REVELACIÓN Y FIN DE LA HISTORIA

La escatología en las religiones del libro y el Islam

 

-         Introducción; El séptimo sello

-         Las claves de la literatura apocalíptica.

-          El Apocalipsis bíblico

-         El Corán; ¿un Apocalipsis?

-         A manera de conclusión

 

INTRODUCCIÓN:

 

            Un caballero cruzado regresa junto a su escéptico y fanfarrón escudero a sus lejanas tierras nórdicas tras haber combatido en oriente por un ideal en el que muy pocos de sus compañeros de armas creen. En la playa, la muerte le anuncia que ha llegado la hora de que dance tras ella su baile macabro. El caballero le propone una partida de ajedrez que irá interrumpiendo para poder llegar a su castillo, abrazar a su esposa y burlar a la muerte mientras intenta resolver sus grandes dudas existenciales.

 

            El cruzado, torturado interiormente por sus dudas, viaja a través del horror de un país devastado por la gran peste negra que llevó a la tumba a más de la mitad de la población europea durante el medievo. Cuando todo se tambalea a su alrededor y el clero aprovecha para aterrorizar aún más al pueblo, afianzando su tiranía, el caballero busca afanosamente a Dios, la trascendencia e incluso al diablo a través de una religión que no hace sino avivar su tormento e incluso por medio de una joven bruja próxima a ser quemada en la hoguera. Pero ni siquiera su siniestra contrincante en el juego (la propia muerte) puede acercarle a la realidad que tanto desea.

 

Pronto la muerte se revelará como un tramposo rival en el tablero, haciendo inexorable la hora. Sin embargo nuestro caballero podrá atisbar algo de la respuesta que desea en la sencillez de una familia de cómicos que es capaz de vivir con simplicidad y alegría aún en medio del terror en el que están inmersos. 

 

He escogido el argumento de la película “El séptimo sello” de Ingmar Bergman porque ilustra de manera genial la desazón humana ante un mundo de apariencias aparentemente inmutables, valga la redundancia, que manifiesta su fragilidad ante los atónitos ojos de aquellos que empeñan su vida en las falacias que lo sustentan. De igual forma es ilustrativo su título pues el séptimo sello en el Apocalipsis bíblico de Juan es aquel que inaugura la serie de cataclismos terribles que culminarán en  el juicio final. Bergman rodó su película en 1.957 en una Europa que comenzaba a salir de la inmensa destrucción  en que la dejó sumida la espantosa segunda guerra mundial. Pero que al mismo tiempo vivía aterrorizada ante la amenaza soviética (amenaza que además de la subversión de los tradicionales valores burgueses llevaba aparejada  la posibilidad de un exterminio nuclear). Ante tal situación histórica el mensaje del film, aunque ambientado en el medievo era perfectamente inteligible; veamos porqué.

 

 

LAS CLAVES DE LA LITERATURA APOCALÍPTICA

 

Apocalipsis en griego, significa revelación, el objetivo de este género literario es precisamente revelar, dar a conocer los signos de Allah ocultos en la vorágine de una historia contemporánea siempre hostil para los creyentes y recordar que estos signos son a la vez memoria del pasado, fuerza para el presente y esperanza para el futuro. La literatura apocalíptica tiene su apogeo en momentos históricos en los que la identidad colectiva de un pueblo, sus valores y su cultura (en este caso el israelita) están siendo brutalmente agredidos. El pueblo judío especialmente cultivó el género no para crear un clima de terror (esto, por cierto es lo que la cultura cristiana europea ha entendido tradicionalmente por Apocalipsis; más que a revelación positiva el imaginario popular, avivado por la clerecía, se refiere a la venganza divina e incluso al sinsentido y de ello es buena muestra la película que citábamos al principio) sino para centrar sus esperanzas en las promesas divinas y mitigar por su medio  el dolor causado por las potencias extranjeras; Potencias que son identificadas con los poderes demoníacos que oprimen al ser humano y le apartan de Allah.

 

Así, en el periodo helenístico, que supuso una brutal experiencia de “choque de civilizaciones” e incluso de persecución religiosa (libro de los macabeos), proliferan escritos apocalípticos como los Apocalipsis de Enoc y de los doce patriarcas entre otros. Una vez más los autores recurren a la pseudo epigrafía para dotar de autoridad a sus escritos cuya autoría atribuyen a patriarcas remotos en el tiempo.

 

Se trata de obras pletóricas de simbología que al lector moderno, ávido de misterios, sugieren un universo de auténtica teología ficción, término este, devenido en género cinematográfico proveedor de grandes taquillazos para la industria hollywoodiense como veremos un poco más abajo. Este afán críptico, obedece más a un lenguaje en clave ininteligible para las autoridades políticas de la ocupación pero pleno de significado para los creyentes, que a contenidos esotéricos, como demasiadas veces pretenden afirmar ciertas sensibilidades modernas. Tendremos constancia de ello en el breve análisis del Apocalipsis de Juan  que ahora proponemos.

 

 

EL APOCALIPSIS BÍBLICO DE JUAN

 

El comienzo de la obra no puede ser más sugerente; Juan apóstol de Jesús (la paz con él) ha sobrevivido a la persecución del emperador Nerón a los cristianos, pero tiene que partir al destierro en Patmos. En la soledad de esta pequeña isla griega, el ya anciano líder recibe una grandiosa revelación que debe poner por escrito para amonestar y consolar a los cristianos que habitan allá donde Satanás tiene su trono.

 

Encabeza el texto una colección de siete cartas a otras tantas comunidades cristianas de Asia menor. Los nombres de las ciudades en las que residen estas comunidades están referidos a sus respectivas situaciones con respecto a la fe; De tal forma la primera, Éfeso es amonestada por haber abandonado el amor primero, es decir una fe viva, ilusionada e ilusionante, en tanto que a la última, Laodicea (literalmente juicio de los pueblos: laos diké en griego)  se le reprocha su tibieza; el no ser ni fría ni caliente en cuanto a su vivencia comunitaria del mensaje evangélico.

 

Se suceden luego los signos, y prodigios cuyo comentario es poco menos que imposible dado el tiempo de que disponemos. Sin embargo podemos tomar algunos símbolos que constituyen la trama central del libro:

 

Los siete sellos: Son abiertos por los ángeles por orden de Allah. Aluden al secreto que encierran tanto las fuerzas de la naturaleza como las acciones humanas como agentes, aún involuntarios, de la potestad divina. El contenido de estos sellos es muerte y destrucción y evocan las plagas de Egipto narradas en el libro del éxodo. Las imágenes son de una potencia subyugante; los cuatro jinetes: guerra, hambre, peste, muerte, el abismo aterrador que sigue al caballo bermejo de la muerte (tan representada en la iconografía cristiana medieval y por último el silencio espantoso que precede a la apertura del séptimo sello, el más terrible, el que precedido de toda suerte de calamidades, abre las puertas del día del juicio.

 

Bestiario: Como corresponde al género los imperios son transfigurados en bestias sanguinarias engañadoras, insolentes y devoradoras de los seres humanos. Es curioso observar que aquí es la primera vez que aparece denostado el imperialismo económico personificado en una de las bestias que:

 

“Hizo también que todos: chicos y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen una marca tatuada en la frente o en la mano derecha. Y sólo quien llevaba tatuado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre podía comprar o vender.”

AP 13. 16-17.

 

Sugerente imagen muy aplicable al capitalismo de nuestros días, como podemos apreciar.

 

La gran ramera de Babilonia: El sólo nombre de Babilonia era en extremo evocador para un cristianismo aún apegado a sus raíces judías (a pesar de los ímprobos esfuerzos de Pablo de Tarso). Babilonia en el imaginario judío es sinónimo de cautiverio, cosmopolitismo y degradación  idolátrica. La babilonia de los tiempos de Juan era Roma, naturalmente. Aparece alegóricamente descrita como una ramera de lujo vestida de púrpura y sentada sobre una terrible bestia con siete cabezas (las siete colinas romanas) y diez cuernos que representan otros tantos reyes. La ramera está adornada con perlas y joyas que realzan su aparente esplendor y sostiene en su mano una copa de oro:

 

“llena de  abominaciones y del sucio fruto de su prostitución y escrito en su frente un nombre misterioso: Babilonia, la orgullosa, la madre de todas las prostitutas y de todas las abominaciones de la tierra. Y vi como la mujer se emborrachaba con la sangre de los creyentes y de los mártires.

Ap 17.4-6

 

Sin embargo, a pesar de su inmenso poder y esplendor el imperialismo romano, superior y más destructivo que todos los precedentes está sentenciado a ser precipitado, como los anteriores, en su propio abismo y en la devastación que él mismo ha generado.

 

El anticristo (la bestia): Es una figura central en el mensaje apocalíptico y quizá el que más literatura y fantasía ha generado posteriormente. No debemos caer en las argucias de la teología ficción y concebirlo como un ser retorcidamente malvado, siervo consciente de Satán y con la famosa cifra 666 grabada en algún recóndito lugar de su cuerpo; Anticristo es, como expresa la propia palabra todo el que se opone a Cristo y emplea todo su poder para hacer que sus seguidores o incluso aquellos que viven sumisos a la voluntad de Dios sean castigados; Tiene grandes poderes de seducción y engaña a las masas con una verborrea fácil y envolvente. No podemos sino imaginarlo encarnado en los grandes dictadores europeos del siglo XX (Hitler, Stalin, Mussolini, Franco, etc.) pero para el lector cristiano contemporáneo a Juan no había la menor duda de que el emperador Nerón encarnaba el personaje a la perfección.

 

El anticristo, también denominado, la bestia, inaugurará una época de idolatría generalizada y maldades sin cuento. A pesar del tremendo castigo al que someterá a la humanidad, esta seguirá adorando a los ídolos y a los demonios e incluso a él mismo, pues considerarán su poderío y riqueza inigualables:

 

“quien como la bestia?¿quien es capaz de luchar contra ella?

Y se le dio poder para proferir palabras orgullosas y blasfemas

También se le concedió poder para hacerles la guerra a los creyentes y vencerlos….

Ap 13. 5-7

 

También podemos deducir que este personaje sea una personificación de los propios sistemas imperiales  de los que ya hablé en la charla sobre los profetas. En cualquier caso su misión es la de fortalecer a los creyentes mediante la tribulación, suscitando en ellos el rechazo a todo sistema satánico.

 

La parusía: Es la segunda venida de Isa (as) que acabará con el reinado del terror e inaugurará el juicio de las naciones. El apóstol acaba su obra con una invocación:

 

¡Ven señor Jesús!

Ap 22. 20

 

En el epílogo el Apocalipsis joánico es definido como palabra profética y su mensaje no debe ser guardado en secreto, dado que la “hora” es inminente. Esta urgencia, este advertir muy próximo el final de los tiempos es común a todo el género apocalíptico.

 

 

EL CORÁN; ¿UN APOCALIPSIS?

 

Etimológicamente el Corán karim tiene una gran proximidad con la literatura apocalíptica judeocristiana dado que se presenta como revelación. Sin embargo no debemos caer en traducciones orientalistas que cristianizan el Islam obviando la gran originalidad del mensaje coránico; Hay ciertas condiciones históricas y culturales que nos alejan de tratar nuestro libro en el mismo molde que los Apocalipsis

 

-         El Corán no se revela a una sociedad oprimida por poderes extranjeros y cuya identidad esté amenazada. La civilización árabe al tiempo de la revelación gozaba de una salud extraordinaria, jamás había sido atacada por potencias extranjeras y era dueña y señora de excelentes rutas comerciales. Por otra parte ni siquiera el monoteísmo judeocristiano suponía una amenaza para la religión idólatra que profesaban y que les reportaba enormes beneficios materiales.

 

-         Los árabes estaban tan profundamente apegados a la vida, a sus riquezas y a sus valores familiares y de tribu que rara vez se planteaban el sentido profundo de las cosas. De ahí su rechazo visceral a ciertas verdades contenidas en el mensaje del Corán tales como la resurrección o el juicio. Para ellos el mundo, la realidad y la finitud de las cosas eran absolutamente incuestionables. Por el contrario, judíos y cristianos sentían y padecían el devenir histórico con su sucesión de imperios que florecían destruyendo a los pueblos, decaían y caían generando la más desconcertante de las catástrofes.

 

-         El concepto de revelación wahy contiene matices que lo diferencian de la revelación judeocristiana. Para estas tradiciones la revelación siempre aporta algo de desconcertante y terrible; La revelación desvela secretos extraordinarios  en los que el ser humano no participa si no es por la mediación de profetas y sacerdotes. En cambio el wahy es una intuición profunda que no escapa al ser humano consciente de Allah (aún a los animales, como las abejas). Mediante la revelación el hombre vuelve a su esencia más auténtica y sabe que el mundo presente y vivido es tan perecedero como él mismo. Todos los valores de la humanidad (riqueza, hijos, poder) entran en el terreno de lo relativo y aún de lo ilusorio. El wahy no acontece en la historia de un pueblo elegido, sino que sucede en lo más íntimo del hombre; A este hecho se acercaron algunos profetas bíblicos cuando afirman que Dios habla al corazón del ser humano.

 

-           En los anteriores mensajes, el juicio final, la destrucción de los poderes mundanales son el epílogo; Tanto en el judaísmo como en la fe cristiana la idea central es la historia, la historia sagrada o de la salvación en la que el juicio final es una suerte de happy end que remata una escena final de acción y tensión vertiginosas. En el Corán, lo central precisamente es el yaum al qiyama. El día sublime y terrible al que toda realidad está abocada. La historia carece de importancia aún cuando se desvele el sentido profundo de acontecimientos como la batalla de Ohud o la acusación de adulterio sufrida por Aisha (r.a)

 

-         De hecho, todo en la praxis de islámica recuerda al musulmán la realidad de ese día cierto y terrible, tan espantoso que escapa a la imaginación humana. La realidad del mundo, que muchos juzgan inmutable pasa a tener la mínima consistencia de un pergamino que se enrolla o de astros que se precipitan como se revela en la sura al infitar (la hendidura) una de las muchas que nos describen los avatares de aquel día. Los cinco pilares del Islam ponen al musulmán en contacto con el fin último; mediante la shahada se renuncia al mundo de lo aparente (dunia) para encaminarnos al ajira, universo de Allah, aceptando su mensaje anunciado por Sidna Muhammad (saws). El salat  se inscribe en lo cotidiano para realzar y a la vez ignorar el valor del mundo vivido. El Hayy, la peregrinación a la casa de Allah es una ruptura total con las realidades que nos enclaustran y tienden los velos que cubren la esencia; En ese viaje el hayyi entra en un ámbito diverso que escenifica de alguna forma lo que acaecerá el día en que la soberanía no pertenezca más que a Allah y cada uno sea ante Él responsable de sí mismo. Por renunciar al dunia el que peregrina a la casa de Allah cambia su vestidura diaria por dos lienzos blancos que recuerdan una mortaja, entrando en estado de Ihram. De Igual forma los dos pilares restantes zakat y saum hacen que los musulmanes se liberen de dos realidades que el kufr tiene por sagradas; la riqueza y su acumulación insolidaria y la comida como elemento imprescindible.

 

-         En suma, lo que Corán anuncia no es una maniquea batalla entre los ejércitos del bien y del mal al final de los tiempos sino que advierte a los soberbios árabes de aquella época tanto como a los hombre y mujeres de todas las generaciones y culturas  que no estén tan seguros ante los valores que la sociedad del kufr (es decir, todas aquellas civilizaciones basadas en la negación de lo trascendente) ya que quedarán pulverizados ante la majestad de Allah; Todos nuestros actos y nuestras opciones poseen su eco en la eternidad (parafraseando la película gladiador de Ridley Scott) y la acción tendida en menos consideración (como maltratar a un animal) será expuesta en aquel día para vergüenza de su ejecutor.

 

 

A MANERA DE CONCLUSIÓN

 

            Apocalipsis, fin del mundo, ocaso de civilizaciones, fin de la historia han constituido en todos los tiempos el objeto de imaginación  e incluso de morboso deseo o fuga mundi de muchas sociedades. En las proximidades del año mil la Europa cristiana vivía aterrada ante un presente vacío de autoridad, de paz, de cultura (salvo el breve intento de Carlomagno y su escuela palatina), inmerso en el caos de la violencia y el pillaje de ignotos pueblos salvajes que aparecían de improviso quemando aldeas, monasterios y tierras de labranza, pletórico de enfermedades, hambre y miseria. Ante una realidad tan aterradora no cabía la menor duda  de que el futuro  próximo no depararía sino el desenlace final de una ira divina que ya estaban padeciendo de la manera más cruel. Para el campesino medieval, las imágenes diabólicas expuestas en los capiteles de las iglesias y explicadas celosamente por un clero oscurantista no eran sino la expresión simbólica de la época miserable que les había tocado vivir.

 

            La gran peste de 1.348 sorprendió a una Europa vitalista y cortesana, civilizada al calor de su contacto con oriente y el Islam. Y Europa volvió a entregarse a la cultura de la muerte y al oscurantismo del clero y vio proliferar las cofradías de flagelantes cuyos miembros imploraban el perdón de Dios con la fustigación de sus carnes.

 

            Y así, en toda época, los atormentados seres humanos han desempolvado los Apocalipsis, tal vez para consolarse, tal vez para reconocer en ellos a sus propios tiranos y verdugos, tal vez expresando simplemente su terror ante unos valores que se tambalean y ya no sirven de orientación. Por ello la literatura apocalíptica tiene sus mejores admiradores en aquellas sociedades conservadoras que se sienten en entredicho por el devenir de la historia. Es el famoso ¡adónde iremos a parar!   De nuestros mayores cuando se sienten superados por la fuerza de los acontecimientos.. Incluso el hombre renacentista, tan pagado de sí, felizmente retornado del teocentrismo medieval (consideremos esto una falacia, porque en el renacimiento la iglesia era tan poderosa y letal como en el medioevo) vio surgir el bestiario del Bosco, que reproducía en sus tablas las bestias apocalípticas y por cuya posesión Felipe II, a decir de los cronistas y por esa extraña inclinación que los tiranos sienten ante lo esotérico, estaba obsesionado. O se entregaba a hurtadillas a la morbosa seducción de las profecías de Michel de Notredame, tan en boga aún en nuestra época.

 

            Lo cierto, es que como ya hemos dicho más arriba, un lector cristiano del siglo I DC   no veía en los símbolos del Apocalipsis ni más ni menos que la trascendencia del periodo histórico que le había tocado vivir. Es como si un líder de la resistencia iraquí escribiese un texto en clave en el que Bush fuera identificado como bestia y EE UU como el gran Satán; Los Apocalipsis son libros que interpretan la realidad de manera simbólica. Lo que se ha hecho en la cultura cristiana occidental es despojar a estos símbolos de su verdadero significado dotándolos de otros más aptos para suscitar un terror ciego que para alumbrar la realidad desde la fe. Juan no buscó que las fuerzas de seguridad romanas se cagasen de miedo (perdonad la vulgaridad) sólo pretendía que al serles requisado el libro a los cristianos, las autoridades no se enterasen de nada y no vieran en él más que cuentos de vieja judía.

 

            Sin embargo, en nuestro racional siglo XX el cine (que durante un tiempo se erigió en auténtica universidad popular) ha seguido alimentando los monstruos de la psique colectiva creando un género; el de la teología ficción, que ha sentado cátedra ante un público poco dado a la lectura y divorciado de las iglesias; Películas como La profecía, la maldición de Damián o la semilla del diablo han alimentado los terrores ocultos del hombre posmoderno, que se cree rodeado de anticristos seductores que llevan el anagrama de Nerón (666) tatuado en algún lugar recóndito y sin embargo vota a los politicastros que si están en grado de llevarnos a la catástrofe. Últimamente nuestro personaje ha cambiado de atuendo y ahora lleva turbante y gobierna desde las tenebrosas cuevas de Afganistán. El bestiario apocalíptico vuelve a cabalgar entre una sociedad tecnológica que se creía curada de espanto y que ahora es capaz de ver imágenes de shayatín de risa sardónica en el humo de las torres gemelas al derrumbarse.

 

            Cerramos este ciclo de charlas con el que modestamente he querido acercar la unicidad de una revelación tergiversada por los intereses mundanos. Profecía, sabiduría y juicio final son los tres manantiales en los que el hombre consciente sacia su sed, se reconoce a sí mismo y emprende el camino recto. Sin embargo, el kufr tiende sistemáticamente velos de fanatismo y barbarie, cuando no de total ceguera indiferente. El mensaje contenido en el Corán viene a poner las cosas en su sitio, devolviéndonos  la posesión de nuestra esencia tanto tiempo usurpada por clerecías e imperios. Quiera Allah que estos encuentros hayan servido para acercarnos a los textos bíblicos y al Corán liberados de prejuicios e innovaciones.

 

ALLAH ES EL QUE SABE

Ahmad Jalil Ibn Yusuf al-qadisí