Los descendientes de 'Ali (a.s.)

 

        Amîr al-Mûminîn ‘Ali ibn Abî Tâlib (radiallahu ‘anhu), cuarto califa del Islam, tuvo dieciocho hijos y diecisiete hijas. Fueron el origen de una dinastía (los ‘alawíes) que llega a nuestros días, de una importancia histórica innegable. Veamos a continuación la lista de los hijos varones del Imam ‘Ali:

 

          De su unión con Fátima, hija de Sidna Muhammad (s.a.s.): al-Hásan, al-Husáin y al-Múhsin (que no aparece en todas las fuentes sobre la genealogía de los ‘alawíes).

          De su unión con Jawla: Muhammad, más conocido como Ibn al-Hanafía.

          De su unión con Umm al-Banîn: ‘Abbâs el mayor, ‘Abd Allah, ‘Ozmân el mayor, Ŷa‘far el mayor.

          De su unión con as-Sabha, llamada Umm Habib: ‘Omar.

          De su unión con Layla bint Mas‘ud: Abu Bakr, Abd ar-Rahman, ‘Ubaid Allah.

          De su unión con Asma bint ‘Umais: Yahya, ‘Awn, Muhammad el menor.

          De su unión con Umama bint Abi l-‘As: Muhammad el menor (o el segundo).

          De su unión con otras mujeres: Ŷa‘far el menor, ‘Abbâs el menor, Omar el menor, ‘Ozman el menor, Muhammad el menor.

 

          A su vez, cinco de todos esos hijos dejaron descendencia: al-Hásan, al-Husayn, Muhammad ibn al-Hanafía, ‘Omar y ‘Abbas.

 

          La fidelidad de los partidarios de ‘Ali (shi‘a) se centró en al-Hásan y al-Husayn, y durante algún tiempo en Muhammad ibn al-Hanafía, y sus descendientes. Las reivindicaciones de los shi‘a en favor de los ‘alawíes fueron, en general, de dos tipos. Para los shi‘a extremistas, los imames ‘alawíes eran los herederos espirituales tanto en lo religioso como en lo espiritual del Profeta, y por tanto habían conservado o retomado la inspiración divina. Para los shi‘a moderados, eran los herederos legítimos del Profeta como jefes de la Umma, y tenían más derechos a la sucesión que los califas reinantes, a quienes los shi‘a consideraban usurpadores. Los primeros ‘alawíes rechazaron siempre tener cualquier relación con los extremistas y desaprobaron sus ideas. Por otra parte, parece que dieron su asentimiento -más o menos tácito- a las reivindicaciones políticas hechas en su favor por los shi‘a moderados. No obstante, existen numerosas tradiciones entre los sunníes en las cuales los ‘alawíes denuncian las pretensiones de sus partidarios. En cualquier caso, los ‘alawíes tienen poco que ver con el desarrollo doctrinal de la shi‘a en la progresiva idealización de la figura del Imam, que fue el colofón que se dio a unas primeras reivindicaciones que solo tenían que ver con la aspiración al califato, basada en una legitimad derivada del parentesco con el Profeta. En este sentido, es clara la carta de Muhammad ibn ‘Abd Allah, un pretendiente ‘alawi al califato, enviada al califa al-Mansur en el 767, así como los versos de los pro-‘alawíes al-Kumait y Kuzair. La carta de Muhammad es especialmente interesante por el hecho de que el autor reivindica una ascendencia hasta el profeta puramente árabe por los dos lados, el paterno y el materno, sin ninguna mezcla extranjera ni esclava -retomando así el principio aristocrático de sucesión de los mismos omeyas a los que se oponía (por el cual ya se había excluido el hijo de una madre esclava como Maslama) y rechazando la regla musulmana seguida por los ‘alawíes husainíes (varios de cuyos imames eran hijos de madres esclavas), y más tarde de los ‘abbasíes. Al principio, las pretensiones de los ‘alawíes se apoyaba sobre la ascendencia de ‘Ali, pariente del Profeta, y no en la de Fatima, esposa de ‘Ali e hija de Sidna Muhammad (s.a.s.), pues, según las ideas del tiempo, el parentesco con el Profeta en línea masculina tenía más importancia que su descendencia por línea femenina (así es en el discurso revelador atribuido a ‘Ali en Siffin, en el que se califica solamente como ‘primo del Profeta’). Por tanto, se reivindicaban derechos fundados en el parentesco a favor de los descendientes de ‘Ali con otras mujeres a parte de Fátima, e incluso a favor de descendientes colaterales de Abû Tâlib. Fue solamente tras la usurpación de los derechos de los ‘alawíes por sus primos ‘abbasíes cuando comenzó a insistirse sobre la descendencia directa del Profeta por Fátima. Parece que en el desarrollo de esta nueva regla, el sexto Imam, Ŷa‘far as-Sâdiq, jugó un papel bastante importante.

 

          Tras el fracaso del levantamiento de al-Husain y la masacre de karbala (680), en la que una gran cantidad de ‘alawíes fueron asesinados, los pretendientes ‘alawíes permanecieron políticamente inactivos, reconociendo la casa reinante y, a veces, incluso sosteniéndola. Prefirieron residir en Meca o Medina, lejos de los principales centros políticos, y, aunque seguían proclamando sus derechos, hicieron poco por alcanzarlos. Algunas de las actividades que desarrollaron en ese sentido pueden ser calificadas de procedimientos más que de rebeldías, pues concernían a sus propiedades y no a sus derechos políticos. En la tradición shi‘í se da a esa pasividad una apariencia religiosa y se la convierte en prototipo de taqiyya, ocultamiento, disimulo, práctica que caracteriza a los shi‘íes.

 

          Hacia mediados del siglo VII (el segundo después de la Hégira), creció un gran descontento contra los omeyas que parecía favorecer a los ‘alawíes. En el 740, el ‘alawi Zaid ibn ‘Ali ibn Husain intentó el primer golpe de estado después de Karbala. Tras su muerte, pronto seguida de la de su hijo Yahya, el empuje de los ‘alawíes se quebró y sus primos ‘abbasíes se apropiaron de su causa y aprovecharon las circunstancias. La primera manifestación importante de la cólera de los ‘alawíes ante la victoria ‘abbasí fue la revuelta de dos hermanos hasaníes Muhammad e Ibrahim ibn ‘Abd Allah respectivamente en Medina y Basra (Basora). Los dos movimientos fueron ahogados en sangre, y el califa al-Mansur adoptó una política de represión violenta hacia los ‘alawíes, un gran número de los cuales fueron detenidos y ejecutados. Su sucesor, al-Mahdi, mostró más clemencia hacia los ‘alawíes, pues ello formaba parte de su política de apaciguamiento; pero como esa clemencia no satisfizo a los ‘alawíes, fue abandonada por al-Hadi cuya dureza condujo a los ‘alawíes a una rebelión abierta. El levantamiento de Husain ibn ‘Ali, conocido bajo el nombre de Sâhib Fajj por el lugar en el que murió en el 786, fue rápidamente reprimido, pero Idris, un hermano del desafortunado Muhammad ibn ‘Abd Allah, huyó al Magreb donde fundó la primera dinastía ‘alawi, la de los idrisíes fundadores de Fez. Harun ar-Rashid atenuó la severidad de al-Hadi, pero tras la revuelta de Yahya ibn ‘Abd Allah en el 792-3, volvió a vigilar de cerca a los ‘alawíes, y el husainí Musa al-Kazim murió en prisión. Durante ese tiempo algunos zaidíes (descendientes de Zaid ibn Hasan) se refugiaron en Dailam donde, en el 864, pudieron establecer la primera de una serie de dinastías locales. El califa ‘abbasí al-Mamun, a su advenimiento, debió hacer frente a las revueltas pro-‘alawíes de Abu s-Saraya, asociado al hasaní Muhammad ibn Ibrahim, llamado Ibn Tabataba, en Mesopotamia en el 814, y las de Muhammad ibn Ŷa‘far conocido bajo el nombre de Muhammad ad-Dibaŷ, en Meca en el 815. Bajo los sucesores de al-Mamun, las relaciones entre los ‘abbasíes y los ‘alawíes se radicalizaron llegando la crisis a su máximo bajo los insultos y las persecuciones de al-Mutawakkil. Se cuenta, sin embargo, que al-Muntasir trató a los ‘alawíes con consideración, pero las revueltas continuaron. La mayor parte de ellas fueron ahogadas sin dificultad, pero otras se tradujeron en la aparición de dinastías locales de raza ‘alawí en regiones tan alejadas como el Magreb, el Yemen y las provincias persas limítrofes con el Mar Caspio.

 

          La mayor parte de los rebeldes y pretendientes del primer periodo ‘abbasí eran de la línea de al-Hasan. Los descendientes de al-Husain prefirieron llevar una vida de piedad tranquila. Sin embargo, estos últimos fueron los que a la larga tuvieron mayor influencia. Tras la muerte de Ŷa‘far as-Sadiq en el 765, sexto Imam de la línea de al-Husain, su sucesión fue disputada entre sus hijos Ismail y Musa al-Kazim. Ismail, cuyos derechos fueron reconocidos por un grupo que recibió el nombre de ismailíes, fue el primero de una línea de Imames de los que descendieron los califas fatimíes (algunos autores ponen en duda la autenticidad de este origen). La línea de Musa se detuvo con la desaparición del duodécimo Imam, conocido bajo el nombre de Muhammad al-Mahdi (en el 873). A partir de entonces, las preocupaciones de sus partidarios se hicieron más escatológicas y comenzó a ir siendo formulado el shi‘ismo tal como lo conocemos en la actualidad, desarrollándose el concepto de Imam. Las dinastías ‘alawíes anteriores y posteriores no fueron, en la mayor parte de los casos, shi‘íes, sino sunníes, como en el caso del Magreb donde los ‘alawíes fueron acogidos con veneración y siguen gozando de prestigio.