Ciencia y conocimiento en el sufismo

 

 

        El tasawuf está reconocido como una de las ramas del saber islámico, pues se considera una profundización en el conocimiento del Islam y sus obras. Los maestros del sufismo tuvieron que ganarse este reconocimiento, sin dejar de destacar la peculiaridad de su ciencia, que no se basa en la acumulación del saber ni en el estudio y la reflexión. Para Sarraÿ (m. 988) las ciencias proceden de tres fuentes: Un versículo (aya) del Libro de Allah, una tradición (hadiz) que se remonta al Profeta Muhammad (s.a.s.) y una sabiduría derivada de una y otra, y sobrevenida en el corazón de uno de los que han intimado en Allah (awliya). Los sufíes reclaman como suyo este conocimiento inspirado, herencia directa de la Revelación y la Profecía, en perfecta conformidad con ambas. Yunayd (m. 910) decía: «Nuestra ciencia está atada con el Corán y la Sunna».

 

        La adquisición de esta ciencia se basa en dos condiciones previas que, para los sufíes, la hacen superior a cualquier otra, en particular a la de los juristas y los eruditos ('ulama) en el conocimiento de Islam. La primera es la práctica: «El hombre no es verdaderamente sabio hasta que pone en práctica su ciencia». La segunda es una determinada disposición de ánimo, la taqwa, término que evoca simultáneamente el sobrecogimiento ante Allah y la búsqueda de Su protección. A menudo se cita el versículo: «Temed a Allah y Allah os enseñará» (Corán 2:283). El trabajo del siervo ('abd) consiste ante todo en preparar su corazón para que sea el receptáculo de la rahma de Allah.

 

    ¿Qué tienen en común, pues, la inspiración directa y la ciencia de los doctores de la Ley? Frente a los tradicionistas, Abu Yazid al-Bistami (m. 874) declaraba: «Habéis recibido vuestra ciencia de un muerto, que a su vez la recibió de otro muerto, mientras que nosotros hemos recibido nuestra ciencia del Vivo que no muere (Allah)». Se comprenderán los conflictos y las luchas con los juristas (fuqaha), apegados a la letra del Corán y la Sunna. Para los sufíes la inspiración y la conformidad interior son, además del rigor en la ejecución del resto de las prácticas islámicas, el testimonio de su conformidad con el Islam.

 

    Al-Ghazali, en el capítulo del Ihya sobre la «Explicación de las maravillas del corazón», expone la irradiación progresiva de la luz de este conocimiento en el corazón, preparada por la práctica constante e intensiva del dzikr (recuerdo de Allah), por la enmienda del alma y el carácter, y por el levantamiento sucesivo de los velos que se interponen entre el hombre y el descubrimiento de la Realidad (conocimiento de Allah). El itinerante hacia Allah pule el espejo de su corazón hasta que refleje en él las realidades superiores y trascendentes. El acceso al conocimiento, sobre todo a la salida de la jalwa, se designa con el término faz, «apertura», «iluminación», pero también «reconquista», como la de Meca, ya que para los sufíes la Kaaba es al universo, lo que el corazón al hombre.

 

        Toda la terminología del conocimiento remite a una percepción directa e inmediata. El descubrimiento (kashf) supone que se ha retirado un velo, como en este versículo que habla del Rasul Muhammad (s.a.s.): «Estuviste descuidado de esto: te hemos quitado el velo; hoy tu vista es aguda» (Corán 50:22). La vista o la visión directa (iyan) se prolonga en testimonio (shuhud) y contemplación (mushahadá), porque el corazón capta las realidades espirituales como el ojo las formas visibles. Esto explica también la importancia de las visiones (ruya, pl. rua) en sueños o en estado de vigilia. Parte integrante de la Revelación, modo privilegiado de percepción tanto de los awliya y maestros como de los discípulos, la visión pertenece al mundo de lo imaginario (jayal), allí donde el mundo trascendente y espiritual se puede percibir en las imágenes del mundo inferior.

 

    La obtención del conocimiento (maarifa) no significa en absoluto una terminación, sino por el contrario una apertura a la infinidad de la ciencia del conocimiento de Allah. El llamado arif billah, «conocedor por Allah», recibe en su corazón lo que Allah le revela de Sí mismo: «Le preguntan a Dzu 1­Nun: "¿Cómo has conocido al Señor?" "He conocido -contesta él- a mi Señor por mi Señor. De no ser por mi Señor, no habría conocido a mi Señor".» Este conocimiento, fruto de la llegada a la unión en Allah, supone la extinción y la permanencia en Allah (fana-baqa). En este sentido no se distingue de la intimididad en Allah (wilaya), según el famoso hadiz al-wali:

"Al que se opone a uno de Mis awliya [o íntimos: wali], le declaro la guerra. Mi servidor no se acerca a Mí por una cosa preferible a lo que le he impuesto. No deja de acercarse a Mí, hasta que lo amo y cuando lo amo, Yo soy el oído por el que oye, la vista con la que ve, la mano con la que coge y el pie con el que camina. Si Me pide, ciertamente le daré; si Me pide protección, ciertamente se la daré.

 

        La wilaya, fruto de las obras y del amor en Allah, se debe entender como una actualización de la presencia de Allah en uno mismo. Las percepciones y las acciones no proceden ya de una elección individual, sino que están guiadas por la inspiración de la que procede el conocimiento. La promesa que hace Allah de atender la súplica y la petición de protección del wali -o del conocedor- le convierte en manantial de ciencia y rahma que puede tornarse castigo contra los que, al oponerse a él, se oponen a allah. El conocimiento del que es portador el maestro verdadero hace que su compañía sea una especie de gracia, como recuerda Dzu l-Nun: «Vivir al lado de un conocedor es como vivir en presencia de Allah -exaltado sea-. Te soporta, se muestra indulgente contigo y practica las virtudes».

 

    Los primeros autores sufíes, como Abu Yazid Bistami, al emplear el término ma'arifa (conocimiento trascendente) ponían el acento en la peculiaridad de su conocimiento en relación con la ciencia ('ilm) de los doctores de la Ley. Más adelante, algunos, como Ibn 'Arabi, observaron que el texto revelado no habla de conocimiento, sino de ciencia. De este modo Ibn 'Arabi distingue entre los «conocedores por Allah» y los «sabios por Allah» (al-'ulama bi-llah), que en el enunciado de la sharia se conforman con las formulaciones coránicas y proféticas, porque la Ley no es más que la expresión de la Realidad esencial. De hecho, esta distinción corresponde a una diferencia de grado y perspectiva entre los sufies, que tienen acceso a las «ciencias de los estados espirituales», y los malamatiya, a quienes están reservadas las «ciencias de los secretos». Reproduce en el plano del conocimiento la jerarquía clásica entre el grupo selecto de los iniciados y los selectos entre los selectos.