ISLAM Y ANDALUCISMO 

Recuperar la memoria y la esperanza

 

            Como si de una saga familiar  se tratara, esta  querida madre Andalucía se empeña en ir revelando poco a poco a sus hijas e hijos los secretos ocultos en su larga historia, y nos venimos a enterar para sorpresa y estupor de muchos de que somos herederos de un inmenso patrimonio usurpado y de que son muchos los hermanos y hermanas que en su exilio guardan de generación en generación lo poco que los conquistadores les dejaron llevarse. De nada valen los esfuerzos de los poderes opresores por silenciarla. De vez en cuando este adormecido pueblo se alza en rebeldía consciente de su dignidad y les lanza un bofetón a la cara de su sistema. En Andalucía, a ver si se enteran, hasta las piedras hablan.

 

            Sin embargo, llevaba mucho tiempo desesperado de que el gigante de Iberia despertara de su largo sueño encadenado. Preparaba resignado una vez más las maletas de la emigración cierto de que en esta tierra, feudo del ocaso perpetuo, no hay sitio para el mediodía. Hasta que la víspera de este 28 de febrero inolvidable, me llegó un mensaje  que escrito primero con cierta timidez se resuelve en un grito de desgarro y esperanza; Se trata del libro Con permiso…..¡VIVA ANDALUCÍA LIBRE! Del maestro Tomás Gutier (1). Y digo maestro, porque maestro es aquél que descubre ante los ojos atónitos del discípulo caminos insospechados, y también, el que despierta conciencias hibernantes o derrotadas como era mi caso.

 

            A través de sus maravillosas (hirientes seguramente para muchos) páginas se va hilvanando el desafío de recuperar una identidad espléndida, denostada en igual proporción a su grandeza. Si conociéramos en profundidad nuestra historia y cultura quizá nos cantara otro gallo, y no este, de miseria y neocaciquismo. Más como en toda empresa noble el cambio social y nacional debe ir precedido de una auténtica revolución espiritual; Cada andaluz/a debe redescubrirse a sí mismo como heredero, abandonando el secular complejo del desposeído o el más moderno sentimiento de pertenecer a un pueblo subsidiado e incluso a un no-pueblo cuya única seña de identidad se puede encontrar en el nutrido grupo de películas folclóricas producidas durante la última (esperemos) dictadura.

 

            Desenterrar un legado ancestral y sacarlo a relucir para construir presentes mejores, disipar la niebla de la amnesia colectiva que nos caracteriza tristemente, reavivar la memoria de los que inspiraron ese deseo de volver a ser hombres y mujeres de luz, significa recorrer un camino de riesgos y esperanzas. También de esfuerzos, pues  es muy tupida la urdimbre que estos siglos cautivos y desarmados han tejido a nuestro alrededor. Estos son los retos que se nos plantean. Pero para acometerlos es necesario despojarnos de los sambenitos que nuestros opresores nos han colocado.

 

 

Contra la cultura de fritanga y farolillo

 

            En nuestras cíclicas lamentaciones, los andaluces de conciencia nos preguntamos cómo el solar de la cultura tartésica que deslumbró al mediterráneo y de los esplendores de Al Andalus, cómo esta tierra abanderada de la ilustración y de los movimientos libertarios de los siglos XIX y XX, puede generar hoy esta seudo cultura paleta, que canal sur (la nuestra, será más bien la de ellos) exhibe sin pudor y con desvergüenza. Los hombres y mujeres de luz (¡Ay hermano Blas!) han sido convertidos en locatis graciosillos que animan el cachondeo ibérico o en chachas sin malicia y con mucho desparpajo que sirven con abnegación a sus señores. Deliberadamente el poder españolista y sus auténticos lacayos mediáticos se empeñan en amigarnos con el señoritismo facha que sigue luciéndose en el real de la feria de abril y haciéndonos jaleadoras turbas en bodas principescas.

 

 Es triste, bochornosa, esta Andalucía resignada a ser la cochambre del “celtiberian show”. De esta Andalucía es preciso abjurar, escupirla tanto a ella como a sus hacedores. Ella es la mierda que nos oculta la luz que fuimos y necesitamos armarnos de valor y afán libertario para derribarla. No nos identifiquemos más con ella. Este será el primer paso para recobrarnos como pueblo; renegar del tópico que nosotros mismos hemos creído y fomentado, es abrir una puerta a la liberación

 

 

Perder el norte y reconquistarnos

 

En este largo proceso de amputación de la propia identidad, nos han hecho mirar obsesivamente hacia el norte como modelo de lo que queremos ser o como receptáculo de las dádivas que como “región” mendicante se nos ofrecen. Hace años un político, andalucista por más señas, suspiraba por que nuestra tierra se convirtiera en algo parecido al land alemán de Renania-palatinado; ¡Como si no tuviéramos referentes culturales y humanos en ese mar mediterráneo que lleva siglos ofreciéndonos lo mejor de todas sus riberas!. Se nos hace ingerir a cucharadas nuestra condición de europeos, hermanados con pueblos lejanos e ignotos para muchos, cuya influencia cultural se reduce a una simple cuestión toponímica o geográfica. ¿Por qué debemos mirar a Escandinavia con sentimientos de hermandad y despreciar nuestros lazos seculares con Marruecos y todo el norte de África?. Como escribía sidi Blas infante, nosotros somos euroafricanos, euro-orientales, no podemos, con todos los respetos hacia sus magníficas culturas, asemejarnos a Finlandia o Dinamarca. Con todos los pueblos del mundo compartimos la condición humana y la fraternidad a ella debida. Con griegos, sicilianos, calabreses, turcos, libaneses, sirios, marroquíes, argelinos, etc. compartimos además lazos históricos y culturales tan antiguos y fuertes que podemos reconocernos en todos y cada uno de ellos.

Sin embargo, la mediterraneidad, ésa sabia manera de vivir que nos propició el clima y nos legaron nuestros ancestros, va siendo desplazada por un afán de consumo y activismo desenfrenado, por el desprecio hacia la familia, los vecinos y (tristes los pueblos que desprecian a sus bibliotecas vivientes) a los ancianos. Incluso la dieta mediterránea tan rica y nutritiva ha sido reemplazada por la bazofia de los burguers convirtiendo la obesidad en una auténtica epidemia.

 

Es preciso, vital, recobrar nuestras raíces culturales más profundas y compartirlas gozosamente con toda la humanidad. Andalucía, sus ciudades y pueblos, su forma de ser como pueblo…encuentran su modelo en oriente, Grecia, Latinoamérica. Podemos sentirnos en casa en Atenas, Fez, La Habana, Damasco. Rara vez sentiremos lo mismo en Bruselas o Hamburgo.

 

 

No emigréis, la tierra es vuestra. Tomadla.

 

Expresaba más arriba el sentimiento de fatalidad (esto es, el  designio irrevocable de los hados) con el que como andaluz, encaro la realidad de la emigración. El andaluz, por generaciones, ha ido a buscarse las papas fuera porque esto es lo que hay, y en la tierra más rica de la península nunca están las papas. Los nuestros han levantado con total dedicación y entrega otras tierras. Hemos desplegado la fuerza de nuestros brazos, desarrollado nuestra creatividad en países que no siempre han sabido agradecérnoslo, en tanto que la vieja tierra se ha ido quedando sin sus mejores hijas e hijos.

 

 La conquista castellana nos impuso desde sus inicios esta dura servidumbre; el andalusí no puede disfrutar de su paraíso. Es demasiado sensual y se embriaga pronto con estos aromas, esta luz, esta alegría de vivir. Al andalusí hay que imponerle el sentimiento de culpa porque es un vago, un infiel y un materialista. Sus mujeres son demasiado hermosas, demasiado incitantes para ser honradas. Hagamos del andalusí el bracero del conquistador, hagámosle la puerta ancha para salir y estrechémosle las paredes mientras aquí permanezca. De sus mujeres; esas hetairas desvergonzadas, esas poetisas licenciosas, esas bailarinas incitantes. Hagamos chachas complacientes. Que se muevan, pero fregando escaleras o enlatando espárragos.

 

Aún hoy la presidenta del PP andaluz, Teófila Martínez proclamaba en el parlamento autónomo su programa para la juventud andaluza: la movilidad geográfica, bonito eufemismo que reivindica para nuestro pueblo, una vez más, la emigración. Que Andalucía se llene de jubilados extranjeros. Que este país sea la California de Europa, que vengan los ricos del norte y que nuestra juventud se vaya porque aquí no hay sitio para ella. Pronto en Castellón habrá más gaditanos que en Cádiz, allí irán a divertir a gentes más bien hoscas a la par que a trabajar, sabiendo que la vida en su propia ciudad es imposible simplemente porque los no andaluces pueden pagar los abusivos precios de la vivienda. Una vez más los poderes juzgan que no somos merecedores de nuestro sol y nuestro mar. Por ello nos lo arrebatan y nos expulsan. Nosotros asumimos resignados nuestro sempiterno rol de no pueblo errante. Dejamos nuestro sitio sin tirar una sola piedra, sin lanzar un solo grito, mirando impasibles como nos esquilman una y otra vez.

 

 

Los musulmanes andaluces retornados

 

No andan los vientos muy favorables (tampoco lo eran en los tiempos de la constitución de Antequera y los de Sidi Blas infante) para la recuperación de nuestra identidad como pueblo; El españolismo militante en el poder no reconoce más reivindicaciones que las suyas, demonizando todo lo que huela a “nacionalismo radical periférico” y asociándolo ante la opinión pública  con expresiones violentas del mismo. Pero en lo que respecta al Islam, en un ambiente de histeria anti-musulmana generalizada, pinchamos en hueso.

 

Cuando un andaluz acepta el Islam, de repente ve cómo ciertas expresiones seculares, originadas seguramente en la época del genocidio, cobran ante él todo su macabro sentido: “aquí o tós moros o tós cristianos”, “lo que se coman los gusanos, que lo disfruten los cristianos”, “del cerdo, hasta los andares me gustan”, “me cago en los moros”, “habla en cristiano” y otras lindezas forman parte del “legado cultural” que nos impusieron los conquistadores. Por no hablar del amplio muestrario de canciones infantiles que nos enseñan, desde chicos, a odiar parte de nuestras raíces. Valga esta vetusta y tierna estrofilla como muestra:

 

En Cádiz hay una niña (bis)

Que Catalina se llama, Ay ay ay.

Su padre es un perro moro.

Su madre una renegada (bis).

(Si el lector tiene interés en conocer el final debe saber que el perro moro acaba matando a la pobre doncella, que clandestinamente, ha abrazado el cristianismo).

 

Y es que hasta de nuestra historia nos han desposeído, tejiendo toda una red de prejuicios anti-islámicos a nuestro alrededor. Ni que decir tiene que la iglesia católica,  siempre solícita con el poder ha colaborado fervientemente en el genocidio, no solamente torturando y quemando a nuestros antepasados, también expropiándonos nuestras mezquitas (son muchas las que aún conservan su Qibla) y adornando muchas de sus imágenes con símbolos que conmemoran la destrucción de Al Andalus (vírgenes que pisan triunfantes las cabezas de maléficos moros, Santiagos mata-ídems, etc) Sin que nos haya pedido perdón por ello, ni tenga la mínima intención de hacerlo en breve.

 

En la mayor parte de sus manifestaciones, nuestra cultura popular, alentada por las “fuerzas vivas” ha ido adquiriendo unos tonos de servilismo insoportable para cualquiera que tenga dos dedos de frente. El pueblo “fiel” se parte los brazos por cargar con los ídolos del conquistador a los que profesa una devoción rayana en la histeria (aunque ya se sabe, los únicos fanáticos del mundo son los shiítas que se abren la cabeza el día de Ashura), por no hablar de las vergonzantes fiestas de moros y cristianos, donde el Islam pone la nota exótica (los cortejos de la reina mora son mucho más fastuosos que los de los caballeros de la cruz) y cómo no la derrota, ya que los andaluces somos un pueblo derrotado y toda esta iconografía nos sirve de advertencia contra el que ose aspirar a “virar de una vez esta tierra” (2).

 

No encontraremos en todo nuestro país (Andalucía) ni un solo conservatorio dónde se enseñe nuestra música clásica; la andalusí, a la que en comparación con los Vivaldi, Schubert, Mozart, etc (sublimes desde luego) los gestores de la cultura nos han enseñado a ver cómo algo exótico y ajeno. A muy duras penas el flamenco está alcanzando el status que se merece.

 

 Los monumentos legados por los antepasados musulmanes, están en manos de entidades extranjeras que en la mayoría de los casos han dañado la integridad de los mismos para hacer su dominio más absoluto y humillante (aquí volvemos a topar con la iglesia y su fiel aliada la monarquía). Sin embargo, los musulmanes andaluces tenemos que remover Roma con Santiago y Dubai (y esto literalmente) para poder contar con lugares de culto, que eso sí, no dañen la absoluta preeminencia del catolicismo en nuestra sociedad.

 

Por último atendiendo al dicho de que la historia la escriben los vencedores (o los que ahorcan a los héroes como se dice en la película Braveheart) es de notar que  esto, los andaluces, lo sufrimos como pocos pueblos en el mundo y los que hemos aceptado el Islam, aún más. Bastan algunos ejemplos:

-El nomenclator callejero de ciudades y pueblos rara vez está dedicado a personajes andalusíes. Proliferan nombres anteriores o posteriores a esta civilización y algunos por cierto de muy dudoso mérito. Pero pedir que una avenida lleve el nombre de Abderrahman III o de Ibn Tufayl es poco menos que pretender vivir en el país de las maravillas.

 

-La historia del Islam en este país, pasa de puntillas en los libros de texto y siempre referida al expansionismo castellano, cuando no, a la decadencia y molicie que sufríamos bajo el reinado de los nazaríes.

 

-Nos repiten hasta la saciedad que somos descendientes de repobladores cántabros, gallegos, asturianos, castellanos, etc. De ello habrá que deducir que Castilla y los reinos del norte debían tener excedentes poblacionales semejantes a los de la China de la misma época. La realidad es, que estas regiones del norte siempre han sido parcas en número de habitantes, mientras que la Granada nazarí (la ciudad) se acercaba a los doscientos mil (quizá mucho más que la población total de Cantabria en dicho periodo)

 

 

Conclusión; suma y sigue

 

 En estos tiempos recios que vivimos, son muchos los pueblos que despiertan y exigen lo que es suyo. Tenemos en ellos muy notables maestros cuyo ejemplo debe fortalecernos. Palestina, Iraq, Afganistán, luchan contra sus invasores y la bestial dictadura que éstos les imponen. El pueblo boliviano reclama sus recursos secularmente expropiados por el poderoso de turno, Cuba e Irán resisten en su camino dispuestas a no doblegarse a las imposiciones imperialistas…..¿Cual es el reto de los andaluces de hoy?

 

No cabe duda que empezar a gozar de lo que somos, pueblo místico y sibarita a un tiempo (pero profundo desconocedor de sus milenarias raíces). Tenemos como tarea mirar hacía atrás, sin ira, para construir un presente de dignidad. De la misma manera que los pueblos empobrecidos del mundo comienzan a conquistar la posesión y disfrute de sus riquezas naturales, nosotros hemos de levantarnos y gritar que la tierra es nuestra, que la compartiremos con otros pueblos, desarrollados o no, pero siempre en pie de igualdad. Que no seremos altivos con los que vienen huyendo de la miseria buscando una vida mejor, ni serviles con los que pagan por disfrutar de la belleza del país.  Que queremos volver a ser universales, sabiendo que la emigración es un derecho, como también lo es permanecer en la tierra de nuestros ancestros.

 

  Éstas son metas comunes para todos los que habitamos la nación andaluza. Pero los musulmanes andaluces contamos además con el deber de que el Islam se alce en este país recuperando la dignidad que tan cruelmente le fue arrebatada. Nuestra forma de vida tiene que ser respetada en una sociedad que se dice democrática, abierta y tolerante. En sociedades tales, no caben las bochornosas actitudes de algunos conciudadanos que se oponen a nuestro derecho a contar con lugares de culto y enseñanza tal y como ellos gozan de los suyos. Y por supuesto, tampoco cabe la cultura del insulto, la manipulación histórica y la marginación de todos estos siglos.

 

Decía al principio que como una madre que guarda celosamente y con amor el patrimonio y los recuerdos familiares para disfrute y enseñanza de los hijos, Andalucía saca de sus entrañas las señas de su pasado incuestionable, a veces para horror de los que confeccionan la historia a la medida del poder;  Coranes que se preservaron en las casas del furor conquistador, cementerios islámicos que oficialmente aparecen descritos como necrópolis romanas, gliptografías (como la aparecida en Xátiva, Valencia) que amenazan la tradicional datación de entrada del Islam en la península….Todo muy bien silenciado o manipulado por los medios de comunicación oficiales. Nos toca a nosotros, musulmanes y andaluces leer, sin glosas tendenciosas ad extra, en el gran libro de historia y cultura que es nuestra tierra

 

Pero Allah es el que sabe.

 

Ahmad Khalil Ibn Yusuf.

 

 

 

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(1)Con permiso….VIVA ANDALUCÍA LIBRE!!. Tomás Gutier. Editorial Almuzara 2.005

(2) Verso de una canción de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés compuesta en 1.970 como banda sonora del documental  “ Columna juvenil del centenario”