EL
DESCIFRAMIENTO
DEL ENIGMA
(SEGUNDA
PARTE)
El anterior relato
resplandece con una luz excelsa, y yo ahora te indicaré cuál es. Has de saber
que Allah introdujo a sus siervos en la escuela del mundo, siendo el primero de
ellos Adán, en tiempos remotos, quien leyó en la Tabla de la Existencia:
“(Allah) enseñó a Adán todos los Nombres”. Luego vino Muhammad (s.a.s.),
quien miró en la Tabla de la Contemplación, y le fue dicho: “Oh, Muhammad,
¿qué te importan a ti los nombres de las criaturas, siendo como eres el
elegido del Creador: ¡Lee, con el Nombre de tu Señor”. Y Muhammad escribió,
aprendió y su carácter fue dulcificado, y entonces se le dijo: “Oh,
Muhammad, me has conocido por mis Nombres y mis Atributos. Conóceme ahora por Mí
Mismo: ¡Lee, pues tu Señor es el Más Noble!”. Cuando Muhammad perdió de
vista el Nombre encontró al Nombrado, cuando abandonó el Acto leyó la letra
del Significado, y Allah, al dársele a conocer en su Verdad, lo alzó por
encima de la creación: “Te hemos enviado como Misericordia para los
mundos”. Los niños de la escuela le preguntaron con un lenguaje rendido: “¡Oh,
Muhammad! ¿Qué es el Islâm? ¿Qué es el Îmân? ¿Qué es el Ihsân?”.
En ese hadiz, el
Mensajero de Allah aclara que la cortesía en la peregrinación al servicio del
Rey de Reyes tiene tres ejes. El Islâm consiste en la imposición de las
exigencias de las Normas al cuerpo, el Îmân consiste en imponer las exigencias
de la Rendición al corazón y el Ihsân consiste en imponer la
contemplación del Rey Sabio al espíritu.
¿Es
que no te has dado cuenta que dijo: “El Ihsân es que adores a Allah
como si le vieras”? Son palabras que resumen el cumplimiento de las exigencias
de la esclavitud en la contemplación de Allah. “Si no lo ves, Él te ve”,
con este complemento, el Profeta aludía a la realización de la esclavitud
siendo Allah el que te contempla: al principio, eres alguien que busca, y en último
término, tú eres el objeto que Él se ha propuesto, porque cuando te quiere te
hace contemplarle, pero cuando eres tú quien le quiere es tu voluntad la que te
guía a Él, y por eso te ha cegado. Si se tratara de su Voluntad de ti, no te
hubiera cegado. No se llega a Él más que por Él. David (sobre quien sea la
paz) dijo: “Oh, Señor, ¿dónde he de buscarte?”, y Allah le respondió:
“Oh, David, con tu primer paso te has separado de Mí”, “Oh, Señor, ¿cómo
es eso?”, y Allah le dijo: “Porque eres tú quien me busca. Si hicieras que
Yo te buscara, me encontrarías”. Abû Yaçîd dijo: “En mis comienzos tuve
tres confusiones. Creía que yo lo amaba, que yo lo buscaba, que yo mencionaba
(su Nombre). Pero cuando se corrió ante mí el velo vi que Él me había
mencionado antes de que yo recordara su Nombre, que su búsqueda de mí era
anterior a la mía y que me había amado antes de que yo lo amara. Todo es por
Él y fruto de su Favor”.
Además, en el hadiz
hay un significado oculto que se muestra al de corazón inteligente, y está en
el complemento: “Si no lo ves, Él te ve”, pues si se desglosa resulta que
su primera parte es “si no eres”, que tiene un sentido completo y es una
condición bien definida cuya apódosis es “lo ves”, por lo que la misma
frase en realidad también está diciendo: “si no te distancias y no queda
nada de ti, ciertamente lo verás”.
Has de saber que no
se asciende por esos (tres) grados hasta no haber realizado plenamente el
anterior a cada uno de ellos. Cada uno de esos tiene una vía conocida y exige
una peregrinación bien determinada. La raíz de todo y su eje es el Retorno a
Allah, la Conversión a Él (Tawba), porque la Tawba purifica todo lo que la
precede al igual que el Islam erradica la ignorancia. La Tawba tiene tres
condiciones: el arrepentimiento, que consiste en lamentar las contravenciones
que no han sido evitadas; en segundo lugar, exige corrección adoptando el más
bello de los comportamientos; y, por último, la Conversión hacia Allah (Tawba)
implica la firme resolución de no volver a las costumbres torpes. Si alguna de
estas condiciones no es respetada, la Tawba se considera que ha sido violada y
no es más que un perjurio.
Cuando
el Profeta (s.a.s.) dijo: “El arrepentimiento ya es la Tawba”, se refería
al aspecto más evidente de la Conversión, y
no quería decir que el lamento es toda la Tawba, como cuando dijo: “La
Peregrinación consiste en la Estancia en Árafa”, pues con esto no quería
decir que el único acto de la Peregrinación a Meca fuera la Estancia a ‘Árafa,
sino que ésta era su manifestación más evidente y solemne. Del mismo modo, el
arrepentimiento es la manifestación más importante de la Conversión, y lo es
porque el arrepentimiento afecta al corazón y al cuerpo. Cuando el corazón se
arrepiente de algo deplora la acción que le ha provocado sufrimiento y el
cuerpo responde absteniéndose de repetirlo. A ello se refirió el Profeta
(s.a.s.) cuando dijo: “En el cuerpo hay un trozo de carne que, cuando está
sano, está sano todo el cuerpo; y cuando está enfermo, enferma todo el cuerpo;
ciertamente, es el corazón”.
Has de saber, además,
que la Tawba tiene tres momentos: en sus comienzos es Tawba, más adelante es Inâba
y finalmente se convierte en Awba. Quien se vuelve hacia Allah por temor a su
castigo realiza el acto de Tawba. Quien se vuelve hacia Allah esperando una
recompensa está en estado de Inâba. Y quien se vuelve hacia Allah para cumplir
con su condición de criatura dependiente de su Señor, y no por deseo de un
bien o por temor a un mal, es dueño del rango de la Awba.
La
Tawba califica a la generalidad de los musulmanes sinceros, tal como ha dicho
Allah (en el Corán): “Volveos todos hacia Allah, oh, vosotros, los mûminîn”,
habiendo en este versículo una alusión especial y un anuncio feliz y general.
El anuncio está en que abarca a todos los seres humanos, ya sean rebeldes a
Allah o bien le obedezcan, incluye
a los que aceptan a Allah y a los que le rechazan, y a todos se refieren atribuyéndoles
Îmân. Allah los llama mûminîn (musulmanes sinceros) para que sus corazones
no se desgarren por miedo a la separación, la ruptura y la distancia. La alusión
especial es la orden de realizar Tawba, ordenando a todos volverse hacia Él
incluso quienes le obedecen, y hasta a los que ya realizan la Tawba, para que la
satisfacción no los haga soberbios, pues la arrogancia se convierte en velo.
Les ordena a todos volverse hacia Él, igualando al obediente y al desobediente.
Por ello dijo el Profeta (s.a.s.): “Regresad a Allah. Yo me vuelvo hacia Él
cien veces al cabo del día y de la noche”.
La Inâba es la
Conversión de los Awliyâ (los que intiman con Allah), de quienes Allah dice:
“Me viene con corazón vuelto
hacia Mí”. Por su parte, la Awba es el Retorno a Allah de los profetas y
mensajeros, de quienes Allah ha dicho: “Inmejorable siervo; ciertamente, es
awwâb”.
Has de saber también
que la Tawba de la generalidad de los musulmanes consiste en la renuncia a
cometer actos contrarios a la Revelación; la de la élite consiste en abandonar
la desidia del corazón; y la de la élite de la élite consiste en el abandono
de todo lo que no sea el Amado. ¡Enorme diferencia la que hay entre quien evita
deslices, la de quien no tiene momentos de olvido y la de quien deja de tener en
cuenta sus propias bondades!
Hay
quien adora a Allah porque eso es lo que exige su Señorío en todas las cosas y
porque, a la vez, se lo exige su propia condición de criatura sujeta a su Señor,
y no porque desee alcanzar el Paraíso o tema el Infierno, y, es más, considera
que estar pendiente de la recompensa y asustarse ante el castigo son un defecto
-es temer algo distinto a Allah y esperar algo distinto a Él-: su temor es
veneración y su esperanza es confianza en Allah. En un relato se cuenta que
Allah dijo a David: “Oh, David, el más querido de cuantos amo es aquél que
me adora no para conseguir algo de Mí sino para cumplir con el derecho que
tiene en él mi Señorío. ¿Quién puede ser más oscuro de corazón que el que
me adora por el Paraíso o por el Infierno, oh, David? He creado el Infierno
como látigo con el que reconduzco hacia Mí a los peores de entre mis siervos,
y he creado el Paraíso para mis siervos que necesitan de estímulos para
acercarse a mi vecindad. Oh, David, si Yo no hubiera creado Paraíso y Fuego, no
sería obedecido ni se me adoraría por amor a Mí”. El Profeta (s.a.s.) dijo:
“Que ninguno de vosotros sea como el mal esclavo que actúa por miedo, o como
el mal asalariado al que, si no se le da algo, no hace nada”. Y todo esto
permite comprender el secreto que hay en las palabras del profeta (s.a.s.): “Suháil
es un magnífico siervo de su Señor: si no le temiera, no por ello dejaría de
obedecerle”...
Has de saber que el
peregrino hacia Allah, una vez que es sincero en su Tawba, tiene que imponerse
la Muÿâhada, que es la Lucha, el Esmero, empleando para ello los miembros de
su cuerpo para dar forma a la Tâ‘a, la Obediencia debida a Allah. Los
movimientos externos propician las bendiciones internas. Allah ha conectado el
cuerpo y el espíritu con un lazo señorial, tratándose de un vínculo de carácter
sutil. El cuerpo y el espíritu están estrechamente interrelacionados y se
afectan mutualmente. Si empleas tu cuerpo disciplinándolo en la Obediencia
debida a Allah (Tâ‘a), su efecto revierte sobre el corazón: el corazón
se sobrecoge, el espíritu se purifica y se descontamina el ego. ¿No sabes que
el Profeta (s.a.s.) dijo de un hombre que hacía de modo descuidado el Salât:
“Si su corazón temiera, su cuerpo se estremecería”. También dijo: “Las
fuentes de la sabiduría manan del corazón para desembocar en la lengua de
quien a lo largo de cuarenta amaneceres se entrega con sinceridad auténtica a
Allah”. La práctica de la Muÿâhada (la Lucha, el Esfuerzo) conduce a la
Presencia de la Contemplación (Mushâhada). ¿No has leído en el Corán que
Allah ha dicho a su Profeta y Amado: “Esfuérzate durante una parte de la
noche con actos que nazcan de ti para que, tal vez, Allah te haga resurgir en un
Estado Glorioso”?
La Existencia no alcanza un Grado Glorioso más que inclinándose y prosternándose ante su Señor. ¿Cómo el que no tiene ningún capital pretende conquistar ese Rango? Abû ‘Uzmân al-Magribí dijo: “Todo el que crea que obtendrá alguna iluminación sobre esta Vía o que descubrirá algo en ella sin darse al esfuerzo de la Muÿâhada es víctima de la soberbia y está equivocado”. Abû Yaçîd al-Bistâmi dijo: “Durante doce años he sido herrero para mi egoísmo, otros cinco estuve puliendo el espejo de mi corazón y a lo largo de un año estuve observando lo que había entre ellos, y he aquí que descubrí que tenía ceñido un cíngulo. Empleé cinco años en cortarlo, y cuando lo conseguí fui iluminado. Miré a las criaturas y vi que estaban muertas. Entonces pronuncié la oración fúnebre”, y estas palabras significan, si bien Allah sabe más, que estuvo empleado en la lucha contra sí mismo para eliminar las falsificaciones de su ego y toda su soberbia, su arrogancia, avidez, rencor, envidia, y todas las cualidades semejantes a esas y que son las costumbres del ego. Estuvo esforzándose por purificarse de esas tendencias introduciendo su ego en la fragua del miedo y golpeándolo con el martillo de la orden y la prohibición. Ese esfuerzo lo agotó, y creyó que ya estaba limpio , pero miró en su corazón y vio enturbiada su sinceridad por restos de idolatría oculta, que es el fingimiento, la valoración de los actos, la espera de recompensa y miedo al castigo, el deseo de rangos espirituales, realización de carismas y recepción de dones, todo lo cual es idolatría entre la Gente del Privilegio, y es el cíngulo del sacerdote, y se puso con empeño a cortarlo, es decir, desgarrar su alma y destetarla de dependencias y obstáculos, volviendo la espalda a la creación hasta que mató en su ego todo lo que estaba vivo y dio vida en su corazón a todo lo que estaba muerto, afianzando su pie en la contemplación del No-Principio y todo lo que no fuera eternidad desapareció ante él en la Nada. Entonces pronunció la oración fúnebre diciendo cuatro veces: “Allah es Más Grande”, porque cuatro son los velos que impiden a la creación ver la Verdad: el ego, la frivolidad, el demonio y el mundo. Mató su ego y su frivolidad, rechazó a su demonio y expulsó al mundo, y sobre cada uno de esos velos dijo que Allah es Más Grande, y con esa voz deshizo los hechizos. Todo lo que no es Allah es pequeño y se esfuma.