LA
MUJER MUSULMANA
EN
LA ÉPOCA DEL PROFETA
En 1995 se publicó
en El Cairo la cuarta edición del libro La
mujer musulmana en la época del Profeta, de Abdelhalim Muhammad Ahmad,
prologado por el Sháij Muhammad al-Gazâli y por Yusuf al-Qaradawi, y que
consiste en un magnífico y extenso estudio en dos volúmenes sobre la mujer
musulmana en la época de Sidnâ Muhammad (s.a.s.). En la introducción al
libro, el autor resume muy brevemente las conclusiones de su estudio, que se
basa en versículos coránicos, en hadices y en los libros tradicionales que
relatan la biografía del Profeta. Esas conclusiones demuestran lo lejos que están
las sociedades islámicas del modelo instaurado por Sidnâ Muhammad (s.a.s.).
Las fuentes que ha utilizado el autor dan un alcance mayor a sus conclusiones,
porque son dados a la reflexión de los musulmanes que busquen recuperar lo
esencial del Islam.
El autor dice en la
introducción al libro:
En el campo de la personalidad de la mujer:
1- La mujer musulmana
era, en la época del Profeta, absolutamente consciente de su condición de
mujer y con frecuencia la reivindicó, y el Islam reconoció ese hecho. El Corán
dice: “Allah ha creado al varón y a la
hembra”. Desde este punto de partida, la mujer musulmana, como tal,
participó activamente en la construcción del Islam.
2- Palabras
relevantes del Profeta sobre este hecho son las que pronunció al decir: “Las
mujeres son hermanas de los hombres”, lo que implicaba la legitimidad de
su participación en todo lo que atañe al Islam, sin restricciones.
3- El hadiz en el que el Profeta dijo que las mujeres son ‘menos inteligentes que los hombres’ ha sido malinterpretado y peor aún ha sido su aplicación en el Derecho. El Profeta se dirigía a las mujeres, con el tono de un maestro que no hace concesiones; no estaba dirigiendo sus palabras a los hombres para informarles de cómo son las mujeres.
En el campo de la vestimenta y los adornos:
1- Llevar el rostro
al descubierto era lo normal en la época del Profeta, y es el fundamento en lo
que respecta a este tema. El niqâb -el velo con el que algunas mujeres se cubrían
el rostro, salvo los ojos y la frente, era una costumbre coqueta de la época y
no tiene relevancia en el Derecho.
2- Arreglos moderados
para tener una mejor presencia con los que las musulmanas de esa época
adornaban sus caras, sus manos (embelleciéndolas con tintes) o su ropa, son
perfectamente lícitos e incuestionables.
3- El Profeta no
impuso nunca una forma determinada de vestir para las mujeres. Sólo dijo que
debían cubrir convenientemente sus cuerpos y hacerlo con sentido del pudor,
consejos que también dio a los hombres. No existe, por tanto, una vestimenta
islámica ni un uniforme para las musulmanas.
4- No había normas
sobre la vestimenta que dificultaran los movimientos de las mujeres; es más, lo
que se pretendía era facilitarles una activa vida social dentro del contexto de
la época.
En el campo de la participación en la vida social:
1- La orden de
permanencia en sus casas y el velamiento completo sólo afectó a las esposas
del Profeta, cuyo papel era destacado así: la gente tenía que ir a ellas, y no
a la inversa, y no verles el rostro. Ello lo demuestra el que las Compañeras
del Profeta jamás siguieron esas normas.
2- Las musulmanas
participaban en todas las actividades comunes, con entusiasmo y dinamismo, tal
como exigía la creación de una nueva civilización.
3- Las restricciones
no afectaban a la vida social sino que señalaban la necesidad de mantenerse en
el pudor para preservar la dignidad de la mujer en esas relaciones. Pretendían
proteger, no evitar o entorpecer.
4- El derecho al
trabajo le fue reconocido a la mujer musulmana espontáneamente, y consta, por
ejemplo, que participaron en la enseñanza como discípulas y maestras, y en
labores sociales y se les reconoció también el derecho al esparcimiento y el
ocio. En lo político, la mujer fue tan firme como el hombre en defender el
Islam incluso en las épocas de persecución. Las mujeres participaron
activamente en la organización del Islam, en los juramentos de fidelidad al
Profeta, en su defensa, y emigraron de Meca a Medina en pie de igualdad.
Participaban y opinaban en las asambleas (shûrà) y dirigieron oposiciones
contra las mayorías. Las mujeres musulmanas trabajaron en las labores de regadío,
en las de la agricultura en general, en las industrias artesanales, en la
dirección de los trabajos, en la salud, en la limpieza y en labores domésticas,
lo que les permitía llevar una vida digna para ellas y para sus familias,
llevando incluso en muchas ocasiones la delantera a sus maridos, si bien el
Islam insistía en que sobre los varones pesaba la obligación de mantener a sus
mujeres. Precisamente porque se reconocía el derecho de la mujer al trabajo y a
la propiedad, el Islam gravó sobre ella el impuesto del Zakat, al igual que
pesa sobre cada varón. Y el Zakat no es otra cosa que colaborar en la
construcción del Islam, por lo que el esfuerzo de las mujeres es igual de
meritorio que el de los hombres. Con su aportación, la mujer se destacaba como
participante en todo.
Es cierto que las
circunstancias del nacimiento de una civilización son propicias para el
desarrollo de todas las aptitudes, tanto de las mujeres como de los hombres,
pero hay que recordar que el carácter ejemplar de los primeros tiempos del
Islam tiene, por un lado, valor de derecho, con lo que las mujeres musulmanas
tienen una justificación legal y autorizada en todas sus demandas actuales. Por
otro lado, un estudio atento de los primeros tiempos del Islam para su
actualización demanda un incremento de los derechos de la mujer en atención de
la realidad de estos tiempos, en consonancia con las enseñanzas de los avances
que Islam supuso en su tiempo original.
5- Fruto de la
participación de la mujer en pie de igualdad con el hombre fue el crecimiento
de su conciencia como mujer, alcanzando esta conciencia un elevado grado de
madurez, que le permitió grandes realizaciones.
En el campo familiar:
1- La mujer musulmana
tiene derecho a elegir a su esposo y a separarse de él cuando deje de amarlo,
sin causarle perjuicio (por lo que debe devolverle parte de la dote que él le
haya entregado). En Derecho musulmán, se llama Talâq al derecho del
hombre a divorciarse de su mujer y Jal‘ al que tiene la mujer.
2- Distribución de
las responsabilidades dentro del seno de la familia, colaborando ambos en el
mantenimiento del hogar y en la educación de los hijos.
3- Ambos esposos son
iguales en derechos, como sentencia el Corán: “Tienen los mismos derechos y
obligaciones, y los hombres tienen un grado sobre ellas”. El grado (dáraÿa)
que tienen sobre ellas es el derecho que emana de la obligación que pesa sobre
los hombres de mantener económicamente a la familia, y ese grado se concreta en
el deber de la mujer de esforzarse en amarlo, ser dulce con él, adornarse para
él, acompañarlo en sus preocupaciones, etc., siempre y cuando el hombre cumpla
con sus deberes respecto a su esposa (no implica sometimiento a arbitrariedades
ni tolerar malos tratos).
4- El Islam limitó
la poligamia en favor de las mujeres, por lo que nada impide que se tomen
medidas para reforzar la dignidad de las mujeres en el matrimonio y controlar
las libertades del hombre.
5- La función
principal de la mujer está en regir su familia y gobernar su casa, pero ello no
le impidió en la época del Profeta tener otros intereses y desarrollarlos
activamente. El mismo Profeta realizaba labores domésticas, limpiaba, fregaba,
guisaba, se cosía su ropa, se adornaba para sus esposas, etc., y no las criticó
jamás si desatendían sus obligaciones, facilitándoles otras actividades. La
coordinación en la familia es siempre lo deseable para posibilitar el
desarrollo de todos.
En el campo de la sexualidad:
1- El placer sexual
es disfrute en esta vida y Allah lo ha prometido como recompensa más allá de
la vida, por lo que es un bien y realizarlo es una forma de acercarse a Allah
siempre y cuando se haga honestamente y en conformidad a las enseñanzas de la
Sharî‘a.
2- El Profeta quería
que los musulmanes y las musulmanas tuvieran actividad sexual, y de ello él
mismo dio ejemplo, para desenturbiar el ánimo y purificar el corazón. El
oscurantismo en la sexualidad no ha sido la tónica del Islam.
3- Al estimular que
los jóvenes se casaran entre sí en edad temprana reconocía la urgencia del
apetito sexual, al que había que dar cauce. Lo que no toleraban los musulmanes
eran las traiciones, la clandestinidad y los abusos. Para ello, el Profeta
facilitó el matrimonio, el divorcio, aconsejaba la sensualidad, la coquetería,
el trato amable entre hombres y mujeres, dentro siempre de un sentido saludable
del pudor.