RELACIONES CON LOS ABISINIOS  

Estudios sobre Sira

 

          Habach es el nombre árabe de los Abisinios, y Habacha de Abisinia. Yemen fue el intermediario en sus relaciones con Meca:

         Aproximadamente un siglo antes del nacimiento de Muhammad, el cristianismo había ganado un cierto número de adeptos en Yemen, esto inquietó al rey judío del país, Dhu Nuwâs. Nayrân era el centro de esta evangelización. Tabari nos cita dos relatos que podría explicar esta persecución de cristianos por los judíos. Según uno de ellos solo el fanatismo había sido la causa: el rey pidió a los cristianos que abrazaran el judaísmo, y ante su rechazo, dio orden de masacrarlos. Según el otro, dos niños judíos habían sido asesinados en Nayrân, su padre lo denunció ante el rey, y éste exigió entonces la conversión de los cristianos como medio de alcanzar su perdón. Como los nayraníes rechazaron abandonar su religión, Dhu Nuwâs invadió la región con un gran ejército, aquellos que se resistieron, fueron muertos inmediatamente y el resto hechos prisioneros. Luego se cavó más grandes fosas (ujdûd) en los que se encendió fuego; se les dio entonces la oportunidad que apostatasen, y todos los que rechazaron abrazar el judaísmo, fueron arrojados vivos a las llamas. El Corán habla de ello conmovido, y expresa su horror por este crimen. Fuentes sirias nos dicen que Dhû Nuwâs no se limitó solo a este acto de barbarie, sino que envió emisarios ante el rey de al-Hira (Iraq del Sur) para que él también exterminara a los cristianos de su país.

 

            Algunos nayraníes pudieron huir; los demás quizás simularon su conversión. Las consecuencias fueron graves para el Yemen:

            al-Harith ibn Mudad, jefe yurhuní de Meca –el cual había dado asilo a algunos refugiados- emprendió una expedición de represalia para castigar a los culpables. Se sabe en efecto que una tumba fue encontrada más tarde en isfaham, en Irán, con la siguiente inscripción: “Yo soy al-Harith ibn Mudad, que castigó a las gentes de los fosos (ujdûd)”.

 

            Es bien conocida la reacción de Bizancio a este respecto. El representante de los perseguidos se presentó ante el emperador, y le pidió ayuda contra el rey de Yemen. El emperador respondió: “Mi país está muy lejos del vuestro; todo lo que puedo hacer es escribir una carta en vuestro favor al Negus, que es vuestro vecino y que también es cristiano”. Según un relato, los perseguidos se presentaron directamente ante el Negus, y le enseñaron las hojas quemadas de sus evangelios. El negus pidió al emperador que le suministrase barcos de transporte. Con sus propios medios construyó 700 barcos, confiscó los barcos de los comerciantes iraníes y de otros países que se encontraban en ese momento en sus puertos. Una ver recibida la ayuda de Bizancio, según los relatos árabes, 70.000- y según los cronistas griegos, 120.000- Los abisinios se embarcaron para atravesar el “Estrecho de los Llantos” (Badr al-Mandab). Este nombre encuentra justificación, porque muchos de estos barcos se hundieron antes de llegar a Yemen. Según Ibn al-Kalbi, hubo dos invasiones: la primera fue por sí sola lo suficientemente poderosa para atemorizar a Dhû Nuwâs, el cual compró la paz ofreciendo una enorme suma de dinero; pero cuando los oficiales abisinios fueron ante él para recibir el dinero, los hizo masacrar traidoramente, y seguidamente se arrojó contra el ejército enemigo, sorprendido y privado de jefes. Los 70.000 antes mencionados, se refiere según Ibn al-Kalbi a la segunda expedición pumitiva. En cuanto a los cronistas bizantinos, dicen que una vanguardia de 15.000 hombres pereció de sed y agotamiento. En cualquier caso, la guerra se terminó con la derrota de Dhû Nuwàs, que se suicidó arrojándose al mar; y el país fue ocupado por el ejército del Negus.

 

            Algunos años más tarde, estos mismos abisinios, salieron de Yemen para invadir Meca, -como ya veremos luego- pero debieron retirarse después de sufrir grandes pérdidas. Tres meses después nació el Profeta. ¿Por qué emprendieron los abisinios tal expedición? ¿Con el simple objeto de conquistarla? ¿Querían ellos solamente atravesar el territorio mequí para dirigirse a Siria a ayudar a los Bizantinos, entonces amenazados por la invasión iraní, como nos dan a entender algunos orientalistas? ¿Para vengar la profanación de la iglesia de San’a, en Yemen, por un árabe pagano, como lo relatan los cronistas clásicos árabes?  Hay otra posibilidad: al Harith ibn Mudâd había ido, como acabamos de ver, él también a castigar a yemeníes. Quizás este jefe mequí revindicara para sí el reino de Yemen, y esta rivalidad hubiera sido causa de fricción, seguida de invasión. Hay que pensar de todas formas había sido ya despedido de Meca mucho antes de la invasión de los abisinios; Y no se conoce gran cosa sobre la expedición de este personaje en favor de los Nayrâníes. ¿Su tumba en Isfahan (Irán) significa que seguidamente buscara refugio en Irán, o bien que fue allí como conquistador y cayó en el campo de batalla.

 

            Sea lo que sea, el Negus quedó en su país, y fue un virrey quien se encargó de la administración de Yemen. Más tarde uno de los comandantes, Abrahah, mató al virrey Aryât y se apoderó del poder. Para evitar una guerra civil, el Negus creyó más prudente reconocer el hecho consumado, y nombró a Abrahah virrey de Yemen.

 

            Abrahah parece ser que fue un celoso cristiano que se dedicó con entusiasmo a evangelizar el país. Entre otros monumentos construyó una gran catedral en San’a, cuyo  nombre se ha perpetuado en la literatura árabe bajo el nombre de Qalis (arabización de la palabra iglesia) y el emperador bizantino envió de Constantinopla hábiles obreros así como mármoles y mosaicos para decorar el edificio. Envió además a Gregentius, sacerdote italiano de Alejandría para dirigir la vida religiosa de Yemen. Este promulgó un código de 23 artículos para los árabes cuyo original en griego se conserva todavía entre los MSS de Viena. Abrahah impuso a los árabes un prestación de trabajos para la colectividad e incluso demolió el antiguo palacio de la reina de Saba para reutilizar los materiales en la construcción de esta iglesia. La Qalis ya no existe; en 1947 vi en San’a su emplazamiento, rodeado de un simple muro. Las masacres de los Fosos fueron conmemoradas por una iglesia en Nayrân, así como con un cementerio para los mártires. Nayrân se encuentra ahora en Arabia Saudita, y he sabido de fuentes oficiosas, que en 1946, se descubrió un león de piedra; por esta misma fuente supe que se había encontrado entonces los fosos de los mártires, cuyas cenizas se utilizaban como fertilizante; pero tan pronto lo supo el rey Ibn Sa’ûd prohibió esta profanación, ya que la memoria de estos mártires está ennoblecida por el mismo Corán (ashab al ny-dûd).

 

            Parece ser que Abrahah se comportó como un administrador capaz y benévolo, y se ocupó de la restauración o de la reparación de presas, como hemos sabido por el descubrimiento e ciertas inscripciones. La gran inscripción himyari (136 líneas) sobre la presa de Mârib, datan del año 543 de la era cristiana, y ha sido publicada por Glaser. El texto está inscrito en un monolito de piedra. Veamos un resumen de la traducción alemana de Glaser:

Por el poder y la clemencia y misericordia del Todo Poderoso y de Su Mesías y del Espíritu Santo esta inscripción se gravó por Abrahah, delegado del rey ge’estí (aksûmi) Ramhich Zubaimân, rey de Saba y de Dhû Raidan y de Hachamaut y de Yamanât y de sus árabes de Tihâmah y de Nayd. Y él escribió esta inscripción cuando la revuelta de Yazid ibn Kabchah, gobernador de Kindah y de Di... él envió a Yarrah Dhû Zinbur... pero Yazid lo mató...Recibiendo la noticia, el rey reunió a sus tropas abisinias y himyaríes por miles en el mes de Dhu’l-Qiyât 657; se puso en marcha y penetró en las llanuras de Saba... Entonces Yazid se presentó ante él en Nabat, y capituló ante los jefes del ejército... En este momento vino de Saba la terrible noticia de que en el mes de Dhu’l-Madhrah 657, el dique se había roto, así como el muro, los depósitos de agua, y la presa de Afan... Y el rey dio orden a las tribus de almacenar tierra de construcción, piedras para los cimientos, ladrillos y otros materiales de construcción, hojas del árbol Jayaf, cal así como plomo de fundición, para reparar el dique y los muros de los estragos causados en Marib. Este trabajo de reparación se acabó en el mes de Dhul’l-Surab 657... El rey se presentó en Mârib para consagrar su iglesia...después fue al dique, escarbó hasta los cimientos y despejó la peña para erigir el muro. Y cuando hubo comenzado, llegó la noticia de la revuelta de las tribus... Los rebeldes se sometieron al rey. De ahí, volvió a la ciudad de Mârib. Los jefes que se mantuvieron fieles, fueron Aksûm (jefe de Ma’âhir, hijo del rey), Muryazif de Dhirnah, ‘Adid jefe de Faich, etc... Entonces vinieron a él la embajada del Negus, y la embajada del rey de los Rûm (bizantinos), y la embajada del rey de los persas, y el enviado de al-Mundhir, y el enviado de Harith ibn Yabala, y un enviado de Abû Karib ibn Yabala, así que los enviados de todos los que buscaban su amistad, gracia al Todo Misericordioso... y el rey restauró el muro caído por Ya’fûr a Sabâ... cuando acabó la construcción con la ayuda de las tribus, tenía 45 varas de largo, 35 de alto, y 14 de ancho; y construyó el dique, la muralla, los canales... (después vienen detalles sobre el gasto de harina, dátiles, carne, uvas, uvas pasas y vino)... y terminó el trabajo de construcción de 58 días... en el mes de Dhû Mu’an 658” (Febrero-Marzo del 543 de la era cristiana)

 

            No hay gran cosa que contar en los 26 años que siguieron. Fue en el 569 cuando Abrahah emprendió su expedición contra Meca. Dejando a un lado las causas de la invasión, -según ibn Kathir: el incendio de la iglesia provocado por algunos desaprensivos llegados de Meca; según Ibn Hicham la profanación del edificio por el jefe kinaní encargado del calendario árabe (Nasi) –es necesario señalar que los conquistadores negros disponían, entre otros elementos, de un elefante gigante- de ahí la expresión “año del elefante” en la cronología mequí anterior al Islam- y según los cronistas árabes, este elefante se llamaba Mahmûd. Un nombre típico árabe para un elefante enviado desde Abisinia por el Negus, parece extraño. ¿Sería posible considerar la arabización de Mamut, último representante de su raza? Según algunos narradores, había también otros elefantes en la columna, pero no tan grandes como Mahmûd. La Tribu Jath’am tenía entre los suyos cierto número de cristianos. No nos asombremos que Abrahah encontrara a un jath’aní para guiarlos hasta Meca. Los invasores hicieron estragos en la región mequí y se apoderaron del ganado, mientras que los habitantes se refugiaban en las montañas. ‘Abd al Muttalib, Abuelo del Profeta, se presentó ante Abrahah como delegado de su pueblo. Por su gran talla, el color de sus cabellos, rubio platino, causó una gran impresión en el jefe negro: Abrahah lo recibió con respeto y cortesía. Preguntado sobre el objeto de su visita, ‘Abd al-Muttalib reclamó que se le devolviesen sus camellos. Ante el asombre de Abrahah, continuó: “Los camellos me pertenecen y yo los reclamo; en cuanto a la Casa de Allah, su amo es quien se ocupará”. Un poco molesto, Abrahah le devolvió sus animales y mandó que le trajeran el elefante para destruir la Kaaba, pero el elefante se obstinó: ni persuasiones ni violencias pudieron hacerlo mover.

 

“¿No has visto como trató tu Señor al Pueblo del Elefante?

¿Acaso no confundió sus planes?

Y envió contra ellos bandadas de pájaros

Que se comieron su carroña golpeándolos contra piedras de arcilla

Y así los redujo como a paja rota, comida

(Corán 105:1-5)

 

            Sería fácil rechazar el ataque de los pájaros como cosa de leyenda; tendríamos que recordar que la revelación de estos versículos del Corán data de unos cuarenta años después de este acontecimiento, del cual existían testigos oculares en el campo de los adversarios de Muhammad; estos testigos hubieran podido ridiculizar esta explicación y ella no hubiera sido más que una invención. (Los cronistas árabes han citado las críticas de los enemigos del Islam con respecto a gran número de versículos del Corán, pero nunca con respecto a esta historia de los pájaros).

 

            Tabarî nos precisa que la viruela y otras enfermedades contagiosas, invadieron la región ese mismo año por primera vez en la historia. ¿Fueron ellas el efecto o la causa de las enormes pérdidas sufridas por el ejército invasor? De todas formas la Kaaba fue salvada milagrosamente, y Abrahah volvió a Yemen para morir allí enseguida. ¿Podríamos preguntarnos si algunos enfermos del ejército enemigo no se quedaron en la región, cuando sus camaradas tomaron el camino de vuelta y se convirtieron en los esclavos negros que se encontraban en Meca al comienzo del Islam? El poder militar quedó debilitado en Yemen y el país fue fácilmente ocupado por Irán. En efecto algunos yemeníes se presentaron ante Chosroes a pedirle ayuda para expulsar a los abisinios. Chosroes envió un ejército bajo el mando Wihriz; y, a decir de los cronistas árabes, amnistió a los criminales de las prisiones con la condición de que tomasen parte en la expedición. Se aseguró la colaboración de los autóctonos y Yemen fue arrebatado a Abisinia sin gran dificultad. No nos asombremos que mequíes enviaran una delegación, conducida por ‘Abd al-Muttalib, para felicitar a Saif ibn Dhi Yazan, el gran jefe yemenita por esta victoria. (La independencia de Yemen no duró mucho: Los iraníes comenzaron rápido a comportarse como amos y esto duró hasta la islamización de Yemen en tiempos del Profeta.

 

            Los mequíes antes del Islam tenían ciertas relaciones con el África negra. La existencia en el Corán de palabras de origen abisinio lo prueba. Cuando un emperador bizantino (León I) concedió hacia el año 467 a Hachim, bisabuelo del Profeta, una autorización permitiéndole dirigirse con sus caravanas a Siria, le dio igualmente una carta de recomendación a la atención del Negus, para que le autorizara el tráfico caravanero entre Meca y Abisinia. Hachim encargó a su hermano ‘Abd Chams que se presentara ante el Negus para obtener la autorización necesaria. Desde entonces las relaciones entre estos dos vecinos fueron en aumento. En una época posterior vemos a ‘Amr ibn al-‘As ofrecer al Negus pieles como lo mejor de sus productos. Es probable también que esto fuera lo que exportara Hachim en su tiempo.

 

            Balâdhurî nos relata que ‘Abd al-Muttalib hijo de Hachim, tuvo una querella con Harb, nieto de ‘Abd chams (el mismo que había recibido la autorización para comerciar con Abisinia) por disentir cual de los dos mequíes tenía más mérito; y los dos se pusieron de acuerdo para hacer del Negus su árbitro. Esto no aceptó en absoluto intervenir en estos asuntos entre parientes (entonces nombraron otro personaje para arreglar sus diferencias).

 

            Suhailî relata que en las guerras internas de Abisinias, un príncipe fue vendido por seiscientos dirhams a un comerciante árabe con el fin de alejarlo de su país, y que este príncipe (más tarde el Negus As’hamah), servía de pastor a un damrí en el Valle de Badr. Recordemos que fue un damrí (‘Amr ibn Umeya), que el Profeta envió como embajador ante el Negus As’hamah, para contrarrestar las intrigas de los mequíes concernientes a los refugiados musulmanes en Abisinia.

 

            ¿Acaso Muhammad fue también a Abisinia? Nuestras fuentes no hablan de ello; pero algunos hechos nos permiten deducirlo indirectamente. Como veremos más tarde, la primera carta que Muhammad dirigió al Negus está escrita en términos bastante íntimos. Decía la carta: “Te mando a mi primo paterno, Ya’far, acompañado de un pequeño número de musulmanes; cuando llegue a tu país recíbelos con hospitalidad...” Al darle permiso a los musulmanes mequíes de refugiarse en Abisinia, el Profeta había añadido, según Ibn Hicham: “Allí hay un rey en cuyo país nadie está oprimido por nadie; verdaderamente es un país, donde Allah os asegura un medio de escapar a vuestra situación actual”. Pero no podemos contentarnos con simples rumores. Sabemos que el Profeta utilizaba a veces palabras abisinias, sobre todo al hablar con los abisinios y con aquellos que hablaban esta lengua. Tomados aisladamente, cada uno de estos hechos no prueban gran cosa, pero en conjunto ya toman un cierto valor, y por otra parte el Profeta había viajado mucho: Había estado desde Bahrain-‘Umar, hasta Yemen tanto como en Siria, lugares todos muy lejos de su país. En esta época eran bastantes frecuentes los viajes de comerciantes mequíes al país del Negus. Los abisinios habían ocupado Yemen después de un ataque por mar; los refugiados musulmanes se dirigieron a Abisinia en barco; El yemení Abû Musa al-Ach’ari habiendo tomado un barco para trasladarse a Medina la tempestad lo empujó a la costa abisinia. Barthold ha pensado que la descripción tan detallada de los viajes marítimos que vienen en el Corán, hace pensar que Muhammad debía estar perfectamente al corriente de este modo de transporte por lo bien expresado por haber cogido tan exactamente aquello que le era revelado.

 

            En época preislámica, una fuente nos informa que se llevaban géneros para Meca por vía marítima desde Yidda; esta fuente añade: “Se trataba de los abisinios; los mequíes enviaban camellos y asnos a Yidda para transportar las mercancías”. El incidente siguiente puede ser resultado de esto: el ‘abdrí  al-Hârith ibn ‘Alqamah fue rehén coraichí en manos del rey de Abisinia Abû Yaksûm (=aksumí), después de los siguientes acontecimientos: un grupo de comerciantes abisinios se trasladó a Meca en una época en la que esta última sufría una fuerte escasez; los jóvenes coraichíes se precipitaron sobre las mercancías de los abisinios y las saquearon. Esto causó evidentemente un conflicto; luego se reconcilió, después de que varios notables de Meca hubieran ido ante el aksumí, para excusarse y pedirle que no impidiera en el futuro trasladarse a Meca a los comerciantes de su país. Al-Harith, entre otros, fue enviado al rey como rehén. El rey trató a los rehenes con generosidad; y ellos siguieron mandando mercancías a Meca.

 

            Ya hemos visto que en el año 609 Muhammad declaró haber recibido la llamada divina para predicar el Islam. Cinco años después la persecución religiosa de sus conciudadanos se había vuelto tan insoportable que él mismo sugirió a sus fieles que abandonaran su país natal para ir a refugiarse a Abisinia. Diversas consideraciones lo decidieron, sin duda, a elegir un país tan lejano: Primeramente las costumbres árabes no permitían que se diera asilo a los extranjeros si no iban acompañado del consentimiento de los miembros de su tribu; o dicho de otra manera; encontrar asilo no era un derecho del refugiado, sino una suerte. Dar asilo a toda una comunidad de veintenas y quizás de centenas de personas constituidas no solo por hombres, sino también por mujeres y niños exigía no solo buena voluntad, en un país de bellum omnium contra omnes, sino también de recursos materiales considerables para integrar a estos refugiados en la economía regional. A pesar de la proverbial hospitalidad de sus habitantes, la Península Arábiga no tenía muchos lugares donde acoger a un número tan grande de refugiados. Por otra parte, los mequíes mantenían un importante comercio panarábigo e incluso internacional, por lo tanto era necesario pensar en las repercusiones antes de arriesgarse a la expatriación. Un estado fuerte era más seguro que una tribu para defenderse de una posible invasión mequí. Entre los países vecinos estaba Irán, pero acababa de absorber al reino árabe de Hirah, y por esa razón sospechaba de todo árabe. El imperio bizantino sufría en esos momentos las más duras derrotas en su lucha contra los iraníes, y perdía Damas, Jerusalén e incluso Alejandría (613-17), y es natural que las severas medidas económicas tomadas por Heraclio (610-641) especialmente establecidas contra los árabes, no podía atraer a los mequíes musulmanes de esa época hacia Siria. Entre todos los vecinos, sólo Abisinia se encontraba fuera de toda conflagración internacional, y el espíritu del Negus se encontraba muy dispuesto hacia los árabes.

 

            Es razonable pensar que el Profeta, el cual sugirió él mismo esta expatriación a sus compañeros, les entregara una carta de recomendación a la atención del Negus. Acabamos de citar un pasaje, donde, por medio de esta misiva, solicitaba la hospitalidad del rey de Abisinia en favor de los refugiados musulmanes. Esta, es la carta, cuyo texto original provoca ciertos problemas: “De Muhammad, enviado de Allah, a an-Nayadhi, rey de los abisinios:

Yo te dirijo las alabanzas de Allah, fuera del cual no hay otro Dios, el Soberano, el Santo, el Protector, el Socorredor. Y atestiguo que Jesús, hijo de María, es el espíritu de Allah y su Palabra, que él lanzó sobre María, la virtuosa, la inmaculada, que lo trajo por efecto de su espíritu y de su aliento así hubo creado a Adán por su propia mano.

Ahora bien, yo te llamo hacia Allah, el único, el cual no tiene ningún asociado y hacia la ayuda mutua para obedecerle; sígueme, cree en mí y en todo lo que de mí procede, porque Yo soy el enviado de Allah. Por tal, yo te llamo a ti y a tus súbditos hacia Allah el omnipotente, el Majestuoso. Y te los hago saber y te lo consejo: es a ti a quien te corresponde aceptar mis consejos. Te envío a mi primo paternal, Ya’far, acompañado de un pequeño grupo de musulmanes. Desde que llegue a tu país, recíbelo con hospitalidad y apartando de ti tu inadecuado orgullo. La paz sea sobre todo aquel que sigue el camino recto.

 

            Nuestras fuentes, Tabarî entre otros, sitúan esta carta en el año 6 H., o sea quince años después de la llegada de estos refugiados a Abisinia, cuando ellos se preparaban  para intentar ir a Medina, donde un estado musulmán estaba ya sólidamente instalado. La petición de hospitalidad post eventum no es razonable. En 1935 yo creía que debía tratarse de una amalgama de dos cartas del Profeta, enviadas al Negus, una cuando la emigración de los refugiados a Abisinia, y la otra en el año 6 H. cuando Muhammad dirigió unas cartas a numerosos soberanos extranjeros para invitarlos a abrazar el Islam. Desde entonces, mi opinión se ha fortalecido con el descubrimiento de la carta original al Negus. Más tarde veremos esto con más detalle; por ahora basta señalar que en el párrafo entero sobre la petición de hospitalidad hay ciertos defectos de forma. El comienzo de la carta de recomendación llevaba sin duda fórmulas idénticas a las que llevaba la segunda carta; de ahí la confusión de nuestras fuentes. Hay que hacer notar que las de Quastallani y Qalqachandi, se encuentra la frase “Yo envío hacia ti a mi primo”, pero la parte “desde que llegue a tu país... inadecuado orgullo”, no aparecen por ningún lado. Al pedir refugio y hospitalidad, no se querría herir los sentimientos del protector atribuyéndolo un “orgullo inadecuado”. Por el contrario este género de frases se puede encontrar en una comunicación después de un rechazo a la llamada de conversión religiosa, ocasión que se producirá a continuación.

 

            Atendiendo a sus intereses, los paganos de Meca decidieron enseguida enviar una embajada a Abisinia para exigir la extradición de los refugiados musulmanes. Las pieles curtidas de Meca eran uno de los productos árabes más buscados en Abisinia. Se reunió una gran cantidad para regalar a todos los patricios y altos dignatarios de la corte real, antes de llegar al Negus. Se les explicó el objeto de la delegación y se aseguró su apoyo ante el Negus. Se puso especial énfasis en el hecho de que los refugiados no eran cristianos, por lo que los abisinios no debían tener escrúpulos en extraditarlos. Cuando tuvo lugar la recepción en la corte, los embajadores mequíes, mantuvieron un trato bastante familiar con el rey hablándole de esta manera: “OH rey, algunos jóvenes estúpidos de nuestro país se han refugiado en el tuyo; han abandonado la religión de su pueblo, pero no han abrazado la tuya tampoco. Por el contrario han inventado una nueva, desconocida tanto en tu país como en el mío. Las más altas personalidades entre sus padres, sus tíos y sus allegados  nos han enviado para pedirle su extradición, conociendo mejor que nadie los vicios y defectos de estos refugiados”. Con los principales de su parte, era necesario mantener la demanda, pero al rey le irritaba profundamente la idea de traicionar el derecho de asilo e hizo venir a los musulmanes. Los embajadores, ‘Abdallâh ibn Abî Rabî’ah y ‘Amr ibn al-‘As se disgustaron, pero no pudieron impedirlo. Por su parte, los musulmanes llegaron con miedo, pero decidieron decir la verdad a cualquier precio. Ya’far, primo del Profeta, tomó la palabra y dijo: “OH rey, nosotros éramos ignorantes: adorábamos los ídolos, cometíamos pecados carnales, oprimíamos a los débiles y hacíamos cosas abominables, hasta que Allah nos envió como mensajero a uno de los nuestros. Nosotros lo conocíamos perfectamente, su sinceridad, su castidad y todas sus virtudes, que siempre había tenido. Él nos enseñó a no hacer daño a los demás, a no adorar más que a Allah, el uno único, a orar, a socorrer a los demás, a ayunar y a practicar la bondad. Todo esto nos gustó y comenzamos a practicarlo; pero enseguida vino la persecución de nuestros compatriotas, que nos ha obligado a dejar nuestra patria y a refugiarnos en tu país; hemos elegido tu país sobre los demás, porque sabemos que nadie nos oprimiría en él”. El Negus les preguntó si recordaban algún pasaje de ese mensaje divino. Ya’far les recitó el comienzo del capítulo 19 del Corán, que habla del nacimiento de Juan el Bautista y del de Jesús y de sus milagros. Los cronistas precisan que el Negus que se encontraba rodeado de obispos, con copiar de las Santas Escrituras delante de ellos, comenzó a llorar, y los obispos también ante esta glorificación inesperada de todo aquello que para ellos era tan querido y sagrado. Entonces dijo el rey: “La fuente de esta luz es la misma que la fuente del mensaje de Jesús. Id en paz; jamás os entregaré a esos paganos”.

 

Nuestra fuente, Ibn Hicham, nos habla de la maldad del delegado ‘Amr: Fue de nuevo ante el rey para decirle que estaba equivocado sobre las creencias de los musulmanes con respecto a Jesús. Esta segunda entrevista con el rey sembró el terror en la colonia musulmana. Sin embargo decidieron no mentir. Ya’far tomó de nuevo la palabra y declaró que según  la enseñanza islámica, Jesús era el siervo y el mensajero de Allah, su espíritu y su palabra, nacido de la virgen María. El Negus comprendió la maquinación mequí, devolvió los regalos que le habían hecho y renovó su protección a los refugiaos musulmanes. El Negus dijo que “Jesús no había sobrepasado, ni siquiera la piel de un hueso de dátil, en lo que Muhammad había dicho. Muhammad dedujo que había abrazado el Islam; y cuando murió el negus, celebró en Medina el oficio funerario in absentia.

 

Poco después de la llegada de los refugiados a Abisinia, nació un hijo en la casa de Ya’far, y en el mismo día le nació también otro hijo al Negus; la mujer de Ya’far recibió al príncipe como nodriza, de ahí las amistosas relaciones entre los dos hermanos de leche. Asmâ’, mujer de Ya’far, llevó más tarde entre sus compatriotas el sobrenombre de Bahriya, marinera, a causa de su viaje marítimo.

 

La vida en la Abisinia de entonces no era totalmente tranquila: Una guerra civil puso en peligro el poder de As’hama y por tanto la seguridad de los musulmanes. Dicen la mayor parte de los cronistas que aquellos musulmanes que estaban en edad de combatir se pusieron del lado del Negus, y atendieron sus órdenes en el campo de batalla; pero Balâdhurî dice con toda seguridad que Zubair tomó parte activa en la lucha, y que el Negus le dio como regalo una preciosa lanza en recompensa por sus importantes servicios. El autor añade que a su vuelta, Zubair se la dio como presente al Profeta, el cual se sirvió de ella siempre en las ceremonias.

 

            Algunos meses después de su llegada a Abisinia, una falsa noticia anunciando la reconciliación de Muhammad con sus conciudadanos, hizo que algunos refugiados volvieran a Meca; Estos volvieron a Abisinia con otros musulmanes mequíes cuando supieron que estaban equivocados. Cuando el Profeta huyó a Medina, algunos refugiados abandonaron Abisinia para reunirse con el Profeta, los demás quedaron allí hasta el año 7 H. en que acudieron a Medina a la llamada del Profeta.

 

            Entre los refugiados en Abisinia se encontraba Ruqaiya, hija del Profeta, con su marido ‘Uthman (3er califa). Suhailî nos cuenta muchas anécdotas relacionadas con su gran belleza. Cuenta que era molestada muchas veces a causa de su hermosura en las calles de la capital del Negus. En esta época, el Islam no había aún decretado el uso del velo; y como refugiada, no podía fácilmente defenderse contra aquellos que “la habían acogido”. La misma fuente añade que todos ellos murieron en la guerra civil, por lo que se sintió libre de molestias.

 

            Bukhâri nos cuenta que Umm Habîba y Umm Salama, también refugiadas, contaron más tarde al Profeta de su visita a la Iglesia de Santa María, donde había pinturas y cuadros religiosos. El Profeta les dijo entonces que los musulmanes no debían en absoluto practicar el culto a los santos.

 

            Durante su estancia en Abisinia, ‘Abdallâh ibn Mas’ud tuvo molestias por parte de pequeños funcionarios, pero que logró desembarazarse de ellos ofreciéndoles dos dinares de oro.

 

            En Abisinia, dos refugiados musulmanes apostataron y abrazaron el cristianismo: ‘Ubaidallâ ibn  Yahch (esposo de Umm Habîba), y Sukrân (esposo de Sauda). No se conocen los detalles de esta conversión, salvo que ‘Ubaidallâ era alcohólico. Sus esposas rechazaron seguirles; Sauda volvió pronto a Meca separándose de su marido. El Profeta se puso muy contento con su comportamiento y le hizo el honor de casarse con ella. Esto fue antes de la Hégira. En cuanto a Umm Habîba puede ser que su marido se hubiera convertido varios años más tarde; porque al saber la noticia, el Profeta escribió al Negus que se casara con ella in abstentia, y que la enviara a Medina. Esto ocurrió el año 6 H..Recordemos que Umm Habîba era la hija de Abû Sufyân, gran jefe de Meca.

 

            Sin embargo, los musulmanes islamizaron a gran número de abisinios. Se ignora su número exacto, pero a decir de los cronistas, “varios barcos” que los transportaban cuando iban a visitar al Profeta zozobraron durante la travesía. Entre los que llegaron sanos y salvos a su destino, había un hijo del Negus, que se hizo muy amigo de ‘Alî y rechazó volver a Abisinia, renunciando incluso a sus derechos de príncipe heredero del trono. Tabarî entre otros nos ha legado un texto de Ibn Is’haq, según el cual el Negus remitió una carta a su hijo, a la dirección del Profeta, donde él declaraba su conversión al Islam. Samhûdî añade que el Profeta recibió a la delegación abisinia con mucha deferencia, recibiéndolos personalmente para asegurar con su presencia la hospitalidad debida, tal era el agradecimiento que tenía hacia el Negus.

 

            Después de la aplastante victoria de Badr (2 H.), los mequíes enviaron nuevamente una embajada a Abisinia para tratar de incitar al negus de que persiguiera a los refugiados musulmanes. Ach-Cha’mî añade a este relato que el Profeta, por su parte, conociendo la maquinación mequí, envió a un embajador particular, ‘Amr ibn Humeya ad-Damri, que no se había convertido aún al Islam, a fin de contrarrestar las intrigas mequíes. Los detalles dados por Ibn Is’haq aclaran aspectos de la sociedad mequí de entonces. Dice, en efecto, que el delegado mequí ‘Amr ibn al-‘As, iba acompañado de su mujer así como de un conciudadano, ‘Umâra ibn al-Walîd (hermano de Jadîd Espada de Allah). ‘Umâra tenía fama de ser el hombre más apuesto de la ciudad. Recordaremos que los mequíes había propuesto a Abû Tâlib, tío del Profeta, cambiar a su sobrino por ‘Umâra y adoptarlo como hijo en lugar de Muhammad, y así poder matar a este último. Este ‘Umâra, un libertino, se puso a cortejar a la mujer de su compañero de viaje, y aparentemente de acuerdo con ella, dio a ‘Amr un golpe que lo tiró al agua. ‘Amr sabía nadar, y pronto fue recogido por otro barco. Se dio cuenta del complot, pero astutamente ocultó un proyecto de venganza, hasta hacerle incluso creer que había sido salvado gracias a la vigilancia de su compañero; y para testimoniarle su agradecimiento, pidió a su mujer que besara a ‘Umâra. La historia se pierde seguida de la leyenda. Parece ser que a su llegada a Abisinia y luego que su tentativa de hacer asesinar a los musulmanes refugiados allí por orden del Negus hubiera fracasado, ‘Amr sugirió a ‘Umâra que se sirviera de su aspecto físico para conocer a la reina a fin de obtener de ella apoyo ante el negus con respecto a sus intenciones. ‘Umâra fue bien recibido por la reina, que le testimonió su consideración perfumándolo incluso con los perfumes reales. ‘Amr comunicó el hecho al Negus, que se puso celoso e hizo venir a hechiceros para castigar al “Don Juan” por medios mágicos. El Negus no quiso matar a ‘Umâra por ser su huésped y estaba bajo su protección. Se dice que ‘Umâra se volvió loco y que se refugió en un bosque donde vivía con animales salvajes y esto duró hasta que el califa ‘Umar I envió a uno de los parientes del desgraciado para buscarle. Se dice que éste lo encontró pero que se resistió con tal fuerza que murió en el forcejeo.

 

            Nuestras fuentes dicen que los refugiados musulmanes se enteraron de la victoria de Badr por boca del negus, el cual se encontraba muy satisfecho de ello.

 

            Después del fracaso de la batalla del Foso (5 H.), ‘Amr ibn al-‘As decidió dejar definitivamente Meca, para instalarse en Abisinia. Él pensaba: “Si Muhammad es derrotado, volveré a Meca y recuperaré todo mi prestigio; y por el contrario si es él el que ocupa Meca, que parece lo más probable, prefiero estar sometido al Negus antes que a Muhammad. Pero fue el Negus quien le hizo cambiar de opinión, y ‘Amr dejó Abisinia, se dirigió a Medina (encontrándose por el camino con Jâlid Espada de Allah que iba a Medina con el mismo objetivo), y abrazó el Islam.

 

            Las fuentes son unánimes al decir que al retorno de Hudaibîya, en el año 6 H. el Profeta envió varias cartas a los reyes vecinos invitándolos a abrazar el Islam entre los cuales se encontraba el Negus As’hama. El portador de la carta fue como antes el Damrí ‘Amr ibn Umeya. El original ha sido descubierto en los últimos tiempos. La respuesta del Negus confirma su conversión, añadiendo que él se trasladaría personalmente a medina si el Profeta lo deseaba. Se ha hablado de los regalos enviados al Profeta. El rey de Abisinia murió el año 9 H.. El gran tratadista, Muslim, dice que el Profeta hizo una llamada a la conversión al nuevo Negus, pero el autor no aporta el texto de la carta. Un relato de Ibn Hanbal deja creer que el nuevo Negus estaba mal dispuesto. En efecto, según él, el Profeta dijo al enviado de Heraclio, en Tabûk, el año 9 H.: “He escrito una carta a Coroes: él la ha roto; y Allah va a romperle a él también su reinado. Y ha escrito una carta a tu amo (Heraclio), que la ha guardado; la gente sentirá su opresión por tanto tiempo como él esté en el mundo”. Este relato ha sido aportado por el enviado bizantino cuando era tan viejo que casi chocheaba, como lo precisa la fuente. Lo que haya de exacto en este relato, no lo sabríamos decir. Puede ser que la frase citada más arriba en la carta del Profeta: “Apartando de ti tu inadecuado orgullo” haya sido destinada a este nuevo Negus, en una segunda llamada al Islam que le hubiera hecho el Profeta.

 

            Ibn Sa’d cuenta que el Profeta envió un día un regalo a Ya’far diciéndolo: “envíalo a tu hermano el Negus”. Esto tuvo lugar evidentemente antes de la batalla de Mu’ta (8 H.), en la que Ya’far fue muerto. Leemos por otra parte que. “el Profeta había dicho a Umm Salama al desposarla: he enviado unos regalos al Negus, pero tengo la impresión que el destinatario está muerto, y que los regalos me van a venir devueltos. En este caso, te daré de ellos tal y tal cosa”. Si todos los detalles de este relato son exactos, el problema de fechas se complica, porque este casamiento tuvo lugar poco tiempo después de la batalla de ‘Uhud (3 H.), y la muerte del Negus en el año 9. ¿Habría que pensar que se trataran de tres reyes distintos de Abisinia de los que uno moriría el año 3, el segundo el 9, y el tercero podría estar mal dispuesto hacia el Islam? ¿O se trataba del casamiento de Maimûna, y no de Umm Salama?

 

            Señalemos que nuestras fuentes hablan ya de As’ham, ya de As’hama (algunas veces también de As’ham hijo de Abyar). No tenemos ninguna crónica abisinia contemporánea que pueda informarnos a este respecto; ignoramos incluso los originales de estos nombres abisinios arabizados.

 

 

Hechos diversos

 

            Entre los servidores personales del Profeta, se encontraba un tal Yasâr, que era un nubio. ¿Había venido él con los abisinios convertidos que se trasladaron a Medina en compañía de los refugiados? Nuestras fuentes dicen también que los abisinios que se trasladaron a Medina, tomaron parte enseguida en algunas campañas del Profeta al lado de los musulmanes. Señalemos de pasada que a la entrada de los refugiados en Medina, el Profeta había ido a Jaibar; los refugiados partieron inmediatamente para Jaibar, y llegaron cuando la campaña había ya terminado con la victoria islámica. El Profeta estaba muy contento de volver a ver a sus parientes y compañeros, después de tantos años de separación, pero nuestras fuentes no precisan si los abisinios se trasladaron también a Jaibar. Como cosa excepcional, los refugiados en Abisinia compartieron el botín con los que habían participado en la campaña. Señalemos de paso que antes incluso que Ya’far, primo del Profeta, volviera de Abisinia, el Profeta había designado una casa en Medina para él y su familia.

            Terminemos este capítulo con unas palabras del Profeta que no pueden dejar de asombrarnos:

            “Dejad a los abisinios mientras ellos os dejan a vosotros (cf. Abû Dâwûd, 34/8). Los musulmanes no deben jamás invadir el país del Negus, en tanto no sean los mismos abisinios quienes los ataquen.