La percepción coránica del tiempo
y el nihilismo moderno
Por el Dr. Parvez Manzoor
El problema con la Historia es insoluble: este problema arroja una oscura, si no una total opacidad sobre la condición humana. Ya se conciba la Historia como un registro del pasado humano o ya se perciba como la matriz de la existencia humana, revela aquella la incomprensibilidad de los fines del Hombre. Como ciencia, falla ante el planteamiento del significado; como filosofía se agota a sí misma vencida por las antinomias de la razón. Por el contrario, ser humano y luchar por una existencia con significado implica imponer una forma y estructura a la infinitud del mundo, conferirle una finitud y una temporalidad; la paradoja está en que tal mundo parcializado de la historia y la sociedad tan solo puede ser construido desde alguna intuición de la totalidad. Tan solo puede derivarse desde una cosmología que sea trans-social y trans-humana. La Historia, en otras palabras, adquiere su significado desde una perspectiva que es en sí misma meta-histórica. O, al menos, esta ha sido la realidad en todas la civilizaciones tradicionales.
La modernidad, sin embargo, supone una nueva
generación, un nuevo espécimen. Como cultura, crea su significado a través de
u rechazo obstinado de ir más allá de los horizontes del propio hombre y
confinando así el significado de la historia a la Historia en sí misma. No es
sorprendente que actuando de tal manera se abandone igualmente el interrogante
sobre los últimos significados de la existencia. A pesar de lo atrayente de sus
posturas empíricas, el proyecto epistemológico moderno acaba en el páramo
yermo del nihilismo. Todos los discursos modernos, a pesar de sus diferencias en
cuanto a fundamentos y en cuanto a la asunción de disparates ideológicos, dan
testimonio ampliamente de su compromiso con el nihilismo moderno basándose en
la denominada ‘verdad histórica’. De hecho, incluso el pensamiento islámico
moderno, resuelto y comprometido a preservar una visión normativa, parece
incapaz de evitar la perturbadora mirada del nihilismo moderno.
Es un hecho universalmente reconocido que el
concepto bíblico de la historia, cuando es liberado de sus raíces
trascendentales y es secularizado, inaugura el reinado del relativismo y del
nihilismo. El nihilismo, por supuesto, representa el reverso de la moneda de la
conciencia moderna secularizada; el observador moderno, fiel exponente de la
modernidad, refleja el conflicto entre ciencia y religión, entre razón y fe; o
entre la historia secular y la historia de redención o salvadora (Heilsgeschichte).
El resultado, sin embargo, de este nihilismo es que la historia de la humanidad
llega a ser ‘un cuento narrado por un idiota, lleno de seguridad y cólera,
sin ningún significado’. En vez de la humanidad, es la nación quien toma el
desafío de construir la historia y definir la meta de la existencia colectiva.
Mientras que la historia parcial, la historia como marco de una nación o estado
en el tiempo, puede retener alguna semejanza de significación, la Historia
universal (Weltgeschichte), la historia como historia de la humanidad, pierde
toda pretensión en cuanto al significado cuando se contempla de forma empírica
sin la imposición de un modelo o esquema preconcebido. Se abre así esta fatídica
división entre lo real y lo racional, entre la historia y la teoría que, vía
Hegel, no puede ser superada.
Concretamente, la Historia mundial o bien queda como una teoría filosófica, es
decir, sin ningún contacto con la historia actual, o bien, se convierte en una
cronología histórica desprovista de todo significado normativo. En resumen,
tras una profunda reflexión, “la Filosofía de la Historia se revela a sí
misma como historia y hecho, ó como filosofía y normas.”
No es sorprendente que desde dentro de la perspectiva de la historia secular,
desde las premisas cognitivas del inmanentismo, la antinomia de norma e historia
no puede ser nunca superada y los demonios del relativismo y del nihilismo no
pueden nunca ser derrotados.
Bien es verdad, que la revelación es presentada en
la Biblia Hebrea como la participación de Dios del lado de los Israelitas en el
transcurso de la historia real. Tal pretensión fue utilizada instrumentalmente
para conseguir una perspectiva sagrada de la Historia (de una determinada nación),
ó, tal y como ha sido expresado por un filósofo moderno: “Desde los tiempos
bíblicos, el mundo Occidental, Judeo-Cristiano, ha descubierto la Trascendencia
en la Historia. Esto ha tenido efectos positivos: en medio de un mundo histórico
humano se halló una Trascendencia diferente a la humana, de valor superior a ésta
que daba significado, si no a toda la historia, sí al menos a los
acontecimientos que se desarrollaban en una etapa crucial de la misma.”
(Emil L. Fackenheim: “Transcendence in
Contemporary Culture”, H. W. Richardson & D. R. Cutler (Ed.):
Transcendence, Bacon Press, Boston, 169, P. 144)
Dejando a un lado las inconveniencias morales de un Dios universal que toma
partido en la Historia, ó la incoherencia lógica de la Trascendencia dentro de
una inmanencia, no se puede negar que no solo la tendencia bíblica a historiar
la verdad, o sacralizar la Historia, siempre bajo el asalto del inmanentismo, la
conciencia secular (el pecado de idolatría según su lenguaje) también ha
llegado a ser vulnerable al juicio de la visión empirista, dado que ésta también
se ha alimentado desde posturas sacras. O, dicho de otra forma, en tanto en
cuanto se acepta la presencia de que Dios tiene un pacto especial con los hijos
de Israel la historia bíblica retiene tanto su “historicidad” como su
legitimidad. Sin embargo, una vez dejada de lado esta premisa, tal como sucede
en la visión secularizada de la Historia universal del Enlightenment, la verdad
de la Biblia queda bajo el escrutinio de las ciencias históricas, las que,
paradójicamente, no se preocupan en absoluto por el hecho de la Trascendencia,
que es el sine qua non de la visión histórica de la Biblia.
Afortunadamente, el Corán tiene una visión de la Historia, de la Revelación, de la Verdad y del Hombre que evita las dificultades, oscuridades y aporías de la Heilsgeschichte bíblica.
Para empezar, la perspectiva Coránica,
ya sea teológica, cosmológica o antropológica, es una perspectiva
‘unitaria’. Sin embargo, esta unidad no es ontológica (es decir, no está
referida a un Ser supremo) pues Allah permanece distinto a Su creación, sino
que se trata de una unidad de intención o propósito, de meta, significando
esto que todo cuanto existe es expresión de la Voluntad de Allah. Desde esta
perspectiva, tanto el concepto de Historia como el de Naturaleza aparecen
problemáticos en sí mismos. El mundo creado (la Naturaleza) y el Hombre
temporal (la Historia) son en verdad reales, de hecho son incluso indispensables
para el cumplimiento del mandato del Hombre como viceregente de Allah en la
tierra. No obstante, el concepto griego de “Naturaleza”, que postula un
universo autosuficiente, autorregulado, con una disposición intrínseca de
leyes a las cuales está sometido todo, es ajeno a la visión Coránica del mundo. El mundo existe, de acuerdo con el Corán, no debido a
una necesidad intrínseca, sino como un acto gratuito de una Voluntad
Trascendente: el concepto de Historia, como pura inmanencia y temporalidad que
es autorreferente en sí mismo e inmediatamente accesible, no se encuentra en el
Corán. La Historia no tiene ninguna cualidad lógica de autonomía interna que
le fuerce a seguir un curso lógico de acontecimientos. Aparte de otros
beneficios, tal visión determinista de la Historia es compatible con la
libertad moral del Hombre.
Acorde con la visión trascendente del Corán, el discurso de éste es
universal, arquetípico y trans-histórico. Incluso el pacto de Allah con el
Hombre es primordial y llevado a cabo antes del advenimiento del tiempo histórico.
El Hombre entra en su existencia histórica tras someterse a la soberanía de
Allah (Corán 7:172). Es más, Adam, el primer Hombre, es ofrecido a toda la
humanidad, y en tanto que es reconocido como el primer profeta, la humanidad no
ha quedado nunca sin guía trascendente. Por tanto, cuando el Corán habla de
hombre y mujeres históricos, especialmente los primeros profetas, lo hace sin
importarle lo más mínimo la cronología. Al Corán no le interesa la sucesión
histórica de mensajeros y profetas, sino la proclamación de la unidad de la
Revelación trans-histórica, ni tampoco hace distinciones entre los primeros
profetas. La unidad e identidad de la guía trascendente reflejada en todos los
profetas y expuesta por todos ellos, hace superfluas todas las distinciones históricas,
étnicas y geográficas.
Igualmente la propia noción de Islam (plena rendición a Allah) también presupone una disposición trascendente y trans-histórica del Hombre, denominada fitra. La rendición a Allah no es algo que pueda hacerse gradual y progresivamente dentro del fluir del tiempo. Se trata por el contrario de una decisión súbita del alma humana: o bien se rinde a Allah ó no.
Consecuentemente, la guía (huda) de Allah no es una marcha progresiva hacia un
acontecimiento único y culminante, sino un ‘aquí y ahora’ que es por
siempre eterno, siempre disponible a toda alma humana. Por tanto, un musulmán
moderno puede decir con toda certeza que la idea Coránica de Revelación es
trans-histórica:
“Es igualmente imposible sobre la base de una
meta y un significado (de guía trascendente) construir una historia de salvación
que se ejecute gradualmente ya tenga un sentido Cristiano ó no; ni Muhammad
(s.a.s.) ni el pensamiento islámico es compatible con ello. Ya que el Corán no
reconoce un pecado original ni la consiguiente redención, no puede presentar
una historia de salvación comparable a la tradición cristiana. Pero si la
salvación es entendida, tal como se entiende en los mensajes proféticos, como
el encuentro del individuo a través de su Imán (facultad cognitiva que reside
en el corazón del hombre) con su Señor, entonces la salvación se encuentra
precisamente contenida en la rendición absoluta a Allah (Islam) y a esa guía (huda)
proveniente de Él, que según el Corán permanece o debería permanecer por
siempre inalterada en el tiempo y en la historia.”
(Abdoljavad Falaturi:
‘Experience of Time and History in Islam’, in Annemarie Schimmel &
Abdoljavad Falaturi: ‘We Believe in One God’. Burns and Oates, London, 1979
P. 65)
Aún más radical que el desprecio del Corán por la Historia como una crónica
de acontecimientos, es su percepción del tiempo. El tiempo, de acuerdo con el
Corán, no es el flujo perpetuo que resulta en una concepción lineal o cíclica
de la temporalidad, sino un eterno presente que siempre alberga en sí la
posibilidad de rendición a Allah (Islam). Igualmente, el término griego para
el tiempo, Cronos, que es habitualmente traducido como Zaman (término que no es
de origen árabe) no se encuentra en el Corán. La expresión adecuada para el
tiempo dentro del Corán es por supuesto la de Waqt. Según Falaturi, un análisis
de este término muestra que no implica una ejecución progresiva, y que no
parece tener un carácter regular como es el caso de Cronos, un carácter
presupuesto como básico en toda concepción histórica.
Waqt por el
contrario es más bien espacial, autocontenido, estático e inalterable el donde
de un acontecimiento....En Waqt,....en una siempre presente área de
acontecimientos creados por Allah; todos los sucesos son independientes unos de
otros, aunque tienen una relación directa con Su Omnipotencia y Su Sabiduría
Creadora.” (pp. 68-9). Es la conciencia de la trascendencia de Allah la que
frustra y destruye, podríamos decir, el fluido temporal de la experiencia
ordinaria en una infinitud de “presentes” estáticos.
Otro comentario
realizado por un brillante pensador no musulmán también refuerza esta percepción
acerca de la naturaleza “atomística” de la temporalidad Coránica.
Comentando la Sura 18 (Al-Kafh), Norman O. Brown, un autor no especialista en
Islam pero pensador americano de renombre de nuestra época (1913-2002) hace el
siguiente comentario: “Massignon llama a la Sura 18 el Apocalipsis del Islam.
Pero la Sura 18 es un resumen, un compendio de todo el Corán. El Corán no es
como la Biblia, un texto histórico que discurre desde el Génesis hasta el
Apocalipsis. El Corán es todo él apocalíptico. El Corán abandona esa
organización lineal del tiempo, de la Revelación, y de la historia que
constituye el eje del Cristianismo y que permanece también como eje de la
cultura Occidental después de la muerte de Dios. Todo el Islam es apocalíptico
o escatológico, y su escatología no es una teleología. El momento de la
decisión, la Hora del Juicio, no se encuentra al final de una línea, ni está
determinada por un ciclo recurrente; la escatología puede estallar en cualquier
momento. Corán 16:77: “A Allah pertenecen los secretos de los cielos y de la
tierra, y la cuestión de la Hora es como el parpadeo de un ojo, o aún
menor”. En las profundidades de una teología islámica solo el momento es
real”.
(Norman O. Brown: “The
Apocalypse of Islam”, in Apocalypse and/or Metamorphosis. University of
California Press, 1991, P. 86). Brown también es consciente de que el rechazo de la
linealidad del tiempo implica el rechazo de la narración y de que “el Corán
rompe decisivamente con la alianza entre la tradición profética y el
historicismo materialista que se produjo con el triunfo materialista histórico
del Cristianismo.” (87). Finalmente, a su juicio, “El Islam está
comprometido por el Corán a proyectar un plano meta histórico en el que los
significados eternos de los acontecimientos históricos son desvelados” (88).
O, volviendo a nuestra pregunta, la visión trascendente del Corán no se afecta
lo más mínimo por los problemas arqueológicos que suscita la Biblia. El culto
de la Historia es una herejía moderna, que al igual que la Filosofía de la
Historia, es una forma arrogante y narcisista de reflexión sobre el significado
y el objetivo de la civilización Occidental.
En los tiempos posmodernos, sin embargo, las grandes narrativas tanto de la
historia de redención del Cristianismo (Heilsgeschichte) como la historia
universal del Enlightenment, han sido abrogadas por la nueva lógica de la
globalización y el imperio.
El mensaje de hoy en día es que la Historia ha llegado a un fin y que la actual
jerarquía de poderes representa el estado permanente de la humanidad.
Pero sin embargo, la búsqueda de un significado, de una existencia moral, por
parte de la humanidad no se ha detenido.
Es el deber de los musulmanes delimitar la visión Coránica de la Historia y
del tiempo -el objetivo y el significado de la existencia humana- de tal forma
que actúe como un antídoto al moderno nihilismo que es la principal causa de
la angustia moral y espiritual de nuestro tiempo.
El Dr. S. Parvez Manzoor es pensador y
escritor. Actualmente reside en Suecia.
Fuente: Islam Online
Traducción: Musulmanes Andaluces