Bernard Lewis: Al servicio del Imperio

 Lamis Andoni*

 

Bernard Lewis ha planteado con toda brillantez la situación de Oriente Medio en toda su complejidad, desde una perspectiva realmente objetiva, original y siempre independiente. Bernard nos ha enseñado a comprender la enmarañada, y decisiva historia de Oriente Medio sirviéndose de ella para señalarnos el camino para construir un mundo mejor para las futuras generaciones”. Estas declaraciones las hizo Paul Wolfowitz en una alocución, por videoconferencia, en el homenaje que se le rindió en Tel Aviv al destacado orientalista.

 

El vicesecretario de defensa estadounidense Paul Wolfowitz y el resto de “halcones” han contraido ciertamente, una deuda impagable con el historiador de Princenton. A sus 86 años, no sólo ha proporcionado argumentos para justificar la “guerra contra el terrorismo” de Washington, sino que se mostrado como el principal ideólogo de la recolonización del Mundo Árabe, a través de una invasión estadounidense de Iraq.

 

La obra de Lewis, especialmente su libro ¿Qué ha fallado?: El impacto de Occidente y la respuesta de Oriente Medio”, ha sido la fuente principal de lo que se ha convertido en el manifiesto de los defensores de la intervención militar de Estados Unidos “para establecer la democracia en Oriente Próximo”. Al sostener la tesis de que tanto iraníes como árabes han sido incapaces de subirse al carro de la modernidad cayendo “en una espiral de odio y rabia”, Lewis ha disculpado las políticas imperialistas americanas, al tiempo que ha dotado de un imperativo moral a las doctrinas del “ataque preventivo” y del “cambio de régimen” del presidente Bush.

 

Pero el papel del hombre que acuñara hace 12 años el término “choque de civilizaciones”, adoptado y popularizado después por Samuel Huntington, va más allá del de “apólogo del colonialismo”, como lo calificara el mayor de sus críticos Edward Said; estando comprometido de forma directa con los grupos de presión que conforman y promueven las políticas más duras de apoyo a Israel contra los palestinos y el uso agresivo del ejército en la región.

 

En este sentido, su influencia no es fruto exclusivamente de su talla intelectual o de la prolijidad de su obra sobre el Islam; sino que está relacionada principalmente con su pertenencia a la alianza de neoconservadores y sionistas radicales que han ocupado los puestos claves de la Administración Bush. Encabezada por el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y por Wolfowitz, la poderosa alianza ha estado intentando llevar a la práctica desde la década de los 90 su doctrina de supremacía indiscutible de Estado Unidos, asegurada mediante la eliminación de cualquier amenaza, real o potencial, hacia la misma.

 

El 19 de Febrero de 2001, un grupo de representantes de esta alianza, entre los que se encontraban Lewis, Rumsfeld y Wolfowitz, firmaron una carta dirigida a Bill Clinton, apremiándole para que lanzase una ofensiva militar., incluyendo bombardeos masivos, para acabar con el régimen de Saddam Hussein. Desde que alcanzaron el poder, Rumsfeld y Wolfowitz han estado echando mano de amigos influyentes como Lewis y un numeroso grupo de intelectuales de la línea dura, para respaldar la intervención en Iraq. En esta campaña, Lewis ha adquirido un papel protagonista, por encima incluso de algunos altos funcionarios de la propia Administración, a los cuales se les ha excluido de la toma de decisiones al respecto. Según informaciones de Usa Today, Lewis participó en una reunión extraordinaria del Consejo Asesor de Defensa, presidida por el líder de los belicistas Richard Perle, el 19 de Septiembre de 2001. La reunión había sido convocada antes del 11 de Septiembre y se había invitado al amigo de Lewis Ahmed Chalabi, a la sazón, líder del Congreso Nacional Iraquí. Según diversas fuentes, los encuentros que Lewis mantuvo con Bush y Cheney, especialmente una cena privada con este último; fueron decisivos para promover la agenda de Wolfowitz que concentraba la atención de Washington en la guerra contra Iraq.

 

En estos encuentros, y otro mucho que les siguieron, Lewis defendía que el 11 de Septiembre era la prueba irrefutable del peligro que se cernía sobre Occidente, sobre todo si los “terroristas musulmanes” conseguían armas de destrucción masiva de Iraq, Siria o Irán. El mensaje que se transmitía a la Casa Blanca era contundente: Estados Unidos no podía permitirse ningún signo de debilidad ante árabes y musulmanes. Según declaraciones de un funcionario a la revista The New Yorker el pasado mes de Abril, Lewis aconsejó desoír las advertencias respecto a una radicalización en las calles de los países árabes ya que “en esos países no hay nada que no pueda resolverse con una voluntad firme y por la fuerza”.

 

Lewis se refiere a menudo a la retirada israelí del sur del Líbano, y critica el que se produjese “antes de tiempo”, constituyendo uno de los signos de debilidad que animó a los palestinos a lanzar la Intifada, tratando de emular lo que consideraron una victoria de Hizbullah.

 

Pero han sido sus tesis sobre las relaciones entre Islam y Occidente, tema principal de su extensa obra, las que han convertido a Lewis en pieza fundamental para el lobby belicista. Para él, los agravios padecidos por árabes y musulmanes no son más que infundios; intentos desesperados de sociedades fracasadas; culpabilización de poderes externos, especialmente Estados Unidos e Israel, de su auto infligida miseria. Lewis proporciona una cobertura “intelectual” al lobby que ha estado defendiendo abiertamente la reorganización del mapa geopolítico, para eliminar la “amenaza árabe sobre Israel”. Lewis, por otra parte, considera a Israel y Turquía, como los únicos estados-nación auténticos de la región, y viene pronosticando la muerte y desintegración de los estados árabes desde la guerra del Golfo. “La mayor parte de los estados de Oriente Medio son artificiales y de reciente creación, lo que los hace extremadamente vulnerables. Sin un poder central suficientemente sólido, no es posible la existencia de una sociedad civil real que mantenga la forma de gobierno, ni tampoco un sentido auténtico de la identidad nacional ni, por lo tanto, una fidelidad inquebrantable al estado-nación. Esto lleva a su desintegración, como en el caso del Líbano, en un caos de disputas, feudos, luchas sectarias, tribus, regiones y partidos”; escribía Lewis en 1992 para Foreign Affairs.

 

Otro de los temas predilectos de Lewis es el surgimiento del Islamismo tras el declive del Panarabismo y del Socialismo, como una prueba de que los árabes y musulmanes, desde la resistencia palestina hasta el discurso intelectual anti-imperialista, culpabilizan de sus males a la hegemonía occidental, fruto de un fanatismo religioso irracional.

 

Parece que a Lewis le vino muy bien la aparición de Osama bin Laden, al que pintó como la voz elocuente y poética de la rabia musulmana, subrayando el ascendente del islamista sobre los musulmanes, como demostración del rechazo hacia las fuerzas seculares y democratizadoras que se oponen a la hegemonía occidental.

 

Desde la perspectiva de Lewis, adoptado por innumerables lumbreras mediáticas, solamente los tiranos, opresores y fanáticos se resisten a los planes de transformación radical de la región; mientras que los verdaderos “demócratas”, como algunos personajes de la oposición iraquí, esperan fervientemente la “liberación” militar a cargo de Estados Unidos.

 

En la inauguración de la Conferencia “El Día Después. Diseñando un Iraq Post-Saddam”, organizada por el derechista Instituto de la Empresa Americana (AEI) el 3 de Octubre de 2003, Lewis expuso sus puntos de vista. Tal como Lewis ve las cosas, la campaña militar constituye realmente una “posibilidad de democratización” que provoca dos tipos de respuestas: “La primera se resume de la siguiente manera: los árabes son incapaces de crear gobiernos democráticos. Los árabes son diferentes a nosotros, y por lo tanto, debemos ser más, digamos, condescendientes en cuanto a lo que podemos esperar de ellos y a lo que ellos esperan de nosotros. Hagamos lo que hagamos, estos países estarán gobernados por tiranos corruptos. El objetivo de la política internacional, sin embargo, debería asegurarse de que haya tiranos amigos en lugar de tiranos hostiles. El otro punto de vista es algo distinto. Parten más o menos de la misma consideración de que los países árabes no son democracias y establecer democracias en esos países es difícil. Sin embargo, los árabes son educables y, gobernar democráticamente debería ser posible para ellos, a condición de que les tutelemos y les vayamos introduciendo en nuestra vía. Este método, conocido como Imperialismo, fue el método utilizado por franceses e ingleses en sus protectorados y en algunas de sus colonias, creando gobiernos a su imagen. En Iraq, Siria y otro lugares, los ingleses crearon monarquías constitucionales y los franceses repúblicas inestables. No han funcionado muy bien, pero espero que duren ”. Argumentaba Lewis para defender las virtudes de una intervención militar americana como oportunidad de que Occidente modernice al Mundo Árabe.

 

Lewis, que trabajó para la Inteligencia británica durante la II Guerra Mundial, no sólo siente una gran nostalgia de los “grandes días”, sino que se ha puesto sin reservas al servicio del nuevo Imperio americano, esperando que se continúe donde franceses e ingleses lo dejaron.

 

*Lamis Andoni periodista palestina que escribe para numerosos diarios y semanarios de todo el mundo: Middle East International, Le Monde Diplomatique, Jordan Times, Al-Ahram, Al-Hayat; Journal of Palestine Studies, entre otros.

 

Fuente: Al-Ahram

Traducción: Musulmanes Andaluces