FITRA

 

         Según un célebre hadiz, Rasûlullâh (s.a.s.) dijo que Allah ha dicho[1]: “No me abarcan los cielos ni la tierra, pero sí me abarca el corazón del hombre que se abre a Mí”. Es decir, el corazón del ser humano tiene una capacidad infinita. A esa capacidad se la llama Fitra, que significa naturaleza original. Lo propio del ser humano es esa Fitra, en la que cabe Allah. La Fitra es la causa de las ansiedades e inquietudes más profundas que empujan al hombre hacia lo infinito, pues no se sacia en nada. La desazón, el vacío, el no sentirse colmado, todas éstas son sensaciones que hablan de exigencias a las que damos un nombre en árabe. El Corán enseña que Allah ha hecho al hombre a partir de esa naturaleza. El ser humano es una construcción sobre la Fitra, es el desarrollo material de esa aspiración latente, el recipiente en el que habita ese contenido inmenso.

 

         Allah es aquello a lo que se inclina la Fitra: lo inconmensurable, lo desmedido, lo inagotable, ya sea en la desproporción del universo o en el microorganismo más indetectable. Allah nada tiene que ver con las dimensiones creadas: es lo abismal que hay en cada instante de la vida. A esa Verdad inexpresable es a lo que tiende la Fitra humana. El Islam es el camino hacia Ella. ¿Qué es el Islam? El Islam es apertura sincera hacia la Verdad y es sencillez absoluta. Por ello, Fitra e Islam también se corresponden. Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Todo recién nacido está en la Fitra. Son sus padres los que lo hacen judío, cristiano o zoroastriano”, y sus Compañeros apostillaron: “...o musulmán”, y él dijo: “No. El Islam es la Fitra”. Toda elaboración corrompe la Fitra, pero el Islam es una vuelta a la simplicidad. Por eso, su principio básico es el Tawhîd en el que no hay nada añadido a Allah.

 

         El Islam propone al ser humano a Allah como objetivo. Pero Allah es inalcanzable. Es decir, el Islam opera en el ánimo del hombre ensanchándolo indefinidamente. A donde llegue cada uno está bien. Esto es lo que exige la Fitra. Por eso lo que el Islam hace es desidolatrizar la mente humana: le va quitando progresivamente sus referencias para sumirla en el desconcierto que vive interiormente, un desconcierto que es ya topar con Allah. Abû Bakr (r.) dijo: “La percepción de la no-percepción es percepción (idrâk ‘ádam al-idrâk idrâk)”. Tropezamos con Allah en nuestra Fitra, en nuestra insaciabilidad. ¿Cómo explicar lo inexpresable? Esta es la dificultad a la hora de hablar del Islam. Es más fácil hablar de sus realizaciones culturales, de sus logros en la reflexión, de su fidelidad, en suma, a su esencia intangible.

 


 

[1] Los hadices son frases atribuidas al Profeta (s.a.s.). Un hadiz puede ser nabawí si el Profeta se atribuye las palabras a sí mismo, o es un hadiz qudsí si atribuye la frase a Allah sin que por ello sea considerado Corán. Un ejemplo de hadiz qudsi es el citado arriba.