LA ABLUCIÓN MENOR

 (Primera parte)

 

 

         En un artículo anterior (Agua Absoluta, véase el nº 4 de Musulmanes Andaluces) hemos hablado de la importancia de la Tahâra, la Purificación, primero de los temas que se tratan en la Ciencia del Fiqh. La Tahâra, como vimos, es un estado (interior y exterior, espiritual y físico) que habilita al musulmán ante Allah. Lo predispone para el Salât, el Recogimiento ante su Señor, y es también un signo de consideración (Ádab, cortesía). La Purificación es una llamada a la Puerta, sin la cual ésta no se abre, y por eso se dice que la Tahâra es condición para la validez del Salât.

 

         También señalamos en ese artículo de Musulmanes Andaluces que hay dos tipos de Purificación, la Mayor y la Menor, dependiendo de circunstancias que analizaremos más adelante, en próximos escritos. Nos interesa aquí iniciarnos en la Purificación Menor (el Wudû), la que practican con más frecuencia los musulmanes. Y lo primero que hay que conocer son los actos obligatorios (Farâid, plural de Farîda, obligación) sin los cuales el Wudû no tiene existencia. Como venimos haciendo, seguiremos en esta exposición los versos de Ibn ‘Âshir al-Andalusí en los que resume lo que es imprescindible conocer en estos temas:

 

slun fî farâidi l-wudû

Sección acerca de las Farâid del Wudû

 

         En este apartado (fasl, sección) de su poema pedagógico, Ibn ‘Âshir desea mencionar de forma resumida las obligaciones (Farâid) en la práctica del Wudû, la Ablución Menor. La Ablución Menor es la forma más común de acceder a la Purificación, quedando el Mutawáddi (el que realiza el Wudû) habilitado para la intimidad del Salât.  El Wudû se realiza cuando el sujeto ha sido afectado por una impureza menor (Hádaz): haber dormido, haber defecado u orinado, emisión de gases, etc., como se verá en un próximo artículo.

 

         Ya hemos definido también (véase Los Juicios de la Sharî‘a) el significado y las implicaciones de la palabra Farîda (en plural Farâid, actos obligatorios). Sinónimo de Farîda es Wâÿib, y ambos sirven para denominar las órdenes explícitas de Allah. La realización del Wudû exige el cumplimiento estricto de gestos obligatorios, que son los que se mencionan en los versos siguientes:

 

slun farâidu l-wudû sáb‘un wa hî

Sección: los actos obligatorios de la ablución menor son siete, que son

dálkun wa fáurun níyyatun fî bád-ihi

fricción, continuidad, intención al comenzar

 

wa l-yánwi ráf‘a hádazin au múftarad

aspirando eliminar la impuerza menor o el cumplimiento con lo impuesto

au istibâhatan li-mamnû‘in ‘árad

o la licitación ante una prohibición que haya sobrevenido,

 

wa gáslu wáÿhin gásluhu l-yadáini

lavar la cara, lavar las manos,

más-hu rá-sin gásluhu r-riÿláini

unción de la cabeza, lavar los pies,

 

         Estas son las siete Farâid (actos obligatorios) sin los cuales el Wudû carece de validez. La primera Farîda es el Dalk, la Fricción, que consiste en que el agua toque la piel directamente y sea frotada contra la piel. La segunda Farîda es el Fáur, la Continuidad, queriendo decir esto que el Wudû debe hacerse de una vez, si bien una interrupción muy breve (si no da tiempo a que el miembro se seque) no lo invalida. En el caso de una interrupción prolongada, los actos anteriores quedan abolidos y el Wudû debe repetirse desde el principio.

 

         La tercera Farîda es la Niyya, la Intención, a la que el autor del poema dedica unas palabras que la aclaren porque la intención es condición obligatoria para la validez espiritual de cualquier acto del musulmán (el Corán dice: “No se les ha ordenado más que reconocer a su Señor con sinceridad”, y el Profeta -s.a.s.- dijo: “Las acciones valen lo que las intenciones”). En primer lugar nos dice que la Niyya tiene que estar al principio (bad’) y se expresa preferentemente con la fórmula bísmillâh (Con el Nombre de Allah). La intención es la que da valor y alcance espiritual a los gestos, es un acto del corazón que se pronuncia con esas palabras, y exige que el Mutawaddi sea consciente de lo que se va a hacer. Por ello, el autor señala que la Niyya en el Wudû debe ser el propósito de eliminar (raf‘) la Impureza Menor (Hádaz), o bien puede consistir esa intención en el deseo de realizar lo que le ha sido impuesto por Allah (un Múftarad), puesto que hacer el Wudû es una orden que nos viene de Allah, o bien su intención puede ser la de hacer lícito (Istibâha) un acto (el Salât, por ejemplo) que exige la realización previa de la ablución. Cualquiera de estas intenciones es válida, y lo importante es saber que el Hádaz, la Impureza Menor, es un estado que implica una prohibición (Man‘), un obstáculo, que nos impide el acceso a Allah, que esa circunstancia (significado literal de la palabra Hádaz) se elimina con el Wudû, porque es un accidente (‘Árad), una interposición, y no forma parte de la naturaleza del ser humano, que queda limpia con la intención y el cumplimiento de las Farâid, quedando fácilmente restaurada su pureza original.

 

         La cuarta Farîda consiste en lavarse la cara (gasl al-waÿh), desde la altura en que comienza a crecer normalmente el pelo hasta el mentón, y desde oreja a oreja, intentando que el agua llegue hasta la piel si se tiene barba (a menos que sea demasiado espesa). La quinta Farîda es lavarse la manos (gasl al-yadáin), que en realidad consiste en lavarse las manos y los antebrazos hasta los codos (incluyendo estos en la mayoría de las opiniones, y también lavando el espacio entre los dedos).

 

         En sexto lugar hay que pasar las manos húmedas por el cráneo (mas-h ar-ra-s, unción de la cabeza), no se trata, por tanto, de lavarse el pelo (o la piel en caso de que no haya pelo), sino humedecerlo con las manos mojadas, yendo desde el comienzo del cabello en la frente hasta la nuca (si el pelo es largo, se acompaña con las manos hasta el final). La última Farîda del Wudû es lavarse los pies (gasl ar-riÿláin), que incluye los tobillos.

 

         Para acabar, Ibn ‘Âshir añade dos versos que completan lo señalado para que no pasen desapercibidas ciertas aclaraciones fundamentales:

 

wa l-fárdu ‘ámma máÿma‘a l-udzunáini

La obligación incluye la raíz de las orejas,

wa l-mirfaqáini ‘ámma wa l-ka‘baíni

los codos no se deben olvidar, e igualmente los tobillos,

 

jállil asâbi‘a l-yadáini wa shá‘ar

limpia entre los dedos de las manos, y el pelo

wáÿhin idzâ min táhtihi l-ÿildu záhar

de la cara si debajo la piel aparece.

 

         Es decir, algunas de las precisiones que ya hemos hecho antes son importantes. Así, el que la extensión de la cara va de oreja a oreja (de lado a lado; de arriba abajo es desde el nacimiento normal del pelo al mentón): toda esa es la superficie que se debe lavar con agua. Cuando se habla de manos, se incluye el antebrazo hasta el codo, que tampoco debe ser olvidado según la mayoría de los autores. Y los pies son hasta los tobillos. Por último, se debe procurar que el agua llegue hasta la piel de la cara cuando la barba no es densa (es decir, cuando se ve la piel debajo de los cabellos, en caso contrario es suficiente mojar la barba).

 

 

INTERPRETACIÓN SUFI

 

         Cada Farîda tiene una significación profunda. Las cosas son lo que son y lo que significan, esto es importante. Un árbol no es simplemente un objeto, representa muchas cosas, y aunque se desconozca su hondura o no se pueda expresar en palabras lo que simboliza, ahí está penetrando en los sentidos del que lo contempla y comunicándole sus secretos. Por eso, los maestros sufíes han dedicado trabajos a explicar lo que para ellos tiene de concomitante cada gesto de un musulmán. No es importante estar al tanto de esos detalles porque la eficacia del Islam trasciende toda formulación, pero a nosotros pueden servirnos de orientación.

 

         El Sháij Sidi Ahmad al-‘Álawi escribió un Comentario a los versos de Ibn ‘Âshir en el que sugiere la trascendencia de cada enseñanza relativa a la práctica del Islam. Veamos lo que dice de los versos que hemos estudiado en el apartado anterior de este artículo:

 

slun farâidu l-wudû sáb‘un wa hî

Sección: los actos obligatorios de la ablución menor son siete, que son

 

         1. El autor informa con este verso que las obligaciones de la Ablución Menor son siete, y ninguna más. Cuando dice al final del verso ‘que son’ se refiere a las siete obligaciones que enumera a continuación. Y se refiere a los Siete Atributos Eternos en los que el gnóstico debe morir hasta purificarse en su pureza. Esas siete cualidades son: el Poder, la Voluntad, la Ciencia, la Vida, el Oído, la Visión y la Palabra. Ésas son las obligaciones de la Ablución Menor, y se exige a todo el que se purifique que se extinga en ellas de modo que cada uno de sus atributos muera en el Atributo correspondiente en su Señor, y es entonces cuando le sobreviene la Pureza. Y eso es lo que dicen los sufíes -con quienes Allah esté complacido- cuando dicen: “Realízate, oh, tú que te purificas, en tus atributos para que Él te socorra con sus Atributos”.

 

         En árabe se llama Farîda o Wâyib, Obligación, a lo que hace ser a una cosa. Esta es una precisión muy importante a la hora de calibrar el verdadero significado de esos términos. A nosotros, en castellano, nos suena a otra cosa, a una imposición, o algo así, pero en el Islam son palabras que tienen una fuerza extraordinario e, incluso, sobrecogedora. Cuando decimos, por ejemplo, que realizar el Salât (recogerse ante Allah al menos cinco veces al día) es obligatorio, no hacemos uso de un lenguaje legalista, sino que nos referimos a que hacer el Salât es lo que hace ser al musulmán. La obligación es la realidad configuradora de todo hecho, lo ineludible en él y que lo constituye, es su pilar. El musulmán que abandona la práctica del Salat pierde uno de los constituyentes básicos de su condición e identidad, pierde algo que le obliga a ser musulmán (curiosamente, Obligatorio, Obligado, Obligación -Wâÿib-, en árabe, es siempre un participio activo, es lo que activa la condición de algo).

 

         Pues bien, lo que nos hace ser lo que somos, las obligaciones interiores que nos constituyen, son los Siete Atributos Creadores de Allah. A Allah se le atribuyen seis Cualidades que lo singularizan (el Ser, la Eternidad Sin Principio, la Eternidad Sin Final, la Unidad, la Disimilitud, la Autosuficiencia), y estos son sus Atributos en Sí Mismo, le pertenecen en exclusiva y lo definen  en su Soledad Majestuosa. Ahora bien, tiene otras Siete Cualidades (Sab‘ Sifât) que son las que nos han creado: el Poder (Qudra), la Voluntad (Irâda), la Ciencia (‘Ilm), la Vida (Hayât), el Oído (Sam‘), la Visión (sar) y la Palabra (Kalâm). Todo lo que existe está sujeto a esos Siete Atributos. Somos frutos de las Siete Cualidades, pero además ‘nos hemos apropiado de ellas’.

 

         Los seres humanos hemos hecho nuestro aquello con lo que Allah nos ha creado, y lo hemos contaminado con nuestras circunstancias, que son la Nada. Pero en realidad, sólo la Nada es nuestra: nuestra poder, nuestra voluntad, etc. son de Allah. Sólo nos conoceremos a nosotros mismos retrotrayéndonos a nuestra Nada original, para pasar después a estar iluminados por los Verdaderos Atributos, en su Inmensidad Absoluta, señalada en las Seis Cualidades que singularizan a Allah...

 

         Con el Wudû, los gnósticos (‘ârifîn) renuncian a su poder, voluntad, ciencia, vida, oído, visión y palabra. Dejan morir sus ilusiones para que la luz del Agua Pura les devuelva al Origen en Allah. Es decir, aspiran a la Inmensidad, y para ello dejan atrás las apariencias destinadas a morir. Esa muerte de lo ilusorio recibe el nombre de Fanâ, extinción, aniquilación: lo que nunca ha sido deja de ser y permanece lo que nunca ha dejado de ser (yafnà l-‘abd wa yabqà llâh, muere el esclavo y permanece el Señor)...

 

         El Wudû es abandonar todo aquello con lo que hemos contaminado la Verdad, es dejar atrás nuestras mentiras, nuestros reparos, nuestra violencia, nuestra falsedad,... para que brille lo verdaderamente Obligatorio. Cada Wudû es Tawba, es Retorno a Allah. En la humildad de la Nada el sufi reconoce su verdad y la de su Señor, una vez superada la mentira, una vez dejado atrás el ego distorsionador. Sólo así es posible el acceso a la Presencia de la Intimidad, el Salât, donde se produce el encuentro y el desbordamiento. De otro modo, sería como querer degustar la Pureza Absoluta completamente contaminado: es una impostura, una locura, y de ahí que la Tahâra sea condición irrecusable (es en la Pureza donde brilla el Puro).

 

dálkun wa fáurun níyyatun fî bád-ihi

fricción, continuidad, intención al comenzar

 

wa l-yánwi ráf‘a hádazin au múftarad

aspirando eliminar la impureza menor o el cumplimiento con lo impuesto

au istibâhatan li-mamnû‘in ‘árad

o la licitación ante una prohibición que haya sobrevenido.

 

         2. Aquí nos dice el autor del Poema que el que vaya a realizar la Ablución debe frotar su cuerpo con el agua, es decir, debe dejar llegar el Agua Absoluta a cada lugar restringido por sus atributos para que se libere en su Absolutidad, de modo que no quede ningún resto de sus propios atributos que se convierta en un obstáculo que le impide ponerse ante Allah.

 

         El Sháij analiza aquí el significado del Dalk, la Fricción. En el número anterior de Musulmanes Andaluces vimos el significado del Agua Absoluta, que es la Luz de Allah. Debe permitirse a ese Agua contactar con todo el ser de modo que lo libere de la pesadez del mundo circunstancial, y el ser pueda así retomar a Allah y brillar con su esplendor. Lo Señorial en el ser humano es como si estuviera marginado o soterrado bajo nuestras prisas, nuestros miedos, nuestros recelos, nuestras ambiciones... La Revelación tiene el poder de retirar ese velo, alzar la aspiración, hacer ingrávido al hombre. Por ello, es necesario dejarla actuar sobre cada zona de nuestro ser, y que no quede ninguna sin inspirarse en el Corán y la Sunna. Lo que dejemos impuro (nuestro poder, voluntad, ciencia, vida, oído, visión o palabra) será siempre un obstáculo, un impedimento, un distorsionador de la experiencia espiritual.

 

         3. Con Continuidad el autor se refiere al apresuramiento y a la resolución al hacer la Ablución, sin abandonarse a la pereza ni dejar pasar el tiempo, pues la muerte puede sorprenderlo mientras está separado y aislado de su Señor, , y entonces morirá según ha estado viviendo y resucitará según ha muerto. ¡Allah nos libre -y a todos los musulmanes- de ello!

 

         Ahora, el Shayj menciona el Fáur, que antes hemos traducido por Continuidad, pero que que, efectivamente, significa hacer pronto, de modo que a lo que se refiere es a la necesidad de realizar la Ablución espiritual sin posponerla. Es urgente para el ser humano emprender lo que el Wudû exige en su significación profunda. Relajarse y dejar la Purificación para más adelante es exponerse a la muerte, que sellará la vida en el aislamiento, y esa será la circunstancia definitiva ante Allah, condenando al hombre a una frustración eterna en las Inmensidades de al-Âjira. Es importante recordar siempre que en el Islam, dentro de su profundo sentido de la Unidad que engloba todo, todo tiene repercusiones colosales, y la vida de cada persona tiene su eco en la eternidad.

 

         4. Además, el Mutawaddi debe hacer presente una buena intención conveniente al rango al que aspira, para que esa intención lo auxilie y le haga entrar en la Presencia de su Señor con esa Ablución. Su intención debe ser la de eliminar la impureza circunstancial, y todo lo que no es Allah es circunstancia. Mientras la circunstancialidad no sea eliminada ante su visión no entrará en la Presencia de su Señor, pues es el gran obstáculo, su gran rival en el camino. Por ello dice: aspirando eliminar la impureza menor o el cumplimiento con lo impuesto o la licitación ante una prohibición que haya sobrevenido... La existencia de todo lo que no sea Allah está prohibida, es algo banal y no tiene raíces. No es más que ilusión, y la ilusión es el obstáculo que impide llegar al siervo junto a su Dueño.

 

         El Mutawaddi es el que hace la ablución, y para que su acto sea realmente un Wudû tiene que ir encabezado por un acto sincero de intención. La Niyya (intención) es lo que hace que realmente la ablución lo sea, y no se convierta en la repetición mecánica de unos gestos. El corazón tiene una fuerza propia, un poder maravilloso...Por tanto, la intención tiene un valor especial, porque la Niyyâ Sâliha, la Intención Recta, es lo que abre las puertas de Allah y permite el acceso a la Hadra, a la Presencia del señor de los Mundos.

 

         El Sháij al-‘Álawi da a la palabra Hádaz (Impureza) su verdadero significado, el de circunstancia, contingencia... El corazón del Mutawaddi debe tener la intención de eliminar (raf‘, literalmente, retirar, alzar) el Hádaz, como si el Hádaz fuera un velo interpuesto, algo que impidiera ver a Allah. El Sháij nos explica con contundencia lo que significa Hádaz: es todo lo que no es Allah (kull mâ siwà llâh). El universo entero, todos los acontecimientos, el espacio y el tiempo, todas las criaturas, todo ello es Hádaz. Y el Hádaz es Wahm, Ilusión...

 

         Hay que retirar ese velo, eliminar su carácter de algo interpuesto entre tú y Allah, hacerse por tanto con una mirada de hierro, capaz de penetrar en la frivolidad de las cosas para descubrir en ellas la Luz que existencia todas las cosas. Ésa es la intención que debe guiar al Mutawaddi de modo que la fuerza de su corazón le haga alcanzar la Presencia de la Verdad.

 

wa gáslu wáÿhin gásluhu l-yadáini

lavar la cara, lavar las manos,

más-hu rá-sin gásluhu r-riÿláini

unción de la cabeza, lavar los pies,

 

wa l-fárdu ‘ámma máÿma‘a l-udzunáini

La obligación incluye la raíz de las orejas,

wa l-mirfaqáini ‘ámma wa l-ka‘baíni

los codos no se deben olvidar, e igualmente los tobillos,

 

jállil asâbi‘a l-yadáini wa shá‘ar

limpia entre los dedos de las manos, y el pelo

wáÿhin idzâ min táhtihi l-ÿildu záhar

de la cara si debajo la piel aparece.

 

         5. El autor del poema informa y repite al realizador de la Ablución que debe lavar todos los miembros de su espiritualidad y de sus cualidades, incluso los miembros materiales de su humanidad tales como su cabeza, sus manos, sus pies, y demás. Pero es Allah el que se hace cargo de esos miembros exteriores, y al ser humano le compete dedicarse a las Obligaciones mencionadas antes, pues Allah ama que el siervo se le acerque con lo que le impone, tal como dijo el Profeta (s.a.s.): “Allah ha dicho: ‘Con nada se acerca a Mí mi siervo que me sea más querido que aquello que le impongo. Y mi siervo no deja de acercárseme con actos añadidos por su voluntad hasta que lo amo, y cuando lo amo soy su oído con el que oye, su ojo con el que ve, la mano con la que actúa y el pie cobre el que camina...’ hasta el final del hadiz. Ése es el objetivo de la Purificación, tanto la exterior como la interior. Que el siervo se ocupe en las Siete Obligaciones mencionadas hasta que se produzca la cercanía a su Señor y entonces Allah se hará cargo de sus manos, sus pies, y el resto de sus miembros.

 

         Los tratados de Derecho musulmán (Fiqh) nos explican al detalle como realizar la purificación exterior. Pero las abluciones tienen las connotaciones espirituales mencionadas por el Sháij, y es en el cumplimiento con ese alcance donde el musulmán debe poner todo su empeño. Ésa es realmente su gran obligación. Es Allah en Sí quien debe atraer toda su atención. Cuando el musulmán tiene claro todo lo anterior, deja de pugnar con las normas externas: Allah se hace cargo de ellas, y se las facilita. En lugar de ser un ejercicio y una disciplina que el musulmán se impone, son la manifestación externa de lo que vive internamente. Por todo ello, la intención está a la cabeza de las prácticas islámicas: es el modo de orientarse debidamente con el corazón hacia Allah de modo que lo siguiente no es el resultado de un esfuerzo sino la materialización de lo que Allah quiere. Es distinto obedecer a Allah como si fuera alguien que simplemente dicta órdenes que se deben cumplir y obedecerle como resultado de fluir con el Señor de los Mundos en una solidaridad absoluta que es la esencia misma del Ser.