Intifada de al-Aqsa:

la lucha heroica de un pueblo

 

         Por Kareem M. Kamel. Analista de Relaciones Internacionales

 

“Recuerdo alguno de aquellos musulmanes en aquella película, sus familias quemadas por las bombas y armas de fabricación americana. Hablaban de cómo nadie podía ayudarles salvo Dios. Teología frente a tecnología, hombres-bomba contra poder nuclear. Ahora hemos aprendido lo que esto significa”.

Robert Fisk, The Independent

 

“Los palestinos han aprendido de la primera Intifada que el poder militar solo es incapaz de determinar un equilibrio de poder. Armados de fe y piedras, vieron como la maquinaria militar israelí se desmoronaba ante sus ojos”.

Dr. Azzam Tamimi, Director del Instituto de Pensamiento Político Islámico de Londres

 

         Ciertos acontecimientos históricos conducen a cambios conceptuales, estratégicos, políticos, sociales y económicos que no acaban limitándose a una determinada región o localidad, sino que comportan consecuencias de alcance internacional. A través de la historia, las revoluciones o levantamientos que han implicado movimientos populares buscando la independencia o la justicia han llegado ser precursores de cambios significativos. Cuando la Intifada de Al-Aqsa entra ya en su cuarto año, uno no puede sino darse cuanta de los sacrificios épicos que el pueblo palestino ha llevado a cabo durante un periodo de más de 36 meses, durante el cual ha sido víctima del asesinato masivo, la tortura, las detenciones, las demoliciones de casas, los toques de queda, la humillación diaria en los puestos de control y las prácticas brutales de una ocupación israelí fundamentada y apoyada por la única superpotencia mundial.

 

         Desde el comienzo de la actual Intifada en septiembre del 2000, las fuerzas israelíes han asesinado a más de 2.618 palestinos y han herido a 41.000, incluyendo a 7.000 niños. Las últimas estadísticas también sugieren que al menos 437 casas han sido demolidas y que 12.000 palestinos se han quedado sin hogar como consecuencia de las operaciones de castigo de Israel. Además, cientos de dispensarios de salud han sido destruidos por las incursiones rutinarias del ejército israelí en las ciudades y villas palestinas. Informes oficiales añaden que durante los primeros meses de la Intifada de Al-Aqsa, los ingresos medios de los hogares palestinos descendieron en un casi 50%, el desempleo subió al 38% y el porcentaje de familias viviendo por debajo de la línea de pobreza alcanzó el 64%.

 

         No obstante, los palestinos demostraron su resistencia contra todo pronóstico, y se las valieron para seguir adelante con su agenda nacional a pesar de todas las intervenciones regionales e internacionales cuyo objetivo no era otro que debilitar el levantamiento o presentar planes de paz con el objetivo declarado de retomar el “proceso de paz”. El mundo no parece haberse dado cuenta de que las iniciativas de paz que buscan recompensar al agresor a costa de la víctima no funcionan.

 

         En la celebración del tercer aniversario del levantamiento, militantes de todas las facciones políticas prometieron continuar con el mismo hasta la victoria final. Sin embargo, había que hacer frente a muchos desafíos. Los palestinos se encontraron cercados en sus propias ciudades y villas, mientras que los líderes palestinos y árabes continuaban persiguiendo sus estrechos intereses. El gobierno israelí continúa sus planes colonialistas en la Franja Oeste y Gaza en medio de la sordera y el silencio internacional, y su muro de seguridad amenaza la vida de 210.000 palestinos y la creación de una nueva generación de desplazados.

 

         El levantamiento que comenzó en Septiembre del 2000 tuvo lugar por la provocación de Sharon al visitar Al-Haram ash-Sharif, no obstante, y lo que es más importante, el levantamiento fue cociéndose lentamente por la cólera palestina ante los acuerdos de Oslo y el fracaso de los procesos de paz en aportar mejoras significativas al pueblo palestino.

         Durante más de una década, a los palestinos se les ha estado llamando para formar un estado en tan solo un 22% del territorio histórico de Palestina en la Franja Oeste y Gaza, ocupadas por Israel durante la guerra árabe-israelí de 1967. Durante los Acuerdos de Camp David del 2000, el entonces Primer Ministro Israelí, Ehud Barak, según se afirma, ofreció a los palestinos el 95% de la Franja Oeste y Gaza, el levantamiento de algunas colonias, y una fórmula vaga de soberanía religiosa sobre algunas partes de Jerusalén como parte final de un acuerdo con los palestinos. El plan de Barak, catalogado por los medios de comunicación internacionales como “una oferta generosa rechazada por una intransigente dirección palestina,” era de hecho otra decepcionante iniciativa mas que un acuerdo final. El plan no especificaba como podía emerger un estado territorialmente íntegro y no fracturado, ni aseguraba la soberanía fronteriza palestina ni tampoco la soberanía sobre los recursos hidráulicos. Es más, el plan afirmaba la autoridad militar israelí sobre gran parte de la Franja Oeste e ignoraba el derecho al retorno de millones de refugiados palestinos.

 

         A este respecto, la Intifada es la última manifestación de la voluntad popular palestina para conseguir la libertad de su pueblo y poner fin a la presencia colonial de Israel en su territorio. También supone el rechazo de los acuerdos de Oslo que sirvieron como cobertura para la apropiación y confiscación continuada de territorios palestinos para implantar nuevas colonias judías. De hecho, entre 1994 y el 2000, la población de colonos israelíes se duplicó, y se construyeron más de 250 millas de carreteras sobre territorios palestinos confiscados. Los acuerdos de Oslo, que habrían de llevarse a cabo mediante fases, no hacían mención a la ocupación y posponían las negociaciones de los temas más candentes, incluyendo el tema de las fronteras, los refugiados, Jerusalén y las colonias, hasta un estadio final. Además, fracasaba dicho acuerdo en establecer un equilibrio de poder entre Israel, con una hegemonía regional, y los palestinos, una población ocupada y sin estado, y esto junto con la ausencia de fuerza clara reguladora permitía a Israel –la parte poderosa- continuar con su política de expansión territorial, aislando a los palestinos en verdaderas islas o “Bantustanes”, con pocos recursos ante organismos internacionales que pudieran mediar en el proceso.

 

         La Intifada también puede ser vista como un mensaje popular de rechazo, no solo a las prácticas israelíes, sino también a la Autoridad Palestina –el arquitecto de Oslo. De hecho, durante la década de Oslo, la Autoridad Palestina trabajó para el establecimiento de otra política estatal en Oriente Medio con el apoyo de los USA e Israel. Incluso durante la Intifada, la policía palestina empleó fuego real contra su propio pueblo cuando los palestinos se manifestaron por miles en apoyo a Osama bin Laden y denunciaron los ataques de los USA sobre Afganistán. Arafat, temeroso de perder la simpatía del presidente Bush ordenó la represión de las manifestaciones con el resultado de tres palestinos muertos y más de 50 heridos en las confrontaciones. La corrupción, el amiguismo y la falta de consideración hacia la ley se ve magnificado por el número de fuerzas de seguridad existente dentro de la Autoridad Palestina –un policía por cada 60 palestinos. Tal y como el difunto Edward Said señaló acertadamente, “En cuanto al ‘proceso de paz’ de Oslo que comenzó en 1993, simplemente ha reempaquetado la ocupación, ofreciendo un simbólico 18% de las tierras ocupadas en 1967 a la corrupta autoridad como la de Vichy presidida por Arafat, cuyo mandato ha sido esencialmente someter a un estado policial y gravar económicamente a su pueblo en favor de Israel.”

 

La Intifada –Cambios y Perspectivas

         La Intifada de Al-Aqsa ha conducido a significativos cambios conceptuales en la anatomía de la guerra entre árabes e israelíes. Uno de los mayores éxitos de la Intifada ha sido derribar uno de los mayores pilares del proyecto sionista en Palestina –a saber, la afirmación sionista de que Israel es un cielo seguro para el judaísmo internacional. A este respecto, hay que hacer notar que la estrategia militar de Israel ha sido siempre exportar el miedo a los países vecinos y asegurarse de que el campo de batalla siempre se desarrollase fuera de las fronteras de Israel. Esto quedó ejemplificado por las guerras árabes-israelíes de 1956, 1967, 1973 y 1982, todas las cuales tuvieron lugar en suelo árabe. Por otra parte, todas la operaciones militares de la Intifada han tenido lugar dentro de las fronteras de Israel, a través de la guerrilla palestina en las ciudades y asentamientos judíos. Por tanto, el miedo ha dejado de ser la prerrogativa en exclusiva de los palestinos, y un delicado “balance del terror” ha emergido entre palestinos e israelíes, a pesar del desequilibrado poder militar entre ambos lados. El resultado de este fenómeno ha sido descrito por el activista y pacifista israelí Uri Avnery, quien ha asegurado que la Intifada ha ido lenta pero firmemente desmoralizando a toda la sociedad israelí, destrozando su industria turística, y lo más importante, el comienzo de un flujo migratorio inverso, donde la emigración judía y no la inmigración viene siendo la norma. Después de todo, la economía israelí ha entrado en su tercer año de recesión en la que la industria turística ha perdido 9 mil millones de dólares, y el 11% de la población activa está desempleada.

 

         Sharon tenía la esperanza de que una combinación de presión militar, económica y diplomática acabaría con las expectativas palestinas y supondría un coste insoportable para la rebelión palestina. Sin embargo, ha resultado el efecto contrario, y la resistencia de la Intifada ha demostrado que la línea dura de Sharon ha fracasado en conseguir paz y seguridad a Israel tal y como había prometido, a pesar del inequívoco apoyo dado por los USA, la congelación de fondos económicos de Hamas por parte de la Unión Europea y de los múltiples intentos oficiales árabes por poner fin a la Intifada que han inflamado las calles árabes en los últimos meses.

 

         Otro cambio ocurrido dentro de la sociedad palestina debido a la Intifada de Al-Aqsa, ha sido el creciente apoyo en favor de los movimientos islámicos en la Franja Oeste y Gaza, al quedar cada vez más palestinos desilusionados con la corrupción de la Autoridad Palestina y su permanente estrategia pacifista. Inevitablemente esto condujo a incrementar la legitimidad de Hamas y Yihad Islámica, debido a su firme oposición al proceso de paz, su ausencia de corrupción, su red de colegios, hospitales, orfanatos y su apoyo económico a los más desfavorecidos. Las últimas estadísticas reflejan que el 87% de la población palestina cree que la Autoridad Palestina está corrompida y le falta voluntad para llevar a cabo reformas. Además, el surgimiento de una nueva facción militar de Fatah bajo el nombre los Mártires de las Brigadas de Al-Aqsa (compuesta fundamentalmente por las nuevas juventudes de Fatah) ha dado aún más crédito a la opción islámica de resistencia a los ojos de los palestinos.

 

Conclusiones

         No hay duda alguna que el actual levantamiento palestino carece de precedentes históricos en términos de naturaleza y equilibrio de poder entre las partes. Hay una diferencia evidente entre el estado israelí altamente sofisticado tecnológicamente y basado en miles de millones de dólares y entre los empobrecidos y mal pertrechados militarmente palestinos. Desde 1970, Israel ha estado recibiendo alrededor de tres mil millones de dólares anuales de ayuda por parte de los USA, además de los miles de millones de dólares donados por diferentes instituciones judías y no judías extranjeras para mantener la maquinaria belicista israelí. Y lo más importante, no hay precedente histórico en el empleo de aviones F-16 y helicópteros Apache contra población indefensa que no tiene siquiera un estado ni ejército formado. A pesar de todo esto, los palestinos se las han apañado para acortar la diferencia militar a través del empleo razonable de las tácticas de guerrilla contra soldados y colonos, y han perfeccionado el uso de los hombres-bomba contra los cuales Israel está indefenso. El resultado ha sido la muerte de más de 800 israelíes –un israelí por cada tres palestinos, frente a la proporción anterior de uno a diez de anteriores confrontaciones.

 

         Dada la ausencia tanto de un mecanismo viable para la paz como de un mediador honesto que intervenga ante la actual escalada de violencia, todo indica que la Intifada continuará durante varios años. La ‘hoja de ruta’ parece moverse rápidamente hacia un fracaso total y no parece que las próximas elecciones americanas vayan a tener un influjo significativo. Una vez más, los palestinos no tienen otra opción mas que la de resistir y llevar a Israel hasta un larga guerra de desgaste.

 

         Kareem M. kamel, es periodista y escritor residente en el Cairo, Egipto. Posee un Máster en Relaciones Internacionales y está especializado en estudios de seguridad, política nuclear, política de Oriente Medio y política islámica. Actualmente es asesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Americana del Cairo.

 

         IslamOnline

         Traducción: Musulmanes Andaluces