EL SUFISMO EN LA SEVILLA DEL SIGLO XII

 

        Hay algo que siempre se echa en falta en toda la historia oficial del Islam andalusí que bien por ignorancia o por descrédito nunca se nos llega a contar. En cualquier texto que se precie sobre la época podemos leer estudios detalladísimos sobre aspectos sociales, políticos, artísticos, o incluso literarios, siendo algunos de los mismos estudios tan “eruditos”, que rayan lo absurdo, y lo peor del tema es que todo ello permanece ajeno al hombre medio de la calle, porque son estudios con letra, pero sin espíritu, esclerosadas en los rancios pasillos de alguna facultad.

 

        En este breve artículo quisiéramos acercarnos a las biografías de esos grandes hombres y mujeres que vivieron y murieron en nuestra tierra, y que dedicaron sus vidas a lo que el Islam se conoce con el nombre de Tasawuf, o sufismo. No es el momento de hablar sobre el mismo, lo cual requeriría otro artículo dedicado a su estudio, y sólo nos contentaremos con aquella frase que alguien dijo una vez de que “el Sufismo era al Islam que el corazón al cuerpo”. Fueron hombres y mujeres de carne y hueso como nosotros, pero que interiorizaron y dieron vida dentro de sí a todo el legado que nuestro Profeta Muhammad (s.a.s.) nos transmitió a través del Islam, y que cosecharon sus frutos y a juzgar por los textos debió ser aquélla una época luminosa y brillante para el Islam, lejos de las imágenes que algún que otro arabista nos ha querido transmitir de intolerancia, rigidez, y persecución de las ideas por parte de los alfaquíes.

 

Sevilla, y quizá todo el Al-Andalus debió ser un hervidero de maestros, discípulos, estudiantes, y gente con ansias de aprender; sólo un peligro acechaba nuestras fronteras, y no procedía del interior precisamente. Este peligro venía representado por las hordas cristianas que desde el norte de la península darían al trasto con todo el esplendor de Al-Andalus y sus hombres; no obstante y Al hamdu lillah, dio tiempo para el florecimiento de toda una generación de “hombres” en el sentido más original del término, como aquél que ha encontrado en sí a su Señor. Y no podía ser de otra manera en una tierra como la nuestra que vio nacer u morir a grandes maestros sufíes.

 

Ibn Arabi, maestro de maestros, murciano de nacimiento, y sevillano de adopción, fue sin duda el revivificador del Din, como se le ha llamado posteriormente. Nació en el año 1165 de la era cristiana, y pronto su familia emigraría a la Sevilla del sultán almohade Abu Yaqub Yusuf. Para hablar de él haría falta no un artículo, sino varios tratados. Su figura es tan grande que no nos vamos a centrar en su vida y obra, sino en un pequeño opúsculo, que ha sido traducido al castellano, donde él recoge su trayectoria espiritual con los diversos maestros que le enseñaron el arte del Tassawuf.

 

Muchas veces pensamos que los problemas que nos ha tocado vivir son exclusivos de nuestro tiempo, pero no es así, sino que se repiten de una u otra forma en el discurrir del tiempo, y que “no hay nada nuevo el sol”, dice Ibn Arabi hablando de su tiempo... angustiosos son, ¡oh amigo¡, los días en que vivimos: en ellos el intrigante es audaz y el tirano es tenaz; días son de sabios malvados, que sólo estudian para buscar qué comer; de gobernantes injustos, que dan sus sentencias sobre aquello que ignoran; de sufíes sospechosos, que sólo en los bienes de aquí abajo encuentran deleite: en el fondo de sus corazones tienen al mundo por tan grande cosa, que no creen haya sobre él nada digno de ser buscad... son en realidad niños golosos y muchachos bien nutridos, sin ciencia que de lo ilícito los aparte y sin continencia que de los apetitos mundanos los aleje... esto no obstante, ¡oh amigo¡ , a veces entra a convivir con ellos el sufi sincero y justo, pero se le desconoce, ... se le deja de lado y no se le hace caso, porque todo el mundo lo cree uno de tantos...

 

        Como vemos es un cuadro el que nos describe Ibn Arabi que muy bien pudiera ser trasladado a nuestro tiempo donde imperan los políticos corruptos, los advenedizos y toda suerte de prestidigitadores del espíritu, que aprovechando el deseo y la intuición sincera de muchas personas de trascender los límites de la realidad hacen de la vida una mercancía donde todo se compra y se vende. Al Hamdu lillah, y como en tiempos de nuestro maestro, al lado de toda esta basura existen los hombres de ciencia, los hombres con mayúsculas, pero al igual que entonces también ahora su rasgo es la discreción y la modestia.

 

Hemos elegido alguna que otra biografía de sus maestros para darnos  cuenta del ambiente que se respiraba en aquella época. Hasta 55 maestros llega a citar nuestro Shayj como instructores en su vida, lo cual ya nos puede dar una idea de la profundidad que gozaba el Islam en nuestras tierras.

 

Rompiendo con otro de los tópicos que contra el Islam se lanzan, tanto por ignorancia como por mala fe, comprobamos que algunos de sus maestros en  la vía del Tassauf fueron mujeres, una de ellas era Sol, la madre de los pobres (Shams umm al-fuqará). De ella nos dice... vivía en Marchena de los Olivos y la fui a visitar muchas veces, era de avanzada edad. Fue grande en su realización del Dín, mujer de corazón fuerte, de nobles aspiraciones y de gran discreción. Las bendiciones espirituales que sobre ella derramó Allah fueron muchas y bien manifiestas. El temor de Allah y la complacencia con su voluntad eran las dos cualidades que la dominaban.

 

También encontré, en Sevilla, a Nunna Fátima, hija de Ibn al-Mutanna, que había llegado ya al decenio de los noventa años de edad, me daba vergüenza mirarle al rostro, pues lo tenía, a pesar de sus años, tan bello y hermoso, por lo regular de sus facciones y lo sonrosado de sus mejillas, que se la hubiera creído una muchacha de catorce años, a juzgar por la gracia y delicadeza de su porte. La Fatiha (primera Sura del Qurán) era su favorita y preferida. A este propósito, me dijo una vez: “Me ha sido dada por Allah la Fatiha, de la cual dispongo a mi arbitrio para hacer con ella cuanto me plazca”. Allah le ofreció la posesión y dominio de la creación entera; pero ella, sin detenerse siquiera ante una sola de las criaturas, limitábase a exclamar: “¿Tú, sólo Tú! ¿Toda otra cosa que no seas Tú, es para mí de mal agüero!”. Vivía absorta en Allah. El que la veía, decía que estaba tonta. Pero ella replicaba: “¡El necio es el que no conoce a su Señor!”.

Era la compasión misma para con todo el mundo. Su vida espiritual fue maravillosa.

 

        He aquí dos ejemplos de grandes maestras en la vía del Tassawf, que dejaron su impronta en nuestro Shayj, aunque a juzgar por el texto debieron ser más ya que en su epílogo dice--- Éstas que te acabo de contar son, ¡oh, alma mía!, la vidas ejemplares de quienes te precedieron y de algunos a quienes tú encontraste, tanto hombres como mujeres, si bien he pasado en silencio las de otros muchos a quienes también traté... y ahora, ¡oh, amigo!, vuelvo hacia ti para decirte que, si he traído a colación las vidas de todos éstos, ha sido únicamente para demostrar que la época en que vivimos no está –al hamdu lillah- falta de hombres de bien que sigan las huellas de los santos de los primeros tiempos, y de los cuales hemos mencionado tan sólo los que bastaban para lograr en breve resumen el fin útil que nos habíamos propuesto.

 

        Los musulmanes de hoy aún lo tenemos más difícil, dado que la contaminación desinformativa a la que nos vemos sometidos hace más difícil separar el grano de la paja, y encontrar verdaderos maestros, de la altura de los que había conocido nuestro Sheyj, resulta una empresa ardua; pero estamos seguros de que, al hamdu lillah, ahora como antaño, Allah no ha dejado de proveernos con hombres bien guiados que nos desentrañen los secretos de la vía del Tassawf. Esto lo confirmé cuando hace poco tiempo releía las primeras páginas de un libro, y hubo un párrafo que me impactó enormemente y que me hizo reflexionar durante largo tiempo y aún hoy sigo meditando en él: venía de un musulmán actual que vive perseguido y estrechamente vigilado por las autoridades magrebíes, cuyo único delito es ser musulmán. Algunos pensarán que esto es una paradoja, sin embargo no nos vamos a detener en la situación de nuestro país vecino, pues se sale del tema que aquí estamos viendo; sólo queremos reseñar ese párrafo porque, a nuestro entender, reviste la profundidad de un sufí actual, corroborándonos que el sufismo es algo difícil de encontrar en la actualidad, pero que a pesar de todas las dificultades pervive, al hamdu lillah.

 

        El párrafo está extraído de una entrevista que un periodista francés le hace a Abd as-Salam Yassin, acerca del integrismo. Dice así: “Recuerdo una frase de Jea-François Clémet que usted cita y que dice que, para ser islamista, “hay que desesperar de la situación económica, estar sin salida ...”, actuar de alguna forma a la desesperada. Creo que esta explicación es bastante facilona y no tiene en cuenta el factor interno, el factor subjetivo. La gente no acude al Islam como una alternativa a sus desventuras sociales. La gente acude al Islam en respuesta a una llamada, a una llamada que llega muy hondo en el alma humana”.

 

        Estas palabras, especialmente las resaltadas en negrita, contienen toda la sabiduría de un gran maestro porque con ellas demuestra conocer perfectamente el alma humana.

 

Abd al-Wahid Gutierrez Ontiveros

www.musulmanesandaluces.org