EL
PROBLEMA PALESTINO
Ya está bien de
juegos, de mitificaciones, de retórica para despistar y de manipulaciones.
Todas las discusiones y búsqueda de soluciones para el ‘problema’ están
descaradamente dirigidas por el Estado Sionista para procurarse un plazo de
tiempo suficiente para acabar con lo que denomina ‘problema palestino’, y a
estas alturas es difícil imaginar que la ‘solución’ sea otra que la
erradicación y el exterminio físico del pueblo palestino. Lo más siniestro y
atroz es que el Estado de Israel quiere hacer cómplice del genocidio al mundo,
que se se hace el loco mientras busca terroristas y fundamentalistas islámicos.
Israel no es una nación,
es un banco. Y es un crimen contra la humanidad. No nos dejemos engañar por
ninguna demagogia. Los musulmanes no estamos contra los judíos (ni lo hemos
estado, ni conseguirán que lo estemos). En Oriente Medio no hay una lucha entre
musulmanes y judíos, sino entre un pueblo y la voracidad de compañías
multinacionales.
Al Estado Sionista y
a Estados Unidos les interesa que creamos que se trata de una guerra entre
religiones, y aislar así la cuestión y ganarse la opinión pública contra los
métodos ‘terroristas’ de los palestinos (que, evidentemente, son fanáticos
musulmanes, y todo el mundo ya sabe hasta la saciedad lo que es eso). Es notable
la insistencia nada ingenua de los medios de comunicación sobre este punto. Y
así nadie atiende a lo que realmente está en juego, y es el dominio sobre el
mundo de un modelo económico y político concreto, al que algunos dan el nombre
de globalización pero que nos sino la forma moderna del totalitarismo y el
imperialismo de siempre.
Quien cuestiona la
existencia del Estado Sionista parece como si entrara en un tema tabú. Pero
mientras no abordemos este ‘problema’, serán infructíferos todos los
esfuerzos sinceros. El Estado de Israel no tiene ninguna legitimidad, no es una
nación, no es un pueblo, es un invento macabro, un artificio, una locura más
con la que se juega con vidas humanas. Y los hechos son tercos: el día a día
de lo que sucede en Palestina demuestra lo que estamos diciendo, pero parece
como si la gente quisiera ser ciega ante lo evidente y lo insistente. No hay más
solución, por muchas vueltas que le demos, para el problema sionista, que el
desmantelamiento total del Estado de Israel, y no debiera darnos pena, no acabaríamos
con nada bueno sino con una abominación.
Ante afirmaciones como la anterior, los ‘bien pensantes’ se llevan las manos a la cabeza como si estuviéramos proponiendo que se mate a alguien o que se comentan actos terroristas. Nada de eso. Decimos simplemente que, tan fácil como fue crear al monstruo, puede desmontarse. Israel es solamente una maquinaria. No se trata de organizar éxodos ni montar progromos, ni barbaridades de ningún tipo (ésa sí es la política de Israel, que parece no escandalizar a casi nadie) sino de poner las cosas en su sitio, volver a la cordura, dejar de confiar en una administración asesina, dejar a los pueblos que elijan y convivan, sin imponer unos a otros. Para ello simplemente hay que desmontar el Estado de Israel, que lo imposibilita completamente con su mera existencia (y no sólo por su ‘política’).