BUCEAR EN LA HISTORIA DE LA UMMA

 

Un pueblo que ignora su pasado está condenado a repetir su historia. Es con las herramientas del estudio permanente y el conocimiento riguroso de nuestro pasado islámico, del devenir de la comunidad que estableció Muhammad (s.a.s.) con la Umma del Dar Al-Islam, como los musulmanes podremos seguir construyendo nuestro proyecto de vida en el Sirat al Mustaquim del Islam, y sobre sólidos cimientos que la afiancen, avanzar en la certeza de que nada es imposible sin el auxilio y el poder de Allâh, el Rahmán, el Rahím.

 

Resulta paradójico, un mundo tan tecnológicamente avanzado como el presente, en el que se puede llegar a datar y recomponer todo un esqueleto de millones de años partiendo de un trozo inapreciable de hueso. Un mundo en el que el acceso a la "cultura", se reorienta desde la edad más temprana a través de una diversidad de medios, instituciones y titulaciones oficiales. Tengamos que preguntarnos sobre ese lado de la historia que se nos oculta o desdibuja (siendo la que más interesa) y que apenas deja entrever el transcurrir histórico de un pueblo y sus más humildes habitantes; no la de los "dirigentes", sí, la de los constructores de casas y mezquitas, comerciantes del zoco, profesores de zawiyas y madrasas, madres de familia, Imames, alfaquíes, Fukaras o Awalyias, que conformaron el entretejido básico de la sociedad islámica.

 

Es en multitud de obras, como en los libros de viaje de los Musafirún o viajeros comerciantes y viajeros buscadores de conocimientos, donde vienen recogidas esas historias de personajes, la mayoría de ellas irrelevantes para el historiador academicista, que contribuirían con su quehacer cotidiano y devenir humilde (por su total ausencia de pretensiones aristocrático-monopolista), a dar vida y aliento a la Umma de Sidna Muhammad (s.a.s.) en el Dîn del Islam.

 

Es en ese tipo de obras, donde podemos saborear los actos y las actitudes que adornaban y embellecían a sus personajes, donde se hacía patente una cualidad en alta estima en el Islam, el Adâb, las fórmulas de cortesía que en todo tipo de tratos determinaba la ausencia de recelos y prejuicios que eliminaban de la relación entre las personas las maledicencias y falsas acusaciones, ambientes hostiles y recelosos incriminatorios hacia el extranjero, lo extraño; para conformar de este modo, una sociedad libre, abierta y generosa, donde se posibilitaban los intercambios culturales y económicos, los mecanismos naturales de asentamiento y evolución de toda civilización.

 

Pero actualmente la realidad es otra. Se nos educa de en la creencia de que la historia que a nosotros nos toca, es por derecho legal la de otros, la de todos esos emperadores, reyes, dictadores, jefes de estado o demás personajes faraónicos que hicieron y hacen historia a la sombra de la explotación, cuando no aniquilación física y moral de los pueblos que dicen representar, creando para mayor gloria el culto oficial a su personalidad, ejemplo de ello lo tenemos en todos aquellos que posan para la foto de representación... "de su interés particular", fomentando por osmosis, el culto a la individualidad y la supremacía racial, estatal, provincial o incluso local, originándo como reacción: envidias, continua sospecha, desconfianza y odio al otro, aunque viva en tu casa y sea de tu familia, aunque sea un hermano en el Islam que se encuentra confinado al otro lado de esa alambrada real o ficticia que delimita y marca ese invento moderno y no islámico al que llaman frontera.

 

Sí, son ellos y sus interesados partidistas, con su poder, los que han eliminado la Shura como órgano de representación y decisión de los musulmanes, los que han alterado el saber tradicional, ya que el que acceda al saber verdadero y tiene la capacidad de discernir lo real de lo ilusorio, no se humilla ante ningún poder usurpado a Allahu Ta'ala, Rabbi 1-'Alamin.

 

Pero vivimos tiempos difíciles, en el que pesa más el dinero con el que comprar armas, las conciencias (y por añadidura las vidas), el silencio y la incultura de pueblos enteros. Pesa y predomina por encima del legado trasmitido de la vida y obras de un Shaij, un 'Alim o un Faqih, los sabios en el Islam.

 

Pero Al-Hamdu Lillâh a los musulmanes Allah nos ha regalado a través de su nabí, el mejor de los mensajes y la sabiduría más profunda, cimentando entre nosotros una base cultural inviolable con la transmisión del excelso y noble Qur'ân, y un guía clara en la Sunna del Rasûl Muhammad (s.a.s.), con la que poder afrontar todos los retos y adversidades.

 

A los musulmanes se nos apremia a buscar el conocimiento allí donde se encuentre, acudir de una fuente a otra, de un Shayj a otro, allí donde se encuentre, como así hicieron todos nuestros maestros en el Dîn de Allâh.

 

Solo en estos últimos siglos con la colonización de los pueblos del Dar al-Islâm por las potencias occidentales y la imposición de sus sistemas de educación uniformes, han determinado la desaparición de un sistema de educación tradicional que se desarrollaba ajeno al monopolio del estado, impartiéndose libremente por aquellos que con el apoyo del pueblo se entregaban a una de las más nobles ocupaciones.

 

A los musulmanes de oriente y occidente, norte y sur, se nos educa en un sistema cada vez más técnico y menos humanizado, en un sistema idolátrico y complaciente para con el poder instituido, donde se rinde culto al líder y a una competitiva e insolidaria individualidad.

 

Pero aún, y a pesar de todo ello, desde la prudencia, hemos de ser críticos y buscar la punta del iceberg que nos descubra el legado cultural subyacente en las obras de innumerables autores que vivieron y murieron en el amor y el apego a una libertad real y comprometida, para así, volver a recrear un mundo a la medida del ser humano y su fitra.

 

Como musulmanes occidentales, musulmanes andaluces, hemos de esforzarnos en recuperar y conocer el inmenso legado cultural y humano que nos ha sido legado por  la Umma de Sidna Muhammad (s.a.s.); y empezar, buscando una mayor intimidad con el libro de los musulmanes, el noble Qur’ân, orientando nuestra vida tal y como nos enseñó el más noble y humilde de los musulmanes, el nabí Muhammad (s.a.s.), e implementar nuestros conocimientos, acudiendo al enorme legado cultural que ha vertebrado a la civilización islámica y que ha sido transmitido a lo largo de la historia de la Umma por todos los sabios del Islam.