EL PODER DE ALLAH

 

        Soy un musulmán andaluz, un sevillano nacido y criado a la vera del Guadalquivir. Nací y me crié en una familia humilde. Vivíamos en un barrio de trabajadores justo frente al puerto de Sevilla en la calle Tarfia. Me crié jugando a moros y cristianos; yo siempre haciendo de cristiano porque, claro, los moros eran los malos. Pasaron los años y descubrí el Islam y en su espejo me encontré a mí mismo y encontré la realidad de los míos.

 

        Nací y me crié a la vera del Guadalquivir. Desde mi infancia me ha cautivado el río que atraviesa el corazón de mi tierra y le da vida. Mirando al río, anhelando la otra orilla, amando a Triana, como la niña de mis sueños, la niña de mi tierra: con salero, con ternura y muy muy andaluza. Así me crié. No sé que fue: el efecto de la tierra, el aire, la gente o el río; pero Andalucía para mí nunca fue sólo una tierra, una patria o un país. Andalucía siempre fue un espíritu que siento, que me hace compañía: inseparable, aunque incomprensible. Cuando conocí el Islam empecé a entender su lenguaje, empecé a entender sus palabras y sentí y siento su dolor y su pena y me atormentan sus gritos.

 

        Hoy soy musulmán andaluz, he vuelto a mis raíces, y tengo un sueño.

 

        Sueño en una Andalucía en la que los niños jueguen a ser moros y no cristianos, una Andalucía en la que sus niños y sus mayores no se avergüencen ni renieguen de lo que fueron. ¿y por qué avergonzarnos de lo que fuimos? No hubo en la historia una civilización más radiante, tolerante, civilizadora y humana que la nuestra. por qué avergonzarnos de lo que fuimos si la actual civilización occidental no existiría jamás si no fuera por la labor de nuestros científicos, de nuestros filósofos y del alma sedienta de conocimiento de nuestros abuelos moriscos.

 

         Tengo un sueño. Durante siglos se nos ha engañado y se sigue engañando a nuestros hijos con la historia de que la civilización de nuestra tierra fue obra de los árabes y que los andaluces no fuimos nada y seguimos sin serlo. Se nos ha engañado y se nos sigue engañando. Sueño con que cese el engaño y veamos en nuestra historia todo lo acontecido como nuestro. Toda piedra sobre piedra que forma la Alhambra, la mezquita de Córdoba o la torre del oro..toda mezquita que fue apresada, violada y convertida en iglesia por la espada y el fuego del odio y la intolerancia; toda brisa desde el puerto nos debe recordar lo que fuimos “Hombres de luz que a los hombres alma de Hombres le dimos”

 

        Tengo un sueño: que mi gente sienta lo que yo siento. Que mi gente rompa los límites del engaño y se sientan andaluces: mujeres y hombres universales, trascendentes.. musulmanes. Que Andalucía sea tu amante, que sientas sus besos con ardor, que sus susurros sean siempre tu consuelo, que la quieras tanto hasta la locura, hasta superar el miedo y las normas, hasta superar las cadenas, los barrotes, las fronteras y hasta el cielo. Que la quieras tanto hasta sentir su dolor en tus carnes y en tu corazón, hasta sentir tu sangre en sus ríos.

 

        Tengo un sueño: que los andaluces sean andaluces, que las andaluzas sean andaluzas, que el Guadalquivir vuelva a sonreir, que la luz y el agua vuelvan a la mezquita de Córdoba y a todas las mezquitas convertidas en iglesias en nuestra tierra bendita.

¡Sí, tengo un sueño...!

 

        Esta noche, pensando en mi tierra, añorando la mezquita de Córdoba (la última vez que la visité me dolió tanto que decidí no volver a entrar en ella hasta que vuelva a ser libre).

 

        Unas lágrimas llenaron mis ojos, un pellizco arrancó un trocito de mi corazón y, pese a la esperanza del verde de nuestra bandera, sentí la tristeza del desesperado que vive y muere inquieto, dolido, sin rumbo, perdido...

 

        Recordé entonces que yo años atrás, cuando jugaba de niño, no quería jugar a moro y prefería ser cristiano. Hoy soy moro, andaluz libre, lo soy y lo siento tanto que aunque muera y se deshagan mis huesos ese “lo que soy” quedará en la tierra de mi tierra y en el aire que respiraran los andaluces venideros. Recordé todo eso y supe que el poder de Allah lo cambia todo; levanté mis manos abiertas hacia el cielo, roto, dolido y vencido, invocando al Señor de los mundos y le pedí... que se cumpla mi sueño.