El hombre capaz de trascender
“Allah –dice en el Corán- no ha situado dos corazones en el pecho del hombre”. Yami comenta así estas palabras:
“La majestad Incomparable que te ha conferido el bien de la existencia
no ha colocado en ti mas que un solo corazón, de tal manera que con él sólo
ame a Allah, el Único y para que renuncies a todo lo demás entregándote sólo
a Él absteniéndote de dividir tu corazón”.
Conocer a Allah: es el fin último del hombre y la razón de la Creación.
El Profeta del Islam, Muhammad (s.a.s.), nos cuenta que Allah le ha revelado que
de no ser por él –es decir, considerado como arquetipo y modelo del hombre
que ha alcanzado su verdadera estatura espiritual- Él no habría creado los
cielos ni la tierra.
En otro hadiz qudsí, Allah declara: “Yo era un tesoro escondido y
quise ser conocido, por ello creé el Universo”. El Corán da testimonio del
pacto (mizaq) atemporal con las almas de los hombres aún no nacidos, la semilla
de la raza adámica que se encontraba aún latente en el Adam primordial. Allah
interrogó los gérmenes de esa humanidad futura: ¿No soy Yo vuestro Señor?”.
Ellos respondieron: “Si”. Es por lo que cada sentir humano es un aspirante
por naturaleza al conocimiento de Allah. En lo más secreto de sí mismo es
consciente de esa nostalgia por el retorno, pues ha dicho al-Gazzali: “... en
lo más profundo de su ser, ha escuchado la pregunta, ¿no soy Yo vuestro Señor?,
y ha respondido, “si”.
El Espíritu (Ruh) ha sido enviado al mundo en su condición corporal, el
Hombre. Ello le permite cumplir su testimonio de Allah, que es su verdadero
destino. Así lo dice el Corán: “Allah ha ordenado: ¡Descended todos!
Ciertamente, tendréis una dirección proveniente de Mi”. Dice al-Gazzali:
“El hombre, en efecto, debe adquirir en este mundo por el uso de sus sentidos
corporales un cierto conocimiento de la acción de Allah y con ésta intérprete
de Allah mismo”. ¿Porqué este descenso a un nivel inferior de existencia si
no es porque el conocimiento que el hombre puede tener de Allah en este mundo es
más rico? El misterio de la vida humana consiste en esta tensión entre el
deseo de retorno y la imposibilidad de hacerlo sin conocimiento de Allah. La
metas exigida implica una toma de conciencia del mundo fenomenal de donde viene
el acusado acento que el Islam coloca sobre la necesidad del saber: “la tinta
de los sabios, -decía el Rasûl Muhammad (s.a.s.)- es más valiosa de la sangre
de los que mueren luchando dando testimonio del Islam (Shahada, Shahid)”, y añadía:
“conviene ir a u buscar la ciencia aunque se tenga que llegar a la China”.
Retornar a Allah presupone de manera indispensable y desde el punto de
vista ontológico que lo más íntimo del ser humano sea capaz de trascender los
modos inmediatos de conocimiento. El Islam ha condenado siempre el taqlid, la
sumisión irracional o conformismo. Las siguientes palabras del Profeta Muhammad
(s.a.s.), son célebres: “Cada uno ha nacido provista de una naturaleza pura (fitra,
es decir, con una disposición innata para buscar y conocer), son sus padres
quienes hacen de él un judío, un cristiano o un zoroastriano”. La purificación
del corazón, en un último análisis, tendrá por finalidad permitir al hombre
convertirse en lo que es.
Como admirablemente lo ha dicho al-Gazzali: “Cada corazón, a pesar de
las diferencias individuales, está predispuesto a conocer la realidad de las
cosas, pues él mismo es una cosa trascendente y noble, y por ello se distingue
de las otras substancias del mundo: es el lugar de la ciencia de las cosas
inabarcables”.