La trascendencia en el Islam

'ABD L-WAHID ONTIVEROS

 

        Constituye para el Islam una sana aspiración la trascendencia del mundo fenoménico teniendo como anhelo todo musulmán la realización en sí mismo de cada uno de los Nombres de Allah, con los que El se hace cognoscible, la Unidad, la Verdad, la Belleza, la Eternidad, etc. Para el musulmán es el camino de la salud, la aspiración continua y nunca realizada de llegar a Allah a través de uno de sus Nombres.

 

        Para el hombre solo hay un camino de salud, el "investirse" de uno de los Nombres de Allah, Señor de los Mundos, es decir Señor de todos y cada uno de los Nombres, de todas y cada una de las manifestaciones Iláhicas en el Universo creado, esto lejos de apartarnos de El, nos aproxima en un movimiento continuo e infinito para el que no existe fin ni meta, pues esta es Allah en su absoluta incognoscibilidad, mas allá de toda acción en la que únicamente pode­mos y debemos "reconocer-Le".

 

    ¿Qué es el Universo creado, sino la manifestación de los Nombres de Allah?. Toda acción, todo movimiento es un Nombre por el que Allah se hace cognoscible. El Nombre se constituye así en su propio velo, al dispersarnos en la multiplicidad de lo creado, pero paradójicamente es en él donde podemos llegar a captar la unicidad  de lo fenoménico, tal como dice el Corán, "y le hemos puesto signos en los horizontes y en ellos mismos ¿acaso no reflexionarán?". Cada Nombre, es una Tariqa, una vía, un radio de una rueda que nos conduce al eje, al centro de la misma, a Allah, origen de todos y cada uno de los radios de esa inmensa rueda que es el Universo manifestado. No existiría ni radio, ni rueda sin ese eje donde confluyen todos y cada uno de los mismos. Es solo y gracias a ese punto y vacío central por el que la rueda, el Universo, se pone en movimiento y adquiere significado, es su punto referencial al que todo se remite más allá de los puntos periféricos de la circunferencia, ¿pues acaso podría existir esta sin un centro que la determine?.

 

        Es un hecho incontrovertible que todo está en perpetuo movimiento, pero no un movimiento cualquiera.

 

        Tanto a nivel de micro como de macro estructuras, lo viviente, y en esto hay que incluir al Universo mismo, tiende a expresarse en movimientos circulares, elipsoidales, la tierra gira alrededor del sol, esta a su vez en torno al centro se su galaxia, y todas estas a su vez entorno a un centro "imaginario" del Universo; el feto humano se desarrolla elipsoidalmente alrededor de un centro, que en este caso es el cordón placentario, cuyo vestigio ulterior será el ombligo, y mientras permanece en el útero materno está como si dijéramos plegado en forma elíptica entorno a este centro; el ADN, base de la genética viva se estructura en forma helicoidal en torno a un eje imaginario; muchas son las plantas cuyos tallos se desenvuelven helicoidalmente alrededor del eje del tronco; los vientos se enroscan en huracanes, etc. etc., se podría ejemplificar con muchas más imágenes, pero con tan sólo estas que hemos apuntado debiera quedar claro la expresión geo­métrica en la que se desenvuelve todo lo creado, haciendo gala  de una simbología ya expresada desde la antigüedad según la cual "Tal como es arriba es abajo para que así se cumplan los milagros del Uno".

 

        Este centro, este eje imaginario, al que todo lo creado se remite, y que lo estructura todo y sin el cual todo sería un caos sin sentido, este "vacío" que paradójicamente es el soporte y el sostenedor de lo existente, es Allah, Señor de los Mundos, como dice el Corán, pues sin El nada de lo que ha tomado forma podría ser lo que es. Es por ello por lo que de Allah nada se puede decir, ni nada se le puede atribuir, porque a semejanza del vacío de nuestra rueda nada podemos decir, y sin embargo es gracias a él que existe la rueda.

 

        No podemos formarnos conceptos, ni imágenes, ni definiciones, no podemos expresar por tanto esa realidad que es Allah, origen y final de todo lo que existe, pero inasequible a nuestras mentes, no podemos llenar de contenido algo que esencialmente carece de él.

 

        Si pensamos que vacío es sinónimo de abismo, ¿que es lo que nos ocurre cuando en la Naturaleza, en un paseo por la misma, nos asomamos a un vacío, a un abismo ?, algo terrible nos sobrecoge al tiempo que nos sentimos empequeñecidos ante semejante visión; esta es una experiencia, que casi todo el mundo habrá tenido alguna vez en su vida; en esos instantes el lenguaje enmudece y todo nuestro ser es pura vivencia, que solo más tarde intentamos articular en un discurso que describa lo mas fielmente posible lo vivido, pero también sabemos la imposibilidad de lo mismo. Lo aquí expresado es todo lo más que la mente puede acceder en el conocimiento de Allah; cuando sale de ese estado de perplejidad, de sobrecogimiento, intenta "describir" lo vivido, de expresarlo en palabras, y todos sabemos lo caricaturesco y lo ridículo que a nosotros mismo nos suena nuestro propio discurso, y lo lejos que queda de lo que queríamos expresar.

 

    Esa experiencia de "centralidad", de "primordialidad", como diría Mircea Eliade, es la que vive el musulmán cuando se encuentra en la mezquita haram de Meca, cuando contempla desde arriba, desde el piso superior de la misma, el continuo movimiento de los seres humanos alrededor de la ka'aba; es este un movimiento que causa vértigo a aquel que se deja arrastrar por el mismo; y el musulmán se sabe entonces que se encuentra en medio del universo mismo, que la ka'ba, es ese centro alrededor del cual desde tiempos inmemoriales, durante centenares de años, es ese vacío, ya que no hay nada dentro de la misma, al que no se le ha dejado de circunvalar, día y noche, año tras año, siglo tras siglo, movimiento que sólo se detiene cuando llega el momento del Salat, el tiempo de Allah, donde el hombre desaparece y deja su lugar a Aquel; cuando este instante de silencio de lo creado que es el Salat desaparece, vuelve el tiempo de la criatura, de la acción, y vuelve como si dijéramos a ponerse en marcha de nuevo todo lo creado, la rueda de la vida y de la muerte; y así se van alternando espacios de silencio con espacios de movimiento, como todo se va alternando en la creación, inspiración espiración, expansión contracción, luz oscuridad, "Exaltado sea Aquel que ha creado todo en parejas" dice el Corán, expresión todo ello de ese vacío absoluto al que el musulmán denomina Allah, Señor de los Mundos, alrededor del cual toda la creación gira como en un vórtice de energía realizando su Islam, su orientación hacia ese centro al que el musulmán se dirige de forma consciente cada vez que hace dzikr, recuerdo del mismo, y así como el corazón es el centro del ser humano en tanto microcosmos, la ka'ba es el centro en tanto que macrocosmos, y ambos, corazón y ka'ba son imágenes en espejo una de la otra, en tanto que la ka'ba es espejo para el corazón y el corazón espejo para la ka'ba. 

 

    Es en este sentido en el que un musulmán se diferencia en gran medida de un kafir, pues este ha perdido su qibla, su orientación hacia ese centro que le gobierna y le mantiene en cada instante sin él saberlo y establece centros imaginarios en los que cree encontrar su fundamento y a los que dirige todos sus esfuerzos en la vida sin percatarse de que son meras fantasías, sueños de alguien que navega a la deriva por un Universo ques le es ajeno; el musulmán por contra sabe a donde dirigirse, tiene una brújula que se llama Islam y sabe que el secreto de la existencia se halla contenido en un sólo punto, tal como dice el hadiz, todo el Corán se encuentra en la básmala, y toda la básmala se halla en el punto de la "ba". Por esto el Islam es el Dîn de la Primordialidad, del Origen, remontándose a sidna Adam (a.s.) y por ello es consustancial al ser humano y al Universo desde el momento mismo en que nace a la existencia.