TRANSMISIÓN DEL TEXTO CORÁNICO II

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SUHUF Y MUSHAF

 

         Ambas palabras derivan de la raíz Sahafa (escribir). Suhuf (sing. Sahîfa) significa “piezas sueltas de material escrito: tales como papel, pergamino, papiro, etc.”

 

         Mushaf (pl. Masâhif), designa la colección de Suhuf, reunidos en un orden fijo, entre dos cubiertas en un volumen.

         En la historia del texto coránico, el término Suhuf se reserva para las hojas en las que el Corán fue recopilado en tiempos de Abû Bakr y, aunque el orden de la ayas dentro de cada sura estaba fijado, las hojas con las suras permanecían sueltas.

 

         Mushaf, en este contexto, se denomina al conjunto de hojas en las que el Corán fue recopilado en tiempos de ‘Uzmân. Fue en este momento en el que se fijó definitivamente el orden de las suras. Hoy en día se denomina mushaf a cualquier copia del Corán con el orden de las suras y las aya fijado.

 

        La Tradición nos informa que en la batalla de Yamana (11/633), en tiempos de Abû Bakr, un determinado número de musulmanes, que habían memorizado el Corán, murieron. Por lo que se temía que si no se preparaba una copia escrita, una gran parte del Corán se perdería. En Sahîh l-Bujârî, encontramos un hadiz de Çaid bin Zâbit al-Ansârî, que nos narra como  ‘Umar convenció a Abû Bakr para que recopilase por escrito el Corán a partir tanto de la memoria de los musulmanes como de los materiales escritos, encargándole esta labor a Çaid.

 

         Este manuscrito lo conservó Abû Bakr hasta su muerte, pasando a ‘Umar y, finalmente a la hija de éste, Hafsa

 

 

LOS MASAHIF DE  LOS SAHÂBA

 

         Según numerosas indicaciones que nos ofrecen los hadices, fueron varios los Sahâba (“Compañeros” del Profeta, s.a.s.) que reunieron sus propias copias escritas de las revelaciones; además de las copias que ‘Âisha y Hafsa poseían a la muerte del Profeta (s.a.s.). A continuación daremos una descripción somera de algunos de los mashâhif atribuidos a los Sahâba.

 

Ibn Mas‘ûd (m. 33 H./ 653 d.C.) escribió un mushaf  que no incluía las suras 1, 113 y 114, y en un orden distinto al texto de   ‘Uzmân y unas 101 variantes, la mayoría de las cuales afectan a la pronunciación (ej.: al-baqira en lugar de al-baqara en 2:70), cambios en las letras de algunas palabras (ej.: kulla mâ en lugar de kullamâ en 2:19), utilización de sinónimos (ej.: sal, “buscar”, “pedir”; en lugar de ud‘u, “rogar” o “suplicar” en 2:68), uso de partículas, etc. De las informaciones que nos transmiten las distintas fuentes, podemos deducir que la copia de Ibn Mas‘ûd estaba destinada a su uso personal y que fue escrita antes de que el ciclo de la Revelación estuviese completo. Por otra parte Nadîm ( siglo IV H./ X d. C.) afirma haber examinado diversos manuscritos coránicos cuyos transcriptores adjudican a Ibn Mas‘ûd, no encontrando dos que sean exactamente iguales, además de que la mayoría estaban escritos en pergamino de mala calidad lo cual dificultaba su lectura; por lo tanto, la cuestión de los manuscritos auténticos de Ibn Mas‘ud debe se tratada con las debidas reservas.

 

Ubayd bin Ka‘b, escribió un mushaf que contiene dos suras  y un aya adicionales y su ordenación difiere del de ‘Uzmân. En este caso son 92 las variantes en Sûratu-l-Baqara, y su lectura es similar a la de Ibn Mas‘ûd.

 

         Ibn ‘Abbâs (m. 68 H./687 d. C.) incluía en su mushaf las dos suras de Ubayd, aunque difiere del resto de copias en el orden de las suras. Tiene menos variantes que los anteriores en Sûratu-l-Baqara, 21, aunque presenta coincidencias con los dos anteriores y con otros Sahâba. El mushaf de Abû Mûsa al-Ash‘arî (m. 44 H./664 d. C.) es idéntico al de Ibn ‘Abbâs y sólo contiene una variante en Sûratu-l-Baqara (escribe Ibrahâm en lugar de Ibrahîm); por su parte, el de Hafsa (m. 91 H./665 d. C.) tiene 3 variantes y Anas b. Mâlik (m 91 H./665 d. C.) 5; en la misma sura respectivamente.

 

El hecho de que estas copias fueron confeccionadas para uso personal, explicaría las diferencias en la disposición del orden de las suras en los distintos manuscritos. Posteriormente, la copia de ‘Uzmân se convertiría en el modelo aceptado por todos los Sahâba, incluido Ibn Mas‘ûd, cuya copia era la que presentaba más variantes. En cuanto a las variantes en la pronunciación de ciertas palabras, transliteraciones, etc.; hay que tener en cuenta que fueron transmitidas por una sóla persona y, en algunos casos, por dos o tres como máximo; mientras que la versión de ‘Uzmân es mutawâtir, es decir, que ha sido transmitido por numerosas personas y es considerado auténtico.

 

 

EL MUSHAF DE  ‘UZMÂN.

 

         En tiempos de ‘Uzmân, las diferencias en la lectura del Corán llegaron a ser problemáticas, por lo que, tras consultar con los Saba, ‘Uzmân decidió preparar una copia estándar a partir del suhuf de Abû Bakr, guardado por Hafsa.

 

En los Sahîh Bujârî encontramos un hadiz (33:23) en el que Anas bin Mâlik refiere como Hudhaifa bin Al-Yamân acudió a ‘Uzmân, preocupado por las diferencias en la recitación del Corán entre la gente de Sha‘am y la de Iraq, a la sazón en plena campaña de conquista de Armenia y Azerbaiyán. ‘Uzmân le pidió a Hafsa todo el material que guardaba con el fin de confeccionar varias copias nuevas, a un equipo de cuatro Sahâba encabezados por Çaîd bin Zâbit (‘Abdullâh bin Az-Zubair, Sa‘îd bin Al-‘Âs y ‘Abdu-r-Rahmân bin Hâriz bin ‘Uzmân). ‘Uzmân envío estas copias a los principales núcleos musulmanes para que reemplazasen a cualquier copia del Corán, fuese esta parcial o completa, que circulasen en aquel momento. Las sûhuf originales fueron devueltas a Hafsa, que las conservó hasta su muerte; siendo posteriormente entregadas por sus herederos a Marwân B. Hakam (m. 65 H./684 d. C.) que las destruyó, temiendo quizá que llegasen a ser motivo de nuevas disputas.

 

‘Uzmân, por su parte, se quedó con una de las nuevas copias, conocida como Mushaf ‘Uzmânî que constituye el iÿmâ’ (consenso) de los Sahâba respecto a la Revelación. La amplia difusión de este texto, así como el amplio consenso en torno a él, queda ejemplificado por el episodio del la batalla de Siffîn (37 H.), 27 años después de la muerte del Profeta (s.a.s.) y sólo cinco después de que las copias fuesen distribuidas.