PROFETAS EN LA BIBLIA Y EN EL CORÁN

 

 

Introducción; el profetismo:

 

            Para comenzar a hablar de la experiencia vital de estos hombres rendidos ante Allah, debemos centrarnos al principio en el mismo vocablo que los designa y agrupa. El término nabí de raíz semítica, es usado por igual tanto en el noble Corán como en la Biblia hebrea. La traducción de los textos hebreos al griego (la famosa traducción de los setenta en Alejandría) introduce la palabra profeta, cuyo significado etimológico es el de hablar por o en nombre de alguien, en este caso Allah subhana wa taala.

 

            Clarificando pues el concepto (por desgracia hoy más bien asociado a charlatanes que se atribuyen la capacidad de adivinar un futuro cuanto más desastroso mejor) Nos adentraremos esta tarde en la aventura existencial de personas que dedicaron su vida a la transmisión de un mensaje mucho más poderoso que cualquier apelación a la prudencia; Los veremos enfrentados a los poderes humanos, los veremos huir ante una responsabilidad abrumadora para reconocer después su impotencia ante la seducción de aquel que los envía e incluso enemistarse por ello con sus seres más queridos.

 

            Por motivos de tiempo nos centraremos en cuanto a los textos bíblicos, en Amos, uno de los profetas llamados “menores” no porque su importancia sea menor si no en atención a la extensión de sus libros respectivos, sin renunciar por ello a mencionar a algunos de los profetas mayores como Jeremías y Daniel a la vez que intentaremos comprenderlos desde la experiencia de Sidna Muhammad (s.a.s.), sello de todos los profetas.

 

 

La vocación; mística del profetismo.

 

            Profetismo y unión mística son complementarios e indisociables; Antes de que la palabra profética cobrara forma en el antiguo Israel, contemplamos en el primer libro de Samuel a un grupo de místicos danzantes calificados como profetas que se comunican con Allah a través de la danza y la música ofreciéndonos una remotísima y evocadora imagen de lo que hoy conocemos por sufismo:

 

“Al entrar en la ciudad te encontrarás con un grupo de profetas que bajan del altozano precedidos de arpas, tambores, flautas y cítaras y que van profetizando. Entonces se apoderará de ti el espíritu del Señor, profetizarás con ellos y te convertirás en otro hombre”.

I Sam 10, 5-7

 

            Sobre todo, el mensaje profético es una radical vivencia mística. Que se va perfilando en la interioridad del individuo para cristalizar después en la palabra, el gesto, la acción y las decisiones hasta hacer al profeta inseparable de su mensaje, por ello Aisha (r. a) definía a Sidna Muhammad  como el propio Corán caminando.

 

            Ante la aparición terrible y fascinadora de la llamada o vocación, los profetas experimentan con temor y temblor no solo la magnificencia de aquel que les encomienda el mensaje sino, dato fundamental, su propia incapacidad e indignidad para llevar a cabo una tarea colosal y esto es precisamente lo que les diferencia de los falsarios. El falso profeta concibe su pretendida condición como un estatus de privilegio en la sociedad, son portadores de mensajes acariciadores con el poder mundano que ellos mismos pretenden y al que se acomodan sin pudor alguno. Basta, en cambio, leer los relatos de vocación para darse cuenta del desgarro interior, del vértigo que estos creyentes sinceros sufren ante una palabra más abrasadora que el fuego y a la vez más dulce que la miel. Analizaremos brevemente algunos de estos relatos;

 

Tú me sedujiste, Señor,

Y yo me dejé seducir;

Me has violado y me has podido

Jr 20.7

 

 Llamado desde su más tierna edad, Jeremías describe su vocación como una seducción a la que no se pudo resistir, aunque se empeñara en ello con todas sus fuerzas.  Una vez más encontramos en el encuentro sexual entre hombre y mujer la metáfora perfecta para explicar la poderosa atracción que Allah subhana wa taala ejerce sobre el siervo. Verbos como seducir, forzar, violar ilustran la fascinación de una llamada que cura y desgarra. Porque el profeta es ante todo el hombre de la palabra, ella es la que le transforma por dentro convirtiéndolo en un hombre nuevo, preludio viviente de una nueva humanidad.

 

            Por ello, la palabra aunque puede ser recibida en los lugares más variados tiene en el desierto su escenario privilegiado. El desierto es el ámbito de la fragilidad y la impotencia humana, aunque también de la libertad; de esa desnudez total que nos devuelve a las esencias más auténticas. Nuestra habitual arrogancia, nuestro sueño de independencia quedan brutalmente desmentidos ante la vastedad de las arenas terribles que arden bajo un sol implacable.

 

 No menos aterrador que el geográfico es el desierto social que casi siempre el profeta se ve obligado a sufrir. El mensaje de Allah es rechazado por sociedades que se creen autosuficientes engreídas en una prosperidad basada la mayor parte de las veces en la opresión de los débiles. Por lo tanto los mensajeros que con su verbo y con su vida los arrancan de estas seguridades ficticias son marginados, ridiculizados y en el peor de los casos perseguidos tanto por los poderes como por la masa alienada por ellos.

 

            Ambos desiertos son parada obligatoria para el profeta en tanto que hombre libre sujeto solo a la soberanía de Allah; El desierto físico, como decíamos antes es el lugar donde se manifiesta en toda su estremecedora realidad la precariedad humana pero al mismo tiempo su fuerza evocadora es tal, tan subyugante su lenguaje silencioso que pasa a ser un estado en el ánimo del eremita que vive en sus más variados matices la visión descarnada de su propia realidad y la emoción de un encuentro que no le permitirá volver a ser como antes.

 

            La lista de profetas que son llamados en esta patria de los libres que es el desierto es sugerente; Musa (a.s.) encuentra en él la zarza ardiente por la que Allah le habla haciendo de él un hombre de fuego que, como la zarza, arde y no se consume ante el despotismo y la arrogancia del faraón. Isa (a.s.), según los evangelios, se retira 40 días al desierto y allí, como también suele ocurrir, es tentado por shaytán que intenta apartarlo de la senda de Allah desplegando todo su arsenal de embriagadoras falacias. Sidna Muhammad (s.a.s.) trata de encontrar, en la profundidad de la cueva de hyra una respuesta a la degeneración de sus conciudadanos y allí, inesperadamente, acude a el la qalimat Allah (palabra de Dios) de una forma tan apabullante que le hará temer no solo por su vida, sino por su propia salud mental y espiritual hasta el punto de saberse próximo a convertirse en un poseído o en un loco. Será Waraqa Ibn Nawfal, primo cristiano de Jadiya (r.a), quien con su cultura bíblica le haga ver que su experiencia se inscribe en la larga tradición del profetismo ibrahimí.  Por ello a diferencia de las tradiciones judía y cristiana, el Islam no distingue entre profetas y patriarcas, dotando de la nububwa tanto a los padres fundadores de pueblos (Ibrahim, Ishak y Yaakub) a reyes (Sulayman y Dawud) y a hombres que advierten a sus pueblos de las consecuencias de su incredulidad (Salih, Dzul kifl, etc.) entre estos últimos y portador del mensaje definitivo se inserta Sidna Muhammad (s.a.s.).

 

        El mensaje transforma la vida y la personalidad de sus monitores; El entorno social tampoco permanecerá indiferente suscitando conmovedoras lealtades y feroces persecuciones:

 

Se ríen de mí sin cesar,

Todo el mundo se burla de mí.

Cada vez que hablo tengo que gritar

Y anunciar “Violencia y opresión”.

La palabra del Señor

Se ha convertido para mí

En constante motivo de burla e irrisión.

Yo me decía: “No pensaré más en él”,

No hablaré más en su nombre”.

Pero era dentro de mí

Como un fuego devorador

Encerrado en mis huesos;

Me esforzaba en contenerlo,

Pero no podía.

Jr 20.7b-9

 

        De igual forma Sidna Muhammad verá en entredicho su posición en una sociedad que hasta el momento le estimaba por su honradez. Una dolorosa división alcanza a su propia familia cuyas actitudes opuestas se encarnan en sus tíos Abu Talib que le brindará su protección hasta el final de sus días y el feroz Abu lahab merecedor de la maldición de Allah en la sura coránica. Y es que los profetas se convierten en palabras vivientes, hombres-signo que hablan no sólo con la lengua, sino también con los gestos; su sola presencia entre sus coetáneos deja al descubierto las miserias de sociedades erigidas en el autoengaño.

Antes de ti, mandamos a otros enviados a los pueblos antiguos.

No vino a ellos enviado que no se burlaran de él.

Cor 15. 10-11

 

            El gesto profético alcanza dimensiones pedagógicas insospechadas, a veces más evocadoras que el propio oráculo que ilustran. Participan de la misma pedagogía de Allah cuyo libro abierto es una creación repleta de signos para gente que reflexiona:

Él es quien ha extendido la tierra y puesto en ella montañas firmes, ríos y una pareja en cada fruto. Cubre el día con la noche. Ciertamente, hay en ello signos para gente que razona.

Cor 13. 3

  

            Así, en la fuerza de estos gestos reside la contundencia del mensaje; Jeremías utilizará un botijo para escenificar ante sus paisanos la caída de Jerusalén a manos de los babilonios y al tiempo, cuando esta se produzca y según el relato Allah le ordena comprar un campo en el país destrozado por la guerra como signo de la llegada de un futuro mejor:

    Romperás el botijo ante los hombres que te hayan acompañado, y les dirás: Así dice el Señor todopoderoso: Yo romperé este pueblo y esta ciudad como se rompe una vasija de arcilla, que ya no puede recomponerse.

Jr 19. 10-11

 

    El Señor me ha hablado así: Mira Janamel, hijo de tu tío Salún, tiene la intención de proponerte lo siguiente: compra mi campo de Anatot, pues a ti te corresponde comprarlo, según prescriben las leyes del rescate.

Jr 32. 6-7

 

        Jeremías está preso cuando efectúa la compra y su país devastado por la guerra. La transacción es un signo de futura prosperidad por lo que trasciende en importancia a toda transacción mercantil.

 

         En Sidna Muhammad (s.a.s.) son numerosos estos gestos; Como educador de la incipiente Umma emplea algo más que hermosos discursos decantándose por una pedagogía activa basada en el ejemplo; Al llegar a Medina, ciudad dividida en facciones rivales, todos querían tener el honor de hospedar al enviado de Allah. De haberse decidido por una casa cualquiera esto habría suscitado los recelos y envidias de los mediníes con respecto al afortunado anfitrión. En lugar de eso y por indicación de rasul (s.a.s.) será Qasbwa, su montura, una hermosa camella blanca, quien guiada por Allah, elija un lugar neutral para la construcción de la mezquita-residencia del profeta (s.a.s.). Jamás los mediníes, ni la humanidad entera han recibido una lección más hermosa de la igualdad de todos los seres humanos (y aún del resto de las criaturas pues aquí es una camella quien “decide” por encima de intereses y lealtades) ante Allah. Igualmente podemos señalar muchas costumbres de Sidna Muhammad (s.a.s.) como gestos proféticos: El dar nombre a sus animales y aún a sus prendas de vestir obedecen a una nueva forma de relacionarse con el mundo integradora y cósmica; ¡Incluso los objetos deben ser tratados con cariño!. Toda acción muhammadí está encaminada a ofrecer pasos certeros a una humanidad que debe volver al camino recto; Por ello la importancia de la transmisión de los ahadices en el Islam: No hay gesto del profeta (s.a.s.) que no ofreciera una explicación clara al mensaje revelado.

 

 

Los profetas y la justicia social.

 

            La transformación personal que sufren los anbiya, como hemos dicho más arriba, está destinada a transformar también la sociedad en la que viven. Es imposible desarrollar una unión mística, paladear el mensaje divino desligándose de los problemas de la ciudad (casi todos los anbiya desarrollan su actividad en ambientes urbanos, más proclives a la corrupción). Es esta preocupación por el destino de sus pueblos (inquietud emanada de Allah subhana wa taala) la que les acarrea enemigos en las clases pudientes y en los gobernantes; Así, la revelación del Corán sacude los cimientos de la república mercantil mecana, su estructura social y una religión que en el mejor de los casos no era más que una segura fuente de ingresos para las clases pudientes y una máquina de opresión para los más débiles.

 

            Los profetas del antiguo Israel, por su parte, se vieron en la situación de tener que denunciar a la institución monárquica (adoptada por el deseo de imitación de las potencias extranjeras; Es algo muy similar a lo que sucede en el Islam bajo los abasíes totalmente alejados ya de la igualdad de los primeros tiempos) a la nobleza corrupta y entregada a la opresión y a la molicie, y lo que es más peligroso a una casta sacerdotal complaciente con el poder, suprema mantenedora de un culto vacío oficiado entre los oropeles del templo. No hay que ser muy sagaz para percatarse del potencial subversivo de la palabra profética que no deja títere con cabeza desenmascarando instituciones y costumbres que se tienen por inmutables y sagradas; Veamos unos cuantos ejemplos.

 

Ay de los que se sienten seguros en Sión

Y viven confiados en el monte de Samaría,

Que se creen los jefes de la nación más importante,

Y a quienes recurre el pueblo de Israel.

Am 6.1

 

El profeta Amós comienza echando en cara a los dirigentes su vanidad y autocomplacencia para después censurar sus costumbres:

 

Duermen en camas de marfil;

Se apoltronan en sus divanes;

Comen los corderos del rebaño

Y los terneros del establo;

Canturrean al son del arpa

Inventando como David

Instrumentos musicales,

Beben el vino en elegantes copas,

Y se ungen con delicados perfumes,

Sin dolerse por la ruina de José.

Am 6. 4-7

 

Amós tuvo que desarrollar su actividad profética cuando el reino del norte (Israel) era asediado por el cruel imperio asirio. Lo que Allah reprueba de la aristocracia israelita es su estilo de vida lujoso y despreocupado cuando el pueblo se ve esquilmado por la prepotencia asiria, por ello:

 

Irán al destierro

A la cabeza de los deportados,

Y se acabará la orgía de los disolutos.

Am 6.7

 

No menos dura es la inventiva contra la avaricia de los comerciantes, que paradójicamente en tiempos de guerra hacen su agosto;

 

Escuchad esto,

Los que aplastáis al pobre

Y tratáis de eliminar a la gente humilde,

Vosotros que decís: “¿Cuándo pasará la luna nueva,

Para poder vender el trigo;

El sábado, para dar salida al grano?

Disminuiremos la medida,

Aumentaremos el precio

Y falsearemos las balanzas para poder robar;

Compraremos al desvalido por dinero,

Y al pobre por un par de sandalias;

Venderemos hasta el salvado del trigo.

Am 8.4-6

 

Resulta más que asombroso este sombrío cuadro de un capitalismo rudimentario que lleva en sí el germen de la rapacidad del actual sistema ultraliberal. Igualmente terrible es la consecuencia de esta injusticia sobre el mismo orden cósmico:

 

¿Cómo no va a temblar la tierra por todo esto?

Am 8.8

 

La crítica profética alcanza los rincones más recónditos de la conducta social israelita con estremecedores testimonios:

 

Así dice el Señor:

Son ya tantos los crímenes de Israel,

Que no le perdonaré

Porque venden al inocente por dinero

Y al pobre por un par de sandalias;

Porque aplastan contra el polvo de la tierra a los humildes

Y no hacen justicia a los indefensos;

Porque hijo y padre se acuestan con la misma muchacha,

Profanando así mi santo nombre

Am 2.6-7

 

        Volvemos a toparnos, en un texto tan antiguo, con un espeluznante testimonio de la miseria humana de todos los tiempos; Generalmente los pobres son llamados los sin voz. A casi nadie les importa su suerte; Su desgracia la hemos integrado en el orden natural de las cosas y sin embargo, en el sufrimiento del pobre profanamos el nombre de Allah. El indefenso ante la injusticia estructural, las víctimas de la depredación mercantilista, la muchacha prostituida por sus amos, son tan valiosos ante Allah que su sufrimiento afecta a su propio nombre, esto es a su esencia misma que es rahma. El profeta Miqueas, denuncia la explotación del hombre por el hombre en unos terribles versos de escabroso tinte canibalesco:

 

Escuchad, jefes de Jacob,

Dirigentes de Israel:

¿No os corresponde a vosotros

conocer el derecho?

Pero vosotros odiáis el bien

Y amáis el mal,

Arrancáis la piel de encima,

y la carne de los huesos.

Pues bien, estos que comen

La carne de mi pueblo,

Que le arrancan la piel

Y le quebrantan los huesos,

Después de hacerlos trozos

Como carne en la olla

Como vianda en la caldera,

Clamarán al Señor,

Pero él no les responderá

Les ocultará su rostro en aquel tiempo

por sus malas acciones

Miq 3, 1-4

 

            Al igual que la israelita del siglo VIII A C. La sociedad mequí contemporánea a Rasul Allah (s.a.s.) era tremendamente orgullosa y engreída. Amiga de la poesía y el vaniloquio, depredadora con los pobres, cruel con los esclavos y, como ya sabemos, celosa guardiana de un culto idolátrico que llenaba sus arcas. El Corán karim censura continuamente sus costumbres y su religiosidad, de ahí la oposición enconada al profeta y a sus seguidores. Los oprimidos tendrán voz en el último día y darán testimonio contra sus opresores; La niña enterrada viva será preguntada acerca de la razón de su espantoso asesinato y ella hablará en contra de sus verdugos Corán 81. 8-9. Hasta el animal maltratado podrá en esa jornada recibir justicia por su sufrimiento.

 

 

Profetismo versus imperialismo.

 

            La primera escena de la película ar-risala resulta esclarecedora para comprender la actitud que rasul (s.a.s.) y con él todos los profetas que le precedieron tuvieron ante los imperios de este mundo; Tres embajadores musulmanes parten a las cortes de Bizancio, Persia y Egipto, a la sazón las mayores potencias de oriente medio; Llevan una carta de Sidna Muhammad (s.a.s.) exhortando a estos tres tiranos a someterse al único poder que es el de Allah; El emperador griego y el patriarca de Alejandría optan por “escurrir el bulto” diplomáticamente, mostrándose corteses ante los mensajeros. No así el persa que rompiendo la misiva, lanza los pedazos a la cara del nuncio exigiendo que le traigan a “ese” Muhammad vivo o muerto. El shah pagará cara su afrenta cuando vea su imperio despedazado (al igual que la carta profética) a causa de las luchas intestinas por el poder.

 

            Podemos definir el imperialismo como el mayor desastre que ha afligido a la humanidad en toda su historia. Él ha sido la causa de las más grandes desgracias para los pueblos; El profetismo en sí, es el azote de los imperios porque recuerda constantemente que en la arrogancia imperial está el germen de su destrucción: El profeta Daniel (as) en su Apocalipsis define a los imperios como monstruosas bestias que surgen del mar (símbolo bíblico del mal) con la orden divina de devorar “mucha carne”. Cada bestia, cuatro que representan a los imperios babilónico, medo, persa y helenístico, una vez que ha cometido sus crímenes es devorada por la siguiente en una cadena infernal que se prolongará hasta el fin de la historia; Estas bestias poseen la capacidad de hablar “profiriendo insolencias”  Dan 7. 1-8  y a veces son generadas por sus propias antecesoras (como el actual imperio estadounidense surgió del imperialismo inglés)

 

            La esencia de los imperios es la idolatría como la del profetismo es la unión con Allah, de ahí que ambos sean absolutamente incompatibles, aunque ambos sean dos caras de la soberanía única de Allah. En la Biblia el pueblo es abandonado a la rapacidad e los imperios cuando ha vuelto la espalda a su único Señor, aunque a pesar de ello jamás será olvidado por Él.

 

            Los profetas abordan el imperialismo con un conocimiento que para sí quisieran las modernas cadenas informativas. En sus invectivas contra las naciones, fustigan no sólo su arrogancia sino también el recurso continuo al juego sucio, la traición, el genocidio y la tortura. En estos textos de asombrosa vigencia nos conmovemos ante la crueldad de los sistemas imperiales, sistemas inhumanos hechos a mayor gloria de los tiranos y de las clases privilegiadas que los aúpan y obedecen. El imperio se sostiene en la rapiña y en la desgracia de las naciones, cuyos cobardes dirigentes se alían con ellos sacando partido del sufrimiento de la gente. Volvamos al profeta Amós para conocer el comportamiento cobarde y sanguinario de una de estas naciones “aliadas” que pueden resultar aún más depredadoras que los imperios a los que sirven.

 

Contra Amón:

Así dice el Señor;

Son ya tantos los crímenes de Amón,

Que no lo perdonaré.

Porque abrieron en canal

A las embarazadas de Galaad

Para ensanchar su territorio,

Yo prenderé fuego a la muralla de Rabá,

Y devorará sus palacios,

Entre el griterío de un día de batalla,

Y en medio del huracán

De un día de tormenta.

Su rey irá al destierro

Y sus príncipes con él, dice el Señor

Am 1. 13-15

 

            Cómo vemos la lógica de guerra con la que se conduce el imperialismo acaba volviéndose contra él. Son en el fondo tan débiles los fundamentos imperiales que a pesar de su fastuosidad y aparente omnipotencia cualquier “pequeña piedra” puede acabar con él. El profeta Daniel interpreta un misterioso sueño del rey Nabucodonosor en el que una gigantesca estatua, fastuosa y de terrible aspecto, cuya cabeza es de oro, pecho de plata, vientre de bronce, piernas de cobre y pies de barro es abatida por una piedra desprendida del monte; Allah revela al tirano en sueños la falacia de su propia realidad; Los imperios resultan fastuosos y terribles para los pueblos que los contemplan aterrados, sin embargo es la mentira la que les hace tomar cuerpo; bastan las pequeñas verdades para derribarla, pequeñas verdades que acaban cubriendo toda la tierra Dan 2. 31-35.

 

 

A manera de conclusión.

 

            La comunidad  de los profetas bíblicos es la comunidad islámica Corán 6.81-94. Vocación, oráculos e incluso prácticas cultas se unen a la larga cadena de la hanifiya y de la experiencia ibrahimí. Sin embargo en la actualidad, observamos que los enfrentamientos interreligiosos oscurecen esta experiencia común a todas las gentes del libro. Como en los tiempos proféticos es el propio devenir histórico el que nos proporciona las claves de interpretación.

 

            Últimamente asistimos al resurgir de una arcana islamofobia que toma cuerpo en expresiones ignorantes y groseras concebidas como provocación. Se busca denodadamente constatar una presunta naturaleza violenta del Islam invocando la ira de los musulmanes; Incluso el papa de Roma, generalmente comedido, desempolva a viejos emperadores matamoros hasta ahora encerrados en los armarios de las sacristías vaticanas. En Dinamarca, pretendido bastión de la tolerancia, se recurre de manera obsesiva  al tema de las caricaturas contra el profeta (s.a.s.) cuanto más zafias y obscenas mejor, para luego salir a la calle con ridículas velas invocando a la libertad de expresión.

 

            Estos hechos no hacen más que demostrar que el Islam es él único sistema de vida que conserva íntegro el legado profético, dado que el judaísmo se extravió en sus numerosísimas disposiciones legales en tanto que el cristianismo pactó desde bien pronto con el poder imperial romano bajo el mandato de Constantino para perderse después en estériles y agresivas guerras de religión, reformas malogradas y obstinados encierros sobre sí mismo. Es de notar, desde luego que la superchería vaticana hace tiempo que se alejó de la palabra profética para ensimismarse en los restos de poder que aún le quedan y acallando en su interior a las voces que reclaman mayor fidelidad a las escrituras. La última bravuconada papal, los tejemanejes de la prensa escandinava y sus chillones defensores de la libertad de expresión actúan al más puro estilo kufar y ello no debe ni sorprendernos ni asustarnos; antes bien, debe ser motivo de orgullo para nosotros el ser signo de contradicción para estas sociedades materialistas e idólatras cuya estulticia llega al extremo de asustarse ante una chiquilla que lleva el hiÿab. Los musulmanes debemos asumir orgullosos nuestra condición de comunidad profética, fiel antes al mensaje revelado que a las disposiciones “democratizadoras” de la actual bestia imperial y de sus adláteres.

 

            Todo lo anteriormente expuesto queda corroborado en la actualidad; un sistema imperial que condena a la miseria a la mayor parte de la humanidad, que bombardea, sitia y masacra a las naciones que no “cooperan” lo suficiente o que se les oponen directamente y que basan en la siembra del pánico su propia realidad. Unos dirigentes serviles que tiranizan a sus pueblos, que so capa de un secularismo “progre” reprimen a un Islam al que en el fondo temen patológicamente, unos opinadores mediáticos a sueldo del imperio que hacen de la ignorancia dogma de fe……. Todo apunta a una palabra profética capaz de alumbrar estos tiempos oscuros, una palabra profética que hace dignos a los hombres y mujeres, que los anima a oponerse ante las bestias que chapotean en sangre y resistir. Ante todo ello los imperios se hacen conscientes de la mentira en la que se fundan y para mantenerla tienen que matar más y más y seguir mintiendo para seguir matando, hasta que la sangre de los inocentes se convierta en su única razón, se haga evidente su podredumbre y una pequeña piedra, insignificante ante sus ojos sea capaz de derribarlos, para después crecer e iluminar toda la tierra.

 

Pero Allah es el que sabe.

 Ahmad Jalil Moreno