AL-ADZKÂR

  Las mejores fórmulas para recordar a Allah

Recopilación de hadices (I)

 

Imam Abû Çakariyya Yahyà ibn ash-Sharaf an-Náwawi

 

 

Bismillahi r-rahmâni r-rahim

 

As-salâtu wa s-salâm ‘ala Seyyidi l-Mursalín Abu l-Qâsem Muhammad wa ‘ala âlihi wa ‘ala sahbihi aÿma’in

 

         La traducción al español de este libro se debe a la escasez de libros de hadiz en esta lengua, lo que dificulta el acceso a la Sunna por parte de aquellos que están interesados en ella y no conocen la lengua árabe.

 

         En inglés y en francés, debido a la acción colonizadora de ambas lenguas en muchos países de la Umma, y modernamente a la presencia de cientos de miles de musulmanes anglófonos y francófonos, hallamos una gran cantidad de traducciones, muchas de las cuales tendrían que ser revisadas, dado que por su lenguaje excesivamente cristianizante desvirtúan el mensaje y el sabor que nos transmiten los hadices de Sidnâ Rasûlullah ().

 

         Para cubrir este hueco, iniciamos hoy la traducción, que seguramente se va a prolongar durante meses, in sha Allah, de esta obra clásica en el estudio del hadiz. Tiene, eso si, una provisionalidad: lo traducimos de la comparación entre el texto francés y árabe, dado que nuestro conocimiento del árabe no es suficiente como para permitirnos una traducción directa. Por este motivo pedimos disculpas al lector por los fallos que se puedan detectar, y es más, agradeceríamos que las observaciones y puntualizaciones se hicieran llegar al e-mail de esta página web.

         Que Allah nos auxilie en esta tarea.

 

         ‘Omar al-Yirundí

 

El autor

 

            El Imam an-Náwawi fue un gran sufí y un ‘alim reputado en la ciencia del Hadiz, así como uno de los grandes maestros de la escuela shafi’iyya de Fiqh. Sus libros son autoridad en Fiqh, Tafsir y ‘Ilm al-Hadiz, y especialmente sus recopilaciones de Hadiz son de las más extendidas en la Umma, como por ejemplo sus Cuarenta Hadices o el Riyad as-Salihín.

El nombre completo del Imam an-Náwawi es Abû Çakariyya Mohi ud-Dîn Yahyà, hijo de Ash-Sharaf an-Náwawi, hijo de Murri, hijo de Hasan, hijo de Husain, hijo de Muhammad, hijo de Yuma, hijo de Haçam. An-Nawâwi se refiere a Nâwa, aldea del sur de Siria donde nació. Uno de sus antepasados, Háçam, se estableció en dicho lugar. En 631 de la Hégira nacía allí el Imam an-Náwawi. Su padre, un musulmán recto, decidió que tuviera una educación adecuada a sus posibilidades cuando se dio cuenta de su gran inteligencia y sabiduría.

 

         Sheij Yasín ibn Yusuf al-Marakashi, un ‘alim de Nawa, dijo: “Vi al Imam an-Náwawi en Nawa cuando tenía diez años de edad. Los demás niños le tenían que forzar a jugar, porque él los evitaba y pasaba su tiempo libre inmerso en la recitación del Corán. Cuando intentaban arrastrarlo para jugar, él protestaba y decía que le daba igual jugar o no jugar. Cuando observé su sagacidad y profundidad, en mi corazón se desarrolló un cariño y amor especiales por el joven an-Nawâwi. Dije a su maestro que tuviera un especial cuidado con él, ya que se iba a convertir en un gran ‘alim y un walí en un futuro. Su maestro me preguntó si era un adivino o un astrólogo. Le respondí que no era ni una cosa ni la otra, sino que Allah me había hecho pronunciar esas palabras”. Su maestro relató el incidente al padre del Imam, que impresionado por las palabras de Sheij Yasín decidió enfocar al joven an-Náwawi hacia el estudio profundo del Islam.

 

         En poco tiempo, an-Náwawi aprendió de memoria todo el Corán, incluso poco antes de alcanzar la pubertad. Nawa no tenía una atmósfera académica o erudita, ya que no tenía centros de enseñanza superior, por lo que su padre lo llevó a Damasco, que era considerado el centro de las ciencias islámicas en esa época, y dónde acudían numerosos estudiantes desde muy lejos para perfeccionar sus conocimientos islámicos. Damasco tenía entonces más de trescientos institutos, colegios superiores y universidades. El Imam an-Nawâwi fue a la Madrasa ar-Rawahiyya, que dependía de la universidad Ummwiyya. El fundador y director de esa madrasa fue un comerciante llamado Çaki ud-Dîn Abû l-Qásem, conocido por Ibn Rawaha. Eminentes maestros impartían sus enseñanzas en esa madrasa, cuyo ambiente de estudio sobrecogió al joven an-Nawâwi: “Estudié en esa escuela durante dos años. Mientras estuve en ella, nunca descansé lo suficiente y vivía con la poca comida que nos daban”. Por costumbre dormía poco por las noches, y cuando el sueño le vencía, se tumbaba y dormitaba un poco con los libros por almohada. Al cabo de poco, volvía a su estudio.

 

         En este período de sus estudios, tuvo a más de veinte maestros afamados. Eran considerados como autoridades en las materias que enseñaban. El Imam estudió Hadiz, Fiqh, Usûl al-Fiqh, Sarf y Nahu con los grandes grandes maestros de su época: Abû Îbrâhîm Al-Magribi, Abû Muhammad al-Façari, Radi ud-Dîn Al-Mudâri, Abû Is-haq al-Murâdi, Abû l-‘Abbâs al-Misri, Abû ‘Abdullah al-Yiyani, Abû l-Fath ibn Bandar, Sharaf ud-Dîn al-Ansâri, Abû l-Fáraÿ al-Maqdisi, Abu l-Fada’il al-Arbâli y otros. 

         An-Náwawi tenía una sed inagotable de conocimientos, que se puede deducir fácilmente por el ritmo de estudio que llevaba: leía doce lecciones diariamente, escribía su explicación y comentaba cada lección. Fuera cuál fuera el libro que leía, hacía anotaciones en los márgenes con explicaciones del texto. Si inteligencia, trabajo metódico, amor, dedicación y concentración en los estudios sorprendieron a los maestros, que empezaron a encariñarse con él y a admirarlo. Además de leer y escribir, pasaba tiempo meditando sobre las cuestiones que estudiaba, y encontrando soluciones a múltiples problemas. Allah le dio también el don de la memoria rápida y la profundidad de pensamiento, cualidades que supo aprovechar a la perfección. Alcanzó el grado más alto entre los ‘ulamâ de su época.

 

         Los ‘ulamâ, los gobernantes y el pueblo llano respetaron al Imam por su taqwa, conocimiento y ajlâq. Vestía con sencillez y comía de lo más simple. Los auténticos ‘ulamâ no hacen caso de las riquezas del dûnya, sino que dan preferencia a sus estudios y a al-âjira, a la da’wa y su propio perfeccionamiento. Esas actividades les llenan mucho más que la satisfacción por las comidas sabrosas, la ropa cara y otras cosas del dûnya. El Imam an-Náwawi alcanzó un puesto de preeminencia entre los ‘ulamâ de su época. Un maestro contemporáneo del Imam, Sheij Muhi ud-Dîn, lo dice con estas palabras: “El Imam an-Nawâwi reunía tres cualidades dignas de elogio en una persona. Si alguien tiene solamente una de ellas, se convierte en un guía para los demás. En primer lugar, tenía un gran conocimiento, y lo sabía transmitir. En segundo lugar, evitaba completamente caer en las redes del dûnya, y finalmente, invitaba al bien y prohibía el mal (es decir, invitaba al Islam y sabía hacer desistir a la gente de aquellas prácticas que el Islam prohíbe).

 

         El Imam tuvo una vida corta, pero en ese período de tiempo escribió un gran número de libros sobre diferentes temas. Cada una de sus obras es una obra maestra y un tesoro de conocimiento. Generaciones de musulmanes se han beneficiado y se benefician de ellas.

 

         Algunas de sus obras más destacadas son: Comentario sobre el Sahih Al-Bujâri, Riyad as-Salihín (Jardín de los Justos), Comentario sobre las Sunan de Abû Da’wud, Al-Umdah, Manâqib ash-Shafi’i, El Jardín de los ‘Arifín, Libro de los Adzkar.

         A los veintiocho años de edad, el Imam volvió a Nawa. Al poco de regresar, se puso enfermo y murió. Que Allah se complazca con él.

 

 

Introducción a la edición en castellano

         Allah nos ordenó obedecer a Sidnâ Muhammad (), amarle más que a nuestros seres próximos y seguir su Sunna. Su Sunna, Ejemplo, especifica con claridad aquellos enunciados que en el Corán sitúa en líneas generales. Su misión fue enseñarnos y ejemplificarnos el Corán. Sayyida ‘Aisha, una de sus esposas, dijo que Rasûlullah () era el Corán encarnado.

 

         Sidnâ Muhammad () es, pues, el Insân al-Kámil, el Hombre Perfecto, el modelo al que debemos aproximarnos en todos nuestros actos, pensamientos y sentimientos.

 

         Aproximarnos a él (), seguir sus prácticas requiere un aprendizaje, que deben dispensar maestros cualificados. Este aprendizaje se apoya en libros que son “manuales de instrucción”. Todo manual de instrucción es insuficiente ante el “técnico” que “sabe como funciona la cosa”, por su experiencia y conocimientos, aunque a veces el técnico tenga que aclarar dudas consultando el manual, e incluso hay manuales específicamente orientados hacia los técnicos. Esta relación, que somos capaces de comprender ante una avería del automóvil, nevera o televisor, tiene su paralelo en la Sunna: los libros de Hadiz son manuales que nos explican cosas sobre la Sunna, pero que precisan de un maestro, un “técnico” que nos sitúe cada uno de sus elementos, a excepción hecha de aquello que está claro y es universalmente aceptado. Además, tenemos que ver, que experimentar directamente cómo estos maestros practican la Sunna para que nosotros podamos hacer lo mismo.

 

         Esta verdad fundamental, razonable y tradicional se ve contestada en nuestros días por una corriente a la que podríamos denominar modernista partidaria de la libre interpretación de los textos del Corán y la Sunna. Esto es algo que rechazan los auténticos ‘ulamâ del Islam, ya que para interpretar correctamente un Hadiz hacen falta una serie de conocimientos que pocos musulmanes tienen, como por ejemplo el conocimiento profundo de la lengua árabe fus-ha. Oímos, desgraciadamente, con frecuencia la expresión “trae tu prueba” cuando manifestamos una opinión de un imam de madh-hab ante un musulmán autodenominado sálafi: como si nosotros, personas ignorantes, conociéramos con suficiente profundidad las reglas del Fiqh y la ciencia del hadiz como para derivar normas de la lectura de cualquier hadiz.

 

         Esta bid’a, innovación, producto de la desmembración de la Umma y de la desorientación intelectual generada por la occidentalización creciente de nuestra cultura, tiene que ser rechazada, como ya han hecho numerosos ‘ulamâ en todos los lugares de la Umma.

 

         El hadiz necesita de un maestro cualificado que lo sitúe en su contexto, porque de su correcta comprensión depende nuestra práctica de la Sunna, y de nuestro apego a la Sunna la vitalidad y la calidad de nuestro Islam. No son juegos banales ni disputas intelectuales. Lo que está en juego es mucho.

 

         Pero nos encontramos con un segundo problema: vivimos en un contexto no islámico. Efectivamente, los musulmanes hispanohablantes, a excepción quizá de los ceutíes y los melillenses, que han adquirido la lengua española por ciudadanía, aunque a veces sea la lengua que más conocen, viven fuera de la Umma. Faltan maestros. Faltan centros de enseñanza islámica. Faltan recursos ambientales para profundizar en el estudio del Hadiz. Por esta razón, un libro como el que presentamos, con una colección de hadices sobre el Recuerdo de Allah en varios contextos, que aparece ordenada y comentada, es un gran recurso, una herramienta con el que seguir nuestro transitar por la Senda del Islam. Pero cuidado: este libro no es la comprensión definitiva de las enseñanzas que contiene. Sólo es una primera aproximación, por las deficiencias de la traducción y por el contexto que necesita ser explicado.

 

         A pesar de todo, en él se contienen unas enseñanzas directas, unánimemente aceptadas, que son reconocidas sin excepción por todos los musulmanes, y que deben ser seguidas. El lector sabrá discernir fácilmente aquellas cosas que exigen de explicaciones de aquellas cuyo carácter precisan de puntualizaciones.

 

         Recomendamos, para concluir, que, con el texto en la mano, os acerquéis a aquellos musulmanes considerados más instruídos de vuestro entorno para profundizar en el estudio de los hadices de este libro, para que vuestra práctica de la Sunna mejore.

 

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Bismillahi r-Rahmâni r-Rahîm

 

Alhamdulillah, Todas las alabanzas sean para Allah, al-Wáhid, el Uno, al-Qahhâr, el Reductor, el Aniquilador, al-‘Açiç, el Poderoso, al-Ghaffâr, el Tolerante, que no deja de perdonar a sus criaturas, al-Aqdâr, el que determina el fin de todas las cosas, El que hace salir la noche del día y de la noche hace surgir el día, El que muestra Sus Signos a aquellos que ven y se abren a Él, El que ha elegido entre sus siervos hombres justos que menosprecian el dûnya y que perseveran en su rendición completa a Él y en sus ‘ibâdat, para que se apresuren en adquirir la más bella morada en el âjira, y que evitan el suplicio del Fuego. Sus corazones se han iluminado con la luz de la dirección correcta y no cesan de invocar a su Señor mañana y tarde.

 

Dirijo mis alabanzas a Allah que me ha colmado con sus bendiciones, y atestiguo que no hay más señor que Allah, al-‘Adhim, el Inmenso, Inabarcable, al-Wâhid, el Uno, as-Sámad, el Incomparable, al-‘Açiç, el Poderoso, al-Hakîm, el Sabio, y atestiguo que Muhammad es Su Siervo y Su Mensajero, Su Íntimo, la Mejor de las Criaturas y el Más noble entre los Primeros y los Últimos. Que los salawât y el salâm de Allah sean sobre él y los demás profetas, y los siervos justos.

 

Allah, al-‘Adhim, al-‘Açiç, al-Hakîm, dijo:

“Así, pues, recordadme y os recordaré” (Sûra al-Báqara, 152).

“Y no he creado a los genios y a los hombres sino para que se me sometan” (Sûra ad-Dâriyât, 56).

 

Muchos ‘ulamâ (r.a.) han recogido una gran variedad de invocaciones (cotidianas, para los actos corrientes, en momentos determinados del día y la noche, para pedir cosas y para recordar a Allah en todo momento), a partir de sánad, cadenas de transmisión, más o menos auténticas. Pero yo, con esta obra, quiero limitarlas y escogiendo solamente aquellas invocaciones transmitidas por hombres dignos de confianza, para que las podáis formular de noche y de día, y en toda circunstancia.

 

En el Sahîh Múslim está contenida esta riwâya de Abû Huraira (r.a.): “Dijo Rasûlullah (): Aquél que tienda hacia la buena guía, Allah le dará aÿr (recompensas), así como aquellos que le sigan, sin que su parte de ellas disminuya”.

 

He recogido estas invocaciones y adzkar (pl. de dzikr, Recuerdo de Allah)  de  de las obras consideradas las mejores, y que son cinco: Sahîh al-Bujâri, Sahîh Múslim, Sunan Abû Da’ud, Sunan at-Tirmidzi y Sunan an-Nasa’i.

 

De otras obras sólo he recogido un número limitado de adzkar a causa de la debilidad de su cadena de transmisión.

Y pido a Allah al-Karîm (el Generoso) que me conceda el tawfîq (el éxito), el socorro, la buena guía y la protección.

Igualmente le pido que me facilite las acciones correctas y que permita que me reúna con mis amigos y seres queridos en la morada eterna de la felicidad en el Jardín.

 

Con Allah me basta, Él es el mejor Protector, el Poderoso, el Sabio. Esto es lo que Allah ha querido, no hay más fuerza que la de Allah, a Él me abandono, a Su Mandato me someto, y no pido a nadie más que a Él.

 

Dejo todos mis asuntos en las manos de Allah, mi Dîn, mi persona, mis padres, mis hermanos, mis amigos, y aquellos que me han hecho el bien, a todos los demás musulmanes, y aquellos que Allah ha colmado de bienes para esta vida y la última. Ciertamente Allah es el mejor Protector.

 

 

Traducción del primer capítulo:

Abderramán Mohamed Maanán

 

CAPÍTULO 1

DE LA SINCERIDAD Y LA INTENCIÓN

EN LA PRÁCTICA DEL DZIKR

 

 

        Allah ha dicho en el Corán: “Sólo les ha sido ordenado (a los seres humanos) reconocer como Único Señor a Allah, encaminándose hacia Él con absoluta sinceridad, y como unitarios...” (al-Báyyina, 25).

 

Y también ha dicho: “Hasta Allah no llega la carne ni la sangre (del animal que habéis sacrificado), pero hasta Él llega vuestro sobrecogimiento...” (al-Haÿÿ, 37), y éste es un versículo que fue comentado por Ibn ‘Abbâs, quien dijo que el ‘sobrecogimiento’ aquí es la intención (niyya).

 

        El Mensajero de Allah (Rasûlullâh ), según ha contado ‘Omar ibn al-Jattâb (r.), dijo: “Las acciones son según las intenciones y cada cual tiene conforme a su intención. Quien haya emigrado hacia Allah y hacia su Mensajero, su emigración ha sido hacia Allah y hacia su Mensajero. Y quien haya emigrado por conquistar algo de este mundo o por una mujer con la que contraer matrimonio, su emigración habrá sido en pos del fin que se ha marcado”.

 

Éste hadiz es auténtico (sahîh) y hay acuerdo unánime sobre su autenticidad, y representa uno de los hadices sobre los que se fundamenta el Islam entero. Por otra parte, los ‘ulamâ (los expertos en Islam), tanto los antiguos como los nuevos, prefieren comenzar sus libros encabezándolos con este hadiz para llamar la atención del lector sobre la importancia de la buena intención (niyya) incitándolo así a reformar la suya.

El Imâm Abû Sa‘îd ‘Abd ar-Rahmân ibn Mahdi (r.) dijo: “Quien quiera presentar un escrito suyo que comience recitando este hadiz”.

 

Y el Imâm Abû Sulaimân al-Jattâbi (r.) dijo: “Nuestros maestros (shuyûj) preferían empezar sus discursos y clases con el hadiz de ‘las acciones son según las intenciones...’, citándolo antes de cualquier otra cosa por la necesidad general que hay de él para todo”.

Nos ha sido trasmitido que Ibn ‘Abbâs (r.) dijo: “El hombre es protegido (por Allah) en la medida de su intención”. Y otro dijo: “Al hombre se le da (es decir, Allah le da) en la medida de su intención”.

 

        El maestro majestuoso Abû ‘Ali al-Fudáil ibn ‘Iyâd (r.) dijo cierta vez: “Renunciar a una acción por la gente es Riyâ (fingimiento, hipocresía). Realizar una acción por la gente es Shirk (tener dioses a parte de Allah, idolatrar a los hombres). El Ijlâs (la sinceridad pura y absoluta) es que Allah te libre de ambos extremos”.

 

El Imâm al-Hâriz al-Muhâsibi (r.) dijo: “El sincero es el que no se preocupa por perder el aprecio de la gente al iniciar la reforma de su corazón, ni le gusta que la gente se entere de un átomo del bien que hace, y no le disgusta que la gente esté al corriente de sus malas acciones”.

Hudzáifa al-Már‘ashi (r.) dijo: “La sinceridad pura (Ijlâs) es que las acciones del hombre estén niveladas interna y externamente”.

 

Y nos ha sido comunicado que el Imâm Maestro Abû l-Qâsim al-Qusháiri (r.) dijo: “La sinceridad pura (Ijlâs) consiste en obedecer exclusivamente a la Verdad (Allah) orientando sólo hacia Él la totalidad de tu ser, queriendo al obedecerle acercarte a Él sin que nada empañe esa intención como pudiera ser el intento por agradar con ello a una criatura o ganar el aprecio de la gente o ser amado o admirado por alguien, o ninguna otra cosa que no sea el puro acercarse a Allah”.

 

El Sáyid Majestuoso Abû Muhammad Sahl ibn ‘Abd Allâh at-Tústari (r.) dijo: “Los inteligentes han analizado la cuestión de la sinceridad pura (Ijlâs) y no han encontrado mejor forma de definirla que la siguiente: el Ijlâs consiste en que tus movimientos y tus calmas en secreto y en público sean por Allah sin que se mezcle en esa intención ningún interés egoísta, pasión o inclinación mundanal”.

 

Se nos ha comunicado que el maestro Abû ‘Ali ad-Daqqâq (r.) dijo: “La sinceridad pura (Ijlâs) consiste en dejar de tener en cuenta a las criaturas y la veracidad (Sidq) consiste en dejar de obedecer al ego. El mújlis (el sincero, el dotado de Ijlâs) no finge, y el sâdiq (el veraz, el dotado de Sidq) no está admirado de sí mismo”.

Y Dzû n-Nûn al-Misri (r.) dijo: “Tres son los signos de la sinceridad pura (Ijlâs): que te de igual que la plebe te admire o te censure, que olvides el mérito de tus acciones mientras las ejecutas, que esperes para ser compensado a estar ante Allah”.

 

Se nos ha comunicado que al-Qusháiri (r.) dijo: “El grado menor de la veracidad es la nivelación de lo que se hace en privado y lo que se hace en público”.

 

Sahl at-Tústari (r.) dijo: “Ni tan siquiera ha olido el perfume de la veracidad quien se adula a sí mismo o a otro”.

Las sentencias de los maestros sobre estos temas son innumerables, y en las que he recogido aquí hay materia suficiente para todo afortunado que haya sido dotado de entendimiento.

 

SECCIÓN: Quien sea a cuyo conocimiento llegue la información de un acto meritorio (fadîla) debe realizarlo aunque sea una sola vez para ser de la gente de esa acción meritoria, no debiendo abandonarla de modo absoluto sino cumplir con ella en función de su capacidad. Esto es lo que está en conformidad con un hadiz del Nabí (s.a.s.) en el que dijo: “Cuando os ordene hacer algo, cumplidlo en la medida de vuestras fuerzas”.

 

SECCIÓN: Los ‘ulamâ de entre las gentes del hadiz y el fiqh han dicho que está permitido y es bueno emplear hadices débiles (da‘îf) para exhortar, amonestar y animar a la realización de actos meritorios (fadâil) mientras esos hadices no sean inventados (maudû‘). Pero en cuanto a la emisión de juicios (ahkâm, plural de hukm, juicio) -como afirmar que algo es lícito (halâl) o ilícito (harâm) o para establecer las normas que deben regir el comercio, el matrimonio, el divorcio, etcétera- no se deben tener en cuenta los hadices débiles, sino tan sólo los que sean auténticos (sahîh) o al menos buenos (hásan). Únicamente se puede hacer uso de los hadices débiles en estos casos cuando se quiera practicar el ihtiyât, la prevención, como cuando algunos hadices de esa categoría inferior desaconsejan determinados tipos de venta o formas de matrimonio, y se aconseja entonces que se eviten por precaución si bien no se pueden prohibir. Hago referencia a esta regla en esta sección porque a lo largo del libro citaré hadices de diferente grado, y he querido que esta valoración preceda la mención de las tradiciones.

 

SECCIÓN: Has de saber que al igual que es muy recomendable (mustahabb) la práctica del Dzikr (el Recuerdo de Allah), también es recomendable sentarse en la reunión de su gente (la hálqa o círculo del Dzikr, cuya ‘gente’ son los sufíes). Sobre esta cuestión hay muchos hadices que lo prueban de forma irrebatible, y serán citados en sus lugares oportunos. Entre ellos destacamos:

   a) El hadiz de Ibn ‘Omar (r.) en el que se relata que Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Cuando paséis junto a los arriates del Jardín, pastad en ellos (tomad asiento)”, y le preguntaron: “¿Qué son los arriates del Jardín?”, y él (s.a.s.) respondió: “Los Círculos del Recuerdo. Allah tiene rondas de ángeles y los envía a buscar los Círculos del Recuerdo, y cuando llegan a alguno de ellos lo recubren (protegiéndolo con sus alas)”.

 

   b) En el Sahîh de Múslim se cuenta que Mu‘âwiya (r.) dijo que Rasûlullâh (s.a.s.) sorprendió en cierta ocasión una reunión (halqa) de sus Compañeros, y les preguntó: “¿Qué os ha juntado aquí?”. Respondieron: “Nos hemos sentado para recordar a Allah y para alabarlo por el Islam al que nos ha guiado y por los favores con los que nos ha beneficiado”. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) les dijo entonces: “¡Jurad por Allah que sólo es eso lo que os ha reunido! No os pido que juréis porque sospeche de vosotros sino porque me ha venido Yibrîl, el Ángel de la Revelación, y me ha informado que Allah presume de vosotros ante los ángeles”.

 

   c) En el Sahîh de Múslim también se nos cuenta también que tanto Abû Sa‘îd al-Judri (r.) como Abû Huráira (r.) fueron testigos de que Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Cuando un grupo de personas (qáum) se sienta para recordar a Allah, los ángeles los recubren (con sus alas), la Misericordia (Rahma) los rodea y sobre ellos desciende la Calma (Sakîna), y Allah los menciona a quienes están ante Él”.

 

SECCIÓN: El Dzikr (el Recuerdo, la Mención del Nombre de Allah) puede hacerse con el corazón o con la lengua, y la mejor forma de invocarle es con el corazón y con la lengua simultáneamente. Si hubiera que limitarse a una, la mejor forma del Dzikr sería la silenciosa (la del corazón). Nadie debe evitar la forma oral del Dzikr por miedo a caer en la hipocresía: el Dzikr debe hacerse con el corazón y con la lengua y la intención de que el acto sea en exclusiva por Allah. Ya se han adelantado las palabras de al-Fudáil en las que sentenciaba que dejar de hacer algo por la gente es fingimiento. El que lo hiciere para evitar el mal de que la opinión de la gente le afecte cierra ante sí puertas hacia otras bondades incluidas en la mención en voz alta del Nombre de Allah, y esa no es la vía de los gnósticos (‘ârifîn).

 

        ‘Âisha (r.), según recogieron tanto al-Bujâri como Múslim, dijo que el versículo “No grites en el Salât ni lo silencies”(XXII-110) se refería al du‘â, la invocación.

 

SECCIÓN: Has de saber que el valor y mérito (fadîla) del Dzikr no se reduce al Tasbîh (la pronunciación de la fórmula subhâna llâh), al Tahlîl (la pronunciación de la fórmula lâ ilâha illâ llâh), al Tahmîd (la pronunciación de la fórmula al-hámdu lillâh), el Takbîr (la pronunciación de la fórmula Allâhu ákbar) u otros semejantes. Toda acción realizada en obediencia a la Palabra de Allah es Dzikr, y todo el que la realiza es dzâkir, recordador de Allah, tal como dijo Sa‘îd ibn Yubáir (r.) y con él otros ‘ulamâ. ‘Atâ (r.) dijo: “Las sesiones (maÿâlis) en las que se enseña y se estudia lo que es lícito (halâl) e ilícito (harâm), cómo comprar y vender, y cómo recogerse ante Allah y cómo ayunar, cómo casarse y cómo divorciarse, cómo peregrinar, etcétera, son todas sesiones de Dzikr”.

 

SECCIÓN: Allah ha dicho en el Corán: “Los musulmanes y las musulmanas, los que se han abierto a Allah y las que se han abierto a Él, los obedientes y a las obedientes, los sinceros y las sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes, los generosos y las generosas, los que ayunan y las que ayunan, los que resguardan sus partes íntimas y las que las resguardan, y los que recuerdan a Allah mucho y las que recuerdan,... para todos ellos Allah ha preparado su perdón acogedor y una recompensa inmensa” (al-Ahçâb, 35)”.

 

El Sahîh Múslim recogió de Abû Huráira (r.) que Rasûlullâh (s.a.s.) había dicho: “Se han adelantado los Singulares” -es decir, quienes proclaman la Singularidad de Allah-, y le preguntaron: “¿Quiénes son los Singulares, oh Mensajero de Allah?”, y él (s.a.s.) respondió: “Los recordadores y las recordadoras de Allah con abundancia”. El término ‘Singulares’ se dice Mufarridûn y Mufridûn.

 

Has de saber que el versículo mencionado a la cabeza de esta sección es algo a cuya reflexión debe consagrarse el que esté interesado en este libro. Sobre el significado de dzâkirîn (recordadores) y dzâkirât (recordadoras) hay diferentes opiniones. El Imâm Abû l-Hásan al-Wâhidi trasmitió que Ibn ‘Abbâs decía que el versículo se refiere a los que invocan a Allah y recuerdan su Nombre tras cada Salât, y al amanecer y al atardecer, y en sus lechos, y cada vez que se despiertan de dormir, y cada vez que salen o entran en sus casas. Muÿâhid dijo que no se es del número de los que recuerdan y de las que recuerdan a Allah mucho hasta no haberlo invocado de pie, sentado y recostado. Pero ‘Atâ dijo que quien cumple los cinco Salâts como deben hacerse pasa a formar parte de los dzâkirîn y las dzâkirât. Estas son las diferentes interpretaciones recogidas por al-Wâhidi.

 

Abû Sa‘îd al-Judri (r.) relató que Rasûlullâh (s.a.s.) había dicho:“Cuando un hombre despierta a su mujer en la noche y se recogen juntos ante Allah realizando dos rak‘as, son inscritos en el número de los dzâkirîn y las dzâkirât que recuerdan a Allah con abundancia”. Este hadiz es mashhûr y lo recogieron Abû Dâwûd, an-Nasâi e Ibn Mâÿa.

 

Se le preguntó al Imâm Abû ‘Amru ibn as-Salâh (r.) por la ‘cantidad de Recuerdo’ que hace que alguien sea tenido por uno de los recordadores y las recordadoras de Allah con abundancia, y dijo que cuando alguien persevera en repetir las fórmulas autentificadas recogidas de labios del Profeta (los al-adzkâr al-mâ-zûra) y que él (s.a.s.) recitaba al amanecer y al atardecer y en otros momentos señalados y en circunstancias determinadas, ya sea de noche o de día -y que son las fórmulas que mencionaremos en este libro- pasa a formar parte del noble grupo de los dzâkirîn y las dzâkirât, aquellos y aquellas que recuerdan a Allah con abundancia. Pero Allah sabe más.

 

SECCIÓN: La mayoría de los ‘ulamâ declaran que está permitida la práctica del Dzikr (la mención e invocación del Nombre de Allah) con el corazón (qalb) y con la lengua (lisân) para quienes están en estado de impureza tanto menor (hádaz) como mayor (ÿanâba) y para las mujeres durante la menstruación (háid) y el puerperio (nifâs). Se refieren al Tasbîh, el Tahmîd, el Tahlîl, el Takbîr, el Salât ‘alà n-Nabí (), el Du‘â y otros similares, porque la lectura del Corán (qirâat al-Qur-ân) es ilícita (harâm) para el afectado por impureza mayor y la mujer en en estado de menstruación o puerperio, ya sea esa lectura mucha o poca, e incluso la lectura de una parte de un versículo, pero les está permitido recitarlo en sus corazones sin pronunciarlo.

 

        Por otra parte, mis compañeros dicen que está permitido que alguien afectado por impureza mayor y la mujer durante la menstruación pueden decir ante una calamidad “Pertenecemos a Allah y a Él volvemos” (II-156) y al subir sobre una montura pueden decir “Gloria a quien la ha puesto a nuestra disposición: nosotros no la hubiéramos sometido” (XLIII-13), y al invocar pueden decir “Señor, concédenos el bien en este mundo y el bien junto a ti, y protégenos del tormento del Fuego” (II-201), a condición de que su propósito sea recordar a Allah e invocarle (el Dzikr) y no sea su intención la de recitar el Corán. Pueden decir también “Con el Nombre de Allah” y “Alabanzas a Allah” si su deseo no es el de recitar el Corán, aunque tampoco se propongan hacer Dzikr. La falta estaría en pronunciar esas partes del Corán con la intención de que pase por una lectura.

 

SECCIÓN: Incumbe a quien se disponga a realizar Dzikr (mencionar e invocar a Allah) respetar ciertas reglas que lo adornarán con las mejores y más nobles cualidades para la trascendencia del acto que va a emprender.

Si está sentado, debe orientarse hacia la Qibla con humildad, devoción, concentración y quietud y bajando la cabeza. Pero si no cumple estas condiciones, su Dzikr sigue siendo correcto y no debe ser censurado. Ahora bien, si no tiene excusa para lo que hace, se considera que hace algo bueno habiendo abandonado la mejor manera de hacerlo. Prueba de que no hay nada censurable en el Recuerdo libre son las palabras que Allah dice en el Corán: “Ciertamente, en la creación de los cielos y de la tierra y en la alternancia de la noche y del día hay signos ciertos para los dotados de inteligencia, los que recuerdan a Allah estando sentados, de pie o recostados, y meditan sobre la creación de los cielos y de la tierra” (Âli ‘Imrân, 190-191). ‘Âisha (r.) contaba que Rasûlullâh (s.a.s.) se recostaba en sus brazos cuando ella tenía la regla, y recitaba el Corán; y también contaba que ella misma recitaba el Corán estando recostada.

 

SECCIÓN: Es necesario que el lugar donde se vaya a practicar el Dzikr sea tranquilo y esté limpio por respeto a la invocación y al Invocado. Por ello es elogiable el Dzikr realizado en las mezquitas y en los lugares nobles. El Imâm Abû Máisara (r.) dijo que Allah no debía ser recordado más que en lugares perfumados (es decir, buenos).

También la boca del que va a practicar el Dzikr debe estar limpia. Si los dientes están sucios se limpian bien con el siwâk, y si en la boca hay cualquier resto se elimina con agua. Si se hace el Dzikr sin haberse limpiado antes la boca se considera makrûh (desaconsejado), pero no harâm (ilícito). Si se trata de la lectura del Corán, el no limpiarse la boca se considera aún mucho más desaconsejado, sin llegar a ser harâm aunque hay autores que lo consideran como tal.

 

SECCIÓN: Has de saber que el Dzikr es deseable (mahbûb) en todas las circunstancias salvo algunas que la Ley (Shar‘) ha exceptuado. Mencionaremos aquí sólo algunas, reservando para su momento las demás, in shâ Allâh.

Es detestable invocar a Allah cuando se está satisfaciendo una necesidad natural, y durante el acto sexual, cuando se está escuchando la jutba, después de la iqâma, cuando se tiene sueño. Por el contrario, no es detestable en los caminos ni en la sala de baños. Pero Allah sabe más.

 

SECCIÓN: Lo que se pretende con el Dzikr es provocar ‘la presencia del corazón’ (hudûr al-qalb). El dzâkir (el practicante de Dzikr) debe poner todo su empeño en concentrarse durante la sesión, meditando en lo que dice y asumiendo su significado. La reflexión es exigida tanto en el Dzikr como en la lectura-recitación del Corán, pues ambas actividades tienen en común el objetivo. Y es por ello que se recomienda prolongar al máximo la pronunciación de lâ ilâha illâ llâh (no hay más Verdad que Allah), para alargar la reflexión (el tadábbur). Las sentencias del Sálaf (las primeras generaciones musulmanas) y los imâmes del Jálaf (las generaciones posteriores) son famosas al respecto. Pero Allah sabe más.

 

SECCIÓN: Quien tenga una Wazîfa de Dzikr (un Hiçb o Wird, un texto acostumbrado para horas determinadas) para los momentos de la noche y el día o para después de cada Salât o para circunstancias dadas, debe realizarlo y no dejar pasar la hora, y si esto sucede debe recuperarlo en cualquier otro momento, afianzándose en esa práctica en lugar de relajarse en ella. Si persevera llegará el momento en que deje de hacérsele pesado y no se apoderará de él la desidia, pero si no se empeña desde el principio la pereza acabará venciéndole y dejará su Wazîfa y el bien que hay en ella se esfumará. Según ‘Omar ibn al-Jattâb (r.), Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Quien duerma antes de haber recitado su Hiçb, o bien lo haga después de haber recitado la primera parte de su Hiçb, que lo acabe entre el amanecer y el mediodía, y es como si lo hubiese recitado durante la noche”. Este hadiz fue recogido por Muslim.

 

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