AGUA ABSOLUTA
El primero de los
cinco pilares fundamentales que sostienen al Islam es la
Shahâda, que consiste en la pronunciación de la doble frase
lâ ilâha illâ llâh, no hay más
verdad que Allah y Muhámmadun
rasûlullâh, Muhammad es el
Mensajero de Allah. Con esto, ya se es musulmán. La ‘Aqîda, la Cosmovisión del
Islam, tiene su base en las dos frases de la Shahâda, y una ciencia anexa, el Kalâm, la justifica racionalmente.
Una vez asentada esa
base, debe comenzar la práctica efectiva del Islam. Entra las implicaciones
de la Shahâda está el que hay una meta infinita que alcanzar (no
hay más verdad que Allah) y un maestro al que seguir (Muhammad
es el Mensajero de Allah). Hay, por tanto, una Vía, una Ley (Sharî‘a). La ciencia
anexa que desmenuza y concreta la Ley es el Fiqh. El conocimiento del
Fiqh
es imprescindible para todo musulmán de modo que su práctica del Islam se
sustente sobre las enseñanzas del Maestro.
El segundo de los
cinco pilares del Islam -y ya campo de estudio del
Fiqh- es el Salât, que
es la práctica espiritual (‘Ibâda)
por excelencia. El Salât,
la más acuciante de las obligaciones a las que tiene que responder el
musulmán, consiste en recogerse por entero ante Allah, con el cuerpo, el
corazón y la lengua, en cinco momentos determinados del día. El
Salât
es una inmersión absoluta en Allah, un acceso a su Presencia para intimar con
Él. Por ello, el Salât es
algo tremendo, y hay que prepararse para él. Tiene momentos señalados que lo
hacen obligatorio, condiciones previas, e impedimentos que conviene conocer.
Los tratados de
Fiqh, antes de abrir el siempre extenso capítulo dedicado al Salât, comienzan por señalar las circunstancias previas que
rodean al tema del Salât,
y la primera de ellas es el estado en el que debe encontrarse el que se
dispone a realizar un Salât.
El estado adecuado recibe el nombre de
Tahâra,
Pureza, y consiste en estar limpio
(y también deben estarlo su ropa y el sitio en que vaya a hacer el
Salât).
La
Tahâra
(opuesta a la Naÿâsa, la
impureza menor, la suciedad y a la Yanâba,
la impureza mayor) es el estado
original, la incontaminación del ser.
Tathîr, la purificación,
es el acto por el que se recupera esa naturaleza primordial, y se cumple
realizando abluciones
(Wudû -ablución menor-, Gusl
-ablución mayor- o Tayammum
-ablución alternativa con tierra cuando escasea o no hay agua-, dependiendo
de los casos). Al efectuar una purificación, el sujeto se vuelve Tâhir, puro, y está
libre de adherencias y preparado para el encuentro con su Señor, que es
Absoluta Pureza.
La sustancia esencial
para entrar en estado de Tahâra
es el agua (Mâ), y los tratados de Fiqh comienzan describiéndonos el agua válida
para la purificación, diciéndonos que debe ser Agua Absoluta (Mâ Mútlaq).
‘Abd al-Wâhid ibn ‘Âshir, en un
Poema Pedagógico (Manzûma)
titulado al-Múrshid al-Mu‘în,
resume en pocos versos los que hay que saber sobre el agua que debe
utilizarse en las abluciones:
fáslun wa
táhsulu t-tahâratu bi-mâ
Sección: La
pureza se logra con agua
min at-tagáyyuri bi-sháiin salimâ
que de alteración
por alguna cosa esté libre.
idzâ tagáyyara bi-náÿsin
turihâ
Si está mezclada
con una impureza es descartada,
wa tâhirin li-‘âdatin qad saluhâ
pero si es algo
puro, para uso mundanal tiene validez,
illâ idzâ
lâçamahu fî l-gâlib
salvo que lo
acompañe normalmente
ka-múgratin fa-mútlaqun
kadz-dzâib
como el almagre,
entonces es Absoluta al igual que la derretida.
Mayyâra, discípulo y
comentarista de Ibn ‘Âshir, explica estos versos diciendo que la
Tahâra, la Pureza Original,
el Estado adecuado que permite el encuentro con Allah, se recupera o
sobreviene usando Agua
(Mâ), pero ese agua debe estar libre de toda mezcla, siendo agua
en estado puro (Mútlaq): inodora, incolora e insípida. Fundamentalmente, el
Mâ Mútlaq es el agua de la
lluvia. Si alguna de estas tres características del agua verdadera sufre
alteración
(Tagáyyur) por el contacto con cualquier otra sustancia, el agua deja
de ser Absoluta.
Si la sustancia que
contamina el agua pura es impura (orina, pus, sangre, etc.), ese agua no
puede ser usada para la realización de una ‘Ibâda (una práctica espiritual,
como el Salât) y tampoco
debe ser utilizada con ningún otro fin (‘Âda, literalmente, costumbre,
que es cualquier acto de la vida cotidiana -lavarse o lavar algo, cocinar,
etc.- que no es ‘Ibâda). Si la
sustancia que contamina el agua alterando alguna de sus tres cualidades es
pura, el agua puede ser utilizada para la
‘Âda, pero no para la ‘Ibâda.
No obstante, si la
sustancia que se mezcla con el agua le es inherente -como algas, almagre,
verdín, sal, etc.- el agua sigue teniendo la consideración de
Mâ Mútlaq (agua de pozo, alberca, río, mar, etc.), al igual que
el agua que se obtiene cuando se descongela la nieve o el hielo.
INTERPRETACCIÓN SUFI
El agua es mencionada
en el Corán como materia prima de la vida, y también simboliza la Ciencia
Revelada (que vuelve a dar vida al corazón). La relación entre el agua y la
vida (y la sabiduría como vida espiritual) es constante en el Corán. La
Revelación aparece como “lluvia” que revivifica la tierra muerta, haciendo
surgir frutos.
El agua es
traslucidez; es ausencia-presencia, está y no está, pero a pesar de su
ambigüedad y misterio, es eficaz. En nuestro mundo, el agua es
Gáib, lo Oculto, invisible
pero materializado,... El agua ejemplifica esa noción coránica, tan
frecuente, del Gáib, el Ausente-Presente, Allah,
el Señor de los Mundos, el Articulador Secreto de cada ser.
Lavarse con agua es
recuperar el instante original en el que fue creado el ser humano, es su
proximidad
a Allah. El contacto con el agua nos pone en las inmediaciones de Allah, nos
comunica su Secreto. Nuestro cuerpo se libera de su pesadez gracias a la
frescura que volvemos a sentir, quedando reanimado nuestro corazón, cuando
sobre él se derrama de nuevo lo que lo hace ser, y nuestro espíritu se asoma
entonces a lo Indecible. Las abluciones, realizadas con exactitud, trasladan
a la conciencia esa realidad. La eficacia del agua, por mediación de las
abluciones, ya no es sólo una
sensación
sino que se convierte en sabiduría.
El Sháij Sidi Ahmad
al-‘Alawi comentó en clave sufi los versos de Ibn ‘Âshir. He aquí, a
continuación, sus explicaciones:
fáslun wa
táhsulu t-tahâratu bi-mâ
Sección: La
pureza se logra con agua
min at-tagáyyuri bi-sháiin salimâ
que de alteración
por algo esté libre.
1. Nos comunica el autor en este verso que la pureza se produce con (el
empleo) de Agua Absoluta, que el es Agua de lo Oculto, refiriéndonos con
ella a la Traslucidez que se vierte sobre el Mundo del Testimonio, variada
en su manifestación exterior pero unitaria en su multiplicidad, que se
muestra por sí misma pero se oculta a causa de la intensidad de su
aparición, y es Absoluta en su limitación. Ésa es el Agua libre de
alteración y vale para la purificación. De ese agua dijo un gnóstico:
Haz la ablución
con el Agua de lo Oculto, si eres poseedor de secreto.
En
su ausencia, emplea para purificarte tierra pura o roca.
Pon delante de ti
un Imâm del que seas el Imâm.
Haz el Salât
del amanecer al principio del atardecer:
así es el Salât
de los conocedores a través de su Señor.
Si eres de ellos,
rocía la tierra con el mar.
Ése es el Agua de lo Oculto que sirve para la purificación. Toda otra
cosa, comparada con ella, es tierra que no se utiliza más que en ausencia
del Agua
El contacto con Agua
Verdadera (el Agua Absoluta, al-Mâ al-Mútlaq),
debido a su traslucidez (Safâ),
es, en el fondo, un asomo al Gáib,
a lo Oculto, al Presente-Ausente.
Con ese Agua debe purificarse el musulmán, desprendiéndose de la mentira
para acercarse a la Verdad que está en los orígenes y es la materia prima de
su existencia. El agua material, el saber puro, la nobleza de carácter, todo
ello es Agua Absoluta que disipa la idolatría, los miedos, los fantasmas que
contaminan al hombre y lo confunden. El Agua es la
Claridad
(Yaqîn), es el Tawhîd, el proceso
hacia la Unidad. Los enigmáticos
versos que cita el Sháij fueron atribuidos por Ibn ‘Aÿiba a al-Yunáid, uno
de los primeros grandes sufíes. Próximamente, en Musulmanes Andaluces,
pondremos a vuestra disposición el comentario extenso que hace Ibn ‘Aÿîba de
dicho poema.
2. Condición para este Agua especial que se utiliza para la
purificación es que esté libre de alteración. Con esta consideración, queda
excluido el Agua del Mulk y el Agua del Malakût, pues están alteradas a
diferencia de lo que ocurre en su Raíz. La definición restringe al definido,
por lo que el término Agua Absoluta sólo es aplicable al Agua del Yabarût,
que es Absoluta
y libre de alteración al coincidir con su propia Raíz sin mezcla ni
atemperación. Es un Agua que no está relacionada con nada ni limitada por
nada, nada hay por encima de Ella ni nada hay por debajo, y ésta es la
esencia de la Absolutidad, y es a lo que (los expertos) se refieren cuando
dicen: “Agua sin cadena”. Purificarse de la alteridad exige el empleo de
esta Agua.
La
alteración
(Tagáyyur) es la presencia de
Otro
(Gáir) que no sea agua. La
Gairía
es la alteridad, la contemplación de
cualquier cosa que no sea Allah en Sí. El musulmán debe buscar a Allah Solo,
al Uno-Único, y todo Otro es descartado. Es búsqueda de Safâ, de Pureza
Absoluta, de nitidez. El Mundo
Material (Mulk) y el
Mundo Espiritual (Malakût) son adherencias a esa materia prima original, es decir, no
son el Agua Absoluta, que está en el
Yabarût, la Omnipotencia,
detrás de toda forma, ya sea física o imaginaria, está al final de un largo
recorrido en el que se van diluyendo las fantasías del hombre para
desembocar en la Absoluta Pureza.
3. Además, has de saber que las fuentes de este Agua son los corazones
de los gnósticos. Quien aspire a la purificación debe dirigirse hacia sus
tiendas de campaña y mostrarse humilde ante sus puertas. Cuando encuentre el
Agua, que analice sus tres señales. Si se cumplen las tres, entonces está
ante su meta. Pero si descubre que algo contamina la Raíz, sepa entonces que
el juicio que le debe merecer es el que le provoque el elemento perturbador,
tal
como dice el autor del Poema en el siguiente verso.
idzâ tagáyyara bi-náÿsin
turihâ
Si está mezclada
con una impureza es descartada,
wa tâhirin li-‘âdatin qad saluhâ
pero si es algo
puro, para uso mundanal tiene validez.
La fuente inmediata
de la que mana ese Agua, para nosotros ahora, es el corazón de los
gnósticos
(los ‘Ârifîn, los que conocen
a través de Allah, los que han matado a sus egos y ya son traslúcidos,
los sabios verdaderos). Ahora bien, la
Má‘rifa, la Gnosis, es algo interior, que está en sus corazones, y no podemos
identificarla con facilidad. Hay falsos gnósticos, timadores, fingidores,...
Si el corazón del discípulo es puro, si lo guía una intención sincera,
descubrirá a un verdadero sabio o, incluso en las enseñanzas del farsante,
encontrará lo que necesita. En cualquier caso, hasta las palabras de uno que
simplemente imita a los maestros hay utilidad porque incitan al bien, a
seguir el Camino, y ello, aunque esté mezclado con otros intereses, es ya un
paso, sirven para la ‘Âda, los
convencionalismos que están en los principios.
4. El elemento impuro que altera el agua es la presencia del ego. Si el
ego se mezcla con el agua, su existencia es como si no existiera. No sirve
ni para un uso mundanal ni para la práctica espiritual: se descarta y se le
vuelve la espalda. Pero si la alteración se debe a un elemento puro que
cambia alguna o todas las características del agua, entonces puede emplearse
para un fin mundanal pero no para una práctica espiritual. Llamamos ‘fin
mundanal’ al que tiene por objeto el cumplimiento de las órdenes o la
abstención de las prohibiciones, la realización de actos de bien, ya sea el
ayuno, pasar las noches en vela (recitando el Corán, entregado al Dzikr,...),
y cosas así, mientras que aplicamos la expresión ‘práctica espiritual’ al
medio que permite el acceso a la Presencia y Contemplación de Allah. Esta
última pureza sólo se logra con el empleo del Agua que hemos mencionado al
principio.
El Nafs, el
Ego, es el perturbador por antonomasia. En nuestra esencia hay agua,
pero las inclinaciones egoístas de cada uno la enturbian. En realidad, la
purificación representa el esfuerzo por deshacerse de la contaminación del
ego, que lo falsea todo y nos impide tener nitidez. Todos los males, todas
las falsedades, provienen de ese elemento confuso que ciega al hombre. Por
ello es importante la purificación, sin ella no podemos ‘vislumbrar’ a
Allah, sólo veremos los fantasmas que crea nuestro interés. Ése es el origen
de las religiones, de los dioses, y de todos los montajes y quimeras. La
superación del Nafs es lo que nos pone ante la Verdad.
5. En resumen, hay
tres categorías de aguas: impura, pura y purificante. Tiene agua impura
quien mezcla su agua con el amor al mundo y una inclinación desmedida hacia
él. Tiene agua pura el que combina su agua con el amor a la Otra Vida con
una pasión desmedida que le hace descuidar el amor hacia el Creador de esa
Otra Vida. Tiene agua purificante el que no la mezcla con nada ni la altera
ya sea con un objetivo o cualquier búsqueda que no sea de su Dueño, no
aceptando otra cosa que a Allah, y entonces su práctica espiritual es para
Allah con Allah, como dijo uno de ellos:
Todos ellos te sirven
por miedo al Fuego
y ven que librarse de
él es una suerte grande,
o por morar en los
Jardines para gozar
entre arriates y
beber del Salsabîl.
Ninguna opinión tengo
sobre los Jardines ni el Fuego,
no quiero nada a
cambio de mi Amor:
el fluir del espíritu
se ha apoderado de mí
y por ello el Íntimo
fue llamado Íntimo.
Abraham (Sidnâ
Ibrâhîm) es llamado en el Corán Jalîl, el Íntimo de Allah.
Se orientó en exclusiva hacia su Señor, y sólo lo deseó a Él, sin esperar
ninguna otra cosa, se deshizo de la Gairía, la alteridad, dejó
atrás todos los Otros (los dioses, el ego,...) para afrontar a la Verdad
Radical, la que está en la raízz de todas las cosas. Por eso se le llamó
Jalîl, palabra que en realidad significa Penetrado por la Verdad.
Se trasformó así, y merece por tanto el calificativo de Hanîf,
Unitario, el Inclinado hacia el Uno-Único, y se le considera
Imâm de los musulmanes.
Los intereses del Ego, ya sean mundanales o espirituales, a pesar del distinto rango de cada uno de estos dos aspectos, no son interés por Allah en exclusiva. El primero de esos intereses, el mundanal, es impuro (es decir, está alejado de lo que es el ser humano en su esencia), está contaminado, porque es ambición por algo que es falso y, además, destructivo. El segundo es más noble, es el deseo de ser recompensado por Allah, es un grado superior al interés mundanal, pero sigue siendo egoísta si bien orienta al ser humano hacia Allah. Por último, sólo beber agua del Yabarût, purificarse en la Omnipotencia, es inundarse de Allah.
6. Ésa la esencia de la traslucidez y la pureza del Agua. Quien la encuentre ha entrado en el Vedado. El dotado de inteligencia debe esforzarse en la búsqueda de ese Agua y no conformarse con menos, orientándose hacia donde se encuentre, aunque tuviera que comprarlo con sus bienes o con su vida. No le hará daño que sufra alguna alteración si mantiene su estabilidad, pues esto entra dentro de las excepciones tal como dice el autor en el siguiente verso.
illâ idzâ
lâçamahu fî l-gâlib
salvo que lo
acompañe normalmente
ka-múgratin fa-mútlaqun
kadz-dzâib
como el almagre,
es Absoluta al igual que la derretida.
Hemos hablado del
Agua Absoluta (al-Mâ al-Mútlaq) en su Absolutidad (Itlâq).
Es la Eternidad, la Esencia misma de Allah (Dzât), es el
Secreto Vivificante, la Omnipotencia Creadora en estado puro. Ésa es el Agua
que debe proponerse el peregrino hacia Allah (el Sâlik). Es
esencial beber de esa agua y purificarse con ella. Pero incluso en las Aguas
menos puras hay bondades que deben ser aprovechadas, y mientras se alcanza
la Fuente, no está mal hacer uso, con un fin u otro, de la que vamos
encontrando en el Camino. Son una excepción (Istiznâ)
contemplada en el Fiqh
y que no debe ser desdeñada.
7. En ese verso,
exceptúa al agua alterada en su fuente, así como la que se ha derretido
después de haber estado solidificada. Esta excepción es aplicable aquí al
Agua del Malakût, extraída primero, porque ha sufrido una alteración a
diferencia de su propia Raíz. Pero esa alteración es en su misma fuente, y
su uso es válido para fines mundanales así como para las prácticas
espirituales. Pero es utilizable en las prácticas espirituales sólo en
ausencia de Agua Absoluta antes mencionada. También entra en esta excepción
el Agua del Mulk, que es el mundo físico, pero sólo tras derretirse tras su
solidificación, y entonces tiene el valor del Agua Absoluta, pues la Raíz
del mundo formal es la Absolutidad, y volver al origen es Origen, tal como
dijo el autor de la ‘Ainía:
A modo de
representación, el mundo es como un como de nieve
y tú eres como el
agua que de él fluye.
Al derretirse la
nieve desaparece el calificativo
y reaparece el agua,
y el asunto se realiza.
Cuando la nieve se
derrite deja de ser nieve y pasa a ser agua, y es por ello que el autor
dice: “es Absoluta al igual que la derretida”.
El Malakût es el Mundo Interior, el del Corazón y el espíritu, poblado por Ángeles y Visiones, y en él también hay peligros y demonios, pesadillas y miedos. Es el universo intermedio entre la densidad del Mulk y la ininteligibilidad del Yabarût. Su Agua, la Inspiración que viene de él, es aprovechable porque nos acerca Allah. El sabio sabe interpretar lo que le viene del Malakût y encontrar su Raíz, el Agua Absoluta que lo conforma.
En cuanto al Mulk
-que es la solidificación del Agua Absoluta, su forma más grosera-, quien
consigue derretir esa materialidad y penetrar en su Agua Absoluta, también
sabe sacar utilidad de él. Todo depende de la sabiduría y agudeza del
buscador. Para ello, siempre ha de confiarse a Allah, haciéndose con la
fuerza necesaria para recorrer esos caminos.
8. De todo lo
anterior resulta que la impureza interior y la exterior son suprimidas con
la presencia y uso del Agua que acabamos de mencionar. La pureza interior es
la contingencia, es decir, la existencia de la alteridad, que sólo es
eliminada en el corazón del gnóstico y se retira de su vista interior siendo
sustituida por la Eternidad ante su mirada con la presencia de este agua y
su uso purificador. Si no la emplea para purificarse, se mantiene entonces
lejos de su Señor y él no vale para entrar en la Presencia ni para sentarse
en ella. Y de igual modo no es suprimida la impureza exterior mientras el
siervo no derrame sobre el cuerpo de las criaturas este Agua Absoluta, y su
condición impura no desparece hasta entonces: ¿cómo dejarían las criaturas
de ser impuras mientras el gnóstico las vea con su ojo y crea en ellas con
su corazón? ¡Fuera! ¡Eso no es posible! ¿Cómo podría asegurar que las
criaturas son puras mientras las ve contraviniendo a su Señor y disputando
con Él, sumidas en el rechazo y la hipocresía, la idolatría y cosas
parecidas? No puede hacerlo hasta que no cambie su mirada encontrando lo que
no sabía. ¿Puede alguien ver la letra Shîn (Ruindad) y decir que es una Çain
(Adorno)? ¡No! Sólo se puede hablar de lo que se ve: “De los recipientes se
derrama lo que contienen”. Por ello el gnóstico sentencia diciendo que la
mayor parte de las criaturas son impuras, y ese juicio -sobre su corazón y
sobre lo que le rodea- no cambia hasta haber derramado sobre la apariencia
de lo creado el Agua mencionada, e incluso ha de lavar con ella su ojo. Pero
en realidad, las criaturas en sí son puras antes de que el gnóstico las
purifique, pero sólo cuando lo hace son puras para su mirada, y entonces ve
lo que no veía, como dijo uno de ellos:
Lava siete veces tus
ojos con lágrimas,
vuélvete hacia Él y
verás lo que no veías.
Este último párrafo del comentario del Sháij al-‘Alawi es de extremada importancia y de una gran delicadeza. Pero tenemos que definir exactamente lo que significa impureza (Naÿâsa), término que en castellano puede llevarnos a confusiones por sus cargas cristianas de las que está desprovisto en árabe. La impureza es estar apartado de Allah, estar revestido de cualidades contrarias a la magnitud que se adivina tras la palabra Allah. El universo entero es, desde este punto de vista, impuro (náÿis) ante los ojos del que busca a Allah. Ello no es un juicio negativo, es la propuesta para una lucha que devuelva las cosas a su bondad original. Para ello, el peregrino debe purificarse y purificar cuanto le rodea, derramar sobre sí y sobre el universo el Agua Absoluta de la Eternidad, reencontrándose consigo mismo y con la creación en la dimensión de lo Verdadero. Ése es el objetivo de las abluciones transfiguradoras: no cambian la realidad, que en sí es pura, sino que cambian la visión del que se purifica, haciendo más amable e infinitamente más rico su mundo. Y eso es entrar en el Vedado (Harâm) del Salât, el espacio de la intimidad con Allah, es acceder a la Presencia.