LA
LENGUA ÁRABE
El árabe no es
cualquier lengua. No es la lengua de un pueblo sin más. Tiene connotaciones que
la hacen el vehículo apropiado para la expresión de una espiritualidad
enraizada en una visión de la existencia que sólo es posible entre personas
que viven de una manera determinada: la austeridad, la ingravidez, la
profundidad, el contacto real con la naturaleza de la cosas,...
La lengua árabe
tiene unas características que la convierten en un sistema que traduce
inmediatamente una cosmovisión sencilla pero radical. Sus sonidos, su
escritura, su gramática, todo en ella tiene valores que la asocian a las enseñanzas
del Islam. Hablar y aprender árabe es un acto de iniciación y quien así lo
hace se asoma a un misterio. Y por ello mismo, una de las prácticas islámicas
en la que más se insiste es el Dzikr, la repetición de palabras y fórmulas árabes
que permite sumergirse en el secreto de una lengua que para los musulmanes es
mucho más que lenguaje, es infinitamente más que un sistema para entenderse.
A poco que se indaga
en la lengua árabe emergen unas características que llaman la atención: las
palabras no se vocalizan, sino que se ‘modulan’, siendo cada sonido
abreviado o alargado para ir matizando el significado latente en una raíz. No
existe el verbo ser, y por tanto la realidad deja de tener una calidad metafísica:
la grandeza de cada cosa es su presencia, no una pretendida idea que le confiera
un estatuto ontológico distinto a su contundencia frente al que habla. Las
nociones van derivando a partir de ideas sencillas,... Todo ello permite ahondar
en la realidad y descubrir el alcance de lo inmediato dentro de una Verdad que
engloba a la existencia entera. Y ese centro es a lo que se llama Allah, Señor
de los Mundos. Y esta es la imagen del mundo que el Islam ofrece a los
musulmanes, a los que se rinden ante la Verdad...
Las reflexiones sobre
la lengua árabe han sido constantes a lo largo de la historia del Islam; es más,
desde el principio los musulmanes han sabido que aquello que les ha llegado de
Allah son ‘palabras’ dichas en una lengua concreta. Entender qué
significan, su verdadero alcance, ha sido la mayor de las preocupaciones entre
quienes han afrontado el Islam con rigor. El habla, que es signo de inteligencia
y es el rasgo definitorio de lo humano, ha ocupado un lugar central porque los
musulmanes han sido conscientes de que aquello que diferencia al ser humano es
la posesión de la palabra, y Allah se le dirige en tanto que criatura que es
capaz de comprender lo que se le dice. Y la lengua más clara, la más
elocuente, es la lengua pura de los nómadas.
La lengua árabe es
‘la más cercana al estado de inocencia del ser humano’, es una lengua
‘Fitra’, es decir, primordial, como la lluvia... Las palabras del Corán
descendieron del cielo de la inmensidad de Allah sobre el corazón abierto de
Sidnâ Muhammad (s.a.s.). Cuando los musulmanes afirmamos que el Corán es
Palabra Increada, Palabra Eterna, nos referimos a su original árabe, porque sólo
esa lengua tiene la capacidad para acoger lo
más cercano a Allah.
La práctica del
Dzikr ha permitido que pueblos no-árabes se islamizaran realmente. No les
bastaba con ‘conocer’ el Islam, tenían que imbuirse de su alcance, y ello sólo
es posible saborearlo en unos sonidos que tienen mucho que ver con lo que
expresan.
“El nombre es lo
nombrado”: esta extraña afirmación ha sido dicha en el Islam, y realza la
intuición de que la lengua no es una simple ‘conveniencia’ entre los seres
humanos. Es el signo de la Razón, y tiene que ver con lo que nos hace seres
humanos, por lo tanto es anterior a nosotros en tanto que seres humanos. La
lengua es la dignificación con la que Allah nos ha convertido en califas, en
seres únicos, singulares y soberanos. Y comprender esto se
ha hecho en árabe, debido precisamente a las características que tan solo
hemos podido reseñar muy de pasada que
en realidad merecen reflexiones mucho más largas.
¿Quiero decir esto que no se puede ser musulmán o que no se puede comprender bien el Islam si no se conoce la lengua árabe? No, pero lo que quiere decir es que es necesaria una gran sensibilidad espiritual. Se puede ser árabe y carecer por completo de la esponjosidad que requiere el Islam, y se puede desconocer el árabe y tener un corazón árabe. Y es lo más importante.