Las Alfombras en el Islam

 

  Las alfombras están consideradas como uno de los tipos de arte más populares del círculo cultural islámico. Durante siglos, también en la época preislámica, las alfombras se producían con la lana de las ovejas criadas por los nómadas del oeste de Asia; las superficies de las alfombras solían estar formadas por nudos. Como eran objetos de uso diario, y como los tejidos en general tienen una vida relativamente corta, se conservan pocas piezas de las primeras épocas de manufactura. Así, las alfombras fabricadas por nómadas o por asociaciones de tribus en un número relativamente grande datan de a partir de finales del siglo XIX.

 

La alfombra más antigua de todas las que se conservan es la que se descubrió en los años cuarenta del siglo XX en Parzyryk, sepultada bajo el hielo eterno del sur de Siberia, y que es de época paleocristiana. La alfombra de Parzyryk mide 1,80 x 2 metros y es de lana. La zona media, compuesta por 24 cuadrados con flores estilizadas, está enmarcada por cenefas en las que están representados gamos, caballos y leones. Es difícil determinar el lugar de realización de esta alfombra, pero la complejidad de la técnica de anudado y del diseño hacen llegar a la conclusión de que tales tejidos ya se fabricaban desde hacía siglos. Excavaciones en el Próximo Oriente han sacado a la luz fragmentos de alfombras de crespón de las épocas sasánida y preislámica; pero aparte de estos casos, nuestros conocimientos sobre el anudamiento de alfombras se basan hasta finales del siglo XV mayoritariamente en documentos escritos. La alfombra quizás más suntuosa nombrada por las fuentes escritas fue la “primavera de Cosroes”, de un gran formato de 27 metros cuadrados que decoraba el suelo del palacio real sasánida de Ctesifonte, cuando los árabes conquistaron la ciudad en el año 637.

 

Algunos fragmentos de alfombras de diferentes tamaños de la época anterior al siglo XII pudieron ser descubiertos en lugares extremamente secos -como en los restos de la población del viejo El Cairo-, pero el grupo de alfombras más viejo conservado procede de la primera mitad del siglo XIV. Estas piezas, verdaderamente grandes, son llamadas "alfombras de Konya; ya que alrededor de 20 ejemplares de es­ta clase fueron encontrados en 1903 en la mezquita de Alá al-Din de Konya, en el centro de Anatolia, donde yacían en el suelo de la sala de oración bajo muchas capas de alfombras más nuevas. Éstas están anudadas de forma basta y en un número limitado de colores fuertes -rojos medio y oscuro, azul medio y oscuro, amarillo, marrón y marfil- en nudos simétricos. Originalmente se creía que estas alfombras habían sido elaboradas por orden de los sultanes selyúcidas turcos, que en los siglos XII y XIII fueron soberanos en Konya; pero como algunos motivos de estas alfombras se remontan a sedas chinas que proceden de la época de la dinastía Yuan (1279­1368), hoy en día se fecha este grupo a principios del siglo XIV.

 

Algo más nuevo es un segundo grupo pequeño de alfombras, llamadas "alfombras de animales" porque la zona media está marcada por la representación estilizada de un animal o varios. Según consta, sólo tres ejemplares se han conservado: uno fue descubierto en 1886 en una iglesia en el centro de Italia; otro en 1925 en un pueblo sueco, Marby, y el tercero llegó en 1990 al Metropolitan Museum of Art de Nueva York y debía proceder del Tíbet. Al igual que las alfombras de Konya, las alfombras de animales también están compuestas por nudos simétricos, pero, con una longitud lateral de 1-1,50 metros, son esencialmente más pequeñas. Variando los colores, muestran pájaros y dragones. Las alfombras de animales ya debieron ser anudadas a principios del siglo XIV, ya que se pueden observar en dos miniaturas del Shahnama ("libro del rey") de los grandes mongoles, que fue ilustrado en Tabriz alrededor de 1335. A partir finales del siglo XIV y principios del xv se exportaron a Europa alfombras de este tipo. Las alfombras de Konya, de las que fuera de Anatolia tan sólo se han encontrado pocos fragmentos, sólo se producían, por el contrario, exclusivamente para el uso local.

 

A mediados del siglo XV las tejedurías de Anatolia producían las grandes "alfombras de Holbein", que estaban frecuentemente destinadas a la exportación a Europa. La mayoría estaban anudadas con lana de colores luminosos, entre los que dominaban el rojo teja, el blanco, el amarillo, el azul y el negro. En un cuadro interior rectangular aparecían varios octágonos grandes enmarcados dentro de un rectángulo, que normalmente estaban decorados con líneas y rodeados por bandas de octágonos más pequeños. Una de las rayas de cenefas de diferente anchura muestra por norma símbolos elegantes que imitan la escritura, con lo que cada una de las "letras" están unidas las unas con las otras. El nombre de esta alfombra se debe a que aparece repetidamente en los lienzos de Hans Holbein d. J. (1497-1543), como en el cuadro Los enviados franceses a la corte inglesa de 1533 de la National Gallery de Londres. En los lienzos europeos se encuentra más o menos a partir de 1450 como revestimiento de suelo en estancias señoriales, así como en manteles lujosos.

 

 Otro temprano grupo de alfombras son las alfombras mamelucas, en las que se forman en el centro complicados motivos en rojo, verde, azul y amarillo alrededor de uno o varios grandes medallones octogonales. El centro está cubierto densamente por motivos geométricos compuestos de octágonos, hexágonos y triángulos más o menos regulares que producen un motivo casi de forma calidoscópica. La urdimbre, la trama y el crespón producen la forma de S típica de Egipto. Las alfombras están anudadas con un nudo asimétrico abierto hacia la izquierda. Por lo general, las alfombras mamelucas están compuestas de lana, pero un ejemplo extraordinario con tres medallones fue anudado con seda y por ello es especialmente brillante y resplandeciente. Las alfombras de esta clase, muchas de las cuales fueron exportadas a Italia, se produjeron entre los siglos XV y XVII, primero bajo soberanía mameluca (hasta 1517) y más tarde bajo soberanía otomana, en varios centros en la zona este y sur del Mediterráneo.

 

En el siglo XVI (bajo los safávidas) las alfombras se anudaron en manufacturas estatales. De esta época proceden también las primeras alfombras firmadas y fechadas, lo que permite suponer que desde entonces fueron consideradas obras de arte. Mientras que los modelos de las tradicionales alfombras de los nómadas habían sido hechos de memoria, para los trabajos de las manufacturas estatales se utilizaban patrones de diseño. El ejemplo especialmente bello está anudado asimétricamente con muchos hilos de lana luminosos, con una densidad de aproximadamente 41 nudos por centímetro cuadrado. Los hilos de urdimbre están compuestos de seda; los hilos de la trama, de algodón. El medallón central muestra 40 grullas volando, y está rodeado por una animada escena de caza sobre un fondo azul oscuro. Los cazadores, que luchan con leones salvajes, ciervos y otros animales, llevan los típicos turbantes de la época de los primeros safávidas, en los que la tela se enrolla en una vara. En el medio de la alfombra una inscripción cita a Ghiyaz al-Din Djami como el autor -es decir, el diseñador- de esta alfombra en el año 949 de la Hégira (1542/1543). La situación central de la firma dentro del medallón y el diseño radial hacen suponer que esta alfombra debía ser colocada bajo el trono imperial, probablemente el del regente sha Tahmasp. De esta manera el sha tenía delante de sí las escenas de caza, mientras que la firma del artista se encontraba bajo los pies del soberano (en la posición tradicional de sumisión).

 

La producción de alfombras se transformó bajo el sha Abbas I, cuando las alfombras se convirtieron en un bien comercial para los mercados locales y para la exportación. Abbas hizo trasladar la población armenia de Yulfa, en Araxes (Azerbaiyán), a la Nueva Yulfa, un suburbio de nueva construcción al sur de Isfahán. Su monopolio en el comercio de la seda justificaba su bienestar y constituía al mismo tiempo una decisiva fuente de ingresos estatales. Los diseños figurativos, que eran apreciados en las alfombras y tejidos realizados para la corte en el siglo XVI, fueron paulatinamente desplazados por motivos florales. Ejemplos típicos de este nuevo género son las alfombras polonesas que llegaban frecuentemente a manos europeas como regalos o encargadas por las casas de los príncipes de Europa, y de las que se conocen aproximadamente 300 ejemplares. La mayoría de ellas están hoy en día descoloridas y muestran una coloración rosa pálido, aunque originalmente estaban anudadas con brillantes hilos de seda verdes, azules, amarillos y rosas sobre una urdimbre de seda y algodón, y encuadernadas en rústica con hilos de plata y oro. Recibieron el nombre de "alfombras polonesas" en una exposición en París (1878) debido a un escudo de armas sobre una pieza procedente de Cracovia, que fue falsamente determinado como el escu­do de la familia noble polaca Czartoryski. Una alfombra tejida (kelim) con un modelo similar, que en la actualidad se encuentra en Munich, muestra el escudo del rey polaco Segismundo III Wasa. Un documento del 12 de septiembre de 1602 atestigua que Segismundo envió al comerciante armenio Sefer Muratowicz a Kashán para comprar alfombras de seda. Éste adquirió seis pares de alfombras y pagó cinco coronas de más para la aplicación del escudo real. Casi todas las alfombras polonesas muestran una estructura similar con varias líneas de acompañamiento de diferente anchura, que rodean a un panel rectangular. Éste contiene una o varias mitades de medallones y en las esquinas cuartos de medallones. El fondo exhibe arabescos de flores y hojas que se expanden sobre el panel en un ritmo pausado.

 

Las "alfombras de jarrones" constituyen otro grupo de alfombras de la época de Abbas el Grande. El diseño se organiza en tres niveles. Un nivel está constituido por pámpanos de color marfil; los otros dos, de tallos de un fuerte rojo y azul que brotan de los jarrones y que acaban en una abundancia de flores, ramas y hojas grandes y pequeñas. Además de alfombras de nudos, los artesanos safávidas producían también extraordinarias alfombras tejidas o kelims, a las cuales pertenece aquel ejemplar fragmentario del siglo XVI que se halló en la colección de Rothschild. Este ejemplar, de 219 x 148 cm, tiene el tamaño normal de las alfombras de crespón con un panel interior rectangular y varias cenefas, y está tejido con sedas de diferentes colores -blanco, amarillo, verde, rojo, azul claro, azul oscuro, marrón y negro- sobre un fondo de seda de color marfil. La fina técnica permitía pasar los dibujos del diseño del papel a la alfombra. Cuatro huríes ("vírgenes del paraíso") constituyen el centro, rodeadas por personas que almuerzan en los cuatro paneles de las esquinas, mientras que animados motivos de árboles y animales luchando rellenan el panel. Las cenefas contienen cartuchos con animales individuales o con pares de animales.

 

        Los orígenes de las alfombras de crespón en la India son inciertos. Revestimientos de suelo de lana, que posiblemente habían sido tejidos, existían en todas partes ya en el siglo xiv, pero su producción se acrecentó en el siglo XVI bajo los soberanos mogoles, cuando los artesanos indios adoptaron las técnicas y los diseños persas.

 

A pesar de que las alfombras del oeste de Asia son más conocidas, las alfombras de nudos también tenían una larga tradición en Al-Ándalus. Allí se elaboraron como muy tarde a partir del siglo XII, y a partir del siglo XIII se comercializaron en toda Europa. El creciente aprecio de las alfombras turcas en Europa dio alas a la producción andalusí. Pero a pesar de que los tejedores andalusíes adoptaron los modelos turcos, seguían aferrándose a su método de anudamiento, en el que el nudo sólo se sujetaba a un hilo de urdimbre. Un ejemplo interesante de una antigua alfombra andalusí es la "alfombra de sinagoga" de lana pardo rojiza, negra, azul y amarilla, que posiblemente data del siglo XVI. Los judíos utilizaban alfombras para sentarse o como tapicería decorativa junto al relicario de la Tora.

 

        También el norte de África posee una tradición de alfombras de varios siglos. Fuentes escritas relatan que las alfombras norteafricanas fueron enviadas ya en el siglo XI como tributo para la corte del califa abasí en Bagdad, aunque los ejemplares más antiguos conservados de la región provienen del siglo XIX. En ciudades marroquíes se produjeron, por ejemplo, algunas alfombras que copiaban importaciones turcas o que las interpretaban nuevamente. En otros lugares, sin embargo, las tribus bereberes nómadas de la cordillera del Atlas continuaron la producción de alfombras tradicionales.

 

    En los pueblos iraníes, los tejedores se ajustaron tras 1860, por razones económicas a un mercado que exigía alfombras en tamaño de habitación, alfombras para pasillos y alfombras pe­queñas. Muchas alfombras pequeñas fueron fabricadas en el suroeste de Irán por nómadas no persas, y llevadas al mercado, sobre todo a Shiraz, la capital de la provincia de Fars. Las alfombras de este tipo más conocidas son las fabricadas por la tribu de los qashqai. Las grandes alfombras de dragones del centro y del sur del Cáucaso contrastan con estas pequeñas alfombras elaboradas por las tribus nómadas. Éstas últimas representan el tipo más antiguo de alfombras de nudo de esta zona y se remontan hasta el siglo XVII. Las grandes, a menudo con una longitud de seis metros, son comparativamente estrechas y se fabricaron como mercancía. Anudadas con hilos de lana de colores sobre un fondo de lana, los motivos con bandas dentadas son típicos de las alfombras de dragones, de cuyas intersecciones resultan paneles romboidales llenos de representaciones estilizadas, con dragones luchando contra el ave fénix o leones de cuyos hombros salen llamas.