Relaciones con Irán

 ESTUDIOS SOBRE SIRA

 

Traducción: 'Abdullah Tous y Naÿat Labrador

 

        Las relaciones del imperio iraní con sus más inmediatos vecinos habían sido siempre importantes. Por un lado los persas habían ocupado y colonizado las regiones del Norte, del Este y el Sur de Arabia; Por otro lado las tribus árabes habían penetrado profundamente en los territorios iraníes, en los cuales había llegado a ser desde muy antiguo un elemento fundamental de la población. La antigua palabra china “Ta-chi” (que significa Arabe, y que deriva de la palabra persa Tazi, queriendo decir lo mismo) nos recuerda una antigua inmigración: Una tribu de Arabia del Sur, los Taiy es el origen de este término. En Persa, Tazi significa aquel que pertenece a Taiy (como el habitante de Raiy es Razi, y el habitante de Merv es Marwazi). Para los Persas, Tazi significaba la totalidad de la raza árabe, aunque Taiy no fuera más que una tribu entre las muchas que las constituían, igual que Farangi (francos) significaba en otro tiempo europeo en general. Una parte de esta tribu de los Taiy había quedado en el interior de Arabia en la región septentrional de la Península, entre Jaibar y Dumat al Yandal, al menos en tiempos del Profeta. La forma en que se comportó la tribu de los Lajm es aún más extraña: Acabamos de ver que esta tribu se encontraba entre las que habían suministrado mercenarios para la batalla de Mu’tah. Fue una rama de esta tribu de los Lajm la que había colonizado el Noreste de Arabia, y fundado una importante dinastía de reyes en Hirah (cerca de Ur de Abraham y de Kufah moderno). Cuando las guerras entre bizantinos e iraníes, estas diferentes ramas de lanamíes debieron participar en las luchas fratricidas. De cualquier forma a los dos imperios se le presentaban idénticos problemas; protegerse contra las incursiones de los nómadas vecinos, de Arabia, y servirse de ellos como mercenarios, si, es posible, en sus continuas guerras. Ya hemos visto que Dacio había renovado el pacto de alianza con los ghasaníes, que sus predecesores habían firmado con duy’míes. De la misma época deben datarse las relaciones de alianza entre los iraníes y los inmigrantes árabes en Iraq. Según Ibn Habib, los lajamíes habían fundado su reino en Hirah hacia el año 110 (J.C.), mucho antes de la llegada de los sasaníes. Ardchir, primer emperador sasaní, se apoderó del poder en  el 208, y poco después “subyugó al pequeño reino de Mesena en la desembocadura del Tigris, en el golfo Pérsico, dominado entonces por los árabes, venidos desde Omán, precursores de las tribus árabes que se habían establecido justo en el momento de la llegada de los sasaníes, parece ser que en Hira al Oeste del Eúfrates.  “La carta de Tansas atribuye a Ardchir estas palabras: No quitaremos el título de rey a nadie que venga a ofrecernos su sumisión y que quede bajo nuestro mandato”. Probablemente la derrota de Mesena, y esta promesa de protección, decidieron a los lajamíes de Hirá a consentir una alianza de subordinación con Irán. Como señala Mas’udi, el reconocimiento de la autonomía de los lajamíes fue también útil a Irán, al asegurarle un estado-tapón y una leal ayuda en momentos de necesidad. La fidelidad incluso de los animales (por ejemplo los caballos ) de Arabia es proverbial. No nos asombremos si la dinastía de los lajamíes va a distinguirse por ello a lo largo de los siglos por su inquebrantable lealtad hacia sus patronos Iraníes. La historia nos ha conservado las hazañas de un rey lajamí, que después de la completa derrota de los iraníes, continuó la lucha contra los griegos y liberó el territorio iraní de la ocupación bizantina. Recordemos también este acontecimiento, único quizás en la historia del mundo: el emperador iraní envió a su hijo y príncipe heredero tan pronto como nació  a su vasallo de Hirá, para que éste  educara de forma conveniente a un futuro emperador, y más tarde, en efecto, este príncipe, Bahram Gur se mostró por sus cualidades físicas y espirituales superir a cualquier otro príncipe heredero educado en la capital imperial. Durante su estancia en Hirá, Bahram vivía en el famoso palacio Jawarnaq, construido por Nu’man, rey lajamí. A la muerte del emperador, en el 421, varios príncipes pretendieron el trono, pero Bahram se trasladó a la capital e hizo prevalecer sus derechos, con la ayuda de un poderoso ejército árabe que lo acompañaba. Este eficaz apoyo, junto al perfecto conocimiento de la lengua árabe del nuevo soberano, contribuyó a consolidar las amistosas relaciones entre Irán e Hirá. No nos asombremos si algunos museos conservan aún hoy en día objetos de arte de la época sasaní en los que el emperador está representado con vestiduras de beduino y montado en un camello.

 

        La influencia del reino de Hirá en la historia de Arabia no es menos importante. En el campo político, el reino de los Kindíes, del Yemen, había sabido, en el siglo V, extender sus fronteras hasta convertirse en vecinos de Hirá, lo que provocó sangrientas guerras entre estos dos reinos árabes. En el campo literario dice la leyenda que fue Nu’main, uno de los reyes de Hirá que recopiló la poesía árabe y que estos archivos fueron afortunadamente encontrados por el califato musulmán, con gran alegría de los literatos árabes, que tuvieron así conocimiento de muchos textos desconocidos hasta entonces. El mecenazgo de los príncipes lajamíes sobre las letras árabes, exigiría todo un volumen.

 

        En cuanto a la región de Meca, podemos señalar que las fortificaciones de la ciudad de Ta’if fueron, según la tradición, debidas a un ingeniero persa, enviado por el emperador de Irán por petición de un notable de Ta’if, que había sabido hacerse creedor a los favores imperiales. El arte de la escritura, así como la música y la medicina, en Meca, reconocía tener su origen en la ciudad de Hirá. Los reyes de Hirá participaban regularmente con el envío de mercancías en las ferias de la región mequí, sobre todo en ‘Ukaz. El pillaje de estas mercancías en tránsito por Al-Banad, en el año 590 es famoso en la historia y provocó la guerra llamada de Profanación (Fi’jar) entre la tribu encargada del transporte y escolta, y la tribu a la que pertenecían los saqueadores. Era el tercer año consecutivo de saqueo de las mercancías reales por estos árabes.

 

        La religión oficial de Irán era el Maguismo, en la cual se adoraba al fuego. El emperador Qubad (que reinó del 485 al 528), adoptó la doctrina de Mazdak, y persiguió a los que no querían convertirse. Según esta doctrina el sexo femenino era una propiedad de uso común. Los historiadores árabes reproducen las palabras de Mazdak, que, un día, en una audiencia plena de la corte imperial dijo al emperador : “Incluso la reina, tu mujer, no te pertenece en exclusivo; ella pertenece a la totalidad de los hombres.” Y todo esto sin generar ningún escándalo. El celo religioso del emperador tuvo sus repercusiones políticas, incluso en la de los árabes: muchos fueron expulsados porque no quisieron aceptar esta vida licenciosa. Cuando Qubadh murió, su hijo Anucharwan (528-75) invirtió la política de su padre: nuevas y crueles persecuciones, esta vez contra los seguidores de Mazdak, se sucedieron. Restableció incluso, en el reino de Hirá, al rey Mundhir, que había sido alejado del poder por el emperador anterior al haberse negado a abrazar la religión de Mazdak. Los árabes estuvieron en general contentos en este reinado, como lo atestigua el sobrenombre de “justo” que otorgaron voluntariamente al emperador Anucharwan. Pero bajo sus sucesores el reino de Hirá tuvo una trágica suerte: El emperador Parwiz exigió a Nu’man, rey de Hirá, que le enviara a su hija al harem imperial; ante su negativa, fue llamado a la capital; Nu’man sabía lo que le esperaba; guardaba en su casa bienes de sus amigos que él confió a otros amigos para que los devolviesen a sus legítimos dueños; alejó a su familia en el desierto y luego se dirigió ante el emperador, donde fue decapitado. En su furor, el emperador abolió la dinastía de los lajamíes e instaló gobernadores persas en Hirá. Más tarde, el emperador exigió de los amigos de Nu’man la entrega de los bienes a ellos confiados por el desgraciado Nu’man, cosa que el honor árabe no permitía. Un poderoso ejército salió de Irán para castigar a esas tribus, pero la Providencia quiso esta vez dar una lección a los iraníes<, en una sangrienta batalla, a las orillas del lago Dhuqar, el ejército iraní fue diezmado y se retiró derrotado. Ya hemos visto como Arabia entera se regocijó con esta victoria “nacional”, y como el Profeta la tenía como una gracia divina concedida a los árabes por su causa. En la época de la derrota iraní en Dhuqar por un puñado de beduinos, el rey turco Tung Yagu (619-30) había arrebatado, según Zeki Velidi Togan, las ciudades de Raiy y de Isfahan a los iraníes, después tomó parte, en compañía de Heraclio, en la guerra contra Irán, inflingiéndole en 623 una dura derrota. El acontecimiento de Dhuqar tuvo lugar al año siguiente (hacia julio de 624), según Ya’qubi. De cualquier forma, las costumbres persas en general, no agradaban a Muhammad, prefiriendo los cristianos a los magos, como ya hemos indicado a propósito de los bizantinos (c.f. 554). Fue más lejos aún : aunque dio permiso a los musulmanes a casarse con cristianas y judías, el matrimonio con las mujeres de la religión de los magos les fue prohibido. La razón puede ser que sea porque los magos practicaban matrimonios incestuosos, según la ley de Juvedhvdas; los árabes  daban una gran importancia a la pureza de sangre, consideraban todo ello como un refinamiento en el desenfreno. La poesía árabe ha conservado muchos poemas llenos de desprecio por estas prácticas incestuosas (daizan). En una inscripción griega, encontrada en Cirene, donde se cuestiona de la comunidad de los bienes y de las mujeres, se precisa que esto fue recomendado por Zadares y por Pitágoras. Christensen, que cita la inscripción, discute la identidad de Zadares, y concluye que ahí se trata de Mazdak, y no, de Zarducht (Zoroastro).

 

        La dinastía lajamí nos ha dejado huellas de su admirable tolerancia religiosa. En efecto, en un momento en el que la persecución era la regla, tanto en Oriente como en el Occidente cristiano, leemos que: “A pesar de las persecuciones que sufren los maniqueos... los maniqueos estaban protegidos por ‘Amr Ibn ‘Adi, uno de los reyes árabes de Hirá.” El Irán era zoroastriano, pero leemos que el último príncipe heredero Nu’man III asesinado por Parwiz, había abrazado la fe cristiana. Esto demuestra la independencia de que gozaban esos árabes a pesar de su dependencia de Irán.

 

        Rothstein señala que un secretario de asuntos árabes, que servía también de intérprete y que era pagado en especie por los árabes de Hirá, se encontraba en la corte del emperador de Irán.

 

        La historia nos ha dejado fragmentos de la carta del Profeta dirigida a Ziyad ibn Yahur al-Lajmí. Se trata aquí más bien de la rama lajmid residente en el territorio bizantino como el..... otorgamiento in eventum de Habrum en Darite Tamim. No hay carta alguna a ningún príncipe de Hirá. Esto no tiene nada de extraordinario, ya que la dinastía lajmid había sido abolida hacía una veintena de años, cuando el Profeta envió misivas a los soberanos extranjeros en el año 7 H.. En cuanto a la región de Hirá, había estado separada del territorio islámico por algunas tribus tales como los bakr ibn Wa’il, entre las cuales el Islam apenas había comenzado a penetrar.

                                                                                                                

Carta al emperador iraní

        El mequí ‘Abdallah ibn Hudhafa as-Sahmí había frecuentado muchas veces Irán. El Profeta Muhammad le encargó que llevara la carta al emperador persa de Arabia del Este. Todas las fuentes son unánimes en decir que cuando la carta llegó a su destino, el emperador ordenó que se le diera lectura, pero antes de que ésta terminara, paró al intérprete y rompió el documento, furioso porque encontraba que el comienzo de la carta no convencía a su majestad imperial. Veamos el texto íntegro según fuentes árabes:

“Con el nombre de Allah el Muy Misericordioso, el Todo Misericordioso.

 

De Muhammad enviado de Allah, a Kisra gran jefe de los persas:

      Paz sobre aquel que sigue el verdadero camino y cree en Allah y en su enviado, proclamando que no hay más dios que Allah que no tiene ningún asociado, y que Muhammad es su siervo y su enviado. Hacia ti yo envío la llamada del Islam, porque yo soy el enviado de Allah ante la totalidad de los humanos, a fin de avisar a cualquiera que esté vivo y que se cumpla la palabra contra incrédulos. Sométete pues al Islam y serás salvo, pero si lo rechazas, el crimen de los magos caerá sobre ti.”

        Cuando el Profeta Muhammad tuvo conocimiento de este insulto a su carta, se limitó a decir: “¡Que Allah destroce su reino!.”

 

        El principal relato termina así; pero otros relatos tienen algún otro detalle: primeramente el destinatario. Las fuentes hablan de Parwiz. Abu Hilal al- ‘Askari es el único que incluye este nombre en el texto de la carta, es probable que su comentario haya sido incorporado al texto por error de los copistas. El nombre sin embargo no es seguro: después de 38 años de reinado, Parwiz acababa de ser asesinado en esa misma época (627-8). No hay crónicas persas contemporáneas, y no hay unanimidad entre los autores sobre la cronología de los acontecimientos. Theofanes cita una carta de Heraclio, dirigida desde el campo de batalla a su hijo, anunciándole que, según las noticias recibidas, su adversario, el emperador de Irán, ya resentido por la dura derrota del Ninive, había sido asesinado por su propio hijo el 27 de Febrero de 628. Por su parte , los autores árabes hacen eco de tal noticia que fue recibida en toda Arabia:

        a) Tabari (según Ibn Ishaq, y éste según Yazid ibn Abi Habib, y no según Zuhri como abreviadamente Ibn Hicham lo deja creer), nos dice que, en su cólera, Parwiz escribió a su gobernador de Yemen que enviara agentes para convocar al Profeta a la corte imperial. Cuando los agentes llegaron a Medina y transmitieron la carta del gobernador, Muhammad prometió responderle al día siguiente; y al día siguiente dijo:

“Esta noche mi Maestro ha hecho matar a tu maestro por mano de su hijo, el príncipe Cheroeh”.

 

Los emisarios anotaron la fecha, volvieron al Yemen, y cuando la noticia del asesinato les llegó, corroborando la predicción del Profeta, el gobernador Badhan y su entorno abrazaron el Islam.

 

        Al- Ibchaihi está en la creencia que el emperador persa había incluso enviado, en la embajada ante el Profeta, un dibujante ( para llevarle el retrato del Profeta), así como un adivino y algunos augures para predecir el futuro del Profeta.

        b) Tabari, nos dice según otro fuente: “Y Allah hizo perecer a Kisrá; la noticia la consiguió el Profeta el día de Hudaibiya y le dio felicidad a él y a los suyos”. Señalemos de paso que según la unanimidad de las fuentes árabes, el Profeta envió su carta después de la tregua de Hudaibiya, cuando volvió a Medina.

 

        c) Abu Nu’aim difiere ligeramente: “Los persas fueron vencidos por los bizantinos el mismo día en que se firmó la tregua de Hudaibiya; y cuando la noticia llegó al Profeta éste lo celebró”. Hay que recordar que una decena de años antes, cuando las grandes victorias iraníes, el Profeta Muhammad había predicho la vuelta a la situación anterior “en menos de diez años” –como leemos en el Corán- de ahí su extraordinaria alegría.

 

        d) Waqidi no sólo reproduce el relato del milagroso conocimiento del Profeta sobre el asesinato en Irán, sino que además precisa: “el parricidio tuvo lugar seis horas pasadas después de la noche del martes 10 de Yumada al-ûla (5º mes) del año 7 H.”

 

        e,f) Señalemos de pasada que la tregua de Hudaibiya tuvo lugar según la cronología general, en onceavo mes (Dhu’l-Qa’dah) 6 H., pero la unanimidad no es completa, y conviene aquí citar dos fuentes a este respecto; Según Abu Yusuf, gran jurista de la corte de Harûn ar-Rachid, nos asegura que el Profeta dejó Medina para Hudaibiya, en el mes de Ramadán (9º mes). A su vuelta, el gran historiador y tradicionalista Ibn Kathir, siempre colocando este acontecimiento en el onceavo mes, añade: “Urwa dice que la tregua tuvo lugar en Chanwal (10º mes); y esto parece extraño por parte de ‘Urwa.”

 

        Para resolver estas contradicciones, hay que recordar la situación de los iraníes que vivían en Yemen –Abna en la terminología árabe- era bastante precaria en esta época; las gentes del país los detestaban como lo demostrarán los acontecimientos del año 2 H. La derrota de Ninive, que hizo temblar el poder central de Irán no añadió nada a lo precario de su situación. Los Abna’, sobre todo el gobernador Badhan, abrazaron el Islam, sin que el Profeta Muhammad hubiera emprendido ninguna expedición contra el Yemen. Los Abna’ no esperaban por parte de los yemeníes más que ser puramente masacrados. Parece ser que alguno entre los nuevos conversos, extendió la historia del milagro para tapar el motivo primario de su conversión, que era conseguir el apoyo del Profeta Muhammad contra la agitación antipersa del Yemen. Y en efecto el Profeta Muhammad no solo mantuvo en el poder a Badhan como gobernador sino que después de la muerte de éste, fue su hijo Chahr, el que fue nombrado sucesor.

 

        El asesinato del emperador tuvo una gran importancia administrativa, y el nuevo soberano envió sin duda emisarios a todas las provincias, anunciando su advenimiento al poder. Los gobernadores de Yemen, y otras colonias persas en Arabia, debieron conocer la noticia antes incluso que los mequies o el campamento de Hudaibiya tuvieran conocimiento de ello. En sus Anales, Tabari habla del milagro, pero añade también un relato según el cual la noticia llegó al Profeta en Hudaibiya, lo que convierte el milagro en un anacronismo; pero en su comentario sobre el Corán, toca sólo el último relato, mostrando así su preferencia.

 

606.   La llegada de la noticia de Hudaibiya cuadra bien con la carta de Heraclio a su hijo, situando el parricidio en el 27 de Febrero de 628 (hacia la mitad del 10º mes del año 6 H.). Según Abu Yusuf, el cual acabamos de citar el Profeta Muhammad dejó Medina para ir a Hudaibiya el 9º mes. Según ‘Urwa, pariente próximo del Profeta, y uno de los primeros historiadores que hayan escrito en lengua árabe, la tregua tuvo lugar el 10º mes. Hay una distancia al menos de doce jornadas de marcha entre Medina y Hudaibiya; y hubo largas negociaciones antes de la firma de la tregua. No hay pues contradicción alguna entre Abu Yusuf y ‘Urwa: el Profeta dejó Medina el 9ª mes y negoció la tregua el 10º mes. La omisión del nombre del parricida Cheroeh, quizás fue algo intencionado por parte del Profeta.

 

        Queda un solo problema por resolver: Según todos los cronistas en general, la tregua tuvo lugar en el 11º mes. Esto es debido a los diferentes sistemas de datación empleados en Meca o en Medina: los nombres de los meses eran los mismos pero en el sistema mequí, procedían a realizar una intercalación, mientras que en el sistema empleado por el Profeta o sea el mediní, era puramente lunar. Ya hemos señalado al hablar de las relaciones con Meca, que el Profeta abolió la intercalación en Meca hacia el fin del año 10 H. ; en efecto ese año los dos calendarios coincidieron en cuanto al número de meses y en cuanto al comienzo del año. Partiendo de esos datos, podemos ver que en el año 6 H., durante la tregua de Hudaibiya, había una diferencia de dos meses entre los dos cómputos, mediní y mequí. El 11º mes mequí tuvo que ser considerado por los que no practicaban la intercalación como el 9º mes.

 

        En cuanto a Waqidi, ya hemos hablado en el capítulo precedente de seis meses de diferencia que existe a este respecto. Esta diferencia se explica si tenemos en cuenta dos meses intercalados desde el año 6 hasta la abolición de la intercalación en el año 10. Esto ha producido una confusión en Waqidi que unas veces data  tanto en uno como en otro.

 

        No hay que dar importancia a la diferencia entre Tabari (la noticia del parricidio le llega al Profeta durante la negociación o a la firma de la tregua de Hudaibiya) y Abu Nu’aim (la derrota de Ninive tuvo lugar en Hudaibiya). Quizás falten en el relato de este último, algunas palabras, tales como: “cuya noticia nos ha llegado”: Aparte de esto los dos relatos se confirman el uno al otro sin que esto suponga milagro alguno.

 

        Sin embargo, el rechazo total del mensaje islámico cortó las relaciones entre Medina y Mana’in. Las misivas del Profeta, dirigidas a los jefes administrativos de las colonias iraníes de Arabia, como Bahrein, Oman, Yemen, tuvieron un éxito total, hasta tal punto que estas regiones se desentendieron de Irán y se convirtieron en provincias del Estado islámico. Todo esto ocurrió en unas semanas, como veremos. La situación era caótica en la capital iraní: el parricida Cheroeh no reinó más que meses; y en cuatro años y medio, no menos de ocho personas se sucedieron en el trono, la mayor parte asesinando al soberano precedente. Se cuenta entre estos soberanos incluso algunas mujeres, que parecen haberse comportado de forma más inteligente que los soberanos masculinos: una de ellas Buran Dujt, aunque reinó poco tiempo, se percató del peligro árabe, y buscó mejores relaciones con Medina. Tirmidhi nos habla que una reina persa que envió regalos al profeta y que éste los aceptó. Tabari es más explícito. Nombra a Buran Dujt como autora del envío de regalos. Pero tampoco pudo mantenerse en el trono por lo que la distensión fue de corta duración.

 

        Parece ser que la decapitación del rey de Hirá por el emperador persa, y la derrota inflingida a éste último por los árabes en Dhugar, no pusieron fin a las relaciones de hostilidad entre Irán y los beduinos de Arabia del Noreste: más bien al contrario, las represiones y las incursiones de represalias continuaron impulsando el ánimo de los dos lados. Las tribus árabes de esta región se sentían sin duda atraídas hacia el poderío árabe más fuerte de entonces, o sea, el Islam. Después del envío de su carta al emperador persa, el Profeta Muhammad no vivió más que 4 años, pero el Islam, sólidamente establecido en las regiones antaño de soberanía iraní, se extendió sin oposición por estas regiones.