LAS CARICATURAS DE MUHAMMAD (S.A.S.)

 

        Reza el dicho “no hay mal que por bien no venga”. El grotesco asunto de las caricaturas ha puesto de manifiesto la unidad del mundo musulmán en la defensa de nuestro Profeta (s.a.s.) ante el ataque sufrido por parte de los así llamados defensores de la “libre expresión”, “defensores de la libertad del mundo civilizado”. El “hombre moderno” occidental defensor de los sacrosantos valores de la humanidad, borracho de su orgullo y arrogancia, ha perdido el respeto por todo aquello que ni comprende ni entiende. El “hombre moderno”, cual Prometeo moderno, se ha erigido a sí mismo centro y destino final de la creación, el “hombre moderno” no tiene otra orientación que su soberbia y arrogancia, y se escandaliza ante el ser humano que es capaz de conmoverse ante la idea de “lo numinoso”, ante la idea de lo Trascendente, tal y como lo expresa en su libro Lo Santo Rudolf Otto. Un hombre que no se conmueve (conmover en el sentido de que no tiene un corazón que vive, que se agita), que no ve más allá de sí mismo, ese es el “hombre moderno occidental”.

 

    En su mundo secularizado y desprovisto del misterio y la sacralidad con la que el musulmán contempla cuanto le rodea, se asombra y se rasga las vestiduras cuando contempla millones de seres humanos defender lo que constituye el corazón de su Dîn, el amor inconmensurable que todo musulmán, niño, anciano o mujer, muestra por el ser humano que ha encarnado la perfección de las cualidades morales y la cima de toda virtud. El “hombre moderno” ya no muestra respeto por sus mayores, sus padres, sus abuelos, los ancianos son abandonados en las gasolineras o son “aparcados” en las llamadas residencias de la tercera edad porque son molestos y carecen de todo valor práctico, ¿cómo habría de mostrar respeto entonces por un Hombre que vivió y murió hace varios siglos?, un Hombre al que ni siquiera se ha tomado la molestia de conocer.

 

    El resultado de esta mente occidental que se halla tras estas grotescas caricaturas, no podía ser otro que la agonizante descomposición moral, social y familiar que hoy en día vive el mundo occidental, un mundo engreído de sí mismo, un mundo que acaba y termina en sí mismo. Estos personajes autores de semejante obra, son  el prototipo de la “mente moderna” en el sentido Guenoniano del término; Renen Guenon ya habló del hombre moderno que vive por y para el “progreso”, entendido éste como la ruptura con todo aquello que encarna valores eternos y trascendentes. El Profeta Muhammad (s.a.s.), para el musulmán no es solo la figura histórica de un hombre que vivió y murió en las arenas del desierto de Arabia hace varios siglos, sino que es el Hombre que vive en cada corazón de cada musulmán, el Hombre que es fuente, guía y luz de toda la vida del musulmán desde sus gestos más cotidianos y simples hasta aquellos más profundos. Muhammad (s.a.s.) fue el Hombre que encarnó los valores de humildad, amor y compasión hacia toda criatura, valores que no se hallan en el vocabulario del “hombre moderno”. El hombre moderno entronizado en su soberbia y su autosuficiencia no podrá jamás ni siquiera intuir por asomo el amor que el musulmán siente por el Hombre que anima y vive en cada musulmán.

 

    En el fondo, esta gente miserable que publica, o apoya tales hechos, no merecen más que la conmiseración por parte de nosotros, ¿acaso no son ellos mismos una “caricatura” del hombre, del hombre que busca saciar su sed de infinito?, sus insultos, sus mofas, no son más que, como dice la canción “polvo en el viento”, su tiempo, su historia, sus valores se los llevará el tiempo, el tiempo histórico en el que se hallan anclados, en el que viven como esclavos, mientras que el musulmán sabe que vive y revive en un tiempo eterno gracias a la vivencia aquí y ahora de las enseñanzas y la presencia del mejor de los Hombres, del Insan al-Kamil (el Hombre Perfecto), nuestro bien amado Profeta Muhammad (s.a.s.). El hombre occidental seguirá sordo y ciego, desorientado en la tinieblas de su propio pensamiento, mientras que el musulmán vivirá siempre iluminado por la luz de la antorcha de Muhammad, luz que le conducirá hasta la presencia de Allah. En el fondo, son dignos de lástima y compasión, estos seres humanos, que al igual que el murciélago, no viven mas que en la oscuridad de sus vidas, porque no soportarían la Luz que emerge de nuestro amado Profeta (s.a.s.)

 

Que Allah bendiga ahora y por siempre a Su Profeta Muhammad (s.a.s.) y a todos aquellos que siguen su Luz. La victoria final será del Islam.