¿Qué podría significar que «todos los fundamentalistas son innovadores»?

Un innovador es alguien que cambia las cosas, en este caso la religión, introduciendo novedades. ¿Es esto cierto respecto a los creyentes? Claro que no, si acaso, los creyentes pretenden restablecer la tradición que los incrédulos han erosionado, no reinterpretar la religión tradicional.

¿A qué se refiere Armstrong con eso de «radicales en su interpretación»? ¿Podría ser que los creyentes no están dispuestos a traicionar su religión por la nueva fe progresista?

En vez de «innovadores» e «interpretes radicales», sería mucho más acertado hablar de revitalizadores y tradicionalistas que prefieren quedarse con el Qur’ân y la sunna en vez de con relecturas feministas, homosexuales o de cualquiera otra de las tendencias nocivas que caracterizan nuestro mundo.

«Y dado que la emancipación de la mujer ha sido uno de los rasgos distintivos de la cultura moderna, los fundamentalistas tienden a hacer hincapié en los papeles atribuidos a ambos sexos en la sociedad tradicional agraria, cubriendo de nuevo a las mujeres con los velos y recluyéndolas en el hogar. Se puede considerar, pues, a la comunidad fundamentalista como la cara oscura de la modernidad […]»12

Tenemos que procesar cuidadosamente esta información para descubrir su verdadero calado.

En primer lugar nos encontramos con una presuposición: Armstrong afirma indirectamente que la mujer estaba oprimida en la cultura tradicional islámica —uno de los falsos tópicos utilizados por los propagandistas antiislámicos— y que la moderna sociedad occidental las ha liberado.

Veamos qué tiene que decir sobre este asunto Aisha Bewley, occidental, musulmana y reconocida traductora de textos islámicos :

Al leer las fuentes históricas a lo largo de los siglos de la historia musulmana, encontramos muchísimas mujeres activas en todas las áreas de la vida y luego, de repente, desaparecen. ¿Qué sucedió? ¿Cómo y por qué han cambiado las cosas en los últimos trescientos años […]? Se trata de un fenómeno que requiere una investigación profunda. Parece que se debe a diversos factores, […] [como:] la infiltración de ideas occidentales, incluida la creencia de que las mujeres son inferiores (que fue la postura occidental sobre las mujeres hasta tiempos bastante recientes); una política activa por parte de los colonialistas para oprimir a las mujeres (y a los musulmanes como un todo); un legado del colonialismo: el islâm es bárbaro mientras que las costumbres y tradiciones europeas y occidentales son civilizadas.13

Después de todo, no se trata de que la cultura tradicional islámica oprimiera a las mujeres, sino que las mujeres musulmanas han sido oprimidas por la cultura occidental moderna.

¿Podemos decir que la revolución cultural de la década de 1960 ha mejorado la situación de la mujer en occidente?

Veamos qué opina Myron Magnet, editora de la revista estadounidense City Journal:

Nuestra liberación nos ha dejado más solos. Mientras que el sexo moderno nos has llevado desde el reino del amor, con su «dependencia carente de libertad» y «sacrificio personal», hasta un reino de libertad y realización personal donde podemos «encontrarnos a nosotros mismos» mediante «la exploración de nuestra sexualidad», la otra persona se vuelve cada vez más un simple medio para nosotros, un aparato intercambiable con cualquier otro. Así que, demasiado a menudo, estamos solos aunque conectemos íntimamente, utilizándonos con el único fin de satisfacer nuestros propios intereses. No es de extrañar que los hombres y las mujeres se hayan vuelto tan recelosos entre sí. Han acordado tener sexo sin sentimientos y, dado que los hombres y las mujeres no viven más allá del reino de la emoción, se dañan continuamente cuando se encuentran los unos con las otras, esperando dar y obtener muy poco más que excitación sexual. […]

El feminismo fue decisivo para generar esta gran perturbación entre los sexos. Al mismo tiempo que las militantes feministas promovían entusiastamente la revolución sexual, reclamando la libertad de practicar sexo como los hombres, sin ataduras, también reclamaban liberarse de lo que se terminó denominando roles de género socialmente construidos, de sus funciones tradicionales como esposas, amas de casa y madres, por su puesto, y de los sentimientos que iban con ellas. Se dijo que estas funciones y sentimientos no eran producto de una naturaleza femenina innata, sino de una naturaleza totalmente artificial que les fue impuesta por una convención social fabricada por hombres. Las feministas afirmaban que, si las mujeres no tenían libertad, era porque los hombres las habían oprimido en cuerpo y alma. Los hombres eran esclavistas, maltratadores, violadores y bestias. Y dado que los chicos eran bestias en formación, y los roles de género, socialmente construidos, solo se podían salvar si se les educaba como… niñas.

Después de más de tres décadas durante las cuales ha reinado esta visión como la sabiduría de la élite, la cautela, la confusión y la infelicidad llenan los corazones de hombres y mujeres cuando se encuentran entre sí. Parte de la confusión surge del hecho de que, en un sentido importante, la identidad de género ciertamente no es socialmente construida. Los hombres y las mujeres tienen predisposiciones innatas diferentes, impresas en ellos por la biología. Por mucha reprogramación educativa que se lleve a cabo, no cambiará la realidad de que los hombres son hombres y las mujeres, mujeres, y de que tienen papeles diferentes en la continuación de nuestra especie.

Pero un desconcierto mucho mayor surge de la profunda incomprensión de los feministas sobre el sentido en que nuestras identidades sexuales realmente son un producto del ser humano. El proyecto de la civilización ha consistido en humanizar las realidades naturales con las que estamos ineludiblemente dotados. Transformamos el alimentarse en comer. Convertimos el sexo en romance, noviazgo y amor, y concebimos a nuestros hijos en el matrimonio. Enterramos a nuestros muertos y les conmemoramos. […]

[A] medida que el matrimonio cede cada vez más terreno ante la cohabitación en serie o, debido al divorcio fácil y sin estigma, a otras formas de unión temporal en serie, estamos perdiendo algo de valor inestimable. Demasiado a menudo, nuestros hijos sufren al perder el apoyo y la protección de sus padres. Nuestra civilización sufre por el debilitamiento de la familia, la institución que socializa a los jóvenes y les transforma en ciudadanos. Y todos sufrimos cuando la cultura que nos rodea hace muchísimo más difícil que antes formar y mantener los compromisos duraderos y el amor resistente que completan y humanizan nuestras vidas personales.

Estas pérdidas son el verdadero fruto de la revolución […]14

Si a esto añadimos fenómenos como las madres solteras trabajadoras que apenas pueden participar en la crianza de sus hijos, parece que la emancipación no ha sido tal. Podríamos hablar de la transformación de la opresión de la cultura occidental moderna en opresión occidental posmoderna.

Analicemos ahora la segunda parte del juicio de Armstrong: «los fundamentalistas tienden a hacer hincapié en los papeles atribuidos a ambos sexos en la sociedad tradicional agraria cubriendo de nuevo a las mujeres con los velos y recluyéndolas en el hogar».

Ya está claro que Armstrong es una igualitarista radical, pero ¿qué nos dicen, además, estas palabras? En primer lugar, que utiliza un punto de vista marxista para analizar el islam: en vez de Allâh, fueron las circunstancias económicas las que dieron forma al Qur’ân y la sunna. En segundo lugar, que cree que los distintos roles que Allâh ha asignado a los hombres y a las mujeres son cosa del pasado y no tienen cabida en nuestra sociedad tecnológica. ¡Qué visión tan torpe!

Dejemos que Esther Jungreis, conocida educadora judía, explique a Armstrong el asunto de las diferencias de género:

La Torá me permitió apreciar que las diferencias de género fueron hechas para que pudiéramos desarrollar nuestro potencial y contribuir con nuestros talentos únicos para mayor bien del mundo. Dios creó el mundo como una sinfonía, dotando a cada una de sus criaturas con un instrumento único. Pedir que todos los instrumentos sean iguales sería desastroso. El trombón no puede ser una flauta, un violín no puede ser un chelo; cada uno debe tocar su propia parte para que el mundo pueda funcionar en armonía. La misma regla se aplica en la naturaleza. El manzano no puede cambiarse con la vid, ni una hoja de hierba con un roble. El grandioso diseño de Dios solo se puede realizar cuando cada creación desarrolla fielmente su llamada, así me di cuenta de que lograría mejor mi propia realización personal si aprendía a tocar mi propio instrumento en vez de el de otro. Sin embargo, habiendo interactuado con muchas feministas a lo largo de los años, y habiendo contemplado la explotación de las mujeres en nuestra sociedad secular, comprendía la posición de Kate, aunque sus premisas sobre el judaísmo fueran todas erróneas.15

Todo lo que Jungreis dice sobre el judaísmo es igualmente aplicable al islam.

Dejemos ahora que Yasmin Magahed, diplomada en Psicología y escritora, hable a Armstrong sobre el velo:

Con el velo enseño mi fe en vez de mi belleza. Mi valía como ser humano no se define por mi cuerpo, sino por mi relación con Dios, por eso cubro lo irrelevante y, cuando me miráis, no veis un cuerpo, me veis solo por lo que soy: una sierva de mi Creador.16

Y dejemos por último que F. Carolyn Graglia, abogada por formación y ama de casa por vocación, aclare a Armstrong en qué ha consistido realmente la emancipación de la mujer respecto al hogar:

La primera punta de lanza en la ofensiva feminista contemporánea ha sido convencer a la sociedad de que el compromiso de la mujer de cultivar el matrimonio y criar a sus niños a tiempo completo es un empresa indigna. Los feministas afirman que las mujeres deberían tratar el matrimonio y los hijos como apéndices relativamente independientes de su implicación profesional a tiempo completo. Para vivir la única vida digna de respeto según los feministas, la mujer debe dedicar la mayor parte de su tiempo y energía en producir para el mercado, a costa de su matrimonio y de sus hijos. Le dicen que a los niños les cuidan mejor los sustitutos y que el matrimonio, tal como lo entienden los feministas, no merece ni requiere mucha atención; la misma idea de que una mujer cultive su matrimonio les parece ridícula. Espoleadas de este modo por el movimiento de las mujeres, muchas mujeres han buscado convertirse en clones de los hombres.17

A la luz de lo anterior podemos comprender fácilmente que lejos de tratarse, como mantiene Armstrong, de roles anticuados fruto de una sociedad agrícola, los distintos papeles que Allâh ha asignado a hombres y mujeres no resultan opresivos en absoluto, sino que son fuentes de liberación, calidez y sentido vital, al contrario que las modernas y posmodernas opresiones occidentales. «El Profeta […] les hace lícitas las cosas buenas e ilícitas las malas, y les libera de las cargas y cadenas que pesaban sobre ellos» (Q 7:157).

«Como ocurre en todas las grandes religiones, los fundamentalistas musulmanes, en su lucha por la supervivencia, convierten su fe en un instrumento de opresión y violencia. Pero la mayoría de los fundamentalistas sunníes no han recurrido a tales extremos.»18

He querido citar estas líneas porque, además de reincidir en la generalización, ejemplifican perfectamente la actitud crítica de Armstrong, que podríamos denominar como de tirar la piedra y esconder la mano.

Primero dice que los fundamentalistas de todas las religiones utilizan la opresión y la violencia, e inmediatamente después se contradice a sí misma afirmando que la mayoría de fundamentalistas sunníes no recurren a tales aproximaciones. ¿En qué quedamos?

Además, ¿a qué se refiere con «opresión» y «violencia» en este contexto? ¿Se trata quizá de pueblos que quieren vivir bajo determinadas normas y sancionan a quienes las incumplen? ¿No es esa una de las principales funciones del Estado? ¿Acaso insinúa, como los colonialistas, que las normas islámicas son bárbaras mientras las occidentales son civilizadas?

Los elementos que hemos analizado bastan para poner al descubierto la agenda progresista de Karen Armstrong. Como todo buen propagandista, Armstrong incorpora en su trabajo valoraciones más positivas del fundamentalismo islámico (que no hemos analizado en este artículo) para que la crítica de fondo pase lo más desapercibida posible, pero no debemos dejarnos engañar: El trabajo de Armstrong supone un ataque contra el islam y como tal debemos reconocerlo y gestionarlo.

Para finalizar, tan solo recordar que los verdaderos fundamentalistas son aquellas personas que no están dispuestas a traicionar los principios fundamentales de su dîn, de su religión, para acomodarse a las corrientes mayoritarias y corrosivas del mundo contemporáneo; en otras palabras, los verdaderos fundamentalistas son aquellas personas que no están dispuestas a cambiar la sabiduría de Allâh por la sabiduría de los hombres.

La pregunta no es si somos fundamentalistas, es si lo somos auténticamente.

Y Allâh sabe más.

Notas:

1 Karen Amstrong, El islam, tr. Francisco J. Ramos, 2.ª ed., Barcelona: Grupo Editorial Random House Mondadori, publicado originalmente como Islam: A Short History, London: Weidenfeld & Nicolson, 2000.

2 Ib., p. 233.

3 Ib.

4 Robert H. Bork, Slouching Towards Gomorrah: Modern Liberalism and American Decline [Arrastrándose hacia Gomorra: el liberalismo moderno y el declive de occidente], New York: Reagan Books, 1996, p. 5, tr. ’Abdullâh Carral.

5 Ib., pp. 280-281.

6 Ib., p. 277.

7 Karen Armstrong, p. 233.

8 Ib., pp. 233-234.

9 Samuel Heilman, Defenders of the Faith: Inside Ultra-Orthodox Jewry [Los defensores de la fe: dentro de la comunidad judía ultra-ortodoxa], New York: Schocken Books, 1992 (1.ª ed. California Press en pasta blanda, 2000, p. 14), tr. ’Abdullâh Carral.

10 Karen Armstrong, p. 234.

11 Ib.

12 Ib., p. 235.

13 Aisha Bewley, Islam: The Empowering of Women [Islam: el empoderamiento de las mujeres], London: Ta-Ha Publishers, 1999, p. 2, tr. ’Abdullâh Carral.

14 Myron Magnet, «Introduction» [Introducción], en Modern Sex: Liberation and Its Discontents [El sexo oderno: la liberación y sus descontentos], ed. e introd. de Myron Magnet, Chicago: Ivan R. Dee, 2001, pp. viii-xiii, tr. ’Abdullâh Carral.

15 Esther Jungreis, The Committed Marriage: A Guide to Finding a Soul Mate and Building a Relationship Through Timeless Biblical Wisdom [El matrimonio comprometido: una guía para encontrar un compañero del alma y construir una relación mediante la atemporal sabiduría bíblica], San Francisco: HarperSanFrancisco, 2002 (1.ª ed. HarperCollins en pasta blanda, 2004, p. 125), tr. ’Abdullâh Carral.

16 Yasmin Magahed, «Una carta a la cultura que me crió», MundoIslam.org: 11 de agosto de 2007, consulta: 28 de agosto de 2007, tr. ’Abdullâh Carral.

17 F. Carolyn Graglia, Domestic Tranquility: A Brief Against Feminism [Tranquilidad doméstica: un informe contra el feminismo], Dallas: Spence Publishing Company, 1998, p. 4, tr. ’Abdullâh Carral.

18 Karen Armstrong, p. 241.

Publicación original en Mundo Islam: 29 de agosto de 2007.