Hacia un Nuevo Discurso Islámico

(II Parte)

 

Por el Dr. Abdel-Wahab M. Elmessiri

 

         A mediados de los años sesenta, el discurso crítico occidental de la modernidad había ya cristalizado y los trabajos de sus críticos, tales como los pensadores de la Escuela de Frankfurt, estaban disponibles para todo el pueblo. Se publicaron muchos trabajos revisionistas del Siglo de las Luces (Enlightenment). Aparecieron trabajos sobre la estandarización resultado de la modernidad occidental y acerca de su Hombre Uni-Dimensional, tales como los de Herbert Marcuse, que buscaban demostrar la existencia de un defecto estructural subyacente en el mismo corazón del proyecto secular de la civilización occidental -un defecto que va más allá de la división tradicional de sus ideologías (entre capitalismo y socialismo). Muchos historiadores revisionistas, al reescribir la historia de la civilización moderna occidental, han tratado de subrayar la enorme cantidad de crímenes cometidos contra los pueblos asiáticos y africanos y el pillaje colonial de sus tierras. Igualmente aparecieron numerosos estudios críticos contra las teorías del desarrollo, y la nueva Izquierda hizo contribuciones significativas a este respecto. Por tanto, ya sea a nivel teórico o práctico, no fue difícil ver para los sostenedores del nuevo discurso islámico las deficiencias de la civilización occidental. Ya no fue posible que experimentaran una admiración cándida y el asombro que experimentaron los intelectuales de principios del siglo XX.

 

         Hay que señalar que ni la nueva ni la vieja generación de intelectuales musulmanes basaron sus respectivas construcciones intelectuales sobre la base de un punto de vista exclusivamente islámico. Su interacción con la modernidad occidental habría de ser como era de esperar un factor formativo muy importante, y sus ideas aspiraban ser causas universales, una ciencia aplicable a todas las comunidades conteniendo todas las respuestas finales y declarando el final de la historia.

 

         Las respuestas de los musulmanes variaron dependiendo del tipo de desafío y de su intensidad al que tuvieron que hacer frente. Los primeros reformistas encontraron muchos aspectos positivos en la modernidad occidental. Esto es evidente en el frecuentemente citado comentario del Shayj Muhammad Abduh de que "mientras en Occidente encontró musulmanes sin Islam, en Oriente encontró el Islam sin musulmanes"; con esto quería subrayar que en Occidente encontró a gente que en sus vidas manifestaban los ideales del Islam aunque no fueran musulmanes, mientras que en el mundo musulmán encontró a gente que creía en el Islam, pero sus conductas contradecían tal afirmación.

         En consecuencia, el asunto para muchos de los sostenedores del viejo discurso islámico era básicamente como reconciliar el Islam con la modernidad occidental, e incluso como hacer compatible el Islam con la misma, y vivir según los valores y estándares del Islam. Esste era el eje central del proyecto de Muhammad Abdu, que prevaleció en el discurso reformista hasta mediados de la década de los sesenta. De haber sido la experiencia de Muhammad Abdu con Occidente de forma diferente, habría dudado bastante antes de hacer aquel comentario y antes de proponer su proyecto de progreso.

 

         El siguiente incidente puede ser aclaratorio de lo anterior. En 1830, el Shayj Rifa'ah at-Tahtawi, cuya admiración por la civilización occidental es bien conocida, se hallaba en París. En ese mismo año, los cañones franceses machacaban a la ciudades sospechosas argelinas y reducían sus villas a escombros. El Shayj at-Tahtawi tan solo podía ver las brillantes luces de París, y tan solo podía oír los sofisticados ritmos urbanos de la modernidad occidental. En un encuentro totalmente diferente con los franceses, los Shayj argelinos, sujetos a un brutal ataque colonial que usaba la tecnología militar más sofisticada en aquel entonces, tan solo podían ver las llamaradas y el fuego de las mismas y tan solo podían oír el rugir de las bombas. En cierta ocasión a uno de éstos Shayj se le dijo que las tropas francesas habían venido en realidad a Argelia para expandir la modernidad y la civilización occidental. Su respuesta fue crítica pero al mismo tiempo muy significativa: "¿Pero por qué han traído toda esta pólvora?". Al igual que este Shayj argelino, los sostenedores del nuevo discurso islámico han olido el hedor de la pólvora, han visto las llamaradas de fuego, han oído el rugido de las bombas y han visto como las pezuñas de los caballos de las fuerzas coloniales pisaban todo el terreno. Luego vieron como la pólvora llegó a ser omnipresente transformándose en todo tipo de armas de destrucción y exterminación masiva: bombas, misiles, armas nucleares y biológicas, etc., etc. (¡qué coincidencia con nuestra actual Pax Americana!). Se destinaron grandes presupuestos para la producción o compra de estas armas, primero por parte de los occidentales, luego por los países del Este, y los gobiernos del Sur y del Norte. De hecho, la industria de armas de destrucción masiva ha crecido hasta ser la industria más importante de esta nuestra época de luz y razón, y la humanidad, por primera vez en su larga historia, ha destinado más dinero a la producción de armas que a la producción de alimentos.

 

         El discurso tradicional islámico no era ni único ni aislado en su defensa de la modernidad occidental; era, en un sentido, parte de un punto de vista general que prevaleció  en el tercer mundo desde el comienzo del siglo XX. Los esfuerzos se dirigieron a alcanzar a Occidente y a competir con él según sus propios términos. Los liberales llamaron a adoptar de pleno todo el punto de vista occidental -con todos "sus aspectos dulces y amargos". Los marxistas se rebelaron algo ante esto y sugirieron que los pueblos del tercer mundo entrarían en la tierra prometida de la modernidad occidental a través de las puertas del Marxismo y la justicia social. Los islamistas, por su parte, imaginaron que sería posible adoptar el punto de vista moderno occidental, o más bien adaptar el Islam al mismo.

 

         Es interesante destacar que todas las tendencias y movimientos, ya fueran religiosos o laicos, independientemente de sus inclinaciones ideológicas y de sus trasfondos sociales o étnicos, habían convertido a Occidente en un punto de referencia.

 

         Como resultado de esta actitud hacia la modernidad occidental, el auténtico punto de vista islámico fue retirado, sus dimensiones minimizadas, y perdió toda comprensividad. En vez de proveer un esquema de referencia islámico universal para los musulmanes ( y para los no musulmanes también) en una edad moderna compleja, el asunto se convirtió en como "islamizar" ciertos aspectos de la modernidad occidental. El proceso de islamización tomaría, en la mayoría de los casos, la forma de "omisión" de aquellos aspectos de la modernidad occidental estimados como inapropiados o contradictorios con la ética y leyes musulmanas, sin ninguna adición, innovación o incluso síntesis constructiva. Y esto inevitablemente significó la atrofia real de aquellos aspectos del punto de vista islámico que no tiene equivalencia dentro del punto de vista moderno occidental. Irónicamente, aquellos aspectos constituyen la esencia real y el origen de la contribución suprema del punto de vista islámico a la civilización universal.

 

         Los sostenedores del nuevo discurso islámico no sienten la misma fascinación por la modernidad occidental. En realidad, una sofisticada y radical crítica -no un simple rechazo- de la modernidad occidental es uno de sus principales puntos de partida. También ellos, ni son únicos ni están solos en esta crítica, pues no difieren de muchos de los pensadores y de los movimientos políticos que en el tercer mundo actualmente tratan de desarrollar formas diferentes de modernidad y nuevos modelos de desarrollo sostenible. Tampoco difieren mucho de muchas corrientes importantes que en Occidente son críticos hacia la modernidad occidental. El Marxismo creó una forma de crítica hacia la modernidad, y el romanticismo, también creó su propia forma de protesta contra el sistema capitalista. Más recientemente, el fundamentalismo religioso ha emergido como una extensión popular de estas preocupaciones intelectuales, creando una versión de amplio resurgimiento que es en su corriente principal moderada e inclusive progresista en sus propios términos. Todas estas corrientes, de una manera u otra, indican la duda creciente de que la modernidad occidental pueda dotar al hombre de suficientes recursos para desarrollar su verdadera esencia humana.

 

         La crítica del nuevo discurso islámico de la modernidad se solapa con otros discursos paralelos. Reconoce y enfatiza los lazos indisolubles entre la modernidad occidental y el imperialismo occidental tal y como también hace el Marxismo. El Imperialismo fue después de todo el primer encuentro con la modernidad. Pero a diferencia de la crítica occidental de la modernidad, que es en muchos casos nihilista y pesimista, la crítica islámica es optimista por el hecho de que propone un proyecto de reforma que no cae en el nihilismo.

 

         Fuente: IslamOnline

         Traducción: Musulmanes Andaluces