El Islam y la globalización:

Punto de vista de un musulmán

1ª Parte

 

 

         Tras  la división del mundo en dos bloques opuestos sucedió la caída de los regímenes comunistas y los afectos a ellos,  el occidente triunfante proyectó imponer su paz mercantil al resto del mundo impulsando la globalización, concepto básicamente económico según el cual la humanidad no es más que un mercado único de consumidores ávidos de productos manufacturados.

 

         Según esta visión idílica de la economía, el mundo es un aldea global donde cada cual puede llevar a cabo su mercadeo, donde el progreso económico beneficiará a todos ya que los países más pobres se beneficiaran, de hecho, del precio poco elevado de su mano de obra, de la desubicación  de los polos industriales , mientras los países más ricos serán la locomotora del progreso tecnológico y de los servicios.

 

        Este “progreso económico común”  será seguido ineludiblemente por la democratización de las sociedades que de este modo evolucionaran, desde el punto de vista político, hacía el ideal encarnado por el occidente triunfante, en el que los EE.UU. serian el ejemplo a seguir.

 

         Sin embargo  esta visión idílica dista mucho de la dura realidad. En los dos últimos siglos hemos pasado de unas relaciones económicas basadas en el clientelismo, propias de sistemas medievales, a un sistema de capitalismo financiero en el cual ni el comprador ni el vendedor se conocen y donde el intercambio de capitales no supone un intercambio de productos. El sistema de clientelas ,en época medieval, estaban basados en relaciones más profundas y complejas que una simple relación de negocios. Las relaciones cliente-productor se situaban bajo la protección de acuerdos políticos o tribales, de la defensa de intereses mutuos y la prohibición de alianzas con los competidores. Un conjunto de relaciones comerciales que la Revolución Industrial puso en duda.

 

         En esta nueva era de capitalismo industrial aparecen las nociones de mercado, se descubre la importancia de la oferta y la demanda, pero, sobre todo, en el aspecto humano de la cuestión, se rompen las relaciones personales que unían al fabricante con el cliente. Podemos contemplar las guerras occidentales de finales del siglo XIX y principios del XX como conflictos entre grandes grupos industriales nacionales, buscando eliminar a los competidores de otras nacionalidades, todo desarrollado bajo la supervisión de los Estados. De igual modo las guerras coloniales pueden ser contempladas como tentativas de acaparamiento de las materias primas para abastecer a las industrias imperialistas.

 

         El final de la Segunda Guerra Mundial fue testigo del ocaso de los imperios coloniales y de la división del mundo en dos bloques, la amenaza nuclear adquirió un papel relevante en todos los conflictos, los industriales para los cuales lo importante era su industria, no tenían ningún interés en llegar a una situación que podría  suponer un suicidio.

 

         Los reagrupamientos industriales en el seno del capitalismo culminaron con la emergencia de multinacionales cuyos presupuestos superan incluso a los presupuestos de algunos países incluso a los de las naciones más ricas. Todos los países fueron firmemente requeridos a abolir las barreras aduaneras creando así un mercado único y promoviendo la libre circulación de bienes y servicios.

 

         El mantenimiento de la paz occidental en las colonias llegó a ser demasiado costoso y en consecuencia poco rentable, corruptos dirigentes rebautizados como héroes de la independencia nacional, reemplazaron a los gobernadores coloniales, inaugurando la era del neocolonialismo, mucho más rentable financieramente para las multinacionales.

 

         El mundo actual se caracteriza por la tiranía financiera del liberalismo salvaje. La única ley es la búsqueda del beneficio, lo que se traduce por “planes financieros para la viabilidad de los mercados”, o “plan industrial para un crecimiento sostenido de la productividad”, esto es mecanización a ultranza y desubicación de la mano de obra permanente.

         Los países occidentales llamados desarrollados representan tan solo un 17% de la población mundial que consume, no obstante, más del 70% de los recursos energéticos y las materias primas mundiales.

 

         El sistema que poco a poco ha ido deshumanizándose a llegado al extremo en el que las relaciones humanas ya no son necesarias. Los seres humanos son contemplados tan sólo por su capacidad de generar un beneficio económico,  por su poder adquisitivo o por el peligro que puedan suponer si se rebelan contra el sistema.

 

         Nuestro sistema de producción se basta para alimentar al conjunto de la población mundial. Uno de los mayores problemas de nuestra agricultura es la gestión de los stocks de superproducción.

 

         Por tanto un gran número de seres humanos son juzgados por nuestros dirigentes como “inútiles estómagos que alimentar”. Se estima oficialmente que el número de personas que padecen malnutrición asciende a 850 millones y el número de seres humanos amenazados de muerte por hambre es de 8 millones.

 

         En los países del sur sólo es necesario que sobrevivan una ínfima minoría de habitantes para la explotación de los recursos minerales indispensables para la industria. El resto son inútiles de hecho, debido a su débil poder de adquisición pueden ser incluso peligrosos para las compañías mineras ya que suponen un foco de protestas y revueltas.

 

         Tomemos por ejemplo, el caso de la región de los Grandes Lagos en África. Se trata de uno de los sectores mineros mas ricos del planeta, sin embargo está densamente poblado. Antes de construir o promover la construcción de modernas infraestructuras para los pueblos de la región, las multinacionales occidentales ,con la complicidad de los gobiernos occidentales, prefieren atizar los enfrentamientos tribales entre hutus y tutsis, manteniendo un subdesarrollo sanitario crónico, animando a las rebeliones permanentes en la región con lo que el número de “estómagos inútiles” a  alimentar disminuye sensiblemente, aumentando por otra parte la rentabilidad de las explotaciones mineras protegidas por verdaderos ejércitos privados.

 

         Estamos ante una política cínica que constantemente trata de eliminar al mayor número de seres humanos que son juzgados inútiles. Bajo la misma perspectiva podemos analizar la situación en Argelia. Lo que interesa a las multinacionales en Argelia, son los recursos petrolíferos  y gaseosos. El problema es que la población es numerosa, diseminada por el entorno rural, y sobre todo presentan una firme voluntad contra el sometimiento.

 

         Parece que una de las soluciones adoptadas, por ciertos estrategas, ha sido la de aterrorizar a las poblaciones rurales para que abandonasen su entorno y se reagruparan en las ciudades donde son más fáciles de encuadrar y controlar. Mientras tanto continúan los negocios para el acaparamiento de pozos de petróleo y de gas a favor de los intereses privados, siempre ligados a las compañías privadas e internacionales.

 

         Dos hechos ,más que evidentes, confirman esta situación : un pozo de petróleo en medio del desierto está más protegido que una población civil situada en un entorno rural. Por el contrario los civiles son abandonados a su suerte cuando se producen matanzas de supuestos grupos islamistas. Matanzas que se producen a escasos Km. de los cuarteles del ejercito.  El poder militar a rehusado abrir cualquier investigación independiente que pueda explicar o justificar esta pasividad. La pregunta más lógica ante esta situación sería: ¿ A quien benefician estos crímenes? O dicho de otra manera ¿que interés tendrían los islamistas en masacrar a las poblaciones que en más de un 80% votaron a su favor?.

 

         Tanto en la región de los Grandes Lagos como en Argelia, las compañías mineras y petrolíferas son cómplices de auténticos genocidios y es necesario conocer bien estos hechos para poder juzgarlos.

 

continuación

2ª parte

 

 

Origen: www.oumma.com ,autor: Dr. Abdallah

Traducción: www.musulmanesandaluces.org