IBN HAÇM
Abú Mwhammad 'Ali ibn Ahmad ibn Sa'id ibn Haçm al-Andalusi al-Zahirí.
Poeta, historiador, conocedor de las ciencias del Islam ('alim), jurisconsulto
(al-faqih), polígrafo.
Nació en Córdoba en el año 994. Murió en Huelva en 1063.
La familia de Ibn Haçm era originaria de la kura de Lebla (actual provincia de
Huelva). Su padre fue visir de al-Mansur y más tarde de al-Mwzaffar. Nacido en
Córdoba en el año 994, perteneció a una familia aristocrática cliente de los
Omeyas. Siendo muy joven vivió la fitna (confrontación), y la posterior
desintegración política de al-Andalus tras los sucesos del 1009. 'Ali Ahmad,
padre de Ibn Haçm, un hombre culto y tenido en gran estima por los 'Amiríes y
con los que trabajó en el gobierno; ocupó puestos de gran responsabilidad,
manteniendo una gran fidelidad hacia el califa al-Hakam II. En efecto, parece
haber sido un hombre distinguido en letras, mostrando una gran destreza en los
medios políticos. Sin dejar de ser un fiel ministro de al-Mansur, gozaría al
mismo tiempo del favor de Al-Hakam II. Entre estos avatares políticos se
desenvolvió parte de la infancia de Ibn Haçm. Su niñez, según él mismo refiere
en algunos pasajes de su obra El collar de la paloma. fue
la niñez lánguida e indolente de un hijo de ministro.
Era al parecer un niño fácilmente impresionable, enfermizo, de anormal
nerviosismo, con despierta inteligencia y sentido moral.
Vivió en el barrio de los altos funcionarios palatinos, contiguo al alcázar de
al-Zahyra. Parece que incluso entraba con frecuencia a ver al al-Mansur, que al
parecer era muy amigo de los niños. Todo ello lo atestigua su íntimo amigo Abu 'Amir
ibn Shuhayd, hijo de otro empleado de palacio, en una carta incluida en la
Dajira de Ibn Bassam (ed. Cairo, 1-1, pp. 163-165):
Un día
-nos cuenta-, teniendo yo cinco años, me dio tu abuelo al-Mansur una enorme
manzana, colocada delante de él, y que yo había mirado con infantil codicia.
Como ni mi boca ni mi mano podían abarcarla, él mismo me la partió con sus
dientes. Luego llamó a tu padre (es decir, a Sanchuelo) ya un paje llamado Abu
Stikir y
les dijo que me llevaran a ver a la Sayyida «<la señora», es decir, 'Abda, madre
de Sanchuelo e hija de Sancho Garcés II, rey de Navarra). Como llovía, los dos
me llevaron a cuestas. La Sayyida y las demás damas del harem jugaron conmigo y
me dieron mucho dinero; pero, al llegar a casa, mi padre me lo quitó. Enterado
tu abuelo, me mandó para mí solo quinientos dinares, que, en parte, distribuí
entre criados y amigos, y con los que me compré caballos de caña y adargas de
madera para jugar a los soldados, Del día aquél ha quedado fama en Munyat al-Mugira.
Emilio García Gómez hace una extraordinaria presentación de Ibn Haçm de Córdoba,
en su versión en castellano de El Collar de la Paloma. Nos parece la
opinión más autorizada en el conocimiento de nuestro autor, tanto a nivel
biográfico como literario, bosquejando con gran precisión y maestría la
personalidad de tan importante genio.
A temprana edad, como se solía hacer cuando al-Ándalus creía vivir todavía
una luna de miel con el segundo y brillante valido 'amirí 'Abd al-Malik al-Muzaffar
(cuyo padre al-Mansur había sido enterrado en Medinaceli el año 392- 1002,
teniendo nuestro autor ocho años) se asomaría Ibn Haçm, con musulmana
precocidad, al mundo, es decir, a los primeros amoríos, a leer todo lo divino y
lo humano, a frecuentar los cursos de los más célebres profesores de la capital
del Califato andalusí.
Las enseñanzas que Ibn Haçm cursó y los maestros que tuvo, están admirablemente
reseñados en el libro de Asín Palacios, cuyo tenor literal no hay por qué
repetir; pero como las afirmaciones anteriores son de García Gómez, parece que
debe justificarlas. Más que con pasajes de nuestro autor lo hará otra vez con
los de su amigo Ibn Shuhayd, que iba a morir afectado de hemiplejía, en
426-1035. ¡Extraordinaria figura! Herido ya de muerte -iba a ser enterrado en un
parque de Córdoba. bajo las flores-, formula en verso sus últimos deseos:
Al ver que la vida me vuelve el rostro y que la muerte me ha de atrapar sin
remedio, sólo anhelo vivir escondido en la cima de un monte, donde el viento
sopla; solitario, comiendo lo que reste de vida las semillas del campo y
bebiendo en los hoyos de las peñas.
Emociona con él, por Allah, cuando me enterréis
El gobierno
de Sanchuelo, desde la muerte de su malogrado hermano Muzarfar en 16 safar 399
(20 octubre 1008), apenas duró unos meses, víctima de su necedad y de sus
desaciertos, tenía en 3 raÿab 399 (3 marzo 1009) un trágico fin, que el Duque de
Maura ha calificado gráficamente de premussoliniano. El destronamiento de
al-Hakam II y la ascensión al trono de Muhammad al-Mahdi (que había de jugar al
ratón y al gato con su competidor Sulayman al-Must'in) iba a poner término a la
fortuna oficial de Ahmad ibn Haçm, que fue destituido; y hubo de dejar el
asolado barrio de al-Zahyra para retornar a los abandonados lares de Balat Mugit.
Debió, sin embargo, de vivir tranquilo y aún de conservar cierto prestigio, pues
en el mismo año de 399, el 27 sha'ban (26 abril 1009), lo vemos asistir como
testigo a la farsa del entierro de un falso al-Hakam II. Cuando en 8 dzu-l-hiÿÿa
400 (23 julio 1010) fue asesinado al-Mahdi, tras de su segundo reinado, y
entronizado de nuevo al-Hakam II, parecía que la familia de los Banu Haçm habría
de volver a su antiguo predicamento. No fue así, sin embargo, sino al revés, el
complejo juego de la política y la cauta conducta seguida hasta entonces
indispusieron a Ahmad con el nuevo valido, el general eslavo Wadih, que lo
persiguió, encarceló y confiscó sus bienes.
Gobernaba Almería, todavía bajo la soberanía nominal de al-Hakam II, en medio de
aquella anarquía y de aquel fraccionamiento sin ejemplo, un eslavo, que se
llamaba Jayran. Al principio, el retiro de Ibn Haçm, que viajaba con su amigo y
correligionario Mwhammad ibn Ishak, fue tranquilo; pero cuando Jayran abandonó
la causa omeya para abrazar la del idrisí 'Ali ibn Hammud, que había de entrar
solemnemente en Córdoba el 22 muharram 407 (10 julio 1016), ya no vio con buenos
ojos a la pareja de jóvenes legitimistas omeyas, los cuales, reos de
conspiración o no -pues Ibn Haçm lo niega-, se vieron detenidos y luego
desterrados.
Tampoco les duró mucho el nuevo y agradable asilo que supieron hallar en el
pueblecito de Aznalcázar (que tal vez no es, como se ha querido, el actual de
ese nombre, cerca de Sanlúcar, sino otro por tierras de Málaga o Murcia), y es
que, habiendo oído hablar de que en tierras valencianas había surgido un nuevo
pretendiente omeya que formaba un ejército dispuesto a avanzar contra los
hammudíes y decidido a restaurar la unidad del Califato, ibn Haçm y su
compañero, no dudaron en tomar pasaje en una nave que los condujera al Levante.
El pretendiente en cuestión era un bisnieto de 'Abd ar-Rahman III, llamado 'Abd al-Rahman ibn Muhammad ibn 'Abd al-Malik, y su descubridor, era el eslavo Jayran de Almería, que se puso de acuerdo con el tuchibí Mundir de Zaragoza, el cual, a su vez, obtuvo unos refuerzos catalanes de su aliado el Conde de Barcelona. Reunido el ejército en Játiva, juró el 10 de dzu-l-hiÿÿa 408 (29 abri11018) al nuevo y futuro Califa omeya, que tomó el título de Murtadá.
El Ejército de Murtadá, al que muy probablemente se había incorporado lbn Haçm, se puso por fin en marcha para entrar en Andalucía por Jaén; pero Jayran y Mundir vieron que el que suponían manejado por ellos tenía la suficiente personalidad para decidir por si mismo, y no dudaron en traicionarlo. La batalla nos es bien conocida por varias fuentes; pero desgraciadamente sin la fecha exacta. Como se sabe, los beréberes atacaron al ejército asaltante, del que ya habían desertado Jayran y Mundir, y Murtadá tuvo que huir hacia Guadix, donde le asesinaron unos sicarios del almeriense. Sus soldados fugitivos, o prisioneros. Entre este último grupo debió de figurar Ibn Haçm, que, según nos informa en el collar, había ido previamente a Córdoba.
Tras el cautiverio bereber, Ibn Haçm se retiró a Játiva, y fue donde, probablemente hacia los años 412 y 413 (1022), a instancias de un amigo, escribió el Collar de la paloma, contando unos veintiocho años.
Como es notorio,
el relativamente
El 16 ramadan 414 (2 diciembre 1023) la elección recayó, de los tres omeyas
candidatos, en uno en quien al principio nadie pensaba: 'Abd al-Rahman (hermano
del difunto Mwhammad al-Malik), que para nosotros es el quinto de su nombre y
que tomó el título de Mustazhir. El nuevo Califa, hombre joven y culto, eligió
como equipo gobernante al grupo mismo de nuestros estetas: Ibn Haçm, que había
ya regresado a Córdoba; así mismo Ibn Shuhayd y 'Abd al-Wahhab ibn Haçm, primo
de 'Ali, obtuvieron la dignidad y el empleo de visires. No podemos siquiera
hablar de un gobierno sólido puesto que no logró mantenerse en el poder más que
hasta el 3 dzu-l-qada 414 (17 enero 1024), es decir, exactamente mes y medio, al
cabo del cual Mustazhir fue ejecutado e Ibn Haçm paró de nuevo en la cárcel.
Discípulo del maestro dzahirí Abu-l-Jiyar de Santarén, explicaba junto con él
cursos de dicha escuela jurídica (madzhab) en la mezquita mayor de Córdoba. Eran
los últimos días del Califato, allá por los años 418 a 420 (1027 a 1029). El
zalmedina, consultado el último Califa al-Hakam III al-Mu'tadd, que acaso aún no
había entrado en la capital, les prohibió la enseñanza. Desde entonces empezamos
a saber mucho menos de él.
Aún teniendo en cuenta la avanzada edad que alcanzó, verdaderamente asombra la
labor que en todos los terrenos de la especulación intelectual musulmana realizó
Ibn Haçm. Marrakushi nos da la cifra de 80.000 folios escritos de su mano,
formando 400 volúmenes. Aunque pensemos que no se trata siempre de volúmenes
propiamente dichos, sino a veces de simples opúsculos, y naturalmente es
imposible entrar, no ya en el análisis, sino ni siquiera en la enumeración de
sus escritos, que el lector podrá hallar consignados en la bibliografía extensa
de Asín Palacios o en los repertorios bibliográficos.
Bastará decir que entre esas obras -y sin contar el juvenil Collar de la
paloma- figuran algunas de suma importancia en la ciencia musulmana de todas
las épocas. Nos referimos con esta última alusión al Fiscal, la
maravillosa Historia critica de las ideas religiosas, (tr. Asín Palacios:
Abenhazam de Córdoba y su Historia critica de las ideas religiosas, cinco
vols., Madrid, 1927-1932). Los demás escritos son filosóficos, jurídicos,
ciencias del Islam, históricos o puramente literarios. Entre los históricos
citaremos tan sólo la Yamhara, el mejor repertorio de genealogía árabe
del Occidente musulmán (editada por Lévi-Provenzal en 1948); el Naqt,
original opúsculo histórico, que también es accesible en castellano, y la
Epístola apologética de al-Andalus y sus sabios (en refutación de otra de un
literato de Kairwan), que es tal vez la primera, aunque breve, historia
literaria de Al-Andalus y el primer intento reivindicador de las glorias
andalusies.
Ibn Haçm es conocido sobre todo por su obra El Collar de la paloma (Tawq
al-hammama»}, siendo su nombre completo El collar de la paloma. Tratado
sobre el amor y los amantes. Es una obra que brilla por su ligereza, dentro
de su producción científica -sobre todo ciencias del Islam y jurídica-, y en la
que se discurre ampliamente sobre la naturaleza y las formas del amor. Fue
escrita hacia el año 1022 en Játiva, cuando la capital del califato había sido
saqueada y destruida y es una nostálgica resurrección en el recuerdo de la gran
metrópoli en la que el autor había nacido, bajo el fausto de al-Mansur y en la
que había transcurrido su adolescencia dichosa y elegante. Como ya hemos
indicado, El Collar de
Américo Castro, que hace un minucioso estudio comparativo de la obra de Ibn Haçm,
El Collar de la paloma, y el El libro de Buen Amor, del Arcipreste
de Hita, llega a destacar el carácter personal de la idea del amor de Ibn
Haçm: Ibn Haçm habla de unas vidas, la suya y las de otros, inmersas en el
amor. Según él no nos debe sorprender la originalidad en el tratamiento del
amor por parte de nuestro autor, ya que su obra es, en cierto modo, su
autobiografía, la autobiografía de un hombre que participa en una espiritualidad
impregnada por la escuela sufí y que llegaría hasta los poetas místicos como San
Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús.
Otra de sus obras sería un famoso tratado en el que exalta y llama la atención
sobre la creatividad en al-Ándalus. Leemos en un verso descabalado en el
capítulo xx lo que sigue:
iVete en mal hora, perla de la China! Me
basta a mí con mi rubí de Andalucía.
Se lamentó de que al talento andaluz no se le diera la importancia que tenía,
mencionando algunos eruditos nativos que igualaban o aventajaban a cualquier
talento proveniente del Oriente. Esta misma queja fue expresada en distinto
grado por un gran número de autores andalusíes, entre los que se encontraban Ibn
Jakan, Ibn Bassam, al-Shakundi e Ibn Sa'id, que llamaron la atención sobre la
clasificación de los eruditos andalusíes, como iguales o superiores a sus
equivalentes en el Oriente.
Sea como fuere, Córdoba nunca dejó de fascinar a los escritores posteriores, ni
tampoco al-Andalus como conjunto, y según Ibn Haçm:
Los andaluces son chinos en el dominio de artes y representaciones pictóricas, turcos en las formas de la guerra y el manejo de sus resortes... Además, viajaron al norte de África y se convirtieron en introductores de agricultura, industria, administración, construcción y jardinería.
Una persona puso una vez en duda que al-Andalus tuviese hombres de talento, y si
así era, por qué no existía una relación de ellos, e Ibn Haçm se encargó de
darle respuesta en su famoso tratado. En primer lugar, decía Ibn Haçm: Ahmad ibn
Mwhammad al-Razi escribió una voluminosa historia de al-Andalus señalando sus
carreteras, ciudades principales y asentamientos militares. Además, el Profeta
ya se había referido a nuestros pendencieros antepasados, y esto es en si
suficiente honor. Nuestro clima suave y posición geográfica hacen tender a la
sagacidad y la inteligencia. La experiencia muestra que las gentes de al-Andalus
han sido capaces de comprender las múltiples ciencias: lecturas coránicas,
jurisprudencia, gramática, poesía, lexicografía, historia, medicina, matemática
y astronomía de manera no igualada en otros lugares, incluyendo la ciudad de
Kairwan. Los andalusíes no son los únicos que no perpetúan la memoria de sus
grandes hombres, y esto lo confirma el dicho: La gente no valora a sus
propios eruditos, o las palabras de Jesús: Sólo en su patria y en su casa
es menospreciado el profeta. A pesar de todo, hemos tenido, dice Ibn Haçm,
una gran cantidad de obras excelentes que pueden compararse con las mejores que
hayan sido escritas en cualquier sitio. Continúa con la enumeración de los
principales autores y de sus obras acerca de los temas más importantes. Hay
muchas obras sobre la escuela de jurisprudencia islámica malikí, incluyendo:
AI-Hiddyah
de 'Isa ibn Dinár y comentarios coránicos como el de Abu 'Abd al-Rahmlin
Baqi ibn Majlad que aventaja incluso al de at-Tabari. En el mejor de los casos,
el tratado de Ibn Haçm es una compacta antología que comprende lo que él creyó
ser una buena selección de hombres de letras que podían compararse con las
grandes lumbreras de Oriente. Resumiendo:
¡Este país nuestro! a pesar de estar distante de las fuentes del saber
(se refiere a los núcleos orientales),
y a pesar de estar separado del ingenio de los otros
eruditos, podemos hacer mención de grandes obras de sus gentes, lo cual hubiese
sido difícil de conseguir si uno las hubiese buscado en Persia, al-Ahwdz, Mudar,
Rabi'ah, Yemen o Siria, a pesar de su proximidad a la morada de la emigración
del saber y el hogar de las ciencias y sus promotores.
El enfoque más completo y articulado del tema del saber y las ciencias se
encuentra en las obras de Ibn Haçm, sobre todo en Mardtib al-'ulum (
«categorías de las Ciencias») y en Kitab al-ajlaq «<Libro de la
Conducta»), consistentes en sus consejos y reflexiones sobre la vida honesta
y virtuosa. En el segundo, Ibn Haçm dedica un capítulo a las ciencias que
empieza así: Aún cuando el saber no tuviese otro propósito que hacer que el
ignorante os respete, y que el erudito os estime y honre, sería lo bastante para
ir en pos de él, y continúa preguntando: ¿Cómo es posible no buscar la
sabiduría a la vista de sus muchas ventajas en esta vida y en la futura? El
anatema de la ignorancia es causa de males en esta vida y en la futura. Ibn Haçm
concebía el saber como de gran utilidad para la práctica de la virtud, ya que
capacita al individuo para ver la fealdad de los vicios y la manera de
evitarlos. Manifestó su deleite con los eruditos cuando él aún no lo era y ellos
le enseñaban; y luego cuando llegó a serlo y conversaba con ellos. Además, en
riqueza, posición social, y salud, debe uno compararse con aquellos que tienen
menos; pero en espiritualidad, ciencias y virtud, con los que tienen más. El
saber debe ser propagado, pero su propagación entre gentes ineptas y sin talento
es, no sólo una pérdida de tiempo, sino también perjudicial, ya que los intrusos
e ineptos que pretenden hacerse pasar por eruditos siendo ignorantes causan gran
daño a las ciencias. Los que persiguen la adquisición de honores, riquezas y
placeres, buscan la compañía de gentes que, por sus cualidades, parecen perros
enfurecidos y lobos astutos. Sin embargo, el que es avaro con su saber, es peor
que el que es avaro con sus bienes materiales. En general, el saber va unido a
la virtud, y la ignorancia a los vicios -aunque suaviza esta opinión añadiendo
que él conoció gente inculta cuya conducta era irreprochable, mientras que la de
algunos eruditos era tal como para convertirlos en las personas más viles y
corrompidas del mundo-.
Estos pensamientos están en su mayoría repetidos en Mardtib al-'ulum, en
el que examina las ciencias, su valor y el modo de dedicarse a ellas. Este
tratado es de gran importancia, ya que es la primera obra de su tipo conocida en
al-Andalus, y presenta las ciencias tal como las concebía un pensador que
intentaba clasificarlas según su valor, y distinguir las falsas de las
verdaderas. Consta de dos partes: la primera trata de la educación del
individuo, y, la segunda, de la división de las ciencias según una
estructuración islámica.
Para Ibn
Haçm, el saber beneficia al